Por: Adriana Velásquez en colaboración con Melanie Soca
Al estilo de Yma Sumac, Hatun Killa encandila con su voz a todo aquel que la escucha. Como el sonido de una flauta dulce, la soprano de coloratura interpreta las canciones más emblemáticas de la lírica andina. Su talento vocal ha sido reconocido en escenarios internacionales. En el 2016, ganó el premio Gianni Casu en el Festival Internacional de Folklore de Custonaci de Italia. Hoy, tras recuperarse del COVID-19, se prepara para presentar su primer concierto virtual.
Su nombre artístico significa ‘luna llena’ en quechua, un seudónimo que condensa lo que ella hace: iluminar con su voz. Desde hace más de 4 años, asombra al público con su talento. Lamentablemente, debido a la pandemia por el COVID-19, todos sus proyectos se han paralizado. En abril, ella y su familia se contagiaron de coronavirus. “Iba a hacer conciertos virtuales hace mucho antes, pero me afectó el COVID. Recién en julio empecé a retomar los proyectos que se suspendieron”, cuenta. Sin embargo, este tiempo le ha permitido aprender y volver a la escena de otra forma para recordar el trayecto de su carrera artística.
Sus inicios
Cuando tenía 19 años y solo era Lilian Cornelio, pese a su timidez y nerviosismo, se animó a cantar el carnavalito argentino ‘El Humahuaqueño’, en una de las actividades que organizaba el club recreacional de Chorrillos. Sin embargo, la letra de la canción desapareció de su mente. En un intento por disimular, comenzó a tararear la melodía imitando el sonido ornamental de una flauta. En ese momento, vino a su memoria aquellas tardes en las que su padre le enseñaba -a ella y a sus hermanos- a tocar dicho instrumento. El público la ovacionó al presenciar su registro vocal. Lilian no entendía qué tenía de especial su voz.
“En ese momento mi visión cambia porque la gente se acerca y me dice: ‘tú eres soprano de coloratura. Existió una mujer que solo cantaba en ese registro y que viajó por todo el mundo’. Pero yo sentía que no era mi voz”, contó a La Antígona sobre sus inicios como cantante.
Lilian desarrolló su amor por la música desde muy pequeña, cuando escuchaba a su padre tocar huaynos cajamarquinos y rancheras con la guitarra. El registro vocal lo heredó de su abuela materna, a quien se refiere como ‘la voz del pueblo’ de Tayabamba, La Libertad. Nadie se imaginaba que, de tantos nietos, ella tendría la voz privilegiada. Por algo llevan el mismo nombre.
Ella sabía que tenía que trabajar y estudiar si quería grabar un disco, asegura. Sin embargo, las limitaciones físicas dejaron en pausa su carrera artística. La miopía y astigmatismo le impedían estudiar con normalidad. Tras una fuerte caída debido al desprendimiento de retina decidió operarse de los ojos, a pesar de la negativa de algunos médicos. Trabajó como profesora de inglés y logró ahorrar el dinero para su operación. Pero cuando empezaba a recuperarse, apareció una nueva limitación: un problema bronquial la dejó sin voz durante tres años. “Fue desesperante, intentas hacer los sonidos agudos y no llegas. Es frustrante porque piensas que nunca más vas a recuperar la voz”, relata.
Lilian no se dio por vencida y después de 5 años sin cantar intentó probar suerte en un karaoke. “Canté esa canción de ‘Amor Amor’ haciéndole notas agudas y salía mi voz otra vez. Dije: “uy, ya estoy bien”. Pero tenía tanto miedo que ya no intentaba cantar más”, recuerda también.
Desde aquel episodio, el cuidado de su voz se convirtió en una prioridad para ella. “Sé qué pedir y en qué lugares cantar y cómo cuidarme si voy a exponerme. Hay muchos riesgos que se corren al aire libre y teniendo la boca abierta por más de una hora”, dice. El temor de ver su sueño frustrado la llevó a proteger ese tesoro al que antes no le daba tanto valor.
Una vez recuperada, Lilian luchó para abrirse un espacio dentro de la música y, aunque contaba con el apoyo de su familia, no tenía los medios económicos para invertir en su carrera artística. Empezó a hacer presentaciones en lugares pequeños. “Algunos ni siquiera te pagan con la excusa de que recién estas empezando. Muchos se aprovechan. En mi caso yo no sabía el valor que tenía como cantante lírica andina, no sabía que era una de las pocas con un registro privilegiado”, asegura. El desconocimiento la llevó a sobreexigir su voz para cumplir con sus contratos.
Su fuerza y la perseverancia que afloraba en cada dificultad la llevó a arriesgarse a organizar su primer concierto en junio del 2012. “Sin un sol en el bolsillo” -como ella dice- buscó auspiciadores que le ayudaron a recaudar los ocho mil soles de inversión: algunos con la compra de entradas y otros con dinero. Y así fue como se llevó a cabo su primer concierto “Esencia de Luna”. Nunca imaginó que la fila de personas que ocupaban una cuadra era su público esperándola. “Cuando llegué me di cuenta que el público había llegado desde temprano. Para mí eso fue como comenzar con el pie derecho hacia el camino a un sueño. La emoción era grande”, señala.
En el 2016, una asociación cultural la convocó para participar en el festival de folclore en Sicilia, Italia. “Llegué 40 minutos antes y solo me alcanzaba para hacer mis ejercicios vocales. Cuando ya me tocaba subir al escenario, mi traje no me lo puse completo ni me había maquillado y dije: ‘Ya no importa, saldré mal pero mi voz saldrá bien’”, recuerda de aquel día. El resultado fue el premio Gianni Casu, máximo galardón del Festival Internacional de Folklore de Custonaci. Los jueces y organizadores del evento querían escucharla una vez más sin los instrumentos: su voz ya era un instrumento por sí misma.
Hatun Killa tuvo que paralizar sus actividades por la pandemia. Pero este 29 de noviembre volverá a cantar en su primer concierto virtual.Una nueva experiencia que le ha permitido adaptarse a las plataformas tecnológicas. El género lírico andino prevalece en el tiempo y el espacio a través de la voz de Hatun Killa. El género que, hace más de 60 años, recorrió el mundo a través de la voz de Yma Sumac.
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