Por Johanna Gallegos
El nuevo drama criminal de Jack Thorne y Stephen Graham, Adolescence, está siendo altamente consumido y popularizado por miles de personas en el mundo. Desde que fue subida a Netflix, la serie ha causado más de una reacción; la mayoría de estas son positivas debido al tratamiento magistral que logra hacer de un tema poco tratado como la cultura INCEL. Y tan sólo en cuatro episodios de no más de cincuenta minutos.
La historia de la nueva serie exitosa de Netflix, sigue a Jamie Miller (Owen Cooper), de 13 años, y las consecuencias que tiene tras ser arrestado por el asesinato de su compañera de clase, Katie. Los temas expuestos giran en términos, conceptos y esquinas más oscuras que la cara del internet muestra cómo la cultura de los incels y la brutalidad del acoso en línea.
Cultura Incel y comunidades virtuales misóginas
El más tocado es el de la #incel, que es una abreviatura de «célibes involuntarios» que defienden ideas misóginas, en su mayoría violentas. Definir a uno de estos individuos sólo podría estar cerca de los llamados hombres incapaces de generar relaciones sociales con mujeres. Unidos, han creado diversas comunidades virtuales con características y rasgos propios del perfil de agresores potencialmente peligrosos. Todos juntos forman la -no tan- misteriosa manosfera.
La manosfera es una colección superpuesta de comunidades de apoyo para hombres en línea que han surgido como respuesta al feminismo, al empoderamiento femenino y a las fuerzas alienantes del neoliberalismo. Y tal como lo dicen los mismos investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona, Lionel Delgado y Alejandro Sánchez, estos espacios han llamado la atención en los últimos años debido a su efervescencia social y el crecimiento veloz de adeptos, entre los que están adolescentes, jóvenes y adultos.
Al ser comunidades virtuales usan una terminología diferente y original para adjetivar a ciertos tipos de mujeres que -en sus pensamientos machistas- suelen aprovecharse del hombre y resaltan lo más maligno de la sociedad. Pueden ir desde palabras como “chad”, utilizada para referirse a un hombre que posee un físico hegemónicamente atractivo —generalmente musculoso— y goza de un cómodo estatus socioeconómico; “stacys”, féminas con características como senos y glúteos voluptuosos, cabello rubio y un maquillaje impecable. Entre otros términos destaca “becky”, para referirse a mujeres con un «atractivo promedio», por debajo de las stacys. Finalmente, “brad o normie” son utilizados para describir a hombres no pertenecientes a la comunidad ‘incel’.
Así mismo, los conceptos como “reglas” y “códigos” son esenciales en el mundo incel. En la serie nombran algunos básicos como los grupos de la verdad y la regla 80/20 (la teoría de que el 80% de las mujeres se sienten atraídas por el 20% de los hombres, y que las mujeres sólo buscan hombres que sean física y socialmente deseables). Estas ideas van acrecentando la rabia masculina que de una u otra manera termina explotando. Una clara muestra de ello se da en el episodio tres de Adolescencia. Jamie y su psicóloga (Erin Doherty) transitan diversas emociones en una conversación que inicia pacífica pero termina desenmascarando la personalidad iracunda del adolescente, develada ante una mujer fuerte, exitosa y que representa cierto tipo de autoridad y poder sobre él.
—¡No controlas lo que hago! —grita—. ¡Métete eso en esa maldita cabecita!
Adolescencia, netflix
Una situación que, además de poco común, es imposible de soportar para Jamie.
¿Por qué la rabia traspasa las pantallas?
¿Son los incels una amenaza para las mujeres? ¿Estas comunidades representan riesgos para las mujeres? ¿Puede la violencia traspasar la pantalla y llevar a cometer crímenes de género?
La serie da un “sí” muy grande pero considerando los porqué y los cómo. Jamie Miller no nació siendo un asesino y en cuatro episodios se intenta explicar cómo el rechazo, los conceptos machistas y la falta de atención de sus padres, lo llevaron a acabar con la vida de Katie.
En el 2021, Jake Davinson, un hombre de 22 años, mató a cinco personas en Plymouth, en el sur de Reino Unido. Sin motivos aparentes, disparó contra Maxine Davison (su madre, de 51 años), contra otra mujer, dos hombres y una niña de 3 años en tan solo seis minutos.
Fanático de las armas e identificado con la cultura de hombres incels, Davinson, pasaba sus días escribiendo en blogs y páginas web como Reddit para explicar sus ideas misóginos y violentas. Se describía hacía sí mismo como un hombre virgen con problemas de salud, atrapado en casa de su madre, sin dinero ni trabajo. Poco a poco fue ampliando su espacio de difusión y logró crear un canal de YouTube. Sus videos -la mayoría tenebrosos- giraban en torno a sus quejas contra las mujeres, especialmente las madres solteras como su propia madre en particular, llamándola «vil, disfuncional y caótica». Sus palabras iban calando en usuarios jóvenes que comentaban sus videos y lo hacían popular.
Davinson usaba la terminología incel en todas sus redes sociales, poseía licencia para portar armas, un diagnóstico no tratado de autismo y todo un conjunto de rasgos que a larga vista era de alarma para sus padres y las autoridades; sin embargo, no fue hasta la muerte de sus víctimas que se tomó atención a las subculturas de internet machistas y en auge que parecían ir saliendo del oscuro mundo del internet para manifestarse en las calles, en la vida real.
