Por Katherin Rodriguez para Perulogía

Chamberas, madrugadoras y aguerridas. Así son estas mujeres que día a día luchan por ganarse los frijoles en una sociedad machista. Ellas cuentan sus duras experiencias en las tormentosas y picantes calles de la capital. Viajarás desde la guerra de la independencia hasta nuestro bicentenario.

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Guía de escucha:

Katherine (K): Conoces a… ¿Micaela Bastidas? ¿Brígida Silva de Ochoa? ¿María Parado de Bellido? ¿Las sacas? ¿Has escuchado de ellas? ¿En el colegio? Mmm ¿En la universidad? ¿¡No!? ¿Tampoco? 

K: Pues déjame contarte que son mujeres que participaron en la guerra de la independencia. 

K: ¡Así es! En el virreinato las mujeres hicieron más que dedicarse a cuidar de sus familias. Las mujeres patriotas contribuyeron en labores de inteligencia: trasladando mensajes, realizando misiones de espionaje y repartiendo propaganda revolucionaria. 

K: Aunque no lo creas, mujeres de todas las clases sociales hicieron estas tareas. Por ejemplo, Manuela Estacio, involucrada en varios proyectos de conspiración; Rosa Campusano, que buscó convencer a los oficiales realistas para que se unieran a los patriotas y terminó en “cana” por eso. También Narcisa Arias de Saavedra y Lavalle, que recibió al mismísimo San Martín con sus tropas y convirtió su casa en un hospital; y, como no, Manuela Carbajal, que donó su fortuna a la causa independentista y fue un nexo entre los libertadores y patriotas.

K: Hoy, en pleno siglo XXI, y con el Bicentenario encima, ¿seguimos teniendo mujeres guerreras? ¿Sí? ¿Quiénes pueden ser estas figuras heroicas? Tal vez ya no peleen guerras, pero sí luchan en la calle. Caminemos para encontrarlas. 

Presentación: Hola, bienvenido a Eco, un podcast de Perulogía, espacio periodístico que busca armar nuestro país pieza a pieza.


Tania Campos (T): “Mi nombre es Tania Isabel Campos, tengo 26 años y actualmente trabajo de cobradora en un bus de transporte público”.

K: Tania, mejor conocida como «La Romana», se levantaba en sus inicios a las 3:30 a.m. para alquilar el micro donde chambeaba con su padre. Con él recorría Lima desde las 5:00 a.m. hasta las 11:00 p.m.

K: Hace 6 años, Tania se sumó al negocio familiar. Su papá empezó a trabajar en el rubro de transporte desde que cumplió 18. Después de años de esfuerzo, lograron comprar su propio bus.

T: “Va desde San Juan de Lurigancho Ventanilla – Pachacutec. Sale en San Juan de Lurigancho, en la altura de Mariscal Cáceres y termina en Ventanilla en Callao”

K: A la misma edad en la que su padre comenzó, 18, Tania empezó a chambear. Ella salió embarazada después de terminar el cole, por eso tuvo que ganarse los frijoles junto a su padre.

K: Durante el viaje siempre ocurren varias anécdotas para recordar, para llenarte de cólera o para quedarte sorprendido. Tania asegura que le ha sucedido de todo.

T: “También me han pasado experiencias graciosas como, por ejemplo: pasamos por los terminales de 28 de julio. Siempre llevamos personas que viajan. Maletas, bolsas. En una de esas me toco, sin querer, vi un trapo tirado en el piso y era una ropa interior, jajaja. La señora me miró y me dijo: «ay, mi calzón». Me lo quitó. Se fue. Qué roche. Cositas que pasan”.

K: Aunque no todo es chistoso. Tania confiesa haber sufrido insultos, recibido golpes y presenciar el acoso. 

T: “En una ocasión me tocó lidiar con un borracho. Subió al vehículo, se puso malcriado y quise retirarlo del vehículo. En el afán de querer bajarlo, el pasajero se puso malcriado conmigo y en esa, pum, puñete y me hizo volar de la puerta del carro hasta la mitad del pasadizo. Me quedé en shock, nunca pensé que me iban a meter un golpe en plena ruta”.

