Loredana Hernández, psicóloga de profesión, llegó al Perú hace dos años. Luego de trabajar como vendedora de teléfonos celulares y pasar una época difícil tratando de mantenerse a sí misma como persona migrante en un nuevo país, encontró una manera de dedicarse a lo que más le gusta: ayudar a los demás. Es una de las 37 mujeres que apoyan remotamente, a través de sesiones terapéuticas de primera atención, a otros migrantes a raíz del aislamiento e incertidumbre que se vive por el Covid-19.
“Lore”, diminutivo por el que le gusta ser llamada, tenía veintisiete años cuando llegó a la frontera de Tumbes. Tenía también noventa dólares en el bolsillo y una incertidumbre total e infinita de cómo se vería su futuro en un país desconocido como el Perú. Sin embargo, era más de lo que podía esperar en su tierra natal, en Venezuela. “Decidí irme porque, bueno…. no veía un futuro en mi país”, recuerda al relatar su experiencia de migrante.
Loredana Hernández es psicóloga de profesión y lleva poco más de dos años en el país. Aquí se reencontró con su padre, quien había hecho lo mismo que ella hace casi una década: emprender el viaje a Perú con sus hijas menores. Fue él quien la ayudó a conseguir su primer trabajo en Lima: ser vendedora protectores para celulares en una tienda. Ahí trabajó hasta el año pasado. Un día, ella recibió una notificación de Óscar Pérez, presidente de la ONG Unión Venezolana, organización creada por y para la comunidad de refugiados y migrantes venezolanos que llegan al Perú huyendo de la situación de crisis económica y de derechos humanos que se vive en su país. Le dijo que buscaban psicólogos venezolanos que necesiten apoyo para revalidar sus títulos. “Una de las encargadas dijo que, además, se requería voluntarios psicólogos en la ONG, pues se estaba recibiendo a gente afectadas por la migración”, recuerda. En Venezuela, había trabajado en instituciones públicas de salud mental y había abierto un consultorio propio.
Hoy ella es una de las psicóloga de Psicoaliados, un grupo dentro de Unión Venezolana que ofrece atención primaria y de emergencia gratis, a través de llamadas telefónicas o videoconferencias: es una ayuda remota psicoemocional para personas migrantes afectadas por el COVID-19. Esta iniciativa fue creada por ella y dos psicólogas más, también migrantes. Ellas vieron la oportunidad de apoyar a sus compatriotas en estos tiempos de crisis. Ahora son poco más de 40 psicólogos y 37 son mujeres.
El Perú alberga actualmente unos 862,000 refugiados y migrantes venezolanos y es el segundo país a nivel regional con la mayor cantidad, según cifras oficiales de la Superintendencia Nacional de Migraciones. De este total, más de 220 mil se encuentran en estado de vulnerabilidad por la pandemia del COVID-19, de acuerdo al censo realizado en marzo por la Embajada Venezolana en Perú. Por su misma condición de migrantes, estas personas, quienes en su mayoría son trabajadores informales o de sueldo mínimo, están en riesgo. En muchos casos, su salud mental está siendo afectada: por el avance del coronavirus y al estar indocumentados, no tienen las posibilidades de pagar por atención profesional.
Ayudar a mi gente
“Oscar me propuso hacer un proyecto con los psicólogos en el centro de apoyo emocional, y yo le dije que sí”, narra Lore con emoción cuando recuerda sus inicios. Reconoce que su trabajo es solidario. Ella trabajaba ahora en la Comisión Especial de Refugiados del Ministerio de Relaciones Exteriores (CEPR). Está ahí desde octubre y junto a otros psicólogos organizó talleres para niñas, niños y adolescentes migrantes y refugiados. “Fue una gran oportunidad porque vi luz en el sentido de que podía ayudar desde lo que se y más aún, a mi gente” reflexiona Lore.
