Por Mya Sánchez
En el Perú el acceso al derecho de identidad de género depende de la suerte. De las creencias de los jueces, del proceder del RENIEC, de los imprevistos. Tal fue el caso de Dania Calderón, quien a sus 42 años se convirtió en la primera mujer trans en conseguir el cambio de sexo en su DNI sin requerir reasignación genital. Pero su historia también se resolvió por una casualidad.
Como un deseo de cumpleaños que no se puede decir en voz alta. Así vivió Dania Calderón los pequeños triunfos que evitaba celebrar durante el proceso judicial por el cambio de sexo en su DNI. El día que recibió su documento en el que decía “mujer” y “soltera”, pudo creer recién lo que estaba ocurriendo: se había convertido en la primera mujer trans peruana en conseguir un DNI que refleje su identidad sin requerir una reasignación genital.
Pero aquel engorroso proceso que finalizó el pasado 28 de septiembre empezó en Huaraz hace 4 años, luego de que consiguiera el cambio de nombre en su DNI, solicitud que había iniciado en el 2015. Las infinitas trabas que el Estado peruano coloca usualmente a las personas trans era algo para lo que Dania y su abogada Johana Sotelo ya estaban preparadas. “Tú tranquila Dania, que igual RENIEC va a apelar”, le repetía la letrada, sin mostrar un atisbo de sorpresa por el proceder común de la entidad.
Los jueces de Huaraz ordenaron que el caso se traslade a Lima, donde continuó su curso en el juzgado de La Molina. Luego de una larga espera, se llevaron a cabo las dos audiencias en las que ambas partes debían presentar pruebas que sustenten su demanda. En el caso de Dania, los medios probatorios consistieron en examen psicológico, psiquiátrico, endocrinológico, el testimonio de la doctora que ha acompañado su tratamiento hormonal desde hace años y del cirujano que le realizó algunas intervenciones quirúrgicas.
Por otro lado, los procuradores de RENIEC mencionaban en un intento de defensa que el cambio de sexo en el DNI no podía realizarse pues Dania podía estafar a terceros, mentir a su pareja para casarse, que el sexo es biológico y no se puede cambiar e incluso que la jubilación de las mujeres cisgénero es a una edad menor. Pese a todo aquello, en mayo del 2020 el juez falló a favor de Dania.
Lo que siguió fue inesperado. Dania y su abogada se preparaban para que RENIEC apele el fallo y el juicio ascienda a la Corte Suprema, donde la seguirían luchando. Mientras tanto, ella se comunicaba constantemente con el juez para lograr que se notifique el resultado lo más pronto posible al RENIEC, pues luego de eso serían cinco los días hábiles en los que la entidad podía apelar.
Finalmente, el 21 de diciembre se realizó la notificación, y le siguieron jornadas de ansiedad entre los feriados y días festivos. El 2 de enero, último día del plazo, Dania y su abogada estaban pegadas a las pantallas de sus equipos electrónicos esperando que RENIEC ingrese algún escrito al sistema. 23:30, 23:45, 23:40 y nada. El reloj marcó la medianoche y el plazo había vencido. Una alegría mezclada de extrañeza las invadió. “Estábamos contentas pero nos preguntábamos: ¿por qué no apelaron? Qué raro”, comenta.
Ante aquel nuevo escenario, distinto al de otros casos que la abogada Sotelo había llevado, presentó un escrito solicitando que se concediera la demanda a su patrocinada. El pedido procedió y Dania fue a recoger la sentencia con el oficio donde el juez ordenaba a RENIEC el cambio de partida y de DNI. “Ese mismo día lo escaneé todo al derecho al revés y lo presenté por mesa de partes virtual”, relata Dania evidenciando la premura con la que uno actúa cuando sabe que está cerca de cumplir su sueño.
Y ahí fue que ambas descubrieron lo que había ocurrido. Los días siguientes estuvieron llenos de escritos de parte de RENIEC, pues se les había pasado apelar. Uno de sus pedidos era la nulidad del caso pues, alegaban, no habían sido notificados correctamente. Dania sintió cómo su esperanza se desmoronaba cuando el juez le comunicó que estudiaría el caso. “Pensé que el juez efectivamente se había equivocado y que se anularía todo”, cuenta.
