Por Noelia Carrazana y Claudia Castro

Chonon Bensho, artista ganadora del XII Concurso Nacional de Pintura del BCRP, conversa con La Antígona para hablar de arte en diferentes comunidades.

El 7 de febrero el Banco Central de Reserva del Perú anunció como ganadora del primer premio del XII Concurso Nacional de Pintura del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), a la artista Chonon Bensho por su obra “Inin Paro” (El río de los perfumes medicinales), elaborada con técnica de bordado de hilos sobre tocuyo. 

Chonon es una artista de 29 años, perteneciente a la nación shipibo-konibo. Esta nación se encuentra en los departamentos de Ucayali, Madre de Dios, Loreto y Huánuco. Según datos obtenidos por el Ministerio de Cultura, la población en las comunidades de este pueblo se estima en 32,964 habitantes, siendo uno de los más numerosos de la Amazonía peruana. 

El arte de esta cultura es su principal característica. La vienen desarrollando desde hace siglos. Sus textiles, cerámicas, bijouterías y tallados son muy característicos y llamativos. El arte shipibo se caracteriza por tener las formas geométricas que dibujan en sus pinturas o bordados. A esta práctica de pintar, bordar o tejer los shipibos la denominan como kené, palabra que en su lengua, significa diseño.

Si bien los shipibo son conocidos por las diferentes características de sus diseños, como todos los trabajos artísticos que provienen de las comunidades indígenas, muchas veces no son considerados arte, sino artesanía. Mucho menos son valoradas y premiadas estas obras. Hablamos con Chonon para que nos comente su perspectiva al respecto, así como de su cultura y comunidad. 

¿Quién es Chonon Bensho?

Me llamo Chonon Bensho. Significa golondrina de los campos medicinales, soy de la comunidad nativa de Santa Clara de Yarinacocha, Ucayali, Perú. Soy artista visual. Este año he ganado el XII Concurso Nacional de Pintura. Estoy muy contenta de haberlo ganado. Soy la primera mujer indígena que lo ha conseguido, que me reconozcan artista, para mí es una alegría. Y que nos reconozcan así, como artista.

¿Cuántos años tenías cuando ingresaste a la escuela de arte y por qué?

Cuando tenía 22 años entré a la escuela de Bellas Artes de Pucallpa, que queda cerca de la comunidad.  Cuando ingresé no sabía pintar, no sabía las perspectivas, pero sí sabía hacer cerámica, bordar y las mostacillas. Para poder conectarme con la pintura me esforcé bastante. Fue algo nuevo porque nunca había tocado ni un pincel. Gracias a las enseñanzas aprendí sobre la pintura, lo que hago ahora es equilibrar mi arte y mi conocimiento ancestral con este conocimiento que me enseñaron en esta escuela.

Lo que me hizo salir adelante fue que siempre tuve presente a mis abuelos. Comencé a trabajar con los conocimientos de mis ancestros desde que me comenzaron a curar con las plantas. En la niñez y juventud nuestras madres nos enseñan a hacer los diseños para no perderlos y tenerlos siempre presentes. Como mujeres indígenas, necesitamos salir de nuestras comunidades, conocer otras culturas y tener esa unión con otras personas, que nos valoren a nosotros. 

¿Para ti qué es arte y artesanía?

Cuando mi madre vendía, veía artesanía. Lo que hacían mis abuelas, veía que no era simple artesanía. Era algo que ellas sabían que otras personas no podían hacer. Era arte que se expresaba desde el fondo de sus corazones. Eso no lo puede entender la gente que ve de lejos. Ellos lo ven como artesanía porque no están ahí presentes, cuando ellas construyen sus propias artes.

¿Qué es lo que quieres mostrar en tus obras?

Lo que yo hago es político, pero a su vez, sin violencia. Es una política con amor, con transparencia, que muestra la belleza de los abuelos. Así podemos lograr una armonía a base de una política en la que este concepto tenga amor, comprensión, diálogo, equilibrio y el respeto a todos los seres que nos rodean. 