Poco después de unirse a ese equipo de trabajo, ella obtuvo el cargo de coordinadora del Centro de Apoyo Emocional de Unión Venezolana. Entre los voluntarios se propuso una serie de proyectos para los espacios de consultoría para venezolanos y venezolanas, pero la emergencia sanitaria mundial se interpuso en sus planes. Eso dejó un espacio para el proyecto de apoyo remoto psicoemocional. “Oscar nos dio la idea de hacer un llamado con los otros psicólogos que están inscritos en los grupos y creó lo que es Psicoaliados”, cuenta. Este proyecto funciona por email: en un correo electrónico reciben todos los casos y a partir de ahí resuelven con llamadas personalizadas.
Las estadísticas aún no están finalizadas pero, según Loredana, la mayoría de casos son de mujeres entre los 20 y 40 años de edad. “En base al COVID-19 hemos percibido muchos casos de personas que por primera vez han experimentado crisis de pánico o ataques de pánico, por estar encerrados o por el miedo que puede generar el virus, o el miedo al contagio. Lo que más hemos recibido ha sido casos por miedo a ser desalojados, a perder su trabajo, y a no tener alimentos. Y lo que hace que también desarrollen reacciones psicológicas fuertes que no pueden manejar solos”, dice.
Unión Venezolana recibe donaciones y apoyo de distintas organizaciones para solventar sus gastos y llevar a cabo los proyectos que se proponen. Iniciativas como la de Psicoaliados son financiadas, por ejemplo, por organizaciones como la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) . Emily Álvarez, asistente de Información Pública de dicha agencia, comenta que ACNUR apoya a esta ONG a través de uno de sus socios: Acción contra el hambre. “Es unos 100,000 dólares de presupuesto. Este monto se divide entre alquiler y otro tipo de pagos. Dentro de las iniciativas de Unión Venezolana está la idea de tener una línea de apoyo psicológico”, añade Álvarez.
En un testimonio brindado a ACNUR, Loredana resalta que se identifica con lo que viven sus colegas. “Gracias a esta situación, logré definir cuál es mi misión de vida. Mi misión es ayudar a las personas. Hay que tener mucha fortaleza para para ello. Yo creo que mi preparación ya viene desde hace muchos años, y desde Venezuela. La mayoría somos personas resilientes”, señala.
Estas mujeres psicólogas, personas venezolanas migrantes, pasan -o han pasado- situaciones difíciles y experiencias duras, casi tan parecidas a las que tratan en las sesiones terapéuticas. Ellas utilizan estas experiencias y memorias pasadas para ayudar a los demás. “Hay algunas que están en estado de vulnerabilidad y aún así sienten la necesidad de seguir ayudando. De verdad que es un reto, ha sido un reto”, reflexiona Loredana. “Pero es lo que tratamos de hacer entender a la mayoría de personas que atendemos: somos resilientes. Hemos pasado por cosas hasta peores, aunque en este momento no lo recordemos”.
Hace casi cuatro años, Paloma Roldán Ruiz heredó la ONG «Ciudad Saludable», la organización de su madre Albina Ruiz, reconocida activista y ambientalista. En esta entrevista con La Antígona, nos comenta cómo se trabaja el reciclaje en el contexto de la pandemia por el COVID-19 y el protagonismo que tienen las mujeres recicladoras en el país. Muchas de ellas son cabeza de familia o madres solteras que no han tenido la oportunidad de ir a la escuela, pero que han encontrado una oportunidad y un grupo de apoyo para convertirse en promotoras ambientalistas.
Ciudad Saludable comienza con tu madre, ¿cómo surgió la idea y cómo tuvo su inicio la ONG?
