Por Melanie Coyoy

Cada dos minutos fallece una mujer por complicaciones en el embarazo o el parto, esto según el último informe de las Naciones Unidas en conjunto con otros organismos de la misma ONU, llamado Tendencias en la mortalidad materna del 2000 al 2020.  De acuerdo al mismo informe, entre el 2016 y el 2020 la tasa de mortalidad materna aumentó un 15% en América Latina y el Caribe. 

En este artículo conoceremos la historia de parto de 5 mujeres que en diferentes circunstancias tuvieron que traer al mundo a sus hijas e hijos en un país con muchas deficiencias. 

Sistema de salud en Guatemala 

En Guatemala el sistema de salud se divide en privado y público. El sistema público contempla los puestos de salud, hospitales regionales y nacionales; brindados a través del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social, (MSPAS). Dentro de este también entra el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS). En cuanto al sistema privado este va desde los seguros de salud proporcionados por bancos y otras entidades hasta hospitales generales, clínicas privadas y farmacias. 

Aunque parece ser un sistema estructurado, la verdadera palabra para describirlo es: frágil. Una de las principales razones es la centralización de recursos en el departamento de Guatemala. Esto aunque existen  departamentos con más población y mayor extensión territorial. 

Además el IGSS llega solamente al 17% de guatemaltecas y guatemaltecos. Pues para poder poder afiliarse es necesario tener un trabajo con prestaciones. Aunque las personas sean asalariadas el no ser parte de una planilla de trabajo les excluye de recibir seguro social. Además en Guatemala, de acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 65% de la población son parte del sector informal de trabajo. Lo que significa que tampoco tienen la posibilidad de afiliarse al IGSS. 

Dar a luz en un mundo en crisis

La vulnerabilidad, tanto de la población como del sistema de salud del país, se vieron fuertemente afectadas a consecuencia de la crisis sanitaria. En el momento de mayor emergencia el IGSS debía recibir a cualquier persona que necesitara atención por Covid-19 estuviera afiliada o no. Claramente todos los esfuerzos estaban concentrados en combatir la pandemia. Esto repercutió de manera indirecta a algunas mujeres que estaban próximas en dar a luz. 

Ese es el caso de Mónica Obando que se convirtió en mamá en plena pandemia, en junio del 2020. Mónica trabaja en el área de educación en una organización sin fines de lucro que le facilita la afiliación al IGSS, sin embargo a causa de la emergencia no pudo dar a luz en el seguro social y optó por ir a un hospital privado. 

“El IGSS estaba colapsado, en los hospitales (nacionales) corríamos riesgo de contagiarnos mi bebé y yo. Buscamos opción en lo privado, no teníamos tantas opciones ya que cerraron mucho por el covid”. 

Uno de los principales temores de Mónica era contraer el virus pues además de la vulnerabilidad en la que ella y su bebé estarían también pensaba en su mamá que había sido diagnosticada recientemente con esclerosis múltiple. Necesitaba tomar precauciones. A causa de la pandemia tampoco pudo elegir cómo sería su parto. 

“No me dieron oportunidad de que fuera parto normal, ya que los médicos no podían salir en cualquier horario y algunos estaban contagiados, así que debía ser cesárea programada para evitar que no hubiera médicos si era emergencia”.

Al preguntarle si hubiera utilizado su afiliación en el IGSS de no haber existido pandemia, piensa un poco y dice que sí. “Si, en otras circunstancias. Mis 3 hermanos y yo nacimos allí. También mis 2 sobrinos, no hubiera tenido inconveniente, aparte lo he pagado toda mi vida aunque sea en esa ocasión lo hubiera usado”, dice mientras ríe. Explica que el área de maternidad tiene ‘buena fama’ y luego de pensarlo dice que “Ahora después del covid, quizá lo pensaría más.”

Un tema complejo en cuanto al sistema de salud pública en Guatemala es que existe un prejuicio sobre la calidad de sus servicios y de la atención que da el personal. Y como en la mayor parte de veces en la maternidad, todas las personas tienen una opinión sobre lo que es ‘lo mejor’. 

IGSS con buenas y malas experiencias

Alejandra Méndez es emprendedora y dio a luz en abril de este año. Ella había escuchado sobre experiencias negativas dentro del IGSS. Pensaba también en el desgaste de energía que tendría al momento de realizar procesos dentro de la institución, pensando que estos serían lentos y tediosos. 