Repite un par de veces que fue la resolución número 15 en la que se declara infundada la petición de RENIEC. El número se quedó grabado en su mente. No obstante, RENIEC no daba su brazo a torcer. “Dios, ¿hasta cuándo?”, pensaba Dania. Mientras tanto, ella obedecía al pie de la letra las indicaciones del juez para tramitar el cambio de sexo en su partida de nacimiento, luego de que la autoridad exhortara a RENIEC realizarla.
El juez aceptó el último de los escritos de RENIEC, pero les informó que el juicio ya había terminado y que de todas formas tenían que entregarle el DNI a la ciudadana. La siguiente estrategia de la entidad fue el cambio de procurador. Cuando él asume su cargo y se apersona ante el juez, solicita que se notifique nuevamente todo a su casilla y correo institucional. Si el juez aceptaba, tendrían una nueva chance para apelar. No obstante, no accedió.
RENIEC ya no tenía más que hacer, la batalla había acabado. Habían pasado cerca de 20 días hábiles cuando Dania recibe la llamada de su abogada informándole que el primer paso ya estaba listo: su partida de nacimiento tenía como sexo el femenino. La imprimió y fue a la oficina de Santa Anita para tramitar su DNI. La expresión de incredulidad y las mil llamadas que realizaban los trabajadores del centro demostraban que esto es, sin lugar a dudas, un hito. “Qué extraño, hemos cambiado nombres y apellidos pero sexo nunca”, le decían.
Luego de 10 días hábiles y de estar constantemente revisando la web de RENIEC para verificar el porcentaje del proceso en el que iba su documento de identidad, por fin llegó al 100%. “Aún así no creía porque podía esperar cualquier cosa de RENIEC”, pensaba. Fue a recogerlo acompañada de sus compañeras del colectivo Féminas y todo se volvió real. “Entenderás que estoy un poco emocional porque es difícil pasar por lo que he pasado”, me dice. Más de diez mil soles y una montaña rusa emocional después, lo había logrado.
De la boca para afuera
En una de las tantas resoluciones, el juez exhortaba a la procuradora de RENIEC a dejar de “actuar de mala fe” e incluso la sanciona con una multa. Como explica Dania, esta entidad se llama a sí misma aliada de la comunidad trans. Incluso en el 2016 sus representantes formaron parte del Grupo de Trabajo para la Documentación de la Población Trans en el marco del Plan Nacional “Perú contra la Indocumentación 2016—2021”.
Asimismo, incorporaron en los planes de capacitación institucional la temática de orientación sexual e identidad de género, trabajaron en un Proyecto de Protocolo Interno de Atención para personas trans, entre otras acciones simbólicas. Sin embargo, la realidad es distinta. Prueba de ello es, por ejemplo, que en agosto del 2020 apelaron la sentencia de la Corte Superior de Lima para permitir el cambio de nombre, sexo e imagen en el DNI mediante un procedimiento administrativo.
Su defensa fue que “hay procedimientos que no los deciden el RENIEC ni el Poder Judicial, sino el Congreso que da las leyes”, comunicó el jefe de Imagen Institucional de la entidad, Benito Portocarrero. En la misma línea, al ser consultada por su actitud ante las demandas por cambio de sexo, la ex-procuradora Nelly Paredes afirmó que apelan “porque no hay normativa que regule esos requerimientos y pueden representar una falta administrativa”.
Dania lo vivió de primera mano. En el mejor de los escenarios, ella creyó que lograría obtener un documento que reflejara su identidad cuando sea una adulta mayor y existiera una ley de identidad de género, pues el accionar de RENIEC y de algunos jueces no le daban espacio a tener mucha más fe. Ella lo atribuye al miedo al cambio y transfobia, pues destaca cómo muchos otros países de la región cuentan ya con una legislación para la comunidad trans, a pesar de la tendencia conservadurista de sus mandatarios, como es el caso de Ecuador.
Leyla Huerta, directora del colectivo de mujeres trans Féminas, que ha acompañado de cerca a Dania durante este proceso, hace énfasis en ciertas facciones anti derechos enquistadas en las esferas de poder. Incluso cuenta que en los juicios por cambio de nombre que muchas de sus compañeras han llevado a cabo, los jueces han sido víctimas de acoso por fallar a favor de ellas. “Están pendientes de sus errores para pedir su destitución”, añade.