Estados Unidos también tuvo un caso previo que ya iba alertando el despertar de estos grupos. Un ejemplo es la masacre de Elliot Rodger en Santa Bárbara en 2014, en la que murieron seis personas.
El entorno para las mujeres es cada vez más tenso y la misoginia se ha vuelto común. La inseguridad con la que transitamos el día a día es inconcebible y parece ser que la tecnología y el internet quieren sumarse a estas fatídicas violencias.
Observamos estadísticas preocupantes que muestran que los niños y niñas más jóvenes están más enfrentados que nunca. Una encuesta de Ipsos UK y el Instituto Global para el Liderazgo de las Mujeres del King’s College de Londres dio a conocer que el 57 % de los hombres de la Generación Z consideraba que la sociedad había «ido tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres que estamos discriminando a los hombres».
A estas estadísticas se le suma el incremento de influencers que promueven discursos de misoginia disfrazados de tips generadores de autoconfianza y autoestima para hombres “alfa”. Los llamados gurús o coaches se han popularizado gracias a sus contenidos “amenos” por plataformas como YouTube, TikTok, Twitch y el nuevo kick. Solo basta escuchar unos minutos iniciales de vídeos de personajes como Andrew Tate (buscado, actualmente, por la policía estadounidense) o Luis Castilleja El Temach, cuyo contenido gira en torno al nacimiento de hombres alfas dispuestos a ser exitosos en sus relaciones sociales y especialmente, amorosas.
¿Porque miles de jóvenes en México y Latinoamérica escucharían consejos para ser hombres alfa? Pues, la respuesta del Temach es para poder relacionarte mejor con las mujeres, siendo un hombre de más valor que los demás. El lenguaje que usa solo conseguiría mostrar a la mujer como objeto, mostrarla superficial y con poca inteligencia para escoger a un buen hombre por lo que se necesita enamorarla bajo ciertas reglas. Su contenido se relaciona con los incels al apelar a ideas machistas para asegurar éxito en mentes tan jóvenes y vulnerables.
La pesadilla se hace realidad
La cultura incel ya no se limita a internet. Como demuestra Adolescence , la misoginia sobresale de nuestras computadoras y celulares, los chats ya no camuflan la rabia masculina, el odio se va extendiendo y causando daños reales. Las alarmas deben sugerirnos más cuidado y apoyo hacia nuestros jóvenes y adolescentes.
No. Las habitaciones de los hijos no parecen ser lugares seguros en la actualidad. La soledad de un dormitorio puede generar ansiedades difíciles de calmar. Los padres de Jamie, en el cuarto episodio exploran este mensaje y descubriendo que el mundo de los adolescentes es diferente al que conocían y que a pesar de intentar estar presentes en su hogar -sin éxito alguno debido a la rutina diaria y el trabajo excesivo- no logran entender a tiempo lo que iba ocurriendo con su hijo: sus inseguridades, sus temores, sus alegrías, sus gustos, su vida.
Es aquí donde está el verdadero punto de inflexión. ¿Realmente conocemos a nuestros hijos? ¿Les ponemos límites? ¿Les damos confianza? ¿Les enseñamos a ser tolerantes ante la frustración y los problemas? Hay una urgencia de que padres y profesores puedan advertir los peligros a los que se exponen las mentes jóvenes y para ello hay que empezar entendiendo su modernidad, esa que caracteriza sus mundos -reales y virtuales-.
Según investigaciones recientes como las de la conferencia WebSci ’19: Proceedings of the 10th ACM Conference on Web Science, que estudia el nacimiento de manosferas en blogs y teniendo en cuenta que el internet es de uso vital en la actualidad, y que parte de él está lleno de oscuros rincones donde nacen estos grupos con retóricas de odio, vale decir que debemos optar por las crianzas respetuosas pero seguras y con padres presentes.
La médica psiquiatra Geraldine Peronace, en una nota previa para El Nacional, destaca el rol principal que tienen los padres en la protección de sus hijos frente a los efectos dañinos de las redes sociales. La psiquiatra, también resalta que «la falta de comunicación emocional entre padres e hijos es una de las principales razones por las que los adolescentes caen en patrones de comportamiento problemáticos».
La pediatra Silvina Pedrouzo, especialista en usos y efectos de las tecnologías de información y comunicación, añade que el acompañamiento de los padres debe ser constante, y no solo basta con el control de las horas de pantalla, sino también en la supervisión del contenido y las interacciones en línea.
Entre otras recomendaciones, se hallan las de fomentar actividades offline, mejorar la comunicación con los hijos y una supervisión activa pero no punitiva, creando ambientes de confianza y armonía familiar.
Las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), señalan que a lo largo de su vida, una de cada tres mujeres sufre violencia física o sexual por parte de su pareja o violencia sexual por parte de una persona que no es su pareja.
Nosotras merecemos protección y seguridad, y para ello es necesario educar, criar y proteger a los niños y adolescentes de los horrores que habitan el internet asegurando su bienestar emocional y psicológico.