Retrato de Gioconda Belli, escritora Nicaragüense. FOTO: LA PRENSA/ Archivo Jader Flores
Rocío Santos conversó con la poeta, novelista y activista política Gioconda Belli en su última visita a Chicago durante el mes de abril. En este encuentro con una de las voces nicaragüenses más influyentes de la literatura latinoamericana, Belli nos acerca a sus inicios en la literatura, su activismo político como revolucionaria sandinista, y su constante compromiso con el cambio individual y social que ha transmitido desde las letras.
RS: Bienvenida Gioconda, feliz de tenerte en Chicago, ¿cómo estás?
GB: Muy contenta de estar de vuelta en Chicago después de muchísimos años. Esta es una ciudad que me gusta mucho, excepto cuando hace tanto frío. Por otro lado, me encanta el lago, la vibra de la ciudad, es bonita, y los edificios.
RS: Yo llegué a tus letras porque una gran amiga que es nicaragüense, y que vive en San Francisco, California, hace muchos años me obsequió El país bajo mi piel: memorias de amor y guerra que es un libro que recorre parte de tu historia. No empezaste directamente en las letras, pero sí tu abuelo te llevó ahí. Cuéntame de esos inicios, cuéntame de esa Gioconda niña.
GB: La Gioconda niña vivió en un país con una dictadura que ya llevaba más de cuarenta años cuando yo nací o menos (treinta y algo). Realmente mi familia era opositora. Mi abuelo Francisco Pereira es un ser que fue importantísimo en mi vida como escritora porque él es un hombre muy culto self-made; él se había hecho así mismo y era erudito, sabía de todo. Tenía una memoria fotográfica. Me contó muchas historias sobre las leyendas de Nicaragua, las luchas de los indígenas contra los conquistadores y me dio a leer los primeros libros que fueron importantísimos en mi vida como Julio Verne. El viaje al centro de la tierra para mi fue un descubrimiento de la fantasía, de lo que es capaz de hacer la imaginación ¿no?Además, él decía: “cualquier cosa que el hombre pueda imaginar, otro hombre puede construir”. Entonces él hizo de la tierra la luna, submarinos cuando no existían. Todo eso me llevó a amar la literatura. Y además, mi madre fue la primera directora de teatro de un grupo en Managua. Era una mujer que le encantaba la literatura, y que le encantaba el teatro. Salí de esa familia muy inclinada a la literatura y la cultura.
RS: Hay una revolución propia en la juventud. ¿Cómo fue esa transición de estar en la revolución sandinista?
GB: Mira, yo digo en mi libros de memorias que dos cosas decidieron mi vida: el país dónde nací y el sexo con que vine al mundo. Han sido las dos vertientes de mi literatura. Por un lado, porque pienso que la revolución no puede existir si no hay mujeres en la revolución. Una de las primeras explotaciones que se dieron en el mundo fue hacia la mujer. Y mientras no haya esa liberación, esa igualdad necesaria entre el hombre y la mujer, no podemos hablar de un cambio profundo en el espíritu humano. Porque eso se adquiere, o sea ese tipo de explotación se da desde la casa. El hombre aprende desde niño a someter, a dominar a otro ser humano. Por eso es que el cambio profundo de una revolución tiene que empezar por uno mismo.
Esa es otra de las cosas en las que yo creo profundamente. La revolución nicaragüense en la que yo participé y en la que vi morir tanta gente, tantos amigos, tantas personas que valían muchísimo, no se realiza realmente porque nos ha faltado esa revolución interior. Entonces ¿qué pasa? Llega Daniel Ortega, perdemos las elecciones en 1990 y él se apropia del proyecto revolucionario y lo convierte en un proyecto personal de él y su familia. ¿Eso qué te dice? Qué hay un ser enfermo en ese cuerpo. Qué la revolución no lo tocó internamente. Ese hombre abusó de su hijastra. Es una persona autoritaria que ahora en Nicaragua está destruyendo el país, destruyendo nuestra libertad. A mí me quitaron la nacionalidad, el 16 de febrero me confiscaron todas mis cosas. Me cerraron la cuenta bancaria y me quitaron mi pensión de jubilación. Y realmente yo tengo la suerte de que tengo un trabajo portátil. Pero sé de muchísimas amistades, gente que quiero, que la han dejado en la más absoluta pobreza. También, de gente mayor que estuvo en la revolución, es lo más triste, que dio toda su vida por la revolución, y ahora le quitan su seguridad social.
RS: También este régimen ha marcado mucho la migración. Cuéntanos de ese cambio porque se sigue hablando de la revolución sandinista que tú viviste.
GB: Hay mucha falta de información porque la gente no entiende. La revolución sandinista fue una revolución que despertó tanta esperanza, tanto entusiasmo. La gente se desconecta, no se acordaron de Nicaragua por muchos años y de repente, el mismo tipo que parecía haber sido una de las figuras más importantes de la revolución recibe otros nombres: tirano y dictador. Empieza a hacer todas estas cosas. Existe mucha gente confundida porque no ha vivido todo ese proceso que sí vivimos nosotros de su descomposición como dirigente, de su ambición, de su autoritarismo. Su esposa, incluso, es vicepresidenta, o sea es el primer país donde la esposa es vicepresidenta. Es como house of cards. Es como una cosa burlesca. Tienen hijos que los ponen a todos de ministros. Los medios de comunicación, todos los que han quedado en Nicaragua, los han cerrado. La mayoría de los medios independientes los manejan los hijos de ellos. Entonces, es una dictadura familiar, otra vez.
RS: Es un retroceso, que era lo que ocurría con [Anastasio] Somoza. Estamos hablando de presos políticos.