En el dolor, hermanas
Era 2015 cuando Dania y Leyla, junto a algunas otras compañeras, fundaron Féminas. Seis años después, fue su misma familia escogida la que la acompañó a recoger su nuevo DNI en la puerta de RENIEC Santa Anita. Las mismas mujeres a las que ella alguna vez les abrió las puertas, la sostuvieron durante el largo camino que recorrió. Cuando le dijo a su abogada que quería desistir porque quería cuidar su estabilidad emocional, fueron ellas las que la motivaron a seguir.
“Me decían ‘madre, ¿cómo le va en su caso?’. Era una montaña rusa de emociones. Algunos días festejábamos y luego a la semana siguiente me veían desanimada, y me decían que siga adelante”, relata con nostalgia. El abuso y discriminación que sabía que sus compañeras experimentaban la convencían de seguir luchando. “No puedo dejar esto”, pensaba.
“Es importante el soporte comunitario, cumple el rol de la familia cuando esta no se encuentra. Por eso somos un grupo que sigue creciendo”, comenta al respecto Huerta. Féminas, precisa Dania, vive de la autogestión y de las donaciones. También del apoyo de especialistas como la abogada Sotelo. Ella lleva los casos por cambio de sexo y nombre en el DNI de muchas de sus integrantes.
Es así que este no es un logro individual, sino de toda su comunidad. Hace 10 años Naaminn Timoycco se convirtió en la primera mujer trans en lograr el cambio de sexo en su DNI. Sin embargo, el proceso duró 8 años e incluyó un “acto vejatorio”, considera Dania Calderón, por el cual tres médicos verificaron si tenía genitales femeninos. “Por eso esta sentencia es histórica, yo he ganado esto y nadie sabe si me he operado o no, eso es muy íntimo”, agrega.
En ese sentido, opina, el mensaje que deja este suceso es potente. “Esto normaliza que somos mujeres diversas. Así como existen altas, bajas, afro, andinas, hay mujeres trans. Aquí no se cuestiona si es una mujer trans operada o no, porque no hay diferencia entre ambas”, precisa. En la misma línea, Huerta afirma que la mutilación no puede ser una condición para acceder a documentos identitarios. “No pueden exigirte que renuncies a tu derecho a la reproducción para tener derecho a la identidad”, sentencia.
Este hito establece un antecedente importante para el proyecto de ley que viene preparando el colectivo, por el cual se buscará el reconocimiento de la identidad de género. “Para nosotras es importante demostrarle al Estado que nuestra demanda es verdadera, que no estamos pidiendo algo falso, la ley nos lo permite”, concluye la directora de Féminas.
Más puertas abiertas
A sus 42 años, Dania por fin puede ver cómo un horizonte de posibilidades se presenta al frente suyo. En primer lugar, sabe que esta es una luz al final del túnel. “El Estado tiene una deuda histórica con nosotras. Antes no había nada, no se hablaba nada, eran discursos de la boca para afuera pero no había ningún cambio”. Así, espera que su lucha no haya sido en vano y que permita que otras personas trans no la tengan tan difícil como ella.
Pero más allá de lo colectivo, Dania cuenta con emoción cómo ahora su trabajo en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos no es su única posibilidad. Ella podrá participar de convocatorias relativas a su carrera técnica, la enfermería. “Podré postular a empleos en EsSalud o el MINSA porque ahora sí me van a considerar en el sistema. Siempre se fijan que coincida mi nombre con mi sexo”, explica.
Todo este tiempo de lucha y espera le ha dado tiempo a Dania para pensar incluso en el fin de sus días. Lo que a cualquier otra persona le parecería un procedimiento ordinario y común, para ella representaba un ataque a su identidad. “Si a mí me matan o fallezco, en las estadísticas yo no hubiese figurado como una mujer trans, sino como un señor. Eso tampoco me parecía justo”, comenta, con la tranquilidad de que eso ahora representa un problema menos.
Pero Dania tiene para rato. Me comenta que crio a su hermana desde el año y medio hasta los 7 años. Seguidamente, me dice emocionada que ama a los niños y que le gustaría formar una familia. “¿Qué fue lo primero que hiciste tras recibir tu DNI?”, le pregunto. “Hablar con mi novio”, responde. “Tenemos planes de casarnos”. Hacer crecer su patrimonio juntos, ejercer ciudadanía, todo lo que cualquier ciudadano cisgénero da por sentado, para ella es posible por primera vez. Lo que antes se le hacía incierto, hoy es cada día más real.