Como indígenas que somos, nuestros abuelos siempre han sido personas que respetaban la naturaleza. Tenía este contacto, diálogo y comprensión.  Los abuelos mostraban su humanidad y el respeto hacia los demás, no importa si eran peces, animales o árboles. Mi trabajo es básicamente eso: respeto, unión y complementación entre nosotros.

¿Cómo es el comportamiento en la comunidad? ¿Qué sientes cuando personas de afuera visitan tu comunidad?

Hay mucho machismo en las comunidades, por más que las mujeres estamos saliendo adelante. (Además) es mucho el alcoholismo. Lo único que quieren es tener una moto y hacer bulla sin respeto hacia el prójimo. En las ciudades veo mucha superficialidad. Hay mucha desconexión con uno mismo. Lo peor y lo triste es que no hay ese respeto hacia los abuelos. 

Cuando un antropólogo llega y expresa nada más lo que él siente. Empieza a escribir sus propias ideas. Hablan y dicen con sus propias palabras: “Yo investigué esto, yo hice esto…yo y yo”. No hay esa persona que le está diciendo, sino que el antropólogo va y dice “yo hice eso, yo conocía a esta persona”. No escuchan a los abuelos, no los hacen hablar a ellos. 

¿Por qué son tan importantes los abuelos?

Ellos guardan muchos conocimientos. Los pueblos indígenas no somos mejores que otros. Tenemos lo bueno y lo malo, pero siempre hay que rescatar lo bueno que nos pueden enseñar. Cuando no están los abuelos siempre están en nuestros sueños.  Estos se vuelven puros porque desde allí nos siguen enseñando.

Comencé a trabajar con los conocimientos de mis ancestros cuando me comenzaron a curar con las plantas desde que nací. En la niñez y juventud nuestras madres nos enseñan a hacer los diseños para no perderlos y tenerlos siempre presentes.

¿Qué piensas que genera tu arte en la gente?

Muchos a veces me han preguntado ¿por qué tu trabajo es tan simple? Yo digo que en ella expreso mi corazón, mi alma, no puedo enredarme. Soy libre y no vivo en diferentes mundos. Yo me expreso de tal manera, y si a alguien le parece mi sencillez muy aburrida, qué puedo hacer. También hay personas que se conectan, cuando van a mis muestras  me agradecen y dicen que se han conectado y que se sienten bien.

¿Cuánto tardas en realizar tus obras?

Si hago una pintura de dos metros y medio por dos, tardo como 6 meses. Siempre hago a mi ritmo, eso en  pintura y dibujo. En el bordado sí me demoró bastante, lo haces más calmado, no es como en la pintura. En un bordado de 2 metros por dos, demoro un año. Es muy trabajoso, pero al mismo tiempo es algo que lo haces con todo tu corazón y que salga lo mejor de ti. Lo bueno es que cuando te conectas con eso, te sientes aliviado de expresar lo que llevas dentro.

¿Cuáles son tus proyectos a futuro?

Ahora estamos haciendo la reforestación con mi familia. Hace como 10 años hemos empezado con mi esposo y después se unieron mis hermanas para ayudarnos. Esperemos que nos vaya bien con la reforestación y con los trabajos que seguimos haciendo. Mi abuelo sin querer se puso a criar vacas para que sus hijos vayan a la universidad, entonces cortaron árboles, sacaron todo y ahora estamos reforestando de nuevo.Algunos árboles que hemos sembrado ya están grandes y me alegra bastante. Vienen de nuevo los monitos a comer fruta. Es algo que mi mamá siempre quiso. Particularmente a mí me encanta sembrar plantas y  flores.

También este año tengo una exposición junto con mi esposo en el Centro Cultural de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega. Para el 2023 tengo otra exposición.

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