GB: 222 presos políticos fueron liberados el 9 de febrero, ahorita recién. Los tenían en la cárcel, estaban sufriendo mucho aislados. No les habían dado un papel, un lápiz, un libro, en más de seiscientos días. Y de repente deciden sacarlos del país y cuando llegan aquí a los Estados Unidos, les quitan la nacionalidad, los dejan sin estado, los dejan en una situación apátrida total. Y también les quitan la jubilación. A ellos no los confiscaron. Después sacaron una lista de 94 personas en las que estamos Sergio Ramírez y yo, que somos dos escritores importantes de Nicaragua, que nos quitaron todo. Pasó algo similar con un sacerdote muy importante, Rolando Álvarez, lo condenaron a 26 años de cárcel cuando ese hombre no ha hecho más que decir sus sermones en los púlpitos. Es muy querido en la zona donde él trabajaba en Matagalpa, zona norte del país.
Han hecho cosas terribles realmente.
RS: Siempre has tratado este tema del exilio porque has sido exiliada en México, Costa Rica, bueno viviste un tiempo por acá en Estados Unidos, ahora te encuentras en España. También es un acto simbólico el haber roto este pasaporte [nicaragüense]. Sin embargo en Despatriada, que es un poema que resuena mucho con la comunidad migrante, con la comunidad que a veces no puede regresar, dices: “soy libre aunque no tenga nada”.
GB: Así es que escogí las palabras. Me fui con mis palabras bajo el brazo. Ahí hago una lista de lo que estoy dejando. Más del 10% de la población de Nicaragua ha dejado el país desde 2018. Osea, ha sido una fuga de cerebros, una fuga de tanta gente que no puede seguir viviendo en ese régimen opresivo con miedo. La gente tiene un miedo terrible.
Nicaragua, que no era un país donde emigraba mucha gente, de repente empieza a tener migraciones. No hay futuro mientras siga ese régimen. No hay futuro porque prohiben todo, como la expresión. Tienes que ser leal, y si no, te echan del trabajo. Por eso la gente se ha ido y estamos viendo estas olas migratorias que a mí me dan un terrible pesar.
RS: El exilio también duele, pues es tu raíz, es como dejar atrás esa esencia tuya.
GB: No, además que te lo hacen a esta edad, mira como vos dices estuve en el exilio tres veces, pero era una mujer joven, ¿no? Me siento joven, siento que estoy en la avanzada juventud, pero no es lo mismo claro. Ahorita yo no puedo esperar rehacer mi vida. Me acomodo porque uno se acomoda, y uno se arriesga. Yo sí me arriesgue, me arriesgué a decir lo que pensaba y yo sabía que esta podía ser una de las consecuencias pero creo que es lo que nos toca hacer a los intelectuales, a los que escribimos, a los que tenemos un compromiso con la literatura. Este no es sólo un compromiso con la palabra, es un compromiso con el poder que tiene la palabra. Y el poder de la palabra es que necesita decir lo que no dicen otras personas.
He estado muy clara de que mi poder es el poder de la palabra, y que no podía dejarlo de hacer porque se necesitaba que se usara, por la mujer y por la situación de mi país.
RS: Ahora, algo que me sorprende mucho, y que refleja esta esencia de lucha de la mujer, es que en estos 19 años tienes una hija y tienes dos luchas: la maternidady y la social. Incluso en tu libro comentas “tengo mi dualidad, ser mujer y ser hombre” en un mundo machista.
GB: Bueno, la maternidad te da un extra nivel de complicación al compromiso político. Sin embargo, yo tuve mis hijas y las mantuve conmigo, son unas mujeres extraordinarias ahora. Tengo un poema que se llama “La madre de mis hijas” donde cuento todo lo que tuvieron que pasar conmigo. Pero que ahora yo las veo, y digo no sé qué es lo que hice, pero algo hice bien porque veo que son unas mujeres extraordinarias. Sí fue duro para ellas y para mí pero pienso que uno se debe a la vida, que uno se debe a su potencial. Yo creo en el sentido de la vida que decía Aristoteles, ese que es desarrollar al máximo tu potencial; vos venís al mundo como un potencial, y tu responsabilidad como ser humano es desarrollar ese potencial.
RS: Y hablando de este potencial que continúa, ¿en qué te encuentras trabajando ahora? ¿A qué te ha llevado este espacio desde el exilio?
GB: Bueno, mira, he estado escribiendo mucha poesía porque, claro, estas situaciones emotivamente fuertes, la poesía te ayuda mucho ¿no? es como catártica, pero también estoy escribiendo una novela. Esa novela me ha estado costando mucho porque requiere una disciplina, una concentración, y me ha costado mucho lograrlo. Por eso he estado encerrada aquí, aprovechando que estoy en Chicago. Ahorita estoy como al final de la novela y es la parte donde tengo que estar más presente para mis personajes, para la trama, para poder unir todos los hilos de la historia al final. Entonces eso me obliga a estar consciente, presente, y a veces es difícil porque también me toca hacer todos estos viajes, atender invitaciones, etc. Me gusta porque me pone en contacto con mis lectores y porque creo que es como una misión. Mi hija decía: “mamá, vas a ir a poetizar”.
RS: Esto también crea puentes porque de repente sí nos olvidamos [de Latinoamérica], a pesar de ser una comunidad latinoamericana muy fuerte en Estados Unidos. Siempre es importante tener esos ojos puestos ahí. Esta comunidad a veces no se ve en otros países, sin embargo estamos muy presentes.
GB: Es tremenda esa interacción que hay entre las comunidades de migrantes y las comunidades nacionales. En Nicaragua, ahorita, una de las principales fuentes de ingreso del país son las remesas. Han crecido enormemente porque claro se ha ido muchísima más gente. Entonces es como una paradoja ¿no? porque de alguna manera está sosteniendo la economía del régimen pero la gente tiene que sostener a su gente también. Y por eso se sobrevive. Necesitamos un cambio urgente [en América Latina], necesitamos que haya mejores gobernantes, que haya un sentido de comunidad mayor. Es un problema grande que tengamos que migrar de nuestros países para poder encontrar trabajo, una vida digna y felicidad.
