Por Mya Sánchez
En un contexto aún hostil para las artistas mujeres, iniciativas como la del colectivo escénico Las Crías son un oasis en medio del desierto. Tras una exitosa primera edición, el taller artístico Peruanas Creadoras tendrá lugar por segunda vez este y el próximo fin de semana y serán 12 las mujeres beneficiadas no solo por las herramientas impartidas, sino por el espacio de encuentro, escucha y creación colectiva.
La historia es de nunca acabar. Desde la ausencia de mujeres en cargos de decisión hasta las distintas denuncias por acoso y otras formas de violencia de género demuestran que el ámbito de las artes escénicas en nuestro país sigue sin ser un espacio que propicie la participación de todos de manera equitativa. En un contexto en el que la libertad creativa y la expresión están en juego, los lugares seguros son cada vez más necesarios.
Alejandra Campos, Carla Valdivia y Roxana Rodríguez lo descubrieron desde que empezaron a ejercer su carrera como actrices. “Es una profesión que requiere mucha gestión personal, entonces pensamos en que había pocas probabilidades de que nos llamen porque somos mujeres y las oportunidades se van cerrando un poco más”, cuenta Campos. Ese fue el motivo por el que, luego de conocerse en el Taller de Formación Actoral de Roberto Ángeles, las tres decidieron fundar el colectivo Las Crías en febrero del 2017.
El resto se dio naturalmente. Abordar temas de género no fue algo que como colectivo decidieron, sino que surgió en el proceso de hacer teatro desde sus propias experiencias, deseos y visiones del mundo. Al descubrir que las obras que ponían en escena eran historias de mujeres como Ofelia no estaba loca o Una breve historia sobre cómo llegamos aquí, se les ocurrió la idea de crear un espacio exclusivamente femenino en el que más allá de exhibir arte, pudieran compartir herramientas artísticas y crear en comunidad.
Fue así que nació Peruanas Creadoras, un taller y espacio de articulación que tiene como objetivo dotar de recursos artísticos principalmente a aquellas mujeres que, por sus profesiones, no se dedican al arte o no encuentran dónde hacerlo. La vulnerabilidad que implica la creación desde las propias vivencias fue lo que las motivó a decidir que este espacio sea exclusivamente femenino, pues de acuerdo a Campos, los espacios públicos son en su mayoría patriarcales.
Valdivia considera que “hay que generar redes para apoyarnos y protegernos, espacios donde poder compartir nuestra voz y difundir lo que no está bien, para que no vuelva a ocurrir”. Asimismo, con esta iniciativa esperan contribuir a la democratización de las artes. “Hasta ahora sigue siendo algo muy elitista”, advierte Campos.
A pesar de que Peruanas Creadoras era una propuesta que el colectivo quería ofrecer a diferentes instituciones de manera presencial, la pandemia llegó y trajo consigo circunstancias particulares para las artes escénicas. Afortunadamente, no todo fue negativo, ya que Las Crías resultaron ganadoras de las Líneas de Apoyo para la Cultura que el Ministerio de Cultura otorgó en el contexto de la COVID-19 a distintas organizaciones culturales.
Este aporte económico les permitió llevar a cabo la primera edición del encuentro virtual, que recibió más de 150 postulaciones. La difícil tarea de filtraje que emprendieron las llevó a priorizar a las mujeres sin educación superior y apuntar a la diversidad de edad, profesiones y lugares de procedencia. Finalmente, fueron 12 las elegidas para la iniciativa. Y si bien el taller fue impartido por ellas, coinciden que se trató de un proceso de retroalimentación del que también aprendieron.
“Uno de los mayores aprendizajes ha sido darme cuenta de lo vinculadas que estamos desde ser mujeres, y cuán importante es generar espacios donde podamos construir representación. Hay poder en abrirnos y reafirmar quiénes somos”, detalla Valdivia. Y es que al ser el arte una disciplina que trabaja con los cuerpos y sensibilidad de las personas, el esfuerzo por garantizar la seguridad debe ser aún mayor.
Siguiendo ese enfoque, el colectivo lanzó recientemente la segunda edición de Peruanas Creadoras, que esta vez tendrá lugar de manera virtual el 13, 14, 20 y 21 de noviembre. Debido a temas logísticos, la convocatoria se realizó en Lima con 12 mujeres que tendrán la oportunidad de explorar sus imaginarios y crear de manera conjunta desde tres áreas: la escritura, las artes escénicas y las artes plásticas.
Puño y letra
En una primera parte del encuentro, las participantes exploran el mundo de la escritura creativa. “Trabajamos con diferentes disparadores, puede ser una carta, una canción, una imagen, una noticia y, a partir de ello, con la historia que la participante quiera compartir”, precisa Campos. Así, los ejercicios de esta área parten de la memoria y la historia personal.
Carla Valdivia, quien guía el proceso de escritura, es dramaturga y guionista independiente. Para ella, la escritura genera una conexión única con quien la ejerce y la dota de libertad para expresar lo que desee dentro de las páginas que hay que llenar. “Para mí, es importante que las mujeres puedan tomar conciencia de que sus historias son valiosas y únicas y que siempre merecen ser contadas”, comenta la artista.
