Por Johanna Gallegos

Foto: La Voz del Perú. Intervención por La Antígona.

Las mujeres indígenas han sido y siguen siendo símbolos de resistencia en un mundo que invisibiliza sus luchas y vulnera sus derechos. Niñas, jóvenes y mujeres adultas aún son discriminadas y sufren violencia machista. Aún cuando son ellas las que difunden saberes ancestrales y culturales a las nuevas generaciones. Afortunadamente, hoy existen más organizaciones y grupos colectivos que las empoderan y forman para ser lideresas de sus comunidades.

En el año 2006 y por segunda vez en la historia peruana, una mujer indígena llegaba a ocupar una curul en el Congreso de la República. Se trataba de Hilaria Supa. Cusqueña, ex Presidenta de la Federación de Mujeres Campesinas de Anta, activista por los derechos de los pueblos indígenas y ex candidata al Nobel de la Paz. Fue ella, también, una de las principales denunciantes de las esterilizaciones forzadas, crimen de lesa humanidad por el que se acusa al ex Presidente Alberto Fujimori y otros personajes.

Nació en Huallacocha en 1957 y vivió junto a sus abuelos. Ellos fueron quienes la inspiraron, años más tarde, a ser lideresa de muchas mujeres indígenas que sufrían abusos y violencia. En una entrevista para el diario La República en años pasados, ella recuerda parte de su vida. Tras la muerte de sus abuelos, se mudó a Lima para trabajar de empleada del hogar; sin embargo el frío de la ciudad y las malas experiencias que vivió la llevaron a regresar a su hogar en Anta, provincia de Cusco. 

“Regresé al Cusco con 22 años, pero la realidad no era la que yo esperaba. Había alcoholismo y maltrato a las mujeres. Eso me dio fuerza para organizarlas. Hacíamos charlas sobre violencia, sobre educación. En aquel tiempo, todavía no había una ley para que las mujeres entren al colegio”, comentó en 2006, recordando cómo surgió su lucha.

Foto: Congreso de la República del Perú

Hilaria no lo sabía, pero se convertiría en referente para más de 3 millones de mujeres que se auto identifican como indígenas, según el último informe elaborado por la Defensoría del Pueblo en 2019.  Actualmente, y a pesar de la celebración por los doscientos años de vida republicana del Perú, se siguen vulnerando sus derechos. Aún así, cada vez son más los  casos de mujeres que con empoderamiento y resistencia logran resaltar. 

Vulneración de sus derechos fundamentales

Existen muchas formas de vulneración hacia los pueblos indígenas. Una de ellas es la violencia económica y la desigualdad de oportunidades. Esa misma, que no les permite ser independientes y acceder a recursos naturales, económico-productivos, financieros y al mercado laboral. A pesar de que en toda la región existen distintas políticas públicas que aseguran el empoderamiento económico de la mujer, estas no han dado grandes resultados por el momento. 

El informe ‘Mujeres indígenas de las Américas a 25 años de Beijing’, elaborado por el Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas (ECMIA), reconoce esta situación. Considera que, la pobreza en la que viven las mujeres está íntimamente relacionada con las oportunidades que tienen ellas de ejercer sus derechos colectivos sobre sus tierras y territorios. 

Foto: Intercambio

“Mientras que en la región se observa una reducción del número de mujeres sin ingresos propios, los datos de las Encuestas de Hogares en cuatro países de la región (Brasil, Ecuador, Perú y Uruguay, alrededor de 2017) muestran que sin importar su nivel de escolaridad, las mujeres indígenas continúan ocupando posiciones inferiores de la escala de ingresos de manera sistemática y estructural”, se lee en el informe. 

Así mismo, la Defensoría del Pueblo, afirma que en Perú, solo el 27% de la población de mujeres indígenas tiene ingresos propios; y de quienes los tienen, el 59% realiza trabajos de baja remuneración. 

El derecho a la salud también se ha visto notablemente vulnerado. Valeria Urbina Cordano, asegura que “al tener un menor acceso a servicios de salud y agua potable, ellas tienen mayor probabilidad de presentar afecciones preexistentes que las vuelve vulnerables ante la COVID-19”. Esto no es nuevo, ya que según el III Censo de Comunidades Nativas y el I Censo de Comunidades Campesinas del 2017, de 10 comunidades indígenas, menos de 4 cuentan con un establecimiento de salud dentro de su territorio. 

Mujeres indígenas y la violencia en pandemia

La violencia de género ha estado constantemente presente como indicador de la desigualdad entre hombres y mujeres en nuestro país. Es más, según la Organización de las Naciones Unidas, “en el mundo, en promedio una de cada tres mujeres ha padecido violencia física o sexual en una relación íntima a lo largo de su vida y una de las principales estrategias de control de los perpetradores de violencia doméstica es la de aislar a la víctima”. 