RS: ¿Qué podemos hacer nosotros desde el otro lado? A veces no sabemos ni lo que sucede allá.
GB: Informarse es muy importante. Saber lo que está pasando. Por otro lado, creo que la comunidad tiene un enorme papel que jugar porque pueden hacer presión. Ahorita, por ejemplo, con la diáspora nicaragüense nosotros estamos tratando de que hagan presión en sus diferentes estados para que se actúe de una manera más fuerte contra el régimen de Daniel Ortega porque cuando tenés un sistema tan cerrado, militarizado, autoritario, tenés que confiar en que la presión internacional va a tener un efecto. Claro que tiene que haber presión nacional, pero cuando estás que no podés salir a la calle sin que te capturen, creemos que las diásporas tienen un papel importantísimo en informar, y también en presionar a la comunidad internacional.
RS: Siempre te hemos visto como una de las voces más fuertes dentro de la literatura latinoamericana. A veces te catalogan como en la literatura femenina, pero que más bien es literatura (en general) con esencia femenina. En tus poemas encontramos también lo que somos como mujeres desde el erotismo, desde la sexualidad, eso siempre ha estado muy presente en tu literatura.
GB: Claro porque yo pienso que el cuerpo de la mujer es negado. Es un territorio en discordia. Entonces yo creo que las que tenemos que sacarlo de ahí somos las mujeres. Porque si vos te ponés a analizar, el sometimiento de la mujer tiene que ver con su capacidad biológica, de reproducir la vida, de ser madre, que es esencial. Es absurdo que haya tenido ese costo cuando es tan vital para el ser humano y el planeta, etc. Entonces, eso yo lo reivindico mucho. Yo creo que la mujer tiene que tener una relación diferente con su cuerpo porque por ahí empieza la liberación también. No sentirse objeto sexual. Lo que hice fue plantear la mujer como sujeto de su propio cuerpo, de su propia sexualidad, y creo que lo voy a seguir haciendo porque todavía falta qué hacer por delante, todavía necesitamos mayores niveles de igualdad y hay afortunadamente una nueva generación de mujeres, como vos, que tienen ese interés, y que creo van a ser fundamentales para que esta lucha, que iniciamos tantas hace años, se continúe y logre lo que se propone.
RS: Esperando ya esta nueva novela. Quisiera saber si nos puedes adelantar por qué rumbo va esta novela que estás creando.
GB: Es una novela un poco de suspenso porque es un nacimiento extraño. Hay una mujer que está en la pandemia, y comienza a tener visitas extrañas de una persona. Ella tiene que averiguar quién es esta persona, se encuentra papeles de la madre, y entre ellos se da cuenta que puede ser que haya algo que ella no sabe. Y que explica la presencia de esta otra mujer. También trata sobre la relación de la madre guerrillera con su hija, ese resentimiento que las hijas han estado viendo por lo que le pasó a Nicaragua. Y se ponen a pensar: ¿valió la pena que mi mamá me dejara a mí? ¿valió la pena que yo sufriera el abandono? Cuando lo que ha pasado es que la revolución no triunfó y se maleó. Es la eterna dicotomía entre hija y madre.
RS: Y creo que eso se refleja mucho en nuestras dinámicas con nuestras madres.
GB: Yo me pongo a pensar: las hijas apenas conocemos a las madres, y las madres apenas nos conocen a nosotros. Hay como un vacío en medio de esa relación de amor pero al mismo tiempo no llegamos a conocernos tan profundamente como deberíamos conocernos. Eso me interesó mucho como novelista.
“Por eso me digo, me convenzo, me obligo a que este texto – esta especie de bitácora del viaje de regreso – tiene que ser escrito en primera persona. Porque el dolor solo se puede contar así. El dolor, el desgarro, la huida, el partirse en mil pedazos que nunca volverán a unirse, la mirada lejana, el abandono, el abandonarse, las cicatrices, solo se pueden narrar en primera persona.”
Una suerte pequeña, Claudia Piñeiro.
«Dieciocho días se hacen cortos cuando se toman de la mano con la rutina, pero al estar en un hospital psiquiátrico las horas son eternas y los días interminables. Días en que un cartel invisible te dice: «prohibido llorar, si querés sentir la libertad«.
Hace un año la depresión me tumbó. Internarme, fue una alternativa a la enfermedad. Sabía que no sería fácil pero nunca imaginé que en el encierro se censuraban las lágrimas.
Me desperté temprano el 24 de mayo de 2022. Una de mis mejores amigas y mi compañero de caminos, me llevaron al Hospital Psiquiátrico Mario Mendoza en Honduras. Ya había «recibido» atención psiquiátrica en ese lugar por una especialista poco empática.
Al llegar, explicamos la situación que la psiquiatra ya conocía y comenzaron las preguntas y los trámites burocráticos para el ingreso. Fueron horas para darles un abrazo de despedida.
Mi amiga se hizo responsable del encierro y firmó la posibilidad de practicarme electroshock, en caso de ser necesario.
Recuerdo que el celular no tenía mucha carga. Llamé a dos personas y le pedí a mi compañero que se encargará de avisarles a las personas más cercanas en ese momento.
Y llegó el abrazo con sabor a pronto nos veremos. Me despedí. Me subieron a una camilla y me inyectaron. Caminé hasta ingresar a la sala de mujeres de ese hospital donde por suerte encontré a otras mujeres».