Se fundó hace casi 18 años. Mi mamá nació en la selva, en Urubamba, San Martín, y le pareció algo chocante cuando tuvo que venir a Lima para estudiar en la universidad y no solamente se encontró con una zona pobre, sino también donde no recogían los residuos. Decidió hacer la medición de tiempo del proceso de los camiones de la basura y así es como ella llega al tema. Después de eso trabaja en el Estado como Gerente de Limpieza Pública en la Municipalidad de San Martín de Porres y finalmente surge la oportunidad: Fundación Ashoka le da una beca para crear Ciudad Saludable. Esta fundación ayuda a emprendedores en todo el mundo para realizar sus sueños, personas que tienen capacidad de generar impacto. Más adelante llega al puesto de viceministra de gestión ambiental del MINAM, y después en Produce, donde trabaja actualmente. Pero este es su legado.
¿Cómo asumiste la dirección de la organización?
Yo fui la primera voluntaria de Ciudad Saludable. Durante los primeros 6 años de la organización fui voluntaria. Cada vez fui metiéndome más y pasando por distintos puestos. Asumí la dirección ejecutiva hace tres años y medio.
¿Tu también te formaste en ingeniería ambiental?
No, yo estudié pedagogía y mi segunda formación es como terapeuta de artes expresivas. De hecho estoy cursando mi tercera formación como artista visual.
Como educadora, ¿qué rol tiene la juventud en este proyecto? ¿Cómo se busca su participación en la conservación del medio ambiente?
No se trata de pensar que los más jóvenes son el futuro, sino que son el presente. Buscamos llegar a ellos en los espacios públicos desde el juego, desde el arte. En las escuelas es un juego pero que también está ligado con la currícula formal para que los alumnos desarrollen valores como la empatía, la solidaridad con el resto de la gente. Sobre todo entender que tener una escuela limpia, tener un barrio limpio es tu derecho, es parte de lo que necesitas, y que si no está limpio es una forma de violencia también contra uno. Muchas veces se escucha, de generaciones mayores sobre todo, que a los más jóvenes no les interesa o no están comprometidos. No es cierto. Lo que pasa es que no les estamos dando oportunidades que sean lo suficientemente atractivas. El año pasado tuvimos casi 400 voluntarios, todos jóvenes.
¿Qué efectos crees que puede traer la pandemia del COVID-19 para el medio ambiente, específicamente en el Perú?
Lo primero es que, obviamente, la cantidad de residuos peligrosos ha aumentado. Por las mascarillas, los guantes, y demás. Es complejo porque no necesariamente tenemos en todo el país la infraestructura para ver que vayan a un centro sanitario. Tenemos varios botaderos en el país, de hecho yo ahora estoy en Huanchaco a 20 minutos del más grande del Perú, donde he estado trabajando desde que empezó el estado de emergencia. Y ese material sigue llegando, sin saber si está contaminado o no. Ciudad Saludable ha puesto estaciones de reciclaje que van al espacio público y están en coordinación con la municipalidad, porque nos parece importante que se entienda que el dueño del tema es el municipio.
El tema de las mascarillas y los guantes, ¿Cómo recomiendas tratarlo? ¿Se deberían utilizar mascarillas reutilizables de tela?
Definitivamente usar mascarillas reutilizables es la mejor opción, sobre todo para los ciudadanos y ciudadanas en general. Creo que tenemos que pensar en eso y no ir de ninguna manera hacia esas cosas que son de descarte. Y por otro lado, estos equipos de protección que ahora debemos usar nos tiene que llevar a hacer un nexo con reflexionar sobre los productos que estamos consumiendo en general. O sea, sobre el porcentaje de reciclabilidad que tienen los empaques y embalajes de los productos que estamos comprando. Yo entiendo que no para todo el mundo es lo mismo, porque todavía hay productos que son más costosos. Sin embargo, los que tengamos la posibilidad de elegir tenemos que hacerlo a conciencia para justamente buscar que el mercado se transforme hasta que realmente haya una oferta que sea mucho más asequible y atractiva para todos.
¿Cómo se debería trabajar el reciclaje en cada hogar durante la pandemia?
Durante la pandemia lo que hicimos fue tratar de sacar varias guías, dos son para público no especializado, el público en general. Una es sobre cómo hacer tu compost en casa, para lo cual hicimos también unas capacitaciones. Y otra es cómo manejar tus residuos durante la emergencia sanitaria, cómo dejar la mascarilla al servicio de limpieza, los tips paso a paso para manejarlo de la mejor manera.
