Por Angela Valvidia
Hasta el momento, no ha habido un mea culpa por parte del Gobierno por las declaraciones del ministro Manero: aseguró que en el Perú no se pasaba hambre. Los resultados de la Endes de los primeros seis meses del año dicen lo contrario y dan indicios de que la anemia sigue alta, mientras que la desnutrición crónica va en aumento.
Han pasado varias semanas desde que el ministro de Agricultura, Ángel Manero, manifestó ‘‘que en el Perú no se pasa hambre’’, pese a que las cifras dicen todo lo contrario, y hasta la fecha no ha habido un mea culpa ni unas disculpas de parte del Gobierno por las declaraciones que muestran una falta de conocimiento básico sobre lo que ocurre en nuestro país.
Según el último informe de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), la inseguridad alimentaria (moderada o grave) se encuentra actualmente en el 51.7% de la población peruana (17.6 millones de personas), que tiene efectos negativos como la anemia y desnutrición.
De acuerdo a la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (Endes) 2024-I que se filtró el pasado lunes, la anemia afecta al 42.8% de menores entre seis y 35 meses de edad, con lo que se observa una leve reducción, pues en el 2023 se reportó un 43.1%; no obstante, sigue siendo un porcentaje alto y que supera los registrados en el 2019 (40.1%), 2020 (40.0%), 2021 (38.8%) y 2022 (42.4%).
El exministro de Salud Hernando Cevallos, quien también es pediatra, señala que la anemia en los menores tiene repercusiones neurológicas importantes en el transcurso de su vida. ‘‘En las personas jóvenes, durante la adolescencia, puede haber trastornos de conducta, de adaptación al medio y luego puede generar problemas de aprendizaje cuando es adulto, entonces esto significa que el menor no va a tener todas las aptitudes de un niño (que no ha tenido anemia)’’.
Asimismo, el epidemiólogo Antonio Quispe, exvocero del Ministerio de Salud, recuerda que la población en cuestión equivale a más de tres millones de menores, cuyo futuro se verá marcado de manera negativa. ‘‘En los primeros cinco años de vida, el cerebro, que es literalmente materia gris que nos permite desarrollarnos como humanos, se desarrolla al 90%. Si durante ese periodo eres anémico tienes un cerebro que no ha desarrollado a su plenitud y eso es incurable’’.
Desnutrición crónica
En esa línea, los resultados de la Endes 2024-I muestran un incremento en la desnutrición crónica infantil (DCI) en menores de cinco años pasando de 11.5% a 12.2%; es decir, un aumento del 0.7%. Las cifras no superaban el 12% desde el 2020, que fue el primer año de la pandemia y el más crítico, con 12.1%. En el 2021 (11.5%) y 2022 (11.7%) hubo leves mejoras.
Jessica Huamán, vocera de la plataforma por la Seguridad Alimentaria, indica que si bien no se tratan de cifras definitivas, porque solo son de los primeros seis meses del año, de igual manera se pueden observar indicios de que la anemia sigue prácticamente igual y que la DCI ha aumentado. La experta explica que existen diversos factores que provocan estos problemas, entre ellos el principal es la falta de acceso a alimentos ricos en proteínas, como las carnes, y derivados, y ricos en hierro.
Sin embargo, la falta de acceso a servicios básicos, como agua potable, y a establecimientos de salud de primer nivel también influyen. Al no tener una posta o al no encontrar una cita, la madre y el niño no reciben el seguimiento correspondiente, añade Huamán. Además, relata, muchos centros de salud están desabastecidos.
Las zonas rurales son las más golpeadas
Precisamente, en las zonas rurales, donde los índices de anemia y de la DCI son más altos, un factor que influye es la falta de acceso a servicios de salud, ya que los puestos no se abastecen, sostiene Jessica Huamán. Agrega que la falta de acceso potable y segura, ya que puede estar contaminada con metales pesados, es otro problema, junto a una falta de educación alimentaria. Ella cuenta que ha visto en muchas ocasiones a las personas intercambiar alimentos con proteínas, como huevos, por alimentos embolsados o envasados creyendo que eran mejores.
En los resultados preliminares de la Endes 2024-I el índice de anemia en niños entre seis y 35 meses en zonas rurales es del 50.2%, mientras que en las zonas urbanas es del 39.6%. En el caso de la DCI en menores de cinco años la cifra en las zonas rurales es del 22.1% y en las áreas urbanas es el 8.3%.
Ahora bien, según los indicadores de la Endes 2023 (que son de todo el año), la incidencia de anemia en niños de seis a 35 meses en zonas rurales fue de 50.3%. Y las regiones más afectadas fueron Puno (70.4%), Ucayali (59.4%) y Madre de Dios (58.3%). Asimismo, la DCI en el área rural, durante el 2023, alcanzó el 20.3% y en el área urbana el 8.1%. Las regiones con los niveles más altos de desnutrición crónica en menores de cinco años fueron Huancavelica (26.1%), Loreto (21.7%) y Amazonas (19.9%).
Para Quispe las tasas desagregadas en zonas rurales son ‘‘imperdonables para un país que quiere considerarse civilizado’’, pues se trata de que más del 50% de menores en estas áreas tienen anemia. ‘‘Cuando una desigualdad implica injusticia se convierte en inequidad y el problema ahí es que es mucho más difícil de solucionar que las desigualdades. Lo que reflejan estas cifras de anemia es la enorme inequidad que existe’’.
El exministro Cevallos comenta que la anemia ‘‘es un síntoma desgarrador de la grave exclusión que tenemos en nuestro país’’ y que ‘‘no se toma consciencia del impacto de la anemia infantil en el tipo de país que queremos construir’’, porque no será posible competir en un mundo globalizado con los problemas neurológicos y de adaptación que traen las condiciones en cuestión. Manifiesta que hay una carencia multisectorial que condena a no resolver el problema, ya que hay indicadores altos de población sin saneamiento y, por otro lado, no hay una producción agrícola ni siquiera de autosubsistencia. ‘‘El Estado alimenta más la producción de espárragos y arándanos en vez de la agricultura familiar’’.
En tanto, Huamán asevera que las cifras deberían llamar la atención para que las autoridades reconozcan lo que sucede en el país y sus consecuencias.