K: Ese día Tania se fue a la comisaría. Justo había un patrullero cerca, ella se quejó y fue a un médico legista y ahora está en un proceso legal. Aunque no es la única mala experiencia que le ha tocado lidiar. 

T: «Antes de la pandemia llevábamos escolares en el micro y nunca falta un atrevido que está tocando, grabando, molestando y falte el respeto a las señoritas. Me tocó pasar esto con una niña, se quedaba callada. Yo vi como el pata la empezó a molestar, la chica en vez de pedir ayuda se quedaba en un rincón sentada sin hablar. Entonces tuve que intervenir ahí”.

K: Era solo una escolar de 13 años siendo acosada por un hombre de alrededor de 50 años. Situaciones que día a día las niñas y mujeres nos vemos expuestas.

T: «Quisimos denunciar al chico, era un señor adulto. Lo retuve en el carro. Lo que quería era que la niña se queje con el policía y lo denuncie. Este señor tuvo tanto miedo que se ha aventado por la ventana del carro y se escapó. Se tiró por la ventana. Como si se quisiera matar. Se tiró por la ventana y se metió una corrida que no te imaginas” 

K: Lamentablemente, cada vez el acoso es más frecuente en el transporte público. Tania se prometió a sí misma que si ve un caso similar, siempre va a encarar al agresor y ayudar a la víctima. Tania fue una de las muchas afectadas por la pandemia. Sus ahorros solo le alcanzaron para 2 semanas. Aunque también la pandemia fue una oportunidad para que Tania incursione en el mundo Tiktokero.  Tania ahora cuenta con más de 500 mil seguidores y casi 8 millones de likes en Tiktok. Cada día anda subiendo tiktoks sobre bailes, experiencias, trabajando en el micro. Aunque no siempre todo es color de rosa en esta plataforma.

T: «Por ejemplo, al ser cobradora, me decían que cobraba de más, que hacía de más. Creaban historias, asu que ni yo misma sabía que existían. Me empezaron a juzgarme por mi físico, hablar de muchas cosas. Sentía que todo lo que hacía le daba cólera. Como si les diera un motivo para que me tengan cólera”.

K: Estar en redes es estar expuesta a las críticas. Mayormente los comentarios son de personas desconocidas o personas con perfiles fake. Todo esto le pasa factura a la salud emocional de Tania.

T: «Créeme que, en un tiempo, sí me afecto bastante todas las críticas que me hicieron. Que estaba gorda, que era una mala madre por grabar y no dedicarme a mi hijo. Un montón de cosas” 

K: Por estas críticas, Tania se retiró un mes de TikTok y 2 meses de Instagram.

T: «Me empezaron a buscar hasta en mi Instagram y me mandaban mensajes así feos, amenazantes. Yo no entiendo cómo es el odio de las personas que vienen y te desean lo peor, lo malo»

K: Pese a esto, Tania siguió con las redes sociales. Ahora sabe cómo lidiar con los haters y tiene bastantes planes a futuro para su carrera profesional en el rubro de transporte y en las redes sociales.


K: Ser peruano también es ser migrante. La migración trajo consigo a 100.000 trabajadores del sur de China en el gobierno de Ramón Castilla. Hoy, nos trae a un millón de venezolanos y que cada vez se vuelven parte de nuestra cultura. 

K: Ros y Leidi son parte de esta comunidad. 

Leidi Malparejo (L): «Hola, buenas noches mi nombre es Leidi Malparejo, vengo de Venezuela. Tengo 24 años y actualmente trabajo en delivery rappi 

Rossmery Franco (R): «Hola, buenas noches, mi nombre es Rossmery Franco, soy venezolana. Trabajo en el aplicativo de Rappi y tengo 29 años  

K: Leidi y Ros son una pareja venezolana que trabajan como repartidoras en Rappi desde que llegaron a Perú

L: «Llegué a Lima aproximadamente hace 3 años, vine por una mejor calidad de vida ya que la situación económica en Venezuela hizo que cada quien haga su rumbo en otro país. Actualmente vivo en Lima con una amiga. Desde que llegué acá siempre he trabajado en delivery Rappy y sigo trabajando allí”.

