Por Emma Ramos
Myrian Edith Ramos Marcos, 22 años, Negocios Internacionales
«Yo nací en la peluquería de mi mamá y actualmente ese lugar tiene 25 años. Desde pequeña me llamó la atención el diseño de las uñas, pero nunca lo tomé en serio porque mis planes eran dedicarme a la profesión que estudié. Hasta que llegó la pandemia y tuve que reinventarme.
En el 2019, llegó una tía a Lima a dictar clases sobre extensión de pestañas y diseño de uñas. Ella es de Italia y llegó con la nueva tendencia de la cosmetología. Me invitó a participar, pero no le tome importancia. Hasta sentir la presión constante de mi familia para tomar el curso. Solo ingresé con una condición, renunciar a mi trabajo. El mismo que no me permitía estudiar. Además, los permisos para faltar solo eran en caso de urgencia o de una enfermedad.
Renuncié y tomé las clases durante dos meses, hasta que me volví una experta gracias a la práctica y constancia que le dediqué.
Con las nuevas restricciones de la pandemia, se tuvo que cerrar el negocio de mi mamá. No sabíamos qué hacer. Fue así, que me animé a estudiar de manera online diseño de uñas. Empecé a practicar con mi mamá, primas y amigas cercanas con la finalidad de perfeccionar mis diseños y técnicas.
Una vez que el Estado dio la autorización de abrir los negocios, le pedí a mi mamá que me de un espacio en su spa para colocar una mesa y silla, y empezar a atender por citas a mis futuras clientas. Empecé con una, ella me recomendó a sus amigas. Ahora, no me doy abasto porque son muchas. Estoy en busca de personal para poder atender a todas.
Nunca me imaginé ser socia de mi mamá y trabajar en el negocio familiar. Hoy en día, tengo mi propio espacio y empresa. Gracias a mi carrera de negocios internacionales, empezaré a importar desde México todas las herramientas y materiales que se requiere. Esto, ya que es el país pionero del mundo en el diseño de uñas.
Ahora, entiendo que la vida te da muchas enseñanzas y oportunidades. Solo es cuestión de aprovechar, perseverar y seguir adelante. Por un momento sentí un poco de vergüenza sobre lo que emprendí. Después entendí que no hay mayor orgullo que tener tu propio negocio».