Por Mya Sánchez

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Luciana Torres es una trabajadora sexual. A pesar de que su zona es la cuadra 2 de la avenida Petit Thouars, el pasado 26 de febrero unió su voz a las de sus compañeras desde el Centro de Lima por cuatro mujeres como ella que fueron asesinadas durante la última semana: dos de ellas en el Jirón Zepita y otras dos, en Puente Nuevo, El Agustino.

Al grito de “¡Ni una trabajadora sexual menos!”, integrantes del colectivo Rosas, Mujeres de Lucha, el Movimiento de Trabajadoras Sexuales del Perú, el Sindicato de Trabajadoras Sexuales del Perú, la Plataforma Latinoamericana de Personas que Ejercen el Trabajo Sexual, la Asociación de Trabajadoras Sexuales Miluska Vida y Dignidad, y otras compañeras feministas se autoconvocaron desde las 4 pm para que su grito conjunto sea escuchado.

Como se dio a conocer, los autores de los asesinatos fueron las mafias de cobro de cupos, quienes desde hace más de siete años demandan dinero a las trabajadoras sexuales por la ocupación de las calles en distintos distritos de Lima. La problemática se agrava al considerar que no hay un marco legal que tenga como objetivo distinguir el trabajo sexual de la trata de personas o proteger a estas mujeres de las mafias que lucran con sus vidas. Como Luciana cuenta, solo las ven como moneda de cambio.

“Estamos pidiendo que no se cobre cupos acá en el Centro de Lima. Estamos pidiendo que no haya más mafias que asesinan, lamentablemente, a personas que necesitan trabajar y dejan huérfanas a sus hijas. Queremos que no nos maltraten, porque nosotras nos dedicamos a esto y sabemos y entendemos que no es fácil la vida. No más delincuencia, no más asesinatos a nosotras que, a diario, tenemos que trabajar para sobrevivir y subsistir”.