Por Arturo Gutarra
A pesar de las dolorosas pérdidas suscitadas durante la primera y segunda ola de coronavirus, el personal de salud continúa de pie ante las adversidades. En esta ocasión, La Antígona retrata los rostros de seis valientes mujeres que combaten contra esta peligrosa enfermedad en primera línea: enfermeras con especialidades distintas que laboran en la ciudad de Trujillo, una de las ciudades más afectadas por el virus.
Hasta el último reporte dado por la Gerencia Regional de Salud La Libertad (GERESA) este último 29 de octubre, son 128,271 los casos positivos a la COVID-19 en la región, de los cuales, un total de 10,125 fallecieron entre la 1ʳᵃ y 2ᵈᵃ ola. Seis testigos de estos trágicos hechos nos revelan las vivencias íntimas a las que se enfrentan a diario para contener esta pandemia mundial.
1. “TUVIMOS QUE AMPLIAR NUESTRA SALA”, Giovanna Trujillo (47).
Giovanna lleva 15 años en la sala de hemodiálisis, al grado de conocer de memoria las transfusiones de sangre que con mucho cuidado y profesionalismo viene ejerciendo. Con la llegada de la COVID-19 a la ciudad, el hospital donde labora tuvo que ampliar el espacio mediano para mantener la distancia recomendada; es decir, el metro y medio.
“Al inicio hubo contagio entre pacientes y enfermeras; sin embargo, gracias a la vacuna, ha disminuido la alta demanda de contagiados en esta área”, indica Giovanna.
2. “SOMOS DOS MUJERES EN UNA OBRA DE 60 OBREROS”, Bety Cruzado (34).
Existen ocasiones en las que el personal masculino toma una actitud de fortachón cuando de obras se trata. En el área de enfermería, específicamente en el tópico, se encuentra laborando Bety, quien —hasta el momento— atendió a ocho obreros con cortes de riesgo menor, y malestares propios del trabajo. Sin embargo, trabajar con 60 obreros no es nada fácil: «Es complicado manejar el carácter y actitudes de los caballeros, pero se trata de lidiar con ello», señala con cautela Cruzado.
Aunque Bety no se encuentra en primera línea, para ella, el área de salud es muy bonita, la enfermería ocupacional es muy amplia, y no solo se trata de curar heridas en obra: es poder cuidar y prevenir.
3.“80 A 120 PACIENTES POR DÍA HEMOS ESTADO ATENDIENDO”, Yessenia Rosario (47).
Por su parte, Yessenia solía escuchar los llamados de los pacientes internos luego de operaciones exitosas en los hospitales antes que inicie la pandemia. Pese a que era difícil dar un alto a los contagios por varios motivos, entre ellos la desobediencia, los centros de salud optaron por poner en carpas oscuras el triaje diferenciado contra la COVID-19.
«Nuestro objetivo era atenderlos y derivarlos al hospital regional. Los síntomas de los pacientes son dolor de cabeza, garganta y fiebre”, puntualiza Yessenia.
4. “NO ABRAZAR A MI HIJA ERA UNA TORTURA”, Cindy Acosta (36)
Cuando se dio la inmovilización social a nivel nacional, no había transporte para movilizarse. Y aunque algunos taxistas consiguieron permiso laboral, muchos no se atrevían a trasladar al personal de salud a sus centros de atención por temor al contagio. Tal fue el caso de Cindy.
En una conversación con La Antígona, ella manifestó que tenía que caminar una distancia aproximada de 8,9 kilómetros desde su vivienda hacia la salida de Trujillo para el distrito de Moche. Aunque, confiesa, lo peor de todo fue continuar sin abrazar a su hija de cuatro años por temor a que se contagie. Fueron días sumamente inciertos los que se vivieron durante las primeras olas de la COVID-19 para Cindy.
5. “MAMITA, RENUNCIA, NO VAYAS”, María Marín (54).
Con más de cinco décadas en su haber, Maria no imaginaba que tendría que convivir con un virus tan mortal como el SARS-CoV-2. Sin embargo, su vocación por salvar vidas le animó a continuar con sus labores en su centro de salud en el distrito de Moche: “Solía ver jovencitos sin mascarilla deambulando por las calles, pero cuando decimos algo nos insultan”, manifiesta con dolor.
A pesar del gran riesgo al que estaba expuesta, haber seguido los cuidados de bioseguridad mantuvieron a salvo a Marin. “Mis hijos me rogaban, hasta lloraban cuando salía de casa a dirigirme a acompañar a vacunar casa por casa”, recuerda con claridad Maria.
6. “LAS SECUELAS DEL COVID SON MORTALES”, Mercedes Almendras (46).
Las recomendaciones de la enfermera Almendras para atención en vivienda por COVID-19 fueron en aumento durante la segunda ola: a diario tenía a cargo un promedio de 18 pacientes no mayores de 35 años. Aunque hoy en día los casos por COVID-19 han descendido, las secuelas son muy peligrosas, advierte Mercedes. “Me ha tocado atender pacientes en estado crítico, con daños neurocerebrales, insuficiencia renal y, en oportunidades, a pacientes con pre-infarto”.
No había un día de descanso. Las llamadas por la madrugada de desesperadas familias con pacientes infectados en casa aumentaban debido a que los hospitales COVID se encuentran en colapso. No había camillas, ni personal de salud suficiente para atender la alta demanda de contagio.
La recomendación de las protagonistas de este informe a la ciudadanía y a futuros y futuras profesionales de la salud es seguir cuidándose de las nuevas variantes. Ellas no descartan que el virus pueda continuar mutando, por lo cual se pide el uso correcto de la mascarilla y mantener el distanciamiento.
*Se prefirió mantener en anonimato los centros de salud.