Por Arturo Gutarra

Foto: Arturo Gutarra. Intervención por La Antígona

María Clara Lozano Huamán. Así es cómo la conocen todos sus vecinos y su misma hermana. Sin embargo, esta joven de 24 años de edad no cuenta con un documento que la reconozca e identifique con algún nombre. A pesar de la insistencia de los vecinos, no ha obtenido ayuda para conseguir su partida de nacimiento. Aún así, su historia llegó al corazón de un fotógrafo. El mismo que nos cuenta en esta crónica, cómo es el vivir sin identidad.

Los años pasaron muy rápido para las hermanas Lozano Huamán, viviendo bajo su hogar construido con esteras y calaminas. Trece años que son causa de nostalgia para Deysi, la hermana mayor. Ella, a sus 27 años, toma un rol importante al cuidar a su hermana discapacitada. Viviendo con el misterio del cómo, un día, nunca volvió a hablar ni a escuchar, quedándose así por el resto de su vida.

María Clara
Foto: Arturo Gutarra

Una noche, cuando su hermana se encontraba delicada de salud, Deysi se comunicó con una miembro del comité de damas para solicitar ayuda y para llevarla a un centro de salud más cercano.Lamentablemente, ella no contaba con documentos que identifiquen a su hermana. Este hecho dejó al descubierto que su caso, se convertía en uno más dentro de la cifra de una problemática social que con el pasar del tiempo ha sido olvidada y a la que muchos gobiernos no le han tomado importancia.  

“El silencio es el ruido más fuerte, 

quizás el más fuerte de los ruidos” 

-Miles Davis-

María Clara
Foto: Arturo Gutarra

El distrito de La Esperanza, es el más poblado de la provincia trujillana, según el último censo del 2017. Cuenta con  un aproximado de 189,206 habitantes. Fue este lugar al cual acudí cuando me llegó la propuesta para trabajar como fotógrafo de campaña. Oferta que acepté. Claro, eso implicaba estar pendiente a los viajes en todo el territorio Liberteño. Además, debía estar al tanto de cada movimiento y gesto de mis clientes para capturar el momento perfecto. Cada lugar con población vulnerable se convertía en ese tesoro al que todo postulante al gobierno quiere acercarse. Sus objetivos son repartir palabras ficticias y enamorar a las personas que más necesitan de ellos. Los mismos que ponen toda la fe en que en algún momento, regresarían a visitarlos y cumplir su palabra.

—Iremos al Cerro Cabras, de seguro habrás ido, ¿verdad? —decía una candidata por la «palatina» de Acción Popular. 

—Mis padres dijeron que por ahí es peligroso. No he pasado por esas zonas —respondí temeroso. 

—Tenemos contactos por el sector. Estas personas suman votos. Si vamos, a este paso, de seguro tendríamos el ingreso seguro. —comentó entusiasmado el asesor de campaña, mientras manejaba el automóvil.

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Foto: Enrique Narvaez

Dos mil quinientas familias -incluyendo menores de edad- eran quienes habitaban en los arenales. Aún cuando varias autoridades, locales y regionales, recurrían a la zona a entregar apoyo humanitario, olvidando que sus dirigentes exigían la construcción de veredas.

En el asentamiento, aquellos niños y niñas eran los iconos en las fotografías para elevar la popularidad y robarle puntos a la competencia. Yo, un jóven comunicador, tan solo observaba, graficaba lo oportuno y continuaba con lo mío, mientras iba escuchando las típicas promesas del retorno una vez que alcanzaran la victoria. 

—Envié un oficio al señor Kike. Tuve conocimiento que ganó las elecciones, pero hasta el momento no me responde. Necesitamos su ayuda –aseguraba Martha Villarreal, una de las personeras leales al partido, que conocí hace medio año en este asentamiento humano llamado Clementina Peralta.

Foto: Arturo Gutarra

La historia de este lugar es algo interesante. En 2007, un grupo de moradores sin hogar, trabajo y con una situación inestable recurrieron a las faldas de un cerro muy conocido por los trujillanos y se instalaron ahí.

Tras culminar con mi labor y antes de partir del sitio, sentí el compromiso de continuar descubriendo cuáles eran las problemáticas que, en ese entonces, vivían los habitantes. Fue ahí cuando conocí a Doña Martha y a sus hijos. Los mismos que cada vez que regresó por esos lares, son los primeros en preguntarme cómo me ha estado yendo en el transcurso de los días. La amistad entre los moradores y yo, se ha vuelto tan grande como aquellas de la infancia o de la primaria. Asumo sus problemas como míos, y esto me permite hacer que se visibilicen. 

