Por Arleth García

La escritura es un proceso, un desarmado y armado de nuestros pensares y/o sentires. Es un ritual donde nos preparamos avisando al cuerpo, apoyándonos en elementos sin los cuales no podemos escribir. Nos permite hacer comunidad con personas que se volverán tus lectoras. Implica borrar escribir en la misma hoja durante horas. Ese arduo proceso creativo, hoy es comentado por Alejandra Eme Vázquez.

Como escritoras debemos de hacer toda la ruta anterior más enunciarnos desde el ser mujeres. Abordar en torno a las representaciones del espacio doméstico. Todo esto para seguir las vertientes de nuestra escritura como acción afirmativa en sí misma. Por otro lado la escritura es construcción de subjetividad.

Todos estos consejos y conceptos son parte de las mentorías bingo-taller y encuentro de escrituras y cuidados, un proyecto sobre “Pensar lo doméstico”. Se trata de un ensayo que analiza la dinámica de cuidar y ser cuidada. Un proyecto por entregas que busca “hacer la revolución” para asumir el goce, posicionar el apoyo en colectivo. Lo mencionado antes son algunos de los espacios/proyectos a los que ha dado vida: Alejandra Eme Vázquez  

Alejandra Eme Vázquez (Ciudad de México, 1980) es escritora, docente, editora, mediadora de lectura y cuidadora. Estudió lengua y literatura. Desde hace más de diez años ha colaborado regularmente como columnista en medios impresos y digitales. Calcula haber publicado, hasta ahora, unos 250 textos ensayísticos de temas muy diversos. Tiene a su cargo un laboratorio remoto de escrituras e imparte talleres de escritura con enfoque de cuidados. Coordina el proyecto Pensar lo doméstico, un espacio colectivo para generar diálogo, lecturas y escrituras críticas alrededor del espacio doméstico y los cuidados.

Asimismo, es parte del comité organizador del Encuentro de Escritoras y Cuidados, cuya primera edición se llevó a cabo en octubre de 2019. Actualmente combina sus labores de cuidados con la impartición de talleres para jóvenes y adultos, la creación de contenidos editoriales y el ejercicio de la escritura. Su ensayo “Su cuerpo dejarán”, ganó el premio Dolores Castro de ensayo en 2018 y en el 2019 se publicó bajo el sello de El Periódico de las Señoras, Kaja Negra y Enjambre Literario. Editó el proyecto de escritura colectiva Lucrecia, primer borrador, en coordinación con la compañía teatral estable de la Universidad Veracruzana y con la participación de: Alejandra Arévalo, Gabriela Damián Miravete, Diana Del Ángel, Brenda Navarro y Yeni Rueda.

La apuesta de Alejandra, como una lectora que escribe, es de acompañar a otras autoras a escribir ensayos. Pues afirma que todos podemos escribir y que necesitamos herramientas para proteger, potenciar, explorar y disfrutar de nuestra escritura. 

¿Qué significa para ti el escribir, ser y nombrarte escritora?

Yo tengo una relación desde niña con esta escritura que llaman “creativa”. Primero como lectora y luego como ejecutante, y hasta la prepa escribía hasta por los codos. Luego entré al mágico mundo de los estándares. Eso mermó un poco mi entusiasmo, pero lo retomé con fuerza desde hace unos años porque para mí escribir es mi espacio de afirmación elegido. Por eso es que nombrarme no tiene que ver con la calidad de lo que escribo, con publicar ni con el futuro de mis textos. Decir que soy escritora significa reconocer abiertamente que mi relación con la escritura es vital para mí. 

Desde sus espacios ha pronunciado que para las mujeres que escriben, la escritura debe ser trabajada con enfoque de cuidados. Donde se reflexionan y realizan ejercicios sobre cómo incorporar los cuidados en nuestro quehacer desde asumirnos escritoras. Puntualizando que son autoras vivas.

¿De dónde y por qué surgió el querer dar acompañamiento a otras escritoras por medio de los laboratorios que facilitas y la importancia de nombrar las Escrituras vivas?

Al revisar mi relación con mi propia escritura y la de otras personas, noté eso que ya se ha dicho sobre la visión muy tradicional del arte como un espacio de genios sin cuerpo, que escriben en condiciones asépticas y que son arrebatados de lo mundano para poder crear. Yo empecé a proponer otra visión, primero tímidamente y luego ya con mayor desfachatez, y básicamente se trata de explorar todo el tiempo qué ocurre cuando se pone al centro no sólo la vida sino la vitalidad, que es uno de los principios del trabajo de cuidados.

Esta visión de los cuidado, el cuidar y ser cuidadas, que involucra en todos los procesos de escribir, leer, acompañar y visibilizar también lo llevó a una iniciativa que comenzó a principios de años como algo que “solo vivía en su imaginación y que ahora es una realidad” llamada “Odo ediciones” una editorial autogestiva y sin fines de lucro que impulsó junto con Libia Brenda. Aunque dice “autogestiva”, no se debe dejar de nombrar que hacer libros requiere dinero y es necesaria la remuneración del trabajo de todas las personas que participen en el proceso.

¿Cuál fue el motivante para acompañar a otras escritoras a poder publicar sus escritos ?