Son conocidos los graves efectos que la pandemia por el coronavirus ha generado en cuanto a la seguridad de las mujeres. Sin embargo, esto se torna crítico para las mujeres y niñas indígenas. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) Mujeres así lo asegura. Esto, pues sostiene que las mujeres que enfrentan muchas formas de discriminación presentan mayor riesgo de ser víctimas de violencia que la población en general. Tan sólo en el año 2019, se calculó que más de la mitad de la población femenina indígena (63.2%) había sufrido violencia familiar. Asimismo, casi 7 de cada 100 mujeres (6.8%) sufrió violencia sexual.  

Foto: Santi Vedrí

El año 2018, según la ENDES, en Cusco, el 14,7% de las mujeres de lengua materna indígena -casadas, convivientes, viudas, separadas o divorciadas- sufrió violencia física. Asimismo, de ellas, el 5,3%, sufrió violencia sexual por parte de sus parejas. El escenario se agrava porque en muchas situaciones la violencia es normalizada por las víctimas. Esto, sumado al temor de represalias, impide que ellas denuncien a las autoridades y pidan justicia para su caso. 

Estadística proporcionada por ENDES- 2018

Empoderamiento y resistencia

El machismo y los discursos que subestiman el papel de las mujeres indígenas también toman lugar en los pueblos indígenas amazónicos. Muchas de ellas, cansadas de esta situación y teniendo referentes importantes como Hilaria, se han auto organizado en grupos. Su misión es empoderar a todas aquellas mujeres indígenas que siguen sin conocer sus derechos. 

Gimena Cariajano tiene 21 años de edad y es estudiante de guía de turismo. Actualmente vive en Iquitos, pero nació y vivió por mucho tiempo en Río Corriente, en el departamento de Loreto. Su pueblo originario es Achuar. Para llegar a estudiar a Iquitos, ella tuvo que viajar 2 días en lancha y 1 día en los “rápidos” -pequeñas embarcaciones fluviales. Dejó su comunidad hace tres años. Sola y con un deseo: estudiar. Al llegar a la ciudad pudo encontrar un grupo de jóvenes con los mismos sueños. Ellos se convertirían en su familia. 

Se trata de la Organización de Estudiantes de los Pueblos Indígenas de la Amazonia Peruana (OEPIAP). Un grupo de estudiantes universitarios provenientes de distintos pueblos indígenas, entre ellos Awajún, Kukama, Achuar, Wampis, entre otros. Actualmente, la OEPIAP alberga aproximadamente 120 jóvenes hombres y mujeres de diferentes pueblos, de distintas carreras y centros de estudios. “Ninguno de los que estamos en la Organización, somos de acá. Todos estamos lejos de nuestras familias. Todos nosotros pasamos adversidades para estar aquí, estudiando”, afirmó ella. 

Foto: OEPIAP PUEBLO – FACEBOOK

La OEPIAP cuenta con una residencia para que todos los estudiantes puedan continuar estudiando a pesar de sus circunstancias. Esto se logró con apoyo del Gobierno Regional de Iquitos. Ellos conviven 24 horas 7 días a la semana y tienen normas para asegurar la tranquilidad del ambiente. Aún así, Gimena resalta que su mayor deber es estudiar. 

Ese deseo de superación y la necesidad de conocimientos no sólo queda en el ámbito académico. Su objetivo va más allá, ya que se centra en ayudar a chicas y mujeres indígenas a empoderarse y hacer valer sus voces. Ella recuerda que cuando entró a convivir con sus compañeros sólo había 8 mujeres aproximadamente. Esto y las experiencias que ella vivió en su mismo pueblo, la hicieron interesarse en la lucha de las mujeres indígenas por defender sus derechos. “Desde hace años, varias organizaciones y grupos como Radio Ucamara y Chaikuni, vienen trabajando con nosotras las mujeres en la defensa de nuestros ideales. Esto, ya que nosotras llevamos el doble de rechazo y el doble de violencia por ser quienes somos”. 

Gimena y las otras estudiantes -hoy en día, 20 mujeres- trabajan en talleres grupales en los que expresan los desafíos que afrontan como indígenas. “Ahí nos ayudan a identificar los distintos tipos de violencia. Hay muchas mujeres de estas zonas que no conocen sus derechos. Viven oprimidas. No pueden salir a estudiar porque sus padres no las dejan o porque les dicen que por ser mujer no va a poder”, comenta ella. Hoy, más unidas que nunca, este grupo de jóvenes mujeres indígenas, concentran sus fuerzas en demostrar su fuerza. “Queremos que -incluso- dentro de la OEPIAP, se tome en cuenta nuestras ideas y opiniones”.