¿Cómo cambió el trabajo que hacen desde Ciudad Saludable con el aislamiento social y la pandemia?
Cuando comenzó el estado de emergencia, lo primero que hicimos fue empezar a construir una lista, como un padrón nacional, de recicladores y recicladoras y se lo mandé a la entonces ministra del Ambiente, Fabiola Muñoz, pidiendo que por favor fuesen incluidos en los bonos del Estado. Lamentablemente eso no sucedió. A partir de eso decidimos crear una campaña que se llama Hazlo Por Ellos, la cual tuvo dos fases. La primera de apoyo con bono de alimentos para familias recicladoras y una segunda fase en la que ya estamos hace mes y medio, el proceso de reactivación. Hemos llegado a 14 regiones del país, ya hemos pasado las 2.200 familias beneficiadas. A partir de la campaña no solo vamos a conseguir fondos para las canastas sino para conseguir los EPPs como mascarillas, guantes y uniformes completos. Ya hemos llegado este mes a más de 600 recicladores y recicladoras de Lima y Callao. También vamos a llegar a Arequipa, Ica, Iquitos y tenemos otras regiones en mente.
¿Cómo es la presencia femenina en los grupos de recicladores?
Lo que es importante entender es que en general el rostro del reciclaje en el Perú es femenino. El perfil, sobre todo en varias de las regiones, si tomamos de ejemplo a Arequipa, los liderazgos son más femeninos. Estamos hablando en general de mujeres que son cabeza de familia, muchas de ellas madres solteras, que no han tenido la oportunidad necesariamente de terminar la escuela. Por eso es muy importante para nosotros el trabajo con mujeres específicamente. Si hay algo que es clarísimo y que lo vemos en todos los casos es que las mujeres recicladoras que llegan a formalizarse dejan a las parejas que no funcionaban, que eran abusivas, y es porque sienten que tienen un grupo de mujeres que las van a apoyar.
Buscamos también plantear nuevas narrativas para ayudar a hacer evidente las cosas que sí han logrado como mujeres recicladoras. Es muy fácil poner el foco en lo que no hay porque es lo que la sociedad les repite: no has terminado la escuela, eres recicladora, no eres ingeniera. Intentamos más bien darle la vuelta y poner el foco sobre lo que sí han logrado: porque ellas son especialistas en la reciclabilidad de empaques y embalajes post consumo. Son realmente promotoras ambientales comunitarias, pero no se les da este título y, sin embargo, es lo que hacen en el día a día. Igualmente con los hombres.
¿Cuáles son los principales retos que enfrenta la ciudad de Lima y otras al interior del país para convertirse en sostenible?
Según los análisis que hemos hecho desde Ciudad Sostenible definitivamente tenemos un tema de infraestructura. No tenemos una que pueda asegurar que los residuos que no son reciclables u orgánicos sean bien dispuestos. Tenemos también un tema en los modelos de programas de reciclaje municipales, que tienen que ir más allá. Se tiene que analizar bien qué sucede con la alta rotación de personal municipal y el tema de presupuesto. Por otro lado también la cultura ambiental va más allá de la información. Ese es otro reto que tenemos: el de habitar la calle de otra manera. Creo que post aislamiento social los espacios públicos van a ser mucho más importantes y tenemos una oportunidad de poner la banderita verde y de plantear nuevas formas de relacionarnos en este espacio que sean mucho más amigables con el ambiente en general. Lo que necesitamos que se entienda es que no se trata de acciones heroicas: son pequeñas acciones que en el tiempo se sumen a la de mi vecino, mi comadre, mi pareja, mi familia, y que entonces se haga una cadena que realmente permita que las políticas públicas aterricen y se vean en nuestro desayuno, almuerzo y cena. Esa es la única forma de hacerlo sostenible.