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Griela Pérez es la mujer detrás del éxito de “Las Polleras de Agus”, el emprendimiento de moda sostenible que tiene como misión revalorizar la identidad peruana a través del arte textil y generar, al mismo tiempo, oportunidades de trabajo a comunidades locales vulnerables. Como a todos, la crisis que desencadenó el coronavirus afectó este proyecto. Sin embargo, encontró en la producción de mascarillas bordadas una forma de continuar. 

“¿Por qué la gente no valora?”. Esa fue una de las preguntas que se hizo Griela Pérez cuando inició este emprendimiento que, como dice ella, “surgió sin querer”. En el 2014, fundó “Las Polleras de Agus”, un proyecto que nació para reforzar un lazo de amor entre madre e hija y se ha convertido en un lazo de amor entre los productores y los compradores. Todo empezó con una pollera.

“Ella estaba súper linda, súper orgullosa con su pollera, cuando una señora me dijo ‘por qué la has disfrazado de chola’. Fue como un flechazo. Me cuestioné ¿disfraz? ¿chola? Y dije: no, acá estamos todos equivocados”

Las Polleras de Agus -liderado por Griela- es un emprendimiento de moda, certificado por Empresa B, que avala “la posibilidad de perseguir el triple impacto: el económico, el social y el ambiental. Junto a artistas populares ubicados en talleres con poca capacidad de producción, y en diferentes comunidades alejadas y vulnerables alrededor del país, co-crean las prendas de Las Polleras; y promueven la identidad cultural mediante la revalorización de la textilería peruana así como de técnicas tradicionales. Este proyecto impulsa el efecto ambiental positivo y el desarrollo económico y social de dichos artistas, a través de prendas elaboradas a mano con textiles reciclados o naturales.

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Griela junto a Faustino Mamani en su taller en Quispicanchis, Cusco

La mujer que empollera el Perú 

Griela, cusqueña de nacimiento, con un fuerte vínculo al arte y curiosa por la cultura, cuenta con una extensa trayectoria en el diseño desde hace más de 15 años. Ha trabajado con artistas populares y también ha hecho investigación del arte de distintas zonas del Perú, cuando su esposo se trasladaba de una ciudad a otra por trabajo. 

En el 2014, ella vivía en Huánuco y ya tenía a su primera hija Agustina, quien fue la razón de este proyecto. La búsqueda de unir la maternidad, el anhelo y el amor por su ciudad natal, llevó a Griela a querer acercar a su hija con sus raíces a través de una pollera, que es para ella un símbolo de resistencia ante la colonia. “Esta prenda representa una imposición extranjera que nuestros antepasados han sabido reinterpretar a su manera. Porque estas faldas que nos trajeron se convirtieron en lienzos que cuentan historias llenas de color”, explica a La Antígona. 

“Hemos logrado que las mujeres no solamente se centren en el tema de yo tejo, yo hilo. No. Yo soy la administradora del hogar también, yo gano mi plata”

Griela cuenta que al empezar su proyecto también buscó conocer la historia de los artistas que estaban detrás de cada producto. En años anteriores, no se visibilizaban ni valoraban sus propios trabajos. “La gente ya no usaba cosas tan lindas hechas por sus manos”, dice.

Para Griela, el por qué y en qué momento se rompió el amor por los bordados y sus tradiciones, el por qué de esa desconexión, responde a distintos factores como el racismo, la educación, entre otros males sociales. Ello, considera, hace que no se valore lo propio y no se continúe con el legado. Una vez, recuerda, llevó a su hija Agustina al estadio usando una pollera. En ese momento encontró la respuesta: “Ella estaba súper linda, súper orgullosa con su pollera, cuando una señora me dijo ‘por qué la has disfrazado de chola’. Fue como un flechazo. Me cuestioné. ¿Disfraz? ¿Chola? Y dije: no, acá estamos todos equivocados”.

“Esta prenda representa una imposición extranjera que nuestros antepasados han sabido reinterpretar a su manera, porque estas faldas tan aburridas que nos trajeron se convirtieron en lienzos que cuentan historias, llenas de color”

Desde Las Polleras de Agus, Griela busca contrarrestar esta situación al co-crear con artistas populares de zonas vulnerables. «Están olvidados por ahí en sus comunidades con pocas posibilidades de acceder a un mercado local y mucho menos internacional”, explica ella.

