Por Aylinn Siñas
Hace unas semanas se conmemoró el Día Internacional de la Mujer Trabajadora: unas en las calles, otras al lado de sus familiares o simplemente solas. Sin embargo, ¿cuál es la magnitud en la que el estado de emergencia sanitaria ha afectado a estas mujeres?
Kery Blanco (46) es una médico ocupacional que durante la pandemia ha tenido largas y exhaustivas jornadas laborales. Usualmente trabaja entre 8 y 12 horas, pero por la flexibilidad laboral puede tomarse algunos días libres.
Según el último informe “Estadísticas con Enfoque de Género” del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), Kery formó parte del 64.4% de mujeres que pertenecieron a la PEA (población económicamente activa) en el país a finales del 2021. Esta cifra crece paulatinamente, pero no se iguala a la de los hombres, que representaron un 80.4%.
Una nota de prensa de la misma institución por el Día Internacional de la Mujer señaló que actualmente un 35,8% de las mujeres trabajan en actividades de servicios, 29,3% en agricultura, pesca y minería y 24,6% en comercio. Estos son los sectores que poseen más presencia femenina.
Volviendo a retomar el informe, este también indica que el ingreso promedio de las mujeres en el área urbana representó el 72% del ingreso de los hombres. La diferencia se mantuvo en todos los rangos de edad. El grupo de trabajadores de 45 años a más representó la mayor brecha salarial, siendo esta del 32.5%.
Cuadro: Informe técnico “Estadísticas con Enfoque de Género” (2021)
Esta brecha salarial siempre ha existido. Sin embargo durante la pandemia se ha agudizado. El Instituto Peruano de Economía (IPE) afirma que esto se debe a la menor participación de las mujeres por el cierre de sectores como los servicios y el comercio, sectores en los que más se desenvuelven. Otra razón que resaltan es el aumento de las labores domésticas.
Durante la pandemia los hogares se convirtieron en oficinas, aulas y centros de salud. Esta situación aumentó la carga histórica que, lamentablemente, asumimos las mujeres: las labores domésticas y de cuidados.
“Sí, también me dedico a la labor del hogar. Tengo que cocinar, tengo que preparar a los chicos para ir al colegio, poner la ropa en la lavadora, lo que se hace normalmente en casa. Tengo hijos que me ayudan también, sin embargo, sí, tengo que hacer algunas cosas del hogar”, señala Kery.
La encuesta realizada por el Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán y el Instituto de Estudios Peruanos reveló que durante el año 2021 el 82% de familias del país dejaron el cuidado del hogar en manos de las mujeres. Aparte, las mujeres que generan ingresos dedican 52.8 horas semanales a las labores domésticas.
Mujeres y tareas del hogar
Muchos piensan que lavar los trastes o barrer son cosas sencillas, pero no es así. En el 2021, el 44% de las mujeres dejaron sus trabajos. Un 15% de ellas contestaron que fue para enfocarse en sus hogares. Del mismo modo, el 10% de las mujeres dejó sus estudios superiores para dedicarse al trabajo de cuidados (Flora Tristán/IEP, 2021).
Esta realidad influye en el proyecto de vida de las mujeres. Sus funciones laborales o académicas se ven interrumpidas por los trabajos domésticos y de cuidados. Kery es un claro ejemplo de ello, ya que puede notar cómo afecta en su desempeño laboral: “Tengo que priorizar la comida de los chicos antes de poder hacer algún informe o alguna actividad propia de mi trabajo. Si pongo en una balanza qué es más importante, en definitiva, mi familia lo es”, asegura.
Tampoco debemos ignorar que esa carga afecta su bienestar emocional. Esto puede crear cuadros de estrés o ansiedad que muchas veces son relativizadas.
La corresponsabilidad: solución colectiva
Aunque el problema de la doble explotación de la mujer es estructural, desde nuestros hogares podemos disminuir esta carga que enfrentan ellas con la corresponsabilidad, práctica que fomenta la organización y distribución igualitaria del trabajo doméstico no remunerado. Esto lo debemos de ver desde una perspectiva de responsabilidad mutua, más no de la idea de “hacerle un favor” a la mujer —o mujeres— de un hogar.
Si se inculca esta actividad se podrá reducir paulatinamente la reproducción de estereotipos de género. Ante ello, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) en el año 2020 publicó el material informativo “La igualdad la construimos desde casa. Cartilla informativa para promover la corresponsabilidad del trabajo doméstico no remunerado”. Asimismo, se han lanzado videos educativos sobre esta práctica durante el año pasado.
En el webinar “Presentación de hallazgos del proceso participativo sobre necesidades y estrategias de cuidados” la viceministra de la Mujer María Pía Molero Mesia mencionó que esta política garantiza “el derecho de las personas a dar y recibir cuidados de calidad y en condiciones de igualdad. Permitiría que las mujeres recuperen el poder de decisión sobre sus tiempos”.
Asimismo, el Sistema de Cuidados (SDC) institucionaliza a la familia y ve a la corresponsabilidad a nivel macro. El cuidado de niños, adolescentes, adultos mayores y personas con alguna discapacidad pasan a ser responsabilidad también del Estado y del sector privado.
Los hallazgos señalaron que el 87% de las personas adultas cuidadoras eran mujeres y de estas el 80% interrumpió su vida laboral. En las cuidadoras adolescentes, el 69% interrumpió su trayectoria educativa. Estas cifras confirman que en la mayoría de los casos el trabajo de cuidados tiene un impacto en la realización personal de las mujeres. También se señaló que el 52% de cuidadores recurre a redes familiares para recibir apoyo, usualmente a una familiar mujer. Esto tiene que cambiar. Empecemos desde casa.