“Tengo amigas y familiares que no han tenido buenas experiencias en el IGSS, entonces creo que por miedo y desconocimiento no quise hacerlo ahí. Creo que el IGSS tiene los profesionales y el equipo adecuado, sin embargo los procesos son muy lentos, el trámite es muy tedioso”. expresa Alejandra. También le daba temor no recibir un trato humano en la institución por lo que optó por un centro privado. 

Alejandra recuerda que al momento del parto sintió que la atención de la anestesióloga fue clave para sentirse tranquila y segura. Pues no tenía una idea muy clara de qué iba a ocurrir o cómo iba a sentirse en la cesaría. De nuevo, había escuchado experiencias, pero vivirlo fue algo completamente diferente. 

“Aunque no era su deber, ella me acompañó y me fue diciendo paso a paso todo lo que yo iba a sentir, eso me ayudó muchísimo. Recuerdo que hubo un momento donde se me durmieron las piernas, empecé a sentir un hormigueo y aunque ya sabía que era parte de la anestesia era una sensación horrible entonces me asusté. Pero ella me ayudó mucho porque me dijo exactamente cómo me iba a sentir, entonces así estuve más tranquila”, recuerda Alejandra. 

Por otro lado tenemos la experiencia con el IGSS de Celeste Abril, ella trabaja como secretaria y a diferencia de Alejandra ella sí se sintió acompañada pues dentro de la Institución se pone en una misma habitación a 10 mujeres que acaban de dar a luz. Esto hizo que Celeste pudiera hablar con otras 9 mujeres de lo que acababa de vivir. 

“Una no se compone sola, sino acompañada de muchas mamás. Solo en la habitación donde nos pusieron en reposo, éramos 10.  Fue muy bonito porque entre todas nos ayudamos el primer día.”, Celeste también dice que el personal, sobre todo las enfermeras fueron muy atentas con ella y su hijo. “En mi experiencia todos me trataron muy bien y también a mi bebé. Me lo atendieron muy bonito las enfermeras, estaban al pendiente de nosotros, le cambiaron el pañal dos veces. Muy amables.”

El parto de Celeste fue natural y recuerda que el 4 de noviembre del 2022 fue a las 10 de la mañana a realizar la suspensión que le correspondía por su tiempo de post parto. Luego fue trasladada a la sede del IGSS donde finalmente daría a luz a las 16h. 

Un servicio constante

El IGSS fue fundado en 1946 y forma parte de los logros de la Revolución del 44 en Guatemala. Es una institución gubernamental, pero cuenta con autonomía. En sus concepción este fue pensado primero para recibir a personas asalariadas para poco a poco poder afiliar también a las personas que no contaran con un sueldo fijo. Sin embargo esa meta no ha sido lograda 77 años después. 

Claudia Zamora recuerda cuando dio a luz por primera vez, hace 30 años. 

“En ese momento yo era súper jovencita, tenía menos de 20 años. Y la persona con la que yo me casé era quién tenía la cobertura en el IGSS. Fue un parto sin ninguna sorpresa, muy normal, muy tranquilo”. Además explica que recibió en la misma institución la atención desde el momento que supo que estaba embarazada con chequeos cada mes para monitorear el desarrollo de su hijo. Luego del parto, Claudia se sintió muy acompañada pues además del personal de salud también tuvo atención de una trabajadora social para resolver sus dudas. 

“Ella siempre estaba ahí pendiente si tenía alguna pregunta y pasaban a preguntar si alguien quería platicar con la trabajadora social, entonces fue una atención muy bonita. Me hizo sentir no tan sola y me hicieron sentir segura de qué era lo que iba a suceder. Te dan mucha información, incluso te dan algún folletito con información como la lactancia o la dieta de los 40 días”. Claudia recuerda también que le enseñaron a cambiarle el pañal a su bebé y que el trato de las enfermeras y doctores que llevaron todo su proceso, fue amable. 

Nueve años después Claudia volvió al IGSS al área de maternidad, pero esta vez la decisión de ser atendida ahí no la hizo por no tener otra opción, como la primera vez, además ahora ella ya era afiliada. La experiencia fue completamente distinta pues a partir del quinto mes de embarazo comenzó a tener complicaciones, situación que la hizo permanecer en reposo absoluto por 2 meses internada en el hospital. 