Las miradas y las preguntas
«Al ingresar a la sala me sujetaron de brazos y piernas. Me colocaron un pañal y las demás internas tenían casi restringido el habla con la nueva, o sea, conmigo.
Me dormí. No sé cuánto tiempo. Solo sé que al despertar no podía orinar en el pañal y le pedía a las enfermeras me permitirían usar el baño. Una, dos, cinco, muchas veces se negaron; hasta que accedieron.
Caminé con ellas al baño con dudas. Habían pasado unas horas y el encierro ya estaba haciéndome dudar de si debía estar en ese lugar. Oriné y fui feliz.
Volví a la cama y de nuevo me sujetaron. Llegó la noche, la comida, las miradas y el silencio. Un silencio casi irrompible.
Cuando una paciente ingresa al Mario Mendoza pasa primero por un sitio llamado Aislamiento. Es un lugar con seis camas y pacientes en observación por el personal del hospital. Creo que estuve cinco días.
En aislamiento no se puede salir a los demás espacios destinados para las internas. Hasta que pase a la siguiente sala.
Las internas me explicaban la dinámica del lugar y nos alegrabamos cuando llegaba una paciente nueva porque significaba que nos moverian a otra sala y existía la posibilidad de salir antes del encierro.
Uno de esos días, llegó una interna que era de la policía. Como estaba medicada no escuchaba o no entendía las palabras, pero nosotras sí. Una de las enfermeras comenzó a hablar de ella. Decía que se las iba a desquitar por una esquela. La enfermera no la conocía, solo quería hacerla sufrir por ser de la policía. Me pareció aterrador e inhumano ese trato».
Entre el agua fría, los baños sin privacidad y el diagnóstico
«Después de permanecer mis primeras horas internas, sonó la radio a las cinco de la mañana y las luces de aquel lugar se encendieron.
Me indicaron que debía pasar a bañarme. No esperaba el espacio condicionado pero si un poco de privacidad. Nos daban un pedazo de jabón a veces shampoo y crema. Una de las enfermeras me dijo que debía pasar a ducharme a la vista de todas. Yo sentía pena que me vieran, dejar mi cuerpo frente a ojos de extrañas me causaba intriga, pena y dolor. Quería llorar y volver a casa.
Después de bañarme y no tener ropa interior, llegó un doctor y comenzaron de nuevo las preguntas. Preguntas y preguntas.
Ese día si mal no recuerdo me tocó ingresar a la sala con la psiquiatra. Otra mujer sin empatía. Cuando ingresé a la sala habían varias personas: una trabajadora social, el doctor, practicantes nutricionista, una psicóloga y una enfermera.
Me hizo ruido tanta gente. Era exponerme ante otras personas a las que quizás solo les movía la obligación de su trabajo y no la vocación.
La psiquiatra preguntó cómo me sentía y dije que bien. Su respuesta: «todas dicen lo mismo al siguiente día». «Acá te vas a quedar otra semana más». Eso fue todo.
Al salir lloré. Ya no quería estar interna. Ya no quería ser paciente.
Me tomaron varios exámenes. Ingresé dos veces con la psicóloga durante mi estadía y nadie daba razón de mi diagnóstico. La enferma desconocía su enfermedad. ¡Irónico no!
Antes de salir del encierro supe que me diagnosticaron con un trastorno bipolar y una depresión severa. Para la bipolaridad, Litio; para la depresión Fluoxetina y para la noche, Lorazepam».
Las mujeres que conocí
«Podría alargar el texto y detallar distintos abusos pero me detendré un poco a recordar la convivencia y el amor que recibí por mis compañeras, algunas hoy amigas.
Pasé de Aislamiento a Cuidados Intermedios. Nunca estuve en Ambiente, la última instancia. En Cuidamos Intermedios se vigilan a las personas que han intentado suicidarse. Ese era mi caso y aunque no tomé una cantidad exagerada de pastillas ya existían antecedentes y la acción era un detonante del por qué había llegado a ese lugar.
Cuando me trasladaron a la otra sala, tenía la posibilidad de salir al patio después de almuerzo. Desde las doce hasta las cinco con una pausa a las dos en punto para tomar el medicamento.
Caminábamos alrededor del lugar. Hablabamos de nuestras vidas afuera y la urgencia de recobrar la libertad. Jugábamos pelota, cantabamos y bailabamos.
Había una interna con una voz hermosa. Nos cantaba y nos alegraba el día. Otra interna tenía unas manos mágicas y nos hacía trenzas. Se hacían unas filas para que nos peinara y ella lo hacía con dedicación. Otra nos maquillaba. Sí, a veces nos prestaban maquillaje que pasaba de boca en boca y de rostro en rostro. Otra interna nos hacía reír con sus ocurrencias. Y así, cada una tenía una pincelada de alegría que aportar en aquel encierro.
Yo me había llevado dos libros: Elena Sabe de Claudia Piñeiro y La Peste de Albert Camus. El último casi tan prohibido como las lágrimas. Los leía en los tiempos permitidos.
A las cinco mirábamos novelas. Ese momento era nuestro. Gozamos con Betty versión mexicana, la Rosa de Guadalupe y otra novela que no recuerdo su nombre.
Sabiamos que en un momento, la despedida llegaría. Entonces nos pusimos creativas y compartimos nuestros números. Al salir, nos contactamos y algunas amistades hoy se mantienen. Es bueno reconocerlas y tenerlas cerca.
A todas nos pareció un poco extraño que nuestro diagnóstico fuera el trastorno bipolar. Nos preguntábamos si en realidad esa era nuestra enfermedad porque no había un abordaje profundo individual».
La salida
«Cuando ingresé por segunda vez con la psiquiatra me dijo que debía seguir una semana más. Volví a llorar pero solo a los ojos de las otras internas. Si nos veían con lágrimas era un retroceso y no parte del proceso.
