Por Johanna Gallegos @JohannaFG

Ser mujer y ser periodista representa vivir en riesgo. Debido a nuestro trabajo, diariamente lidiamos con el machismo, la censura y la violencia. Durante los dos últimos años en pandemia, la situación no ha mejorado y las manifestaciones de violencia han crecido expandiéndose al mundo virtual. 

Desde La Antígona hemos recopilado testimonios de periodistas de Perú, Bolivia, Argentina y México que han sido víctimas de violencia. Nos sumamos a la campaña de los 16 días de activismo de #AcosoEnElPeriodismo para visibilizar la violencia contra las mujeres periodistas en cuatro reportajes que recorren los diferentes países.

Ser periodista significa enfrentarse a un gran número de situaciones de riesgo que deben asumirse cuando se cuestiona al poder y más aún cuando laboramos bajo un sistema patriarcal. Son distintas las formas de manifestaciones de violencia hacia ellas, desde amenazas e intimidaciones hasta otras formas de acoso

No importa el espacio, si es virtual o en plenas redacciones; las periodistas también estamos expuestas a ser parte de las cifras que registran casos de violencia de género.

Violencia y acoso en redes 

En una encuesta realizada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y el Centro Internacional de Periodistas (ICFJ). El estudio fue realizado durante el 2020 y contó con la participación de periodistas de 113 países del mundo. Los resultados fueron alarmantes. Un promedio de 73% de las entrevistadas vivieron amenazas de agresión, intimidaciones cuyos objetivos eran dañar la reputación profesional o personal, ataques a la seguridad personal e imágenes manipuladas y/o editadas. 

La Asociación Nacional de la Prensa (ANP) dio a conocer que tan sólo en 2021 en Perú se registraron 206 ataques a la libertad de prensa; entre los datos más resaltantes destacan que 55 mujeres periodistas sufrieron ataques por su género. 

Uno de los casos que reflejan esta situación en el Perú es el de Graciela Tiburcio, periodista de Wayka y Presidenta de Amnistía Internacional Perú, quién investigó al ex candidato al congreso por el Partido Nacionalista del Perú, Victor Quijada Tacuri y sus acusaciones de acoso sexual a menores de edad. Tras la difusión de sus investigaciones en el portal de Wayka.Pe, empezó a recibir constantes llamadas y mensajes amenazadores desde el teléfono personal del candidato. El 25 de febrero fue querellada por Quijada Tacuri y las intimidaciones y el ciberacoso aumentaron. 

Sin embargo, las redes sociales y la virtualidad también ha permitido que las voces de periodistas y en general, de muchas mujeres silenciadas, se den a oír gracias al movimiento #MeToo. 

Vía Roiz @roizcf

En Perú, el 2019 se denunció mediante la página de Facebook “Denuncias Anónimas #MeToo” al periodista deportivo Steve Romero. El testimonio fue brindado por una compañera de trabajo y de estudios. No es la única denuncia que tiene el periodista. La segunda que presentaba en su historial fue hecha por otra joven que afirmó que él intentó besarla a la fuerza en más de una ocasión el día en el que se conocieron. Asimismo, este año, la cuenta de Twitter perteneciente a la periodista Miriam Roiz realizó un hilo para dar a conocer casos de periodistas o fotógrafos peruanos involucrados en denuncias de acoso y violencia contra la mujer. 

Acoso en el trabajo 

El informe “El periodismo frente al sexismo” determinó que las periodistas que cubren temas de género, deporte y política son las que más sufren la violencia en redes. Así mismo, un 58% de las encuestadas, señalaron que su lugar de trabajo era el segundo lugar en el que más se cometen agresiones sexistas. 

Foto: Alharaca

En Perú la situación sigue siendo crítica. La Plataforma virtual de Registro de Casos de Hostigamiento Sexual Laboral del Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE) recepcionó un total de 1 320 denuncias de este tipo de actos en los últimos dos años. Esto, según cifras de la Dirección de Promoción y Protección de Derechos Fundamentales Laborales (DPPDFL). Es sorprendente llegar a la conclusión de que los casos se han incrementado, pues en el 2021, se registró un total de 788 casos. 

El 2022, el semanario de Hildebrandt en sus trece dio a conocer el caso de la periodista María del Carmen Yrigoyen, quién denunció por medio de un testimonio, a su compañero fotógrafo Rolly Reina por acosarla sexualmente durante dos años cuando ambos compartían espacio de trabajo en el diario El Comercio. A pesar de que el medio de comunicación, mediante una investigación interna, verificó la denuncia hecha por Yrigoyen, no sancionó adecuadamente al fotógrafo pues lo amonestaron por escrito y decidieron que ambos no vuelvan a trabajar en una misma comisión. 

Estas situaciones, amargas y difíciles de narrar, son las que compartieron dos periodistas peruanas para este reportaje. Ellas han permitido la difusión de sus experiencias de forma anónima. 

Testimonio anónimo 1 

Terminé la universidad en 2012. Casi de inmediato empecé a practicar en un medio de comunicación televisivo. Recuerdo que había quedado para entrevistar a un señor. La entrevista iba a ser en una cafetería cercana. Terminamos sin problema; mi camarógrafo decidió irse rápidamente al canal para empezar su turno y editar el material. Yo me quede platicando un poco para no parecer descortés. Él empezó a hablarme en doble sentido. Pedía insistentemente mi número de teléfono personal. Decidí decirle que debía retirarme a mi casa y él insistió en llevarme. Me negué y me tomó del brazo. Me asuste horrible y no supe como reaccionar. Retiró su brazo y salí de la cafetería rápidamente. 

