Por Ana Pieters

El factor pandemia ha influido en todos los aspectos de nuestras vidas y cambió la forma en la que nos desenvolvíamos. Si bien es cierto que algunas entrevistas ya se realizaban de manera remota, en caso de que la persona se encontrara quizás en otro país o ciudad; ahora, al estar a escasa distancia, también es necesario utilizar esta modalidad. 

Familiarizarnos con las distintas aplicaciones que nos permiten realizar videollamadas es cada vez más fácil, pero seguro nunca te preguntaste: “¿Quién diseña estas plataformas para que la experiencia sea sencilla?”.

Desde diseño de aplicaciones para celulares, pasando por páginas webs, hasta pantallas de cajeros de banco, cada uno de ellos cuenta con diseñadores de experiencia de usuario que buscan simplificarte la vida. 

En esta ocasión, La Antígona habló con Estefanía Telis, diseñadora de experiencia de usuario, venezolana migrante que con mucha incertidumbre y grandes sueños llegó hace algunos años a Perú. 

Cuéntame un poco de ti, ¿de dónde vienes y hacia dónde consideras que vas? Porque a ti no puedo Googlearte aún… Seguro en poco tiempo ya aparecerás.

Soy Estefanía Telis, una venezolana apasionada por la tecnología y que trabaja como diseñadora de experiencia de usuario. Anteriormente, en Venezuela estudié cuatro años de medicina, pero tuve que dejar la carrera porque la situación se estaba poniendo difícil. Y, bueno, todo el mundo me decía que no lo hiciera, que solo me faltaba un año, que estaba loca, pero en ese momento necesitaba dinero y comencé con el marketing digital que era algo que me gustaba y sabía mucho del tema. Por algunos años, me fue muy bien, pero la situación de Venezuela se complicaba cada vez más y fue cuando decidí venirme a Perú. 

Al principio, como todos, comencé trabajando en Wilson, diseñando banners en una imprenta, era horrible porque trabajaba 12 horas al día 6 días a la semana y resultaba extenuante. Luego, un día, vi que hablaban sobre Laboratoria y me puse a investigar sobre su bootcamp, un programa que enseña a mujeres habilidades para conseguir su primer trabajo en tecnología. Deseaba poder hacerlo, pero el reto era mantenerme los seis meses que duraba, porque no podía trabajar y estudiar al mismo tiempo, fue muy duro, pero lo logré con ayuda de personas que confiaron en mí, y aquí estamos. Luego de graduarme en Laboratoria, entré a trabajar en Scotiabank y actualmente estoy en Auna, una reconocida empresa del rubro de la salud en Perú y Colombia.

¿Por qué elegiste Perú en vez de, por ejemplo, Argentina o Chile?

Principalmente por las facilidades migratorias, porque a pesar de todo, el tema de los papeles no es tan difícil como en otros países. Además, está más cerca de Venezuela, así que yo pensaba: “Bueno, si algo sale mal, pues me regreso”. No tenía tanto dinero para el pasaje y coincidía con que ya estaba en Lima un familiar. Esos fueron los motivos principales. 

¿Cómo crees que ha influido todo este proceso en tu salud mental?

Ha influido mucho negativamente, porque no es fácil. Todo lo que implica el duelo migratorio es complicado, allá todo sigue igual y uno se desgasta. Yo sigo en terapia, porque cuando piensas: “Ya lo tengo, ya he logrado superarlo”, vuelves al punto de partida. No es nada fácil, pero se hace lo que se puede.

¿Qué crees que te ha brindado Perú que otro lugar no hubiese podido hacerlo?

La comida (risas). De verdad que el estándar de comida de aquí es muy alto. Perú tiene comida muy buena. Pero, además, también me dio la oportunidad de conocer Laboratoria y formarme en lo que me gusta. Estar trabajando en lo que me apasiona y conocer personas muy chéveres.

Ahora, ¿qué crees que aprendiste en Perú que en otro lugar no hubieses podido aprender?

Principalmente, empatizar con otras realidades y entender el porqué de las cosas. Saber que Perú tiene una sociedad que ha sido muy golpeada y maltratada por sus políticos. Detenerme a preguntar por qué piensan así, sin asumir lo que pasa.

¿Cómo llegas al bootcamp de Laboratoria y qué es lo que estudiaste allí? 