De entre todos ellos, hay uno en específico, que es necesario conocer. Me refiero al analfabetismo. Este, no solo está presente en la región La Libertad, sino en todo el Perú. No es difícil analizarlo ya que gracias a la información recaudada por La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), se ha ido develando su profundidad. Gracias a un estudio realizado en 2020, hoy sabemos que el analfabetismo llega a los 2 millones 211 mil personas aproximadamente. Es decir, un 12,3% de la población; de entre ellos, el  74,1 % son mujeres. 

***

Unos días después, como suele ser mi costumbre, salí a caminar por los jirones principales de Trujillo y me encontré con colegas. Me hallaba hablando con uno cuando me llegó una llamada desde un número desconocido.

¿Quién podría ser? Me pregunté.

Luego de timbrar 4 veces decidí contestar. La voz temerosa se escuchó en mi teléfono móvil. Era la misma voz que escuché hace 5 meses.

—Joven, le saluda Martha de Clementina… 

—¡Hola! ¡Qué gusto volver a escucharle! ¿Cómo está? ¿Y este número?

Martha pasó a explicarme que uno de sus familiares le estaba prestando un celular ya que lamentablemente en las periferias no cuentan con teléfonos.

—El alcalde vecinal quiere contarte sobre un caso de una vecinita. Te lo paso para que pueda comentarte. –fueron las palabras de la Presidenta del vaso de leche

Los relatos de don Luis Flores, alcalde vecinal de Clementina, me hacían imaginar un panorama complejo. Para entenderlo mejor, tomé la decisión de ir a conocer la historia entre los arenales y el frío significativo de la zona. 

Rompiendo la rutina de casa-centro de ciudad, me arriesgué a ir hasta donde se encontraba mi destino. Fueron ocho kilómetros fuera de Trujillo en un microbús de color verde claro. La música chicha no faltaba en cada viaje de ida-vuelta. La mañana calurosa animaba el día para hacer las cosas bien.  

Un hombre, un tanto ya mayor, que aparentaba 70 años y tenía la cabellera blanca, palmoteaba en significado que un pasajero estaba por bajar. Quién diría que con tan solo un par de monedas harías un gran favor a varias personas que verdaderamente lo necesitaban. 

Foto: Arturo Gutarra

Don Luis Flores Acevedo,  me esperaba al interior de su vivienda. Me encontraba listo para empezar a graficar y conocer más sobre la situación. Cuando ingresé al domicilio, logré observar un folder lleno de documentos hechos a puño y lapicero. Estaban sobre la mesa. Ahí, en el documento había una solicitud dirigida a un nosocomio del centro de la ciudad. Se pedía que entregaran la partida de nacimiento de una joven de 24 años de edad cuyo nombre era María Clara Lozano Huamán. 

María Clara
Foto: Arturo Gutarra

***

Ya era medio día. Las calles alegres de Clementina se llenaban con los vecinos del lugar. Ellos salían de sus casas con tapers. Iban con dirección al comedor popular. Todo el camino me preguntaba por María Clara, ¿en qué condiciones se encontrará? ¿Podrá declarar y contarme su historia? 

Subir esas pequeñas colinas en los arenales me habían traído un grato recuerdo. Cuando inició la pandemia, solía pasar por los asentamientos humanos a recolectar testimonios; tal cómo lo estaba haciendo en ese momento. Esos recuerdos se desvanecieron cuando llegué a la vivienda de las hermanas Lozano. Una joven tímida abrió la puerta. Traía puesta la pijama de color rosa. Don Luis, intentaba hacer algunas señas para explicarle mi visita. Era en vano. 

—No puede hablar, ni oírnos. —dijo Olivia mientras acariciaba su cabello lacio y corto. 

Estando un día entero, conocí personalmente a Deysi Lozano, la apoderada de María Clara. Su mirada de cansancio luego de una larga jornada de trabajo me daba claras señales de su historia.

Sus padres nunca le dijeron el motivo por el que no realizaron el trámite de inscripción de nacimiento de su hija, saliendo del hospital. Esto, ocasiono que nunca contara con una partida de nacimiento. Y se uniera a los más de 277 mil 596 ciudadanos que tampoco cuentan con identificación. 