Habían días que me preguntaba cómo seguía la vida afuera. No sé permitían visitas. A veces llamaban preguntando por mí pero casi nunca me enteraba.
Escuché, observé y sentí malos tratos. También miré la bondad de cuatro o cinco enfermeras. Hay una de ellas que siempre la recuerdo con cariño. Fue muy especial con todas.
El día 18 me abrazó. Entré a la sala, la psiquiatra habló y preguntó que había aprendido. Contesté que reconocía ser mi propia planta y que debo cuidarme. Quizás fue un discurso del momento. El cuidado personal no solo pasa por lo individual hay diversos factores que nos atraviesan.
Las otras internas me abrazaron; fue un abrazo sincero. Algunas se quedaron más tiempos, otras salieron el mismo día. Lo que puedo asegurar es que ninguna desea volver a ese lugar.
Aquel lugar significó algo. Aún sigo preguntandome qué.
Aquel lugar necesita presupuesto, necesita cambios en su manera de operar y tratar a las internas.
Aquel lugar no puede seguir siendo ese lugar.
Ese lugar llamado hospital psiquiátrico no debe condicionar el llanto, no puede censurar las emociones, no debe sujetarte. Debe ser un lugar para hablar, soltar y abordar las enfermedades de una manera integral. No puede ser un espacio que produce miedo y al que no querés volver en las crisis. No puede ser ese lugar«.
El embarazo adolescente representa una de las problemáticas que el Perú sigue arrastrando. Jóvenes y niñas se vuelven madres a temprana edad. Y el trasfondo de este problema puede ser más complejo de lo que aparenta. Las consecuencias que implica ser madre a corta edad son más que abrumadoras y en algunos casos pueden costarles la vida. Es un riesgo que tienen que atravesar aquellas que cargan con la responsabilidad de traer al mundo una vida.
Desde que inició el 2023 hasta la fecha el ministerio de salud ha reportado más de 13 mil madres adolescentes en el país. Sin embargo, son menos de 5 meses transcurridos, ya que en el año pasado el ministerio de salud (MINSA) registró un total de 50, 546 casos. De las cuales el 59% pertenecen a los quintiles 1, 2 y 3. Es decir los sectores que cuentan con menores recursos económicos. Según el informe del Endes (2021) el inicio de la vida sexual está relacionado con el nivel de educación y de ingresos. Aquellas que pertenecen al quintil inferior de pobreza en promedio comienzan en 17,3 años y quienes se encuentran en el quintil superior de riqueza tienen su primera relación sexual a la edad de 19.
Pequeñas madres violentadas
Plan Internacional menciona que las causas principales del embarazo precoz, suelen ser los matrimonios o uniones forzadas y el tradicional rol machista que se le asigna comúnmente a las mujeres: ser madres. Aunque en algunos casos se da por falta de información, escasas medidas preventivas o prácticas culturales.
Por otro lado, es un hecho que miles de niñas y adolescentes son víctimas de distintos tipos de violencia sexual y como consecuencia, muchas de ellas terminan siendo madres. De acuerdo con el Centro de emergencia mujer el 2022 atendieron 7,614 casos de menores que fueron víctimas de violación sexual. Sin embargo, una de las acciones inmediatas del gobierno ante esta problemática es la entrega de kit de emergencia gratuito a partir del 2019. El año pasado el MINSA otorgó 2350 kits de emergencia entre enero y setiembre pero esta medida no llega a cubrir en cantidad la urgencia de las menores en poder adquirirlo.
Otra forma de agresión por la que atraviesan se da en hospitales al momento de realizar sus controles y en el momento del parto. Esta es la violencia obstétrica. Apenas en el 2016 ha sido reconocida como una modalidad de violencia de género en la normativa nacional. Sin embargo, este tipo de maltrato ya tiene mucho tiempo en el sistema de salud.
La historia de Candy, puede ser un claro ejemplo de ello. A los 17 años se enteró que estaba embarazada. Pese a la noticia y a su edad no tenía ningún inconveniente con la atención en los controles prenatales. El día del parto fue diferente. “No te quejes, aguántate”- le decían las enfermeras, mientras ella sentía el dolor de las contracciones. No podía quejarse, pese a que sentía partirse en dos. Después de dar a luz por fin pudo obtener una buena atención por parte de su doctor y continuar sus chequeos. Ya pasaron 21 años desde el nacimiento de su hija. Ella no olvida como las enfermeras no le ofrecieron ni un poco de empatía.
Si bien la violencia obstétrica no figura como delito específicamente con ese nombre en el código penal peruano, existe un proyecto de ley para que el artículo 121-C,“Lesiones por violencia obstétrica”, sea incluido y de esta forma sancionar y poder reducir los casos de maltrato del personal de salud hacia las gestantes ya sea en el embarazo, parto y postparto. Por el momento, la Ley N° 29414, «Ley que establece los Derechos de las Personas Usuarias de los Servicios de Salud”, es la indicada para comenzar el procedimiento de demanda en caso de ser víctima de este tipo de violencia en un centro de salud.
Abandono de estudios por ser madres
Un problema que se suma al embarazo adolescente es la deserción escolar. Volviendo a revisar las cifras que tenemos del 2023, se resalta que sólo 4,701 madres cuentan con secundaria completa. Es decir, apenas un 35% cuenta con este grado de estudio concluido. Asimismo, el informe de Endes en 2021 señaló que un 18,8 % de las encuestadas a nivel nacional de 12 a 24 años abandona los estudios por el embarazo o matrimonio.