“Empezaron los problemas de parto prematuro desde el quinto mes. Desde ese momento me dejaron en reposo absoluto y ahí empezó nuestro tomo uno y tomo dos. También me sentí súper acompañada, las enfermeras fueron re lindas. La trabajadora social y la psicóloga también me estuvieron acompañando por dos meses”.

Recuerda que el médico tratante también fue muy amable y respondía la avalancha de preguntas que tenía. Este embarazo tenía una carga emocional muy fuerte para Claudia pues temía que el bebé naciera mucho antes de los 9 meses. Las preocupaciones que le generaban estos pensamientos hacían que tuviera contracciones, pero gracias a ejercicios de respiración propuestos por la psicóloga asignada pudo terminar con ese ciclo que se repitió mucho durante el tiempo de espera en el hospital. 

El segundo embarazo de Claudia fue de 7 meses y las complicaciones fueron causadas por unos fibromas que controlaron durante el embarazo. 

“Me monitoreaban, incluso yo tuve hasta atención médica externa. Me mandaban a servicio contratado para hacer algunos chequeos del bebesito. Yo oía el corazón de mi hijo. tuvimos la alegría de verlo en ese escaneo 3D que no existía en Guatemala o era el inicio, estoy hablando de hace 21 años. Y tengo ahí la foto de Juan Fernando que se veía como un bebé muy activo, pero bajo de peso”.

El IGSS no cuenta con servicios tan especializados, ni en ese momento ni ahora, así que cuando eso sucede realiza una consulta externa en el sector privado que es absorbida por la institución a través de servicios contratados. 

“Si hubiera tenido que pagar por ese servicio médico quizás no hubiera recibido una atención tan buena como la que recibí en el IGSS”.

Ella también recuerda que en este segundo parto le dieron indicaciones para alimentar a su bebé con una combinación de fórmula y leche materna También para ‘cangurear’ a su bebé. Este es un método donde la madre o padre tiene a su bebé en contacto directo, piel con piel. Se utiliza con bebés prematuros o bajos de peso.

“Al final mi experiencia con el IGSS te puedo decir que fue satisfactoria. Agradezco el trato de esas personas en ese momento. Sobre todo por Juan Fernando y tocó cangurearlo tuvieron toda la paciencia del mundo para explicarme, para enseñarme.” Claudia se escucha agradecida pues percibe que siempre hicieron más por ella y sus hijos. Por esta buena experiencia ella no duda en recomendar al IGSS. 

“Si yo tuviera que recomendar a la institución a alguien que va a tener a sus hijos ahí por primera vez, yo no dudaría en recomendarla.” 

Acompañarse por otras

Cuando Alejandra piensa si tuvo algún momento incómodo dentro de su cesaría inmediatamente habla sobre la vulnerabilidad de estar en una sala de operaciones rodeada de hombres. En su caso solo la anestesióloga era mujer. 

“Lo único que me hizo sentir incómoda fue que en la sala de operación, las personas que me operaron eran hombres. Dentro de la cesaría, una tiene que estar desnuda. Una está súper expuesta. Aunque es el trabajo de los médicos y lo han hecho muchas veces, una se siente incómoda, expuesta. Te tienen acostada en una camilla sin ropa con los brazos abiertos, las piernas abiertas y creo que esa parte fue un poco incómoda”. cuenta Alejandra mientras se escucha de fondo a su hijo Rodrigo. 

Pensando en este tipo de situaciones incómodas la comunicadora y defensora de los derechos sexuales y reproductivos, Joseline Velásquez decidió parir en un centro privado donde fue acompañada por parteras. Explica que eligió este lugar para su parto porque ya había sido atendida ahí. 

“Tenía experiencia de haber tenido consultas ahí de salud sexual y reproductiva y de métodos anticonceptivos. El trato y la atención siempre fue especial, me sentía segura”.

Joseline descartó por completo el servicio público, pues no quería enfrentar precariedad o violencia dentro en su atención en el momento del parto. Hace énfasis en la violencia obstétrica que sufren algunas mujeres en ese sector de salud. 

“No quería que me ‘cortaran’ para que el parto fuera más fácil. Y me refiero al corte que hacen algunos profesionales, entre la vagina o los labios hacia el ano para que el parto sea más fácil. No quería, tenía miedo de que eso me pasara”.