Foto: Gimena Cariajano

Así como las estudiantes de la OEPIAP y Gimena, muchas mujeres siguen trabajando y organizándose en colectivos y grupos con un mismo objetivo: resistir. La Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú (ONAMIAP), Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana – AIDESEP, Unión Nacional de Comunidades Aymaras UNCA, Federación Nacional de Mujeres Campesinas, Artesanas, Indígenas, Nativas y Asalariadas del Perú, Confederación Nacional Agraria CNA, son algunas de las organizaciones de representación nacional que trabajan junto a instituciones del Estado, como el Ministerio de las Culturas, para asegurar la protección, capacitación y visibilización de la población indígena. Su objetivo además es llegar a todo espacio en el que exista desigualdad y vulnerabilidad de poblaciones indígenas. Por ello, trabajan con madres, niñas, y hasta lideresas indígenas. 

Representación femenina indígena

Mujeres como Ruth Buendía, quien consiguió paralizar el proyecto hidroeléctrico de Patizipatango, que hubiera inundado las tierras en las que se asientan 10 comunidades indígenas; Máxima Acuña, quien enfrentó en el 2011 a la compañía minera Newmont Mining Corporation para defender a la laguna Azul y otras lideresas, hoy son inspiración para seguir fortaleciendo el derecho de las mujeres indígenas a participar en espacios de decisión externa e interna, es decir, en sus propios pueblos y grupos. 

Por tal motivo, hoy, las chicas del OEPIAP, celebran la elección de la nueva presidenta de la organización, Leonarda Suárez. Con 18 años de creación, esta organización, tiene al fin, una presidenta mujer. Sin embargo, su camino no fue fácil. Gimena recuerda algunos comentarios que se dieron con respecto a su postulación. “Cuando se dio la convocatoria para la presidencia, hubo comentarios por parte de los varones. Ellos decían “¿Cómo una mujer va a liderar? ¿Cómo va a ser presidente?”. Esas opiniones no alejaron a Leonarda de su meta. Tras las elecciones, fue elegida para representar a más de un centenar de estudiantes de pueblos indígenas. 

Foto: Chirapaq – Facebook

Su caso refleja las dificultades que tienen las mujeres indígenas para abrirse paso en la toma de decisiones que involucren a su comunidad. Sin embargo, ya hay algunos avances importantes que se han estado promoviendo desde el Gobierno y las organizaciones mencionadas anteriormente. 

Tan sólo el año pasado, CESAL, el Ministerio de la Mujer y la Cooperación Española se aliaron para fortalecer el liderazgo de las mujeres indígenas en la Amazonía peruana. Juntos realizaron el evento “Gobernanza Ambiental con enfoque de género para fortalecer la participación de las mujeres indígenas”. En él, destacaron el papel de la mujer como defensora de la biodiversidad, transmisora de conocimientos ancestrales y agente de cambio y desarrollo para sus comunidades. 

Foto: Coordinadora de Entidades Extranjeras de Cooperación Internacional (COEECI)

Así mismo la incidencia de organizaciones como el ONAMIAP ha logrado modificar un paquete de normativas. Estos cambios fueron aprobados en el pleno del Congreso de la República. Una de ellas fue la Ley Nº 30982. La misma que modifica la Ley General de Comunidades Campesinas (Ley Nº 24656) para potenciar el rol de las mujeres en estas organizaciones. Se precisa que la directiva comunal esté constituida por un número no menor del 30% de mujeres. Se busca eliminar las situaciones que reflejen discriminación por género. Igualmente, pretende abrir las puertas para que mujeres ocupen un espacio importante.

Para Tarcila Rivera, coordinadora del Centro de Culturas Indígenas de Perú, la participación de mujeres indígenas es aún una agenda pendiente. “Podemos decir que antes teníamos la puerta cerrada, estábamos invisibles. Ahora no. Ahora nos tenemos que preparar para participar en diferentes escenarios regionales”, expresó en una entrevista para Efeminista. 

Definitivamente, el trabajo desde el Gobierno Central sumado a la acción de una parte del sector civil como los grupos nacionales de representación que fomentan el desarrollo y empoderamiento de las mujeres indígenas, es esencial para seguir visibilizandolas. Asimismo para seguir impulsando mecanismo de diálogo con sus comunidades y eliminando la vulneración de sus derechos fundamentales.