El estudio del Fondo de poblaciones de las Naciones Unidas (UNFPA) revela que 13,2 % de mujeres en la edad de 15 a 24 años en el Perú dejan los estudios debido al embarazo y las tareas domésticas. Esto, ya que pasan por una serie de exclusiones que las alejan de la posibilidad de acceder a educación de calidad. Ellas deben hacerse cargo de las responsabilidades del hogar y dejar de lado los estudios; tampoco cuentan con tiempo libre disponible para instruirse.
Candy comenta nuevamente su caso y recuerda que ya había terminado la secundaria, tenía planes a futuro: continuar con una carrera técnica, estudiar algo que le gustaba mucho como cosmetología. Muchos le decían que había metido la pata. No le quedó de otra que dedicarse a su embarazo y dejar sus estudios. Su pareja fue quien la apoyó en ese momento, pero sus padres no quisieron hacerse cargo de nada. Ahora tiene 38 años, tiene 4 hijos. Labora en algunos trabajos que no requieren estudios superiores. Tiene que salir adelante porque no cuenta con el apoyo económico de su pareja, no como antes.
Perder la vida para traer vida al mundo
Ser madre a corta edad es un riesgo que se ven obligadas a asumir, tanto en el periodo de gestación como el parto. Sin embargo, el proceso de alumbramiento puede significar perder la vida . En el 2022 el MINSA registró un total de muertes maternas de 31 niñas y adolescentes entre 10 a 19 años. Loreto sería el departamento que cargaría el mayor porcentaje de muertes, un 11.1% de las muertes comprendidas en 4 años.
La hemorragia y los trastornos hipertensivos son las causas directas que ocasionan el fallecimiento de las jóvenes madres según el MINSA. Al no estar preparadas el proceso suele poner en riesgo su salud física y psicológica. La salud mental de las menores es importante en este proceso pues muchas practican las autolesiones y tienen intentos de suicidios.
Educación Sexual Integral incipiente
Un dato alentador es que en junio del 2021, pese a insistencias de grupos opositores, se aprobaron los lineamientos de Educación Sexual Integral (ESI) para la Educación Básica. Con ella, se busca guiar la implementación adecuada de la ESI en las instituciones y programas educativos para la vivencia de la sexualidad de manera segura acorde a las etapas de desarrollo de los estudiantes.
Este es un paso importante porque los estudiantes requieren información que debe ser cubierta por especialistas a fin de evitar futuros riesgos. “Nuestra sociedad no afronta de manera positiva estos temas, por lo que la información que se tiene es muy poca. Puede que las adolescentes al buscar información por sus propios medios, lo que obtengan sea falso y en vez de ayudarlas, las puede confundir o generar algún daño en su desarrollo”, señala Katiuska Velarde, psicóloga con años de experiencia en el área educativa.
El embarazo adolescente es una problemática que tiene diversas aristas. Si bien el estado peruano está tomando medidas para disminuir estas cifras, se requiere que su labor preventiva sea más exhaustiva y que las demás entidades del gobierno colaboren en conjunto para evitar que niñas y adolescentes tomen el rol de madres y que, en el peor de los casos, pierdan su vida por ello. Para lograr esto, es necesario la participación social como un agente de cambio.
Una familia ha reunido a toda una comunidad de Bongará, en Amazonas, para luchar por la salud de una joven de 26 años. La estudiante de medicina y fundadora de la ONG «En Memoria de Hipócrates», Jhoana Tapia Hernandez, viene batallando el cáncer de mama desde los 24 años y este año no solo regresó, sino que se ha propagado y ha hecho metástasis. Ahora, sus seres queridos buscan el apoyo para lograr su pronta recuperación.
El cáncer metastásico alcanzó a Jhoana antes de realizar su internado de medicina en la ciudad de Trujillo y ha afectado sus pulmones y su otra mama. La joven natural de Amazonas viajó desde Trujillo hasta la ciudad de Lima el 23 de marzo de este año, para realizarse exámenes médicos, sin imaginar el diagnóstico que recibiría.
En Lima, le comunicaron que el cáncer había vuelto y se había esparcido. Un derrame pleural masivo era el causante de su frecuente tos y falta de respiración. Pero, además del diagnóstico también descubrió que el Seguro Integral de Salud (SIS) no cubría los medicamentos que necesitaba para el tratamiento que podría prolongarle la vida. Por ello, realizó un video en la plataforma de TikTok comentando su situación y solicitando ayuda. También hizo un llamado de atención hacia el Ministerio de Salud (MINSA) y a sus futuros colegas.
Sus familiares y amigos del centro poblado El Progreso, en el distrito de Pomacochas, en Bongará – Amazonas, salieron a las calles exigiendo que el MINSA escuche su pedido. Pero, pese a la insistencia y hacer público el caso, los doctores optaron por no atenderla ni recetarle el medicamento que le salvaría su vida. Incluso algunos de sus futuros colegas, partidarios de cargos políticos, la han dejado en el abandono, cortando el sueño de una joven universitaria y fundadora de una ONG que apoya a pacientes oncológicos.
UNA ESPERANZA DE VIDA
Los padres de Jhoana están seguros de que superará este maligno, ya que en una anterior oportunidad venció al cáncer de mama y se preparaba para las próximas operaciones realizando una rifa. Actualmente se encuentra en el distrito de Surquillo (Lima) realizando sus chequeos en el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas y en establecimientos de salud particulares, costeando medicinas de alto costo que la ayudarán en su sobrevida.
En esta oportunidad, solicita el apoyo de todos y todas. Aquí dejamos los detalles para apoyar económicamente a Jhoana:
Pueden encontrar más información de su caso y la rifa prosalud que realiza en Instagram, Facebook y TikTok: @DoctoraJhoanaTapia
Cada segundo domingo de mayo se conmemora a las madres; aquellas que nos dan la vida y que siempre procuran nuestro bienestar. Pero ¿qué pasa con aquellas y aquellos que perdieron a esta figura familiar a causa de un feminicidio?