Bueno, yo estaba estudiando con cursos de una plataforma de educación online llamada Platzi y un día vi un vídeo donde hablaban de eso; entonces, me puse a ver más y acudí a una feria de Laboratoria y fue como: “Wow”. Me explicaron todo y básicamente es aprender en seis meses lo que se aprende en tres años. Son conceptos sólidos y un poco de cada cosa que necesitas. 

¿Sientes que siendo una persona afro, migrante, mujer y parte de la comunidad LGBTQI+ hay más prejuicios sobre ti, a diferencia de que solo pertenecieras a una sola de esas etiquetas?

Sí, pero he tenido la fortuna de estar en burbujas acá en Lima que quizás otros no. Por ejemplo, en Laboratoria, que se enfoca hacia el feminismo. Eso me conectó con otras personas que pueden pensar igual que yo, pero no estoy exenta de la discriminación. Por ejemplo, una vez fui a comer a Larcomar y un mesonero me trató muy mal. Y me di cuenta que solo era conmigo porque luego llegó una familia y cambió su actitud. También me pasó que iba caminando y alguien desde un carro bajó la ventana para decirme algo sobre mi cabello.  O esa vez que compramos una lavadora y el delivery no podía creer que yo era la que vivía en el departamento, creía que era una empleada. También siento mucha inseguridad actualmente como parte de la comunidad LGBTQI+. Me da pánico tomar la mano de mi novia. 

¿Ser mujer te ha puesto alguna barrera en tu vida?

Una barrera como tal creo que no, pero sí he notado en mis trabajos que cuando los hombres hablan, tienden a dejar a un lado a las mujeres y es como que: “Mira, pero ya va, yo también quiero expresarme”. También cuando trabajé como diseñadora en Wilson había clientes hombres que me tenían que decir algo, pero miraban a los hombres que trabajaban ahí.

¿Cuál es tu mayor logro personal?

Yo creo que mi relación de pareja, porque eso denota mi crecimiento personal. Esa fluidez con la que se llevan las cosas.

¿Tuviste algún reto al momento de asumir tu orientación sexual?

Reto como tal no, porque yo me descubrí tarde, pero sí quizás en lo familiar. Si alguien me preguntaba, yo no lo negaba, pero es cierto que existía una especie de tabú o eso de no expresarlo libremente. 

¿Qué hace un diseñador de experiencia de usuario? ¿Eres como Neo de Matrix hackeando?

No (risas). Digamos que es la evolución de lo que antes llamaban “diseño web”, pero hoy en día se sabe que no es solo hacer una página web bonita visualmente, sino que es importante entender las necesidades de las personas que van a interactuar con una plataforma digital y diseñar soluciones con ese enfoque. Así que a eso me dedico, a escuchar y entender a las personas, y luego buscar soluciones (digitales o no) que les ayuden a lograr sus objetivos, y también se alineen con los objetivos de la empresa.

¿En algún momento el acento ha sido un inconveniente en tu trabajo?

La verdad nunca me han dicho nada, pero yo sí tengo un poco de miedo a veces. Sobre todo cuando la xenofobia está en su punto más alto. Porque me ha tocado llamar a los clientes y me da miedo cuando escuchan mi acento. 

¿Cómo haces para mantener tus rulos?

La verdad es que soy muy floja para mantenerlos, pero trato de tener productos para el cuidado. Dejé de hacer algunas cosas que crean frizz como secarme con la toalla. Lo más importante es que los acepté tal como son, y ahora los dejo ser libres.

¿Qué le dirías a la Estefanía del pasado y a las niñas que te pueden ver como un ejemplo?

Uf, qué pregunta tan complicada, porque puedo llorar, pero le diría que sí puede lograrlo, que no importa lo que muchos digan. Que no le pare a los comentarios. Y a las niñas les diría que el camino puede ser duro, pero se llega a la meta.

Ping pong Antígona

¿Ceviche o Ají de gallina?

Ceviche.

¿Perros o gatos?

Perros.

¿Invierno o verano?

Verano si hay playa (risas).

Luego de esta charla tan amena, terminamos la entrevista a distancia, y me quedé con una gran admiración por la entrevistada y la terrible certeza de que no importa cuánto hemos avanzado en el mundo, al día de hoy, los prejuicios están más latentes que nunca. Sin embargo, en muchos casos, eso no impide que el ímpetu de ese empujón necesario para conseguir los sueños.