Cuando Libia Brenda me contó del proyecto de Odo Ediciones, supe que quería ser parte de esto. Yo soy la cuidadora de temporadas de la editorial, de broma digo que soy como una “tía” para las autoras porque las acompaño en el proceso de generar vínculos con su comunidad lectora mientras su libro es editado. Normalmente las editoriales tienen relacionistas públicos que agendan presentaciones, actividades y apariciones de las autoras, pero siempre es con fines utilitarios y en contranarrativa a esto fue que imaginamos este esquema. Aprovecho para invitarles a suscribirse en odoediciones.mx

Dentro de su iniciativa de ensayo de sí, ha mencionado que “muchas vivencias, reflexiones, intuiciones que nos atraviesan y que, por lo tanto, quisiéramos llevar a la escritura. Sin embargo, parecen no encontrar su cauce. Históricamente, esto se explica con la masculinización del canon literario, que se ha construido para deslegitimar lo femenino, por falta de representación de escritoras en el canon configurado a partir de lo “clásico”, de las redes de enseñanza de literatura, de la crítica literaria, del historial de premios, de la academia, de las editoriales y los discursos relacionados.”

Esto puede verse en el claro ejemplo de la falta de mujeres en los primeros acercamientos de la infancia mexicana a la literatura mediante los libros de texto gratuitos. Para el final de la primaria, las y los estudiantes habrán leído en este libro a un 13.7 por ciento de autoras, contra 65.4 por ciento de escritores, según el artículo de Escritoras Mexicanas: Feminismo y Reivindicación en la Literatura. Este, fue escrito por la reportera Marcela Vargas en 2020. Aquí, también se habla de la marginación de la literatura escrita por mujeres que influye en las mujeres a no escribir.

¿Crees que cómo escritoras siempre vamos a conocer a esa “impostora”?

Actualmente escribo un ensayo por entregas titulado Sensacional de Escrituras junto con Salomé Esper y Ana Laura. En el segundo tomo mi objetivo es hacer una especie de disección de lo que han llamado el “síndrome de la impostora”. Y digo que lo han llamado así porque creo que forma parte de vocabularios impuestos y más bien yo propongo elaborar sobre ello. Decirle síndrome es hiriente y poco preciso, como también lo es llamarlo impostura, ¿impostura de qué? Creo que con ese término tan vago estamos nombrando un sinfín de detalles en los que podemos detenernos a pensar con minucia, que es una forma de hacernos justicia también.

La literatura nace en la intimidad del hogar. Por lo que Adriana Pacheco, fundadora del Proyecto Escritoras Mexicanas Contemporáneas, es una de las primeras en encender un foco rojo ante diversas problemáticas sociales.

Muchas mujeres tienen miedo a escribir porque sienten que “no tienen nada que aportar”, pero desde tus talleres te has pronunciado a que todas nuestras historias importan, ¿Qué les dirías para abrirles camino a intentar escribir?

Que valoren y escuchen sus propios procesos. Muchas veces damos por descontado que lo único importante es el producto y ese es un esquema casi empresarial de la escritura, que no permite analizar nuestro propio trayecto. Creo que hay muchas cosas muy seductoras en la escritura y una de ellas es esta certeza de que si bien muchas personas pueden escribir sobre lo mismo, nadie lo hará de igual manera porque la escritura es una expresión de la particularidad. Esa dimensión dactilar de la escritura es maravillosa.

El primer ensayo de Alejandra, fue sobre los cuidados, que nació  a partir de un círculo de lectura de “Pensar lo doméstico” en la Biblioteca Vasconcelos. Donde se cuestionaba sobre los “asuntos” de mujeres. Aunque en lo personal, como lectora, el libro de “Su cuerpo dejarán” me removió, hay otras autoras que desde sus tiempos han nombrado el espacio doméstico como: Rosario Castellanos, Amparo Dávila, Luica Berlin, Elena Garro, entre otras. Es importante leer las diversas perspectivas para enriquecer nuestros saberes y cuestionamientos.

 ¿Cuál fue tu sentir cuando te compartían/comparten experiencias sobre su relación con los cuidados y la escritura a partir de tu propia experiencia?

Para mí fue una absoluta sorpresa cómo se recibió ese libro y mi experiencia me cambió la manera incluso de auto-percibirme. Sin embargo, no es una autoría que hubiera considerado y creo que todavía faltan muchas conversaciones para poder hacer vínculos más sustentables. Sin esas vivencias no hubiera podido escribir el Sensacional de Escrituras, que ahora sí viene de hacerme cargo por completo de lo que escribo, y de lo que no también.

Las escritoras no somos acreedoras de la verdad absoluta. En la literatura se dice que ya todo está escrito. Las escritoras recalcan que sí es así pero desde lo que no se ha escrito es desde tu propia visión. Por eso, el hablar de las autoras vivas, aquellas que están escribiendo y aportando en la actualidad, requiere de una escucha de lo que proponen. Un saber desde donde nos escriben, es decir, cuales son aquellas cosas que les removieron algo y les hicieron escribir sobre cierto tema.

El enfoque escritural tiene que ver con reconocer nuestra vitalidad y jugarla, lo más consciente y lúdicamente posible, al escribir, como dice Alejandra. Sigamos conmemorando la escritura y a las escritoras en este día.