Los años pasaron y los problemas en casa se presentaron, causando la separación, y posterior ausencia de su madre. Ellas tenían 11 y 13 años.  

—Lo que tengo entendido es que vive por Virú con su nuevo compromiso. No hemos hablado desde hace años y le comenté sobre mi hermana, pero no me dio solución ya que también es analfabeta. —comentó. 

No contar con documentos le ha costado perder los estudios básicos como la educación inicial, primaria y secundaria. Su hermana intenta enseñarle a través de los objetos y también improvisando con un poco de caligrafía. Esto, ya que en su caso, dejó el colegio cursando el 3er año de secundaria para dedicarse a trabajar. Desafortunadamente, su padre falleció producto de un cáncer en la tiroides hace 8 años. 

—Mientras yo trabajaba en ventas, mi hermana se quedaba sola en casa. Hasta el momento continúa así. Si un día no trabajo, no tenemos para comer. Sus mascotas -Sasu, Pequeña y Bobby- son con quienes pasa los tiempos libres mientras se encuentra sola.

Un estudio realizado en base a cifras del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), detalla que los 564 mil 487 habitantes que no cuentan con DNI representan el tres por ciento de la población mayor de 18 años. Las cifras más altas se presentan en Piura, Cajamarca, Loreto y La Libertad -esta última donde reside María Clara-.

Además, existen más mujeres que varones sin DNI, puesto que del total de indocumentados, el 57% son mujeres (310 mil 165).

Deysi empezó a llorar desconsoladamente luego de observar las cifras que le mostraba. Ella nunca paró de asegurar que su hermana es su motor para seguir avanzando. Su familia le dio la espalda y no les quedaba de otra que continuar. 

Foto: Arturo Gutarra

El Comité de damas, un grupo de 10 féminas, son quienes están al cuidado de las dos señoritas. He de recalcar que, en el sector, se han registrado muchos casos de violencia y por ende, ellas deben estar siempre al cuidado de María, al menos cuando se queda sola. Cada madre de familia tiene una historia detrás. Aún así,  consideran a María Clara como una hija más de sus familias. Ellas, brindan así, todo el apoyo emocional que ambas hermanas necesitan en estos tiempos. 

—Desde un principio cuando Deysi se me acercó a pedir ayuda para su hermana, sentí esas ganas de estar ahí con ellas. Lo que exigimos es que sea considerada como ciudadana y contar al menos con un SIS. —aclara la señora Alicia, promotora de la comitiva. 

Foto: Arturo Gutarra

***

La noche de ayer -15 de agosto- las madres de familia se organizaron para preparar una deliciosa torta de vainilla con manjar blanco encima. El motivo fue la celebración por el cumpleaños número 25 de María Clara. Durante el preparativo, estas cálidas damas, recordaban cómo llegaron a conocerla, y cómo han podido ayudar desde su precaria posición. Una de ellas es la señora Martha Estrada. Ella no culminó sus estudios de psicología pero cuando María cae en la tristeza, le brinda algunas charlas para alegrarla. Lo mismo sucede con su vecina Olivia, cuya profesión es enfermera técnica. Ella siempre está atenta para cuando María Clara se enferma. Es, sin duda, la indicada y la primera en darle auxilios.

Foto: Arturo Gutarra

Al llegar a la casa, una sonrisa se dibujó en el rostro de María Clara. No se esperaba la sorpresa que le tenían los vecinos. La esperanza de que a sus 25 años sea considerada ciudadana y sea reconocida por el estado, no ha muerto en ella. Tampoco desaparece el apoyo incondicional de su hermana mayor y la de los vecinos. Estas, perduran haciendo que uno de los sectores más golpeados por la pobreza, siga unido y  apoyándose el uno al otro. 

Foto: Arturo Gutarra

La melodía de la clásica canción “Happy Birthday” empezó a sonar en la puerta de humilde vivienda. Era el broche de oro para culminar un día especial en la vida de María Clara. Una joven con sueños y que aún lucha por su derecho a poseer una identidad a pesar de la negativa y el silencio de las autoridades locales, regionales y nacionales. 

*La Antígona se comunicó con las autoridades relacionadas al caso y no pudo obtener respuesta alguna hasta el cierre de ésta crónica*