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Genaro Quispe y Oscar Soncco, artistas populares

Junto a 23 familias de artistas populares de seis regiones del país, entre costa, sierra y selva, preservan tradiciones y revalorizan el arte textil peruano con el objetivo de reducir la brecha de identidad que existe en los peruanos y los mismos artistas. Además, reduce  la dificultad de venta. “Acercamos a estos artistas a ese público que valora todo lo que nosotros somos. Damos valor a los bordados y visibilizamos a los artistas que están detrás. Es una fuerza integral por mantener viva nuestra cultura. Así que vamos a empollerar el mundo”, dice Griela.

Una fuerza integral que no solo visibiliza al artista popular, sino que además empodera a las mujeres. En la sierra, generalmente, quienes bordan y administran la economía en una familia son los hombres. Griela junto a su equipo han roto dicho esquema patriarcal. “Hemos logrado que las mujeres no solamente se centren en el tema de yo tejo, yo hilo. No. Yo soy la administradora del hogar también, yo gano mi plata. Entonces, sí o sí, en nuestro equipo, los hombres tienen que incluir a las mujeres, de alguna manera. Si no es en bordado, tiene que ser en costura, sino en la administración. De esa forma, ahora, la mayor parte de mujeres son las administradoras”, señala. 

Frente a la pandemia

Sin embargo, todo pareció tambalearse momentáneamente con el impacto de la pandemia por el COVID-19. Al inicio, Griela lo tomó como un tiempo para replantear sus ideas. Pero, a medida que pasaba ese tiempo, la vida se hacía más incierta. Era inevitable sentir temor y preocuparse. Los artistas ya iban más de un mes sin trabajo. “Me dio temor poder fallarles, porque son parte de la familia”, dice. 

Entonces, desde Las Polleras, pensaron en qué hacer para ayudarlos y, acorde a su línea de trabajo, la solución fue clara: elaborar mascarillas. El objetivo era producir algo para favorecer a los artistas y el uso de las mascarillas para prevenir el contagio del COVID-19 estaban a la orden del día. Pero no decidieron crear cualquier mascarilla, sino una con impacto social y ambiental. Así nació la campaña «Nos han tapado la sonrisa, pero podemos mostrar nuestra identidad”. 

“Acercamos a estos artistas a ese público que valora todo lo que nosotros somos. Damos valor a los bordados; pero, principalmente, visibilizamos a los artistas que están detrás. Es una fuerza integral por mantener viva nuestra cultura”

Esta campaña ha sido  creada junto a artistas populares de las ciudades de Cusco, Arequipa, Ayacucho, Ancash y Lima. Y se ha producido de la manera más consciente: reutilizando la merma textil que tenían. “Nosotros no imponemos los diseños, solo mejoramos acabados; pero es pura inspiración suya. Y [sobre] la sostenibilidad, todo lo que consumamos tiene que tener una historia atrás y ser valorado”, afirmó Griela. 

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Artistas populares Oscar y Alicia Soncco bordando mascarillas.
Fuente: @laspollerasdeagus

Griela y los artistas ya trabajaban virtualmente así que estaban preparados para todos estos meses de cuarentena y aislamiento social. Quienes no tenían señal sabían que tenían que ir a una zona a determinadas horas del día. Es así que la distancia no fue realmente un reto. El verdadero y mayor desafío lo tuvieron desde el inicio del proyecto: cambiar mentalidad y hábitos de consumo. “Enseñarle a la gente que tiene que consumir local, identidad, y valorar lo nuestro”, precisa. 

Superar estos retos con resiliencia frente al COVID-19 no ha sido fácil. Griela cuenta que no tiene ayuda en casa.  “Al ser mamá, ser esposa, ser hija y ser emprendedora, no encuentras los horarios. Entonces al inicio, sí, era una pausa, pero luego se extendió. Así que esto tenía que seguir, no podía parar porque tenía mucha gente atrás. Y también para enseñarles eso a mis hijas. Quiero que sean luchadoras”, reflexiona la empresaria cusqueña.

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