R: «Llegué hace 3 años por una mejor calidad de vida, aparte que aquí también está mi familia, mi mamá y mis hermanos. He trabajado en un chifa, de moza y luego me compre la moto y empecé a trabajar con el aplicativo de Rappi porque se genera más dinero» 

K: Poco a poco las mujeres han incursionado en el mundo del delivery. Aunque hay algunas personas a las que esto no les cuadra. 

R: «Buenos los clientes a veces se sorprenden porque no es común que hayan mujeres repartiendo en moto, porque en bicicleta sí se ve. Pero en moto se ve siempre. Ay es mujer, maneja moto, no te da miedo, esto que el otro. Siempre se sorprenden. Me pasa mucho”.

K: Ross al recorrer las calles para entregar sus pedidos, también se enfrenta con pequeños problemas, pero que son comunes en nuestra cultura vial.

R: “Me han chocado también taxistas, he estado estacionada y ya me ha pasado que han retrocedido y no ven. No usan los retrovisores, aquí pasa mucho esto. Me he estacionado para entregar un pedido y me han llegado a la moto, no ha pasado a mayores, pero sí la moto se me ha caído”.

R: «A ellos no les importa si te chocan o no te chocan, si te chocaron, siguen como si nada. Pero he visto que muchos compañeros le han pasado».

K: Al ser venezolana, los insultos son más fuertes por la venenosa xenofobia

R: «Por el tema que es venezolano, ahí se agarran y lo insultan más. Tuvo un problema con un cliente, lo insultaba y le decía pues conchatumadre como dicen acá. Manejando uno pasa mucha rabia, cólera porque manejan a lo coñazo y sí me han insultado en la vía mayormente».

K: Por otro lado, Leidi recorre hasta 50 kilómetros diarios para entregar sus pedidos. Todo lo hace con su bicicleta. En ese recorrido también la insultan.

L: «A mí también me han insultado, creen que hay ciclovía por todos lados y a veces la situación amerita que me tenga que montar por la acera y hay veces que voy despacio”.

K: Ros y Leidi como rappis y mujeres están expuestas al peligro de la capital. 

L: «Creo que las mujeres estamos más expuestas, ya que a veces cuando nos metemos a lugares en zona roja, como le dicen acá que son más peligrosas, creo que somos más expuestas en el sentido de que nos vayan a robar o hacer cualquier cosa porque nos ven más débil. Entonces por esa parte estamos más expuestas en este trabajo de delivery».

R: «Definitivamente estamos más expuestas porque cuando ven a uno como mujer por lo menos un malandro o delincuente, obviamente se va a sentir con más poder, tanto por la fuerza porque, aunque nosotras podamos hacer los mismos trabajos que ellos, obviamente el hombre por naturaleza tiene más fuerza”.


K: Pero Ros y Leidi no son las únicas mujeres que recorren Lima en su chamba. Cada noche Diana hace carreras desde Pueblo Libre hasta donde el cliente decida. La acompaña con una salsa de antaño o un reguetón moderno para hacer más amena su noche.

Diana Arellano (D): “Me llamo Diana Arellano Diaz, tengo 29 años, vivo en pueblo libre, soy bachillera en derecho, pero desde el año pasado vengo incursionando en el mundo del taxi. Tengo aplicativo, he hecho uber, beat y particular”.

K: Diana pensó en hacer taxi cuando estaba embarazada de su hija Tabatha. Ella trabajaba en un call center de inglés en Miraflores. Todas las mañanas Diana chapaba un taxi para llegar a su trabajo, el cual salía muy costoso.

D: “Mi motivación fue que me tocó una taxista mujer, la vi tan regia, su carro bonito es como si fuera tu oficina entonces me pareció chévere la idea. Cuando di a luz tenía que regresar al trabajo y se me hacía pesado trabajar en un turno de 9 horas al día”. 