No se lo dije a mi editor, tampoco a mi camarógrafo. Terminamos esa comisión, se emitió el reportaje y yo no tuve más noticias de él hasta que meses después, volvió al canal. Me lo encontré en el pasillo, me saludó y yo le devolví el saludo por educación. Horas más tarde mi jefe me comentó que él le había pedido mi número y me preguntó si podía dárselo. Yo me negué. No le dije él porque, tenía miedo que al ser un personaje conocido pueda influir en las decisiones de mi jefe. Hice mal y cada vez que venía al canal me sentía más incómoda. Sus miradas y sonrisas desvergonzadas me fastidiaban. Hasta ahora me arrepiento de haberme callado. 

Testimonio anónimo 2

En mi generación, antes, no se referían mucho a los términos de “acoso” u “hostigamiento”. Así que, ahora que pienso en mi vida profesional, entiendo que tuve muchas situaciones que encajan en ese tipo de violencia. 

Pasó hace años cuando trabajaba en prensa. Aquí hacemos muchas coberturas a sindicalistas, políticos y personajes polémicos. Fuimos de comisión junto a otra redactora. Era el paro en Cusco y recorrimos todo el centro junto a los protestantes. Encontramos a otros compañeros de otros medios, de televisión y de radio. Todo iba bien, seguíamos la marcha hasta que uno de ellos empezó a acercarse mucho a mí. Yo retrocedía sin ser muy notoria. Me dio mucha rabia cuando sentí como me tocaba por detrás. No pude reaccionar de inmediato, me tomó unos segundos pero no iba a dejarme. Me volteé y le reclamé. Él me dijo que “estaba loca”, que “no era profesional”. Incluso me dijo “mocosa”. Mi amiga y los demás que estaban cerca se sorprendieron. Le dije que no me volviera a tocar, que lo iba a denunciar. Me insultó sin temor en plena calle hasta que uno de sus compañeros lo sacó y se lo llevó lejos. 

Me alegra no haberme callado, a pesar de que en esos tiempos ni se sabía que era acoso sexual. Años más tarde me contaron que ya tenía dos denuncias por casos similares. 

Leyes contra el hostigamiento y acoso sexual en el Perú

La ley N° 27942, Ley de Prevención y Sanción del Hostigamiento Sexual define como hostigamiento a toda “conducta física o verbal reiterada de naturaleza sexual no deseada y/o rechazada, realizada por una o más personas que se aprovechan de una posición de autoridad o jerarquía o cualquier otra situación ventajosa, en contra de otra u otras, quienes rechazan estas conductas por considerar que afectan su dignidad así como sus derechos fundamentales”. 

Ilustración: Shutterstock
La violencia contra periodistas, una problemática notable y dolorosa, tiene consecuencias graves. La OEA determina tres efectos: vulneran el derecho de las víctimas a expresar y difundir sus ideas, opiniones e información; generan un efecto amedrentador y de silenciamiento en sus pares y violan los derechos de las personas y las sociedades en general a buscar y recibir información e ideas de cualquier tipo.

Ante ello, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en el informe “Violencia contra periodistas y trabajadores en medios” exige a los estados tomar medidas para proteger a las mujeres. Sea cual sea la fuente de amenaza, las leyes están puestas sobre la mesa pero no parecen ejecutarse correctamente. 

Basta recordar el caso de la periodista Melissa Peschiera, quién el año 2019, angustiada y sin temor de hacer notar su enfado, relató mediante un hilo de Twitter la injusta situación que pasaba. Ella ya había contado a un medio nacional sobre constantes actos de hostigamiento que recibía por parte de José Carlos Andrade Beteta. “Empezaron las llamadas de madrugada, los tuits acosadores y públicos. Llegó el seguimiento a mis hijos y a sus amigos, las filmaciones de sus abordajes a mi familia, llamadas a mi madre, apariciones en la puerta de mi casa… Encuentros cara a cara”, cuenta en una columna para El Comercio en 2018. 

Tras tres años de acoso y sintiéndose desprotegida, escribió nuevamente sobre su caso al no ver avances en la denuncia que había puesto contra de Andrade. Peschiera manifestaba ser una más que sufría de la indiferencia de la justicia peruana. Meses después de este hilo, se rechazó el pedido de prisión preventiva y el Juzgado Penal con Reos Libres de la Corte Superior de Justicia de Lima, resolvió procesar a Andrade Beteta bajo mandato de comparecencia con restricciones. 

¿Estos procesos son suficientes para protegernos y seguir cumpliendo nuestro trabajo como comunicadoras? Para asegurar que esta se cumpla correctamente, se ha ido modificando e incorporando nuevos cambios en las leyes.

En julio del 2021, mediante el DECRETO SUPREMO N° 021-2021-MIMP, se modificó la ley de Prevención y Sanción del Hostigamiento Sexual. Se detalló en el artículo 49 que los empleadores deben atender la denuncia, respetando la confidencialidad y el principio de la no revictimización de la denunciante. Asimismo, el mismo decreto exige a los empleadores cumplir con informar sobre los canales de atención médica y psicológica disponibles. 

De manera extraordinaria en el 2019, se aprobó el Convenio 190 de la OIT que aborda las distintas formas de violencia y acoso en cuanto al trabajo. Esta misma busca crear un marco que oriente a los Estados en la tarea de crear espacios libres de situaciones como estas. El pasado 31 de enero, con 110 votos a favor, el Congreso peruano ratificó dicho convenio, que hace énfasis en la protección de los trabajadores de la violencia y acoso en el ámbito laboral del sector público o privado, formal o informal así como en zonas urbanas o rurales. 

Mediante una nota de prensa del Gobierno, también se detalla que esta avenencia exige que el Estado adopte un enfoque inclusivo, integrado y que tenga en cuenta las consideraciones de género con el fin de prevenir y eliminar la violencia y el acoso en el mundo del trabajo.