El pasado viernes 12 de mayo en Perú, un grupo de madres, tías, hermanas, abuelas y demás familiares salieron a exigir justicia para las víctimas de feminicidio. Ellas, con valentía, pidieron al Gobierno peruano celeridad en los casos y mejores garantías de vida para las mujeres.
“No tengo nada qué festejar”, expresó con impotencia Rosario Aybar Servelion, madre de la socióloga Solsiret Rodíguez, quien desapareció en agosto de 2016 y cuyos restos fueron encontrados en febrero de 2020.
Familias Unidas por Justicia es el nombre del colectivo dirigido por Sandy Evangelista Loa, joven de 25 años quien en 2006 sufrió la lamentable pérdida de su hermana mayor Nelva y que hoy lucha para apoyar a los deudos de las mujeres asesinadas en busca de justicia y, como si fuera un sueño utópico, frenar a la violencia contra la mujer desde todos los medios posibles para que ninguna familia tenga que pasar por esto.
“Entrando a 2019, nos dimos cuenta de que el Estado no te hace caso cuando estás sola, tiene que ser muy mediático para que te hagan caso. Entonces, decidimos unirnos. Primero éramos cinco familiares, nos juntamos y vinimos al Ministerio de la Mujer. No nos quisieron atender, pero fuimos el primer grupo que nació en el año 2019, donde hubo el índice más alto de feminicidios con 168 casos”, expresó la joven dirigente y activista.
En todo este trayecto, Sandy ha escuchado historia tras historia, cada una más desgarradora que otra y, la mayoría, con el mismo desenlace: nada.
“En el proceso judicial, no hay tiempo para descansar en la familia y el Ministerio de la Mujer no funciona si no estamos detrás. No funciona como entidad ni constitución si es que los propios familiares no están detrás denunciando y exigiendo”, manifestó Sandy.
A pesar del desamparo por parte de las autoridades, Familias Unidas por Justicia sigue de pie y, haciendo honor a su nombre, se aferra a sus ideales y se mantiene en pie de lucha. No sabemos cuándo pueden faltar nuestra madre, hermana e hija. Aunque no lo aceptemos, esa es la cruel realidad en la que vivimos.
Actualmente, según las cifras del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, en lo que va del 2023, se han registrado 58 feminicidios y, en el primer trimestre del año, la Defensoría del Pueblo y la PNP reportaron 671, 884 y 889 denuncias por desaparición de mujeres correspondientes a enero, febrero y marzo, respectivamente.
Más de medio centenar de familias se suma al mar de cifras de aquellas que no pasaron un Día de la Madre como se suele representar. Las lágrimas de alegría para ellas son de impotencia. Noches intranquilas imaginando que las que faltan aún siguen en cuerpo y alma. Habitaciones vacías con un falso olor a perfume que las transporta a épocas donde no quisieran salir.
¿Quiénes son estas familias? A continuación, conoceremos algunos de estos testimonios.
Sandy Evangelista Loa
Le arrebataron la vida a Nelva (Evangelista Loa) un 27 de febrero de 2006. Quien le arrebató la vida salvajemente fue Nicolás Giovanni Vásquez Velarde que era su pareja, en ese entonces.
«Nelva conoció a Giovanni cuando ella tenía 15 años y tuvo una relación de 10 años, porque ella tenía la misma edad que yo tengo ahora cuando la asesinaron.
Desde un inicio, ella sufría violencia desde todos los ámbitos y ella era consciente de que lo sufría, ya que lo denunció en tres oportunidades, porque él intentó matarla. No fue una violencia silenciosa. Fue un intento de feminicidio, que actualmente ya está tipificado así.
Las tres denuncias relatan el horror. En la primera, Giovanni la obligó a cavar un hueco, mientras le decía que ahí la iba a enterrar viva. La segunda fue porque la agarró a pedradas queriendo romperle la cabeza. La tercera sucedió cuando la asfixió y la dejó casi muerta. Ella, en su inconsciencia, logró escuchar que Giovanni dijo: “¿Dónde está el cuchillo? Para matarte”. Ella revivió, prácticamente, y fue hacia las autoridades para denunciarlo, pero, tal como ahora, no hicieron nada.
No siguieron el caso, no lo detuvieron jamás, tuvo la complicidad de la familia del asesino siempre, pero no hicieron nada.
Nelva escapó a Ayacucho durante tres meses y regresó por mí, por mis hermanos y por mi mamá. Cuando ella llegó a Lima, Giovanni comenzó a acosarla, volvió a golpearla e intentó ingresar a la casa.
Ella tenía planeado fugarse a Chile en una quincena de marzo de 2006. No sé qué pasó, se enteró el asesino y, faltando quince días para que ella escape, fue asesinada y no por simplemente celos, como sugiere la sentencia.
A ella le quemó, la golpeó, y la agredió salvajemente. Fue quemada con agua hirviendo y, aún así, la necropsia reveló que Nelva seguía viva cuando la enterró y que prácticamente murió por asfixia y desangramiento.
Giovanni fugó por diez años y cuando fue capturado en Colombia, ya se encontraba varios años en la lista de los más buscados con la recompensa más alta de 30.000 soles.
Lo capturaron y extraditaron a Lima por ser un caso mediático. Y justo por ello, el Ministerio Público cambió la tipicidad de ‘homicidio simple’ a ‘parricidio’, porque, a pesar de que en 2016 ya se reconocía al feminicidio como delito, no actúan con la ley vigente, sino con anterioridad y el máximo delito en 2006 era el parricidio.
Lo sentenciaron a 28 años y él apeló con un recurso de nulidad a la Corte Suprema. Con este proceso, le reducen la condena a 20 años porque los jueces alegaron que sufrió celotipia y que por eso la mató.
