Por Renato Silva

Luego de haber sufrido una brutal persecución durante el régimen nazi —que provocó la muerte de entre seis y doce millones de personas en campos de concentración— la comunidad judía es, en la actualidad, poco comprendida e, incluso, acosada y discriminada en espacios públicos por personas con poca tolerancia a la diversidad religiosa, o que reivindican un discurso antisemita.

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Según un artículo publicado por el Congreso de la República en el año 2002 —y rescatado por León Trahtemberg en su sitio web— la presencia de judíos en el Perú se remonta a los años 1850. Fueron activos en la sociedad e historia del país con participación en hechos como el contrato Dreyfus para comercializar guano, el establecimiento de la primera casa de cambio en Lima, así como la fundación del Jockey Club (antes llamado Sociedad de Carreras).

En el censo nacional del año 2017, la religión judía no tenía categoría propia dentro de las estadísticas de religiones profesadas por ciudadanos peruanos. “Otras religiones”, según la contabilidad oficial del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) son practicadas por el 4,8% de peruanos, mientras que el 76,0% se identificaba como católico y el 14,1% restante pertenecían a denominaciones evangélicas.

Según el rabino Mendel, integrante de la secta judía conocida como Chabad, solo en Lima hay 3,000 judíos y, en todo el territorio peruano, podrían haber alrededor de 12 mil.

“Tenemos los mismos padres”

La religión judía, según Mendel, no es muy diferente de las vertientes del cristianismo, como el catolicismo. El Tanakh, que es el libro sagrado de los judíos, cuenta la historia de lo que los católicos conocen como el Antiguo Testamento. La diferencia es que la comunidad judía no acepta el Nuevo Testamento y, por lo tanto, no reconoce a Jesús como el Mesías. 

Pese a la diferencia existente, el judaísmo es considerado el punto de origen del cristianismo y del islam, lo que implica que comparten historias similares que se diferencian en algunos aspectos. Para Mendel, “todo el mundo cree en la Biblia, el cristianismo y el islam, así que la relación que existe es que tenemos el mismo padre, ya que ambos tenemos las mismas madres, mientras que Abraham, Isaac y Jacob son nuestros padres. Creemos en Dios”.

Sin embargo, las diferencias entre estas religiones no implican que el judaísmo rechace las distintas formas que tiene el cristianismo o el islam. De hecho, esa diversidad es aceptada y alentada, pues se reconoce que cada quien tiene una forma especial y característica de relacionarse con Dios. “Todos somos hermanos y hermanas. Y, al final del día, todos estamos tratando de traer a Dios a este mundo y hacerlo… Hacer del mundo la morada de Dios”, asegura el rabino.

Un sinfín de reglas

Otra de las diferencias que puede encontrarse entre el cristianismo y el judaísmo se refleja en los mandamientos que Dios le entregó a Moisés en el monte Sinaí. Mientras que los cristianos siguen los 10 mandamientos del libro de Éxodo, la comunidad judía tiene un conjunto de 613 mandamientos o mitzvah, que no solo inciden en la forma en la que los practicantes se relacionan con Dios y con las personas, sino que también influyen en su forma de vestir, en su aseo personal, e incluso en qué cosas comer.

El rabino Mendel indica que los mitzvah a seguir varían. Las mujeres y los hombres no tienen los mismos mandamientos; al igual que hay diferencias entre los judíos y no judíos.

Estas reglas son formas en las que los judíos pueden establecer una conexión con Dios en todo momento, incluso realizando actividades comunes como descansar. “Lo que Dios está haciendo cuando te da un mandamiento, te está dando una conexión. Dios nos ha dado mandamientos para conectarnos con él. No es que Dios necesite esto o quiera esto otro. Nos ha dado una manera de conectarnos con él”, explica Mendel.

La promesa de la resurrección

Contrario a las creencias cristianas, el judaísmo no considera la existencia del purgatorio. De hecho, tampoco considera que el cielo o el infierno sean lugares de descanso o castigo eternos para las almas de sus fieles conforme a su comportamiento. 

La religión judía tiene una visión positivista sobre el destino del alma luego de la muerte del cuerpo físico. El infierno es un lugar de transición en la que se “lavan” por 12 meses las impurezas de las almas antes de pasar al cielo. La única forma de evitar ese periodo es mostrar arrepentimiento antes de morir.

La promesa de la resurrección se hará realidad una vez que el Mesías llegue a la Tierra. La creencia judía indica que todos los fieles que fallecieron a lo largo de la historia volverán a la vida y es por eso que está prohibida la cremación de los cadáveres en esta religión.

Para Mendel, “el enfoque principal de toda nuestra vida es estar en este mundo haciendo de este mundo un lugar mejor. No es que nos comportemos y por lo tanto obtengamos una recompensa en el cielo o en el infierno, pero hay cielo e infierno. El enfoque es traer al Mesías y volver a este mundo”.

Después de todo, más allá de las diferencias, de las similitudes y de las críticas que pueden existir a las creencias de las religiones, el rabino Mendel considera que el diálogo es importante para una convivencia pacífica y armónica entre todas las personas.

“El pueblo judío no solo ha existido desde ahora. Hubo judíos en los años 1800 y 1900, y ellos hablaban, pero aún así había cierto tipo de racismo, así que no se trata solo de oír, sino de querer vivir en armonía, entender y escuchar. Creo que oír no ayuda si no hay nadie que quiera escuchar. Así que se trata de ambas cosas”, finalizó.