Es por ello que Peruanas Creadoras termina conformando un espacio enriquecedor donde, explica Campos, todas aprenden de las experiencias e historias de vida de sus compañeras. Aparte de los puntos de encuentro que genera la escucha, la representación de mujeres en el arte es también una brecha que este ámbito de la iniciativa aborda.
Valdivia recuerda que mientras crecía no tenía a la mano literatura hecha por mujeres, lo que la llevaba a pensar que ser escritora no era realista, por lo que considera primordial que contemos con mayor representación. Además, el costo creativo de que nuestras creaciones y vivencias no sean conocidas es alto. “Si no tenemos historias escritas por nosotras, entonces nuestra historia es contada desde otros, o ni siquiera existe. Se nos desaparece”, señala la dramaturga.
En escena
“Todo se puede convertir en teatro”, sostiene Campos. El área de Peruanas Creadoras que ella como actriz y gestora guía, es la de trabajo escénico desde el juego. Y, efectivamente, consiste en escenificar las historias escritas que se generaron considerando los talentos que las participantes tienen, que pueden ir desde silbar hasta bailar: “Así creas que no tienes habilidad, puedes partir de eso y vas a ver que todo puede ser un hecho escénico”.
Además, las herramientas escénicas son también usadas en una primera etapa con el objetivo de generar confianza intergrupal. Así, Alejandra guía los ejercicios de juego teatral iniciales que buscan romper el hielo y remitir a la infancia. “Cuando éramos niños, dejábamos el roche de lado, y si conocías a alguien en el parque, ya era tu mejor amigo. Cuando estamos a ese nivel, empezamos nuestro trabajo, porque si no confío en lo que voy a soltar o en lo que me pueda dar mi compañera, no se puede crear mucho”, precisa.
Si bien los recursos compartidos por las facilitadoras cumplen con su objetivo dentro del evento, lo cierto es que estos terminan siendo útiles para distintos aspectos de sus vidas. Por ejemplo, Campos menciona que en la actualidad las habilidades blandas son mejor valoradas en el mundo laboral. En ese sentido, cuenta que la práctica de muchos ejercicios teatrales contribuyen a desarrollar confianza, dominio escénico, dicción, proyección y volumen de la voz, entre otras habilidades.
Pero para ella, lo más valioso es la conciencia que se adquiere sobre el propio cuerpo y de lo que se puede hacer con él, así como la empatía y la comprensión del otro. “En el teatro, ves las características de un personaje, su psicología, y tratas de desentrañar sus acciones para luego plasmarlo con tu cuerpo. A mí me ha motivado a cuestionarme por qué las personas se comportan de determinada manera en la vida diaria”, reflexiona.
Creación conjunta
Las cuatro jornadas del encuentro finalizan con la creación de un quipu grupal que carga con los relatos de las creadoras, proceso guiado por la escultora y profesora de arte Alejandra Ortiz de Zevallos. Es un ejercicio en el que las participantes aprenden a trenzar a seis cabos, lo que genera un patrón visual que es distinto en cada caso. Cada creadora hace dos trenzas: una con la que se queda y otra para entregarla al grupo.
“Cuando pensamos en la pieza final, queríamos un objeto que cuente historias, que simbolice comunidad y redes, entonces pensamos en tejido, en hilos, en redes que se van tejiendo por todo el país”, explicaba Campos en el video final de la primera edición del encuentro. Para ellas, la colectividad en el arte es importante. “Sobre todo si somos mujeres, hay que cuidarnos entre nosotras”, añade.
Es así que el quipu grupal termina representando la idea central del encuentro: el aprendizaje en comunidad. “Realmente creo que necesitamos cultivar más espacios colectivos y transdisciplinares que nos permitan aprender de otra manera. Vivimos en un mundo demasiado individualizado que nos ha llevado a un egocentrismo muy nocivo y como artistas tenemos que trabajar juntos”, comenta Ortiz de Zevallos.
El colectivo escénico Las Crías ideó el taller de tal manera que se caracterice por la continuidad. Es así que ese primer quipu seguirá completándose con el que produzcan las mujeres de la segunda edición. Además, esperan poder realizar más ediciones de la iniciativa incluso en formato presencial, como fue pensado originalmente. No obstante, por ahora dependen del financiamiento de instituciones que deseen apostar por su proyecto.
“Yo aprendo contigo si es que tú aprendes conmigo”, es una célebre frase de la filósofa española Marina Garcés y es la primera que viene a la mente de Ortiz cuando piensa en la importancia de iniciativas como la que lidera junto a sus compañeras. En su opinión, hay valor en las historias, experiencias y formas de hacer que cada creadora trae a la mesa, lo que propicia el intercambio entre todas. “El aprendizaje solo sucede en el encuentro”, resalta.
Campos piensa en su yo universitario y en las herramientas que no tenía en ese entonces, y aun así sabe que desconoce la reacción que tendría si en la actualidad se enfrentara a una situación de vulneración. Ella cree que lograr que el arte sea un espacio seguro para las mujeres depende de la educación y del progresivo ingreso de nuevas generaciones a las esferas más altas de nuestra industria cultural. Sin lugar a dudas, espacios como Peruanas Creadoras hacen que la espera no sea tan solitaria.