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Karen Cristóbal. Trabajadora de supermercado Plaza Vea. 23 años.

Hace cinco años empecé a trabajar en Plaza Vea y hace tres estoy en su sede del Jockey Plaza. En este tiempo de pandemia, las cajeras y las vendedoras de electrodomésticos como yo somos las más propensas a contraer el virus por el contacto directo con el cliente.

Trabajo cinco días a la semana: me levanto a las seis de la mañana para salir y encontrar un bus que me lleve desde El Agustino hasta Surco. Al principio no fue fácil transportarse en bus. Algunos días tardaba demasiado en venir uno y tenía que tomar taxi. Los gastos corrían por mi cuenta. Después nos abonaron setenta y cinco soles para el gasto del transporte. Fue el único “incentivo” que nos dieron.

Todos los días regresaba con miedo y preocupación a mi casa. En la puerta tenía lista unas sandalias para entrar y dejar mis zapatillas, y meterme directo a la ducha.  Mi mayor miedo era contraer el virus y contagiar a mi familia, sobre todo a mi menor hija y a mi abuela.

Al principio de la cuarentena a todo el personal nos dieron solo mascarillas. Una por día. Luego implementaron el protocolo de que a cada hora se haga la limpieza de manos y desinfección de cajas, muebles, vitrinas. A la segunda semana nos dieron guantes y los implementos de desinfección como alcohol y gel antibacterial. Después de un mes, los lentes.

Luego, hicieron una encuesta a todos los colaboradores del supermercado, señalé que de niña sufrí de asma y que además vivo con un adulto mayor. Me dieron vacaciones.

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