Por Diandra García
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“Siempre olvido mis deseos”, dice Daniela. Nos dirigimos a la Plaza Mayor de la capital en un taxi. Aprovecho para hablar sobre Santa Rosa de Lima: qué he leído, encontrado, aprendido. Daniela, como yo, lanzó un deseo a su pozo cuando era pequeña. Una hoja de papel cuadriculada conteniendo lo que anhelaba más entonces. Hoy, no lo recuerda.
No es raro: pocas personas guardan memoria siquiera del primer nombre de Rosa: Isabel. Isabel Flores de Oliva. Nacida el 20 de abril de 1586. Hija de un español y una criolla. Tres hermanos. A los cinco años, cortó su cabello al ras. A los seis, comenzó a ayunar: agua y pan, tres veces a la semana. Estos son los datos que –mayormente– circundan por internet cuando alguien busca a Rosa. Pero hay otras voces que permiten reinterpretarla.
Carola Suárez es una de ellas. Miembro de Purisaq Warmikuna y TRANSforma, pastora de la Comunidad Luterana del Perú, estudiante de una maestría en teología. Le enseñaron lo mismo: “que es la primera santa de todo América, ícono de la santidad de una mujer obediente”. Desde aquello, su visión sobre Rosa ha cambiado. “Eligió un camino distinto, su vida impactó en la de las mujeres”.
Para entenderlo, hay que posicionarse en el tiempo. Siglo XVI. Dos destinos para una mujer: el matrimonio o el noviciado. Era un momento de cristianización intensiva para el virreinato. Un buen gobernante: aquel que contaba con ciudadanos santos. Lima fue la primera ciudad en consagrar a una “natural de la tierra”.
Entonces ¿fue Rosa de Lima un instrumento? Sergio piensa que sí. “(Es) un símbolo de cómo la iglesia usa la historia a su conveniencia”. Sin embargo, no se reduce a eso. “La patrona de América” (Raúl). “La Juana de Arco peruana” (Satoshi). O, como Carola propone, la del camino individual.
“No estaba loca. Ayudaba a víctimas del sistema: los enfermos, los indios, los esclavos, los pobres. Había gente que la recibía y que la quería. Obviamente, en esa época no eran todos iguales. Ella no se sentía encima de nadie, pudo transmitir un cariño especial”.
Por partes: “no estaba loca”. Aunque algunos estudios se empeñan en categorizar a Rosa en un determinado trastorno psiquiátrico, es imposible. El cristianismo animaba a los fieles a dedicar su sufrimiento a la divinidad, era un comportamiento frecuente. Además, los sacrificios de Rosa fueron engrandecidos con el fin de lograr su canonización. El primer testimonio escrito sobre ella proviene de un dominico alemán, en 1664. Rosa ya era más mito que persona.
Sus obras, en cambio, son innegables. Más innegable incluso: la fe, que persiste en décadas contemporáneas. “Una vez fui con mi mamá y mi abue a su casa a pedir deseo, había mucha cola.” (Adriana). “Pedí un milagro y me lo cumplió. No soy católica, pero para mi niña fue algo muy poderoso” (Lizeth). La primera cofradía con advocación en nombre de Rosa fue de negros aguateros. Desde aquello hasta el presente, Rosa permanece un símbolo para los deseos de grupos subalternos. Solo este 2023, fue imagen del XX Festival Internacional de Cine LGTBQ+ OutfestPerú.
“Cuando la gente está desesperada, quiere creer en lo imposible”, comenta Carola. Ricardo Palma contó en una tradición que Rosa era capaz de conversar con mosquitos y otros animales. Mariana, la mujer que la cuidaba, vio su rostro transformarse en una rosa cuando ella era todavía una bebé de tres meses llamada Isabel. Detrás de la mística, Rosa reorganizó la sociedad en que vivía: venció la supuesta “debilidad” del cuerpo femenino con sus sufrimientos e inauguró una vía de escape para las mujeres que no querían casarse.
Por supuesto, no fue feminista. “Es casi incompatible. En la Iglesia Católica las mujeres no pueden ser sacerdotes ni consagrar. Hay una serie de prohibiciones: hombres y mujeres no son iguales. Aun así, tenemos compañeras que se llaman católicas… Santa Rosa no se reveló completamente, pero sufrió por seguir sus convicciones, como muchas mujeres”, sostiene Carola.
Es cierto: Rosa se opuso a su madre, que pretendía casarla. También se enfrentó a juicios de autoridades religiosas. Las mujeres del siglo XVI que hacían milagros eran perseguidas. Muchas de ellas, las “alumbradas”, fueron castigadas por la Santa Inquisición. ¿Por qué Rosa terminó siendo santa y no bruja?
“Estaba sola”, comenta Carola, que jamás pidió un deseo al pozo de Rosa de Lima. Carola dejó de ser católica a corta edad. Es creyente. Cree, justificadamente, que Rosa fue santificada por no agruparse con más mujeres: no escribir sus revelaciones, no manifestarlas para la comunidad. Si viviera hoy, afirma Carola, lo haría. “(Rosa) estaría con las personas marginadas, viviendo su fe”.
El deseo de Carola es que no haya machismo. “Que no mueran más mujeres”. Que ninguna esté sola en la búsqueda de sus deseos.
Las voces en esta nota corresponden a peruanos, hombres y mujeres, entre los 20 y 40 años, que respondieron a la pregunta “¿quién fue Santa Rosa de Lima?”.