La atención prenatal la recibió en otro centro privado, donde no se sintió cómoda para el parto pues percibía un trato de una empresa que presta un servicio más, sin mayor interés genuino por ella o su bebé, Amapola. 

“Yo quería tener la posibilidad de sentirme cómoda con mi cuerpo, que no me juzgara por querer tener un parto natural, en donde no me estuvieran presionando para pujar”.

Dentro del parto Joseline dice que se sintió muy acompañada y no solamente por las parteras, también por su hermana y el papá de Amapola, quiénes pudieron estar presentes. Ambos recibieron junto a Joseline varios cursos antes de que llegara el momento del parto. Esto de alguna manera generó un vínculo entre ella y las parteras. Se sintió acompañada físicamente, a través de las técnicas de respiración que le enseñaron, pero también emocionalmente con los cuidados físicos y emocionales. 

“Nada de lo que lees, de lo que ves en videos o de las experiencias; te prepara. Te da información, pero el momento es único. Yo no voy a decir que tuve un parto sin dolor o un parto bonito porque fue un parto intenso. Había mucho dolor, mucha carga emocional y cansancio”, recuerda. Lo dice con una sonrisa que explica que genuinamente se sintió cómoda. 

Joseline hizo todos los esfuerzos necesarios para que el momento del parto fuera cómodo para ella y para su bebé, sin embargo el hecho de confiar el procedimiento a parteras en vez de médicos hizo que la decisión fuera cuestionada por sus amistades. Ocurre que aunque contar con el acompañamiento de una partera o comadrona es algo muy común en el país se sigue teniendo prejuicios sobre su conocimiento.

 “Yo compartí la forma en la que había decidido tener a la bebé, que no era en un hospital, con doctores, con anestesia. Y que por el contrario había decidido tenerla con parteras en un centro, en una clínica diferente. Y en algún momento se me cuestionó por qué. Que no estaban preparadas”. Joseline explica que se sintió juzgada y con dudas sobre su plan de parto, incluso contempló cambiarlo.

Para ella existe un prejuicio de clase sobre las parteras y las comadronas, clasificándolas como ignorantes o poco capaces por no seguir al pie de la letra los métodos de la medicina occidental; pero, al recordar por qué había tomado la decisión en principio, comodidad y bienestar para ella y su hija, retomó la seguridad del principio. 

“No solo fue un servicio. Había una conexión especial de las parteras, nos comunicamos para saber cómo estábamos. Yo ya estaba muy cansada el último mes, ellas me recomendaban mucho por chat ‘tomá este té’. Preguntaban: ¿Tienes alguna duda? ¿Cómo te has sentido?».

La atención que recibió Joseline fue muy especial para ella, detalles como recibir una impresión de  la placenta, tener la membrana como un recuerdo. El corte del cordón umbilical no fue inmediato y lo realizó su hermana. Además de haber hecho cápsulas y pintura con la placenta. Este tipo de detalles no existen en el sector público o privado. Para ella es parte del fortalecimiento del vínculo madre e hija. 

Privilegio agridulce

Para Joseline tener el privilegio de vivir un parto como el suyo, como quiso, es un tema agridulce. Pues sabe que esta no es la realidad de muchas guatemaltecas. Que por diferentes razones su única opción es el sistema de salud público. 

Deben acudir a lugares lejanos de sus comunidades, tener a la mano de alguna forma de transporte y en algunos casos, recibir atención médica en un idioma que no es el suyo. Por eso muchas acuden a comadronas que pueden explicar desde lo cotidiano lo que están pasando y que además les hablarán en su idioma.

En contraste a lo ofrecido por el MSPAS el sector privado generalmente apuesta por ofrecer el servicio de cesárea y este tiene un costo entre Q7 500 hasta los Q50 000, es decir entre USD 960 y USD 6 400. 

“Cada mujer debería tener la posibilidad de que su parto sea recordado aunque haya sido intenso como el mío. Doloroso y cansado. Que haya la posibilidad que no sea violento, no violento porque ejercen violencia obstétrica”.

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Más adelante, podremos conocer más historias de mujeres en Guatemala, sus experiencias dando a luz en departamentos de todo el país y su vivencia en el parto de la mano de ‘comadronas’.