K: A partir de las extensas horas que pasaba en el trabajo y con la necesidad de cuidar a su recién nacida, vio como oportunidad ser taxista. Al iniciar en este trabajo, a Diana se le vino a la mente todos los riesgos que iba enfrentar al ser taxista.

D: «Me daba miedo porque qué pasa si me quieren robar el auto, si es que me voy por una zona fea. Entonces tomé mis precauciones. Me levantaba a las 5:30 a.m y me iba con el auto y regresaba del trabajo a la 1:00 p.m., lo cual era perfecto porque mi pareja se quedaba con la bebé».

K: El trabajo que escogió le era muy rentable, por esas horas recibía una ganancia de 100 soles, además se sentía relajada al ser su propia jefa. Pero todos los trabajos tienen sus pros y contras.

D: «Me sentía expuesta porque en las carreras que he hecho el 90% de las mujeres nunca me hablaban. Lo cual es raro porque si ves a una taxista mujer deberías sentirte en confianza. Algo interesante es que todos los hombres se quedaban así, me preguntaban, me hablaban todo el camino y algunos me pedían mi número porque les llamaba la atención que una mujer estuviese haciendo taxi. También se sentaban adelante conmigo y me hacían sentir muy incómoda»

K: Frente a este temor, Diana tomó nuevas alternativas como poner un trabagas al carro y otras no muy esperadas.

D: «Otra cosa es que yo siempre iba, por si acaso, con un cuchillo porque no sabía que podía pasar y no trabajaba de noche».

K: ¡Sí! Medidas como estas tenemos que tomar para sentirnos seguras al salir. A pesar de esto, cuando llegó la pandemia, Diana creó su emprendimiento «Mommy Taxi», taxi exclusivo para mujeres.

D: “Empecé a promocionar mis servicios en páginas de solo mujeres, en páginas de compra y venta para mujeres, en páginas de mujeres feministas. Ahí empezó el boom donde la verdad no me di abasto porque eran todos los días y a todas las horas me pedían que haga carreras»

K: Lamentablemente, las mujeres corremos peligro en cualquier lugar, peor si es en el transporte. A Diana su emprendimiento le dio más seguridad.

D: «Gracias a dios, como te digo, he tenido buenas épocas trabajando en mommy taxi y en su mayoría trabajé de la mano de solo mujeres, lo cual es mucho mejor. Es mucho mejor el hecho de no estar lidiando con hombres que no conoces, que no conoces que va a pasar porque estas en un ambiente como es un carro no sabes lo que va a pasar. No sabes si te van a robar, si te quieren robar la mercancia, el auto, o si te quieren violar, es complicado».

K: Cuando Diana hacía taxi, ella vivía sola con su pequeña de dos años.

D: “Entonces lo que yo hice es que a veces como me pedían carreras al aeropuerto y de madrugada. Me iba con mi hija de 2 años, en esa época más chiquita, un año y medio. La ponía en su carseat, en el copiloto. Muchas veces hemos salido 2 a.m, 4 a.m, ella dormida, bien abrigada, la ponía en su carseat y me la llevaba a hacer una carrera”.

K: Por esta acción ella fue muy criticada

D: “La gente me puede decir que soy muy irresponsable, que esto que el otro. Pero chamba es chamba. Mientras me esté generando ingresos si una carrera al aeropuerto me va a pagar 5 veces más de lo que yo sé que cuesta esa carrera, me conviene, entonces lo hago”

K: Ella se ha ido hasta huacho, hasta las playas del sur de Lima. Todo con su hija como copiloto.

D: “Yo también decía qué me queda, vivo sola y no tengo con quién dejar a mi bebé. Algunas personas le parecían súper chévere eso, pero si tú ves a las mujeres peruanas que quien quiera salir adelante va a salir como sea”

K: “Como sea”. Así ven estas luchadoras el reto de salir adelante. Tania como cobradora, Ros y Leidi como delivery de Rappi y Diana como taxista. Estas chicas trabajan día a día para su familia y por ellas. Sus historias son únicas y admirables. Sin duda son parte de una nueva generación de mujeres guerreras peruanas que, como las del pasado, con mucho valor y confianza brillan en nuestro maravilloso país.

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