No tomaron en cuenta las tres denuncias que existían, las mismas que eran la clara prueba de que no había celos ahí y que ya era algo planeado, premeditado.
Nosotros como familia y yo como hermana intentamos hacer algo, pero lamentablemente los únicos que pueden apelar en las instancias son los asesinos, la familia no. Solamente somos actores civiles que no podemos defender a nuestras víctimas, solamente los asesinos, justamente porque están vivos tienen ese derecho.
Katherine Flores Mendoza
«Mi hermana Estefanny Flores Mendoza tenía 20 años cuando fue asesinada.
El hecho ocurrió un 13 de abril de 2019 en su propia casa a manos de su expareja José Luis Falcón Gutiérrez, de 30 años. Él la estranguló y ocultó el cuerpo.
Nosotros, previamente, hicimos una denuncia de tentativa de feminicidio, porque más o menos el 24 de marzo ella llegó a mi casa llorando y le dijo a mi papá que este la había estrangulado. Dijo: “Me ha ahorcado”.
Eso le contó a mi papá y a nosotros. Luego de hablar con ella, llamé a la línea 100.
Katherine declara también que cuando acudieron a sentar la denuncia en la Comisaría Sol de Oro, el policía a cargo del área de Familia Mauro Catalino Narvae le gritó y la juzgó, sin importarle la gravedad del asunto y que ella sufría de dependencia emocional.
Este hombre la ahorcó, le golpeó el hombro y mi hermana se desmayó; cuando despertó vio que él estaba revisando su celular y le dijo: “Te voy a matar”. La amenazó de muerte y luego cumplió con esa fatal sentencia de forma macabra».
“Maté a mi pareja. El cadáver está en una bolsa debajo de mi cama”. Esa fue su confesión tres días después. Escena tan macabra que, hasta la fecha, perturba y llena de impotencia a la familia de Estefanny.
Haydee Suárez Herrera
«Soy madre de Patricia Villafuerte Suárez, mi hija era activista feminista y cantuteña. Tenía 24 años. El 7 de septiembre del 2019, ella murió dentro de una patrulla policial de un disparo por la espalda, en la nuca, bala que salió de una AKM, un fusil de asalto. Eso acabó con la existencia de mi Patricia.
Hoy estamos a la espera de la denuncia fiscal a estos policías, ya que, hasta el día de hoy, han trabajado con total impunidad. No tuvieron sanción alguna, solo fueron reubicados en otras comisarías.
El policía Julio César Marquina Sulca es uno de ellos. Él, desde antes de la muerte de Patricia, tenía una denuncia por tráfico ilícito de drogas. El segundo policía es Luis Alberto Sandoval Hoyos y también tiene una denuncia por violencia familiar y hurto agravado.
Yo culpo directamente al que en esa época fue ministro del Interior, porque él no cumplió con su trabajo y no limpió esta institución. Si él hubiera retirado a estos policías, mi hija no estaría muerta. Se hubiera podido evitar».
A raíz de este lamentable suceso, Haydee buscó ayuda y logró dar con Familias Unidas por Justicia, a las cuales agradece por su constante apoyo.
«Ellas son mi familia de lucha. Somos tantas y vamos en aumento. Es terrible lo que está ocurriendo.
He tenido algunas caídas, pero siempre he estado en lucha. Yo soy una madre en resistencia. Lucho por justicia para mi hija Patricia Villafuerte Suárez, ella no se suicidó, ella murió por consecuencia de una negligencia policial.
A mi hija la mataron y yo quiero justicia y verdad para mi Patricia».
Carlos Muñoz Cordero
«Soy padre de Joshuany Muñoz Bravo, ella tenía 23 años, trabajaba en una empresa y vivía sola en un cuarto alquilado. A mi hija la mataron dentro de su cuarto el 10 de diciembre de 2019.
Al inicio, confié en el Ministerio de la Mujer, porque pensé que era el lugar donde iba a ver la justicia sobre mi hija, pero lamentablemente vi que no tenía mucho apoyo. Entonces, busqué a un particular.
Hicieron todas las investigaciones. Primero, en la Fiscalía de la avenida España y encontraron a un primer sospechoso, un menor de edad (Rodrigo Araujo), por las letras que se habían escrito en un espejo (“No te metas con el veneco”). La grafotecnia coincidía con la letra del menor.
El caso fue derivado a la Fiscalía de Familia, por ser menor de edad, pero no lo citaron. Citaron a la hermana que no tenía nada que ver en el caso, a la mamá de un sujeto del gimnasio que tampoco tenían nada que ver.
Finalmente, la Fiscalía de Familia, archivó provisionalmente el proceso de mi hija. Y yo me entero, no por mi abogado, cuando ya había vencido el plazo para presentar un recurso. Entonces, derivaron el caso a la Fiscalía de Villa María.
Ellos, al ver que había un sospechoso por la prueba de grafotecnia, se sorprendieron de que la Fiscalía de Familia no hubiera hecho nada.
Luego de esto, y derivado a un poder más alto, se decidió que la Fiscalía de Villa María investigue a los adultos y que la Fiscalía de Familia de Chorrillos investigue al menor.
El pasado 27 de abril me citaron para ampliar mi declaración en Villa María. Hoy, llamando a la Fiscalía de Familia de Chorrillos, me doy con la sorpresa que no se ha avanzado con el caso.
Yo lo que quiero es justicia para mi hija, porque a ella la han matado. Ella estaba descansando en su cuarto. Han entrado, no sé cómo. En los videos (de seguridad) sale cómo él entra y sale. Además de la prueba de grafotecnia. No porque sea menor de edad él pudo entrar, matar a mi hija y listo. Ella no merecía morir de esa forma en que la mataron».