Por Mya Sánchez
La Mamba rompe esquemas. La cantante afroqueer peruana de 32 años, que llegó a los televisores peruanos tras entrar a La Voz Perú, derrocha libertad, talento y rimas a donde vaya. A poco menos de un mes de haber lanzado su primer single, conversó con La Antígona sobre la misoginia y discriminación en la industria musical peruana, la importancia de la representación y su proceso de reconciliación con su esencia e identidad.
No pudieron resistirse. La propuesta de festejo y dembow que La Mamba llevó a su audición en La Voz Perú no solo logró que los cuatro entrenadores voltearan sus sillas, sino que también los puso de pie para bailar. “Gracias por haberme hecho nacer en el Perú”, expresó mirando al cielo Eva Ayllón cuando ella ya había aceptado estar en su equipo. Y es que eso es lo que genera conocer a una artista tan multidisciplinaria, libre y auténtica como La Mamba.
Muchos televidentes la conocieron ese día, pero su carrera como solista empezó realmente a inicios del 2017 cuando, luego de estar un buen tiempo trabajando en un call center y “siendo un ser humano que no era en lo absoluto”, inició un proceso de sanación que le permitió conectar con sus verdaderos deseos. Su decisión de renunciar a la música años atrás no había sido gratuita, por supuesto. Sobre todo cuando desde muy pequeña, sin saber siquiera que era una carrera a la que podía dedicarse, pasaba sus días cantando.
Pero fueron sus primeras experiencias las que no solo crearon conflictos entre ella y la música, sino que también la hicieron cuestionar su propia esencia e identidad. “Estuve en este elenco que quiere ser inclusivo y pone a niñas racializadas en un espacio blanco donde es evidente que las niñas privilegiadas no reciben el mismo trato o tienen las mismas oportunidades. Cuando eres niña lo primero que piensas es ‘no soy suficiente’”, sostiene.
Los bloqueos, inseguridad y el tiempo que pasó sin poder cantar en público terminaron cuando un amigo, que conocía su pasión por el canto y la composición, le pasó la voz para presentarse en su tocada. Aquello le abrió otras puertas, y así fue que empezó a hacer coros para un grupo de rap y para la banda peruana de reggae Semillas. No obstante, aquellas no fueron sus únicas influencias.
La Mamba creció rodeada de música criolla. No es de extrañar que muchas de sus composiciones sean valses y landós. “Me parece súper importante reconocer las raíces y cuidarlas y compartirlas”, comenta, lamentando que en las escuelas el conocimiento que se imparte sobre nuestra propia cultura sea muy superficial. Al preguntarle sobre cuál es el género musical al que finalmente decidió dedicar su carrera, no tiene una sola respuesta.
Al ser una artista que aún no contaba con estudios ni mayores recursos económicos, explica, lo más accesible para ella fue empezar a experimentar con beats digitales. Intentar armar una banda, que es lo que siempre ha querido, implicaba pagarle a personas para que se comprometan con el proyecto. Además, aún sin saberlo, hacía rap desde pequeña. “El rap tiene una energía bien contestataria, súper buena como para poner cosas en la mesa”, comenta.
“Me gusta el trap, el reggaeton, el rap, pero no me veo haciendo eso. Lo veo más bien como un puente para hacer otras cosas”. En su opinión, fusionar es algo muy natural, pues cada persona tiene una esencia propia que le permite expresarse a su manera. “Es importante saber de dónde vienen las cosas, por qué se hicieron así y por qué tú lo quieres hacer diferente”, concluye.
Y fue justamente la música tradicional la que le permitió conocer a sus primeros referentes afroperuanos. Lucila Campos, Lucha Reyes, Pepe Vásquez y el Zambo Cavero entonaban los temas que los convertirían en célebres embajadores de nuestra música. No obstante, apunta, todos tuvieron trágicos finales. “Han sido cuerpos explotados en la industria de la música, visibles pero llenos de heridas y sin espacios de sanación”, comenta.
En ese sentido, rescata el éxito de Eva Ayllón, mas precisa que no se sabe mucho de cómo llegó a donde está hoy. “Muchas veces lo que uno necesita es saber cómo lo hizo. ¿A qué brujo invocaste? (risas)”. La Mamba creció creyendo que por ser una niña afroperuana no podía acceder a ciertos espacios. Esto, debido a lo que veía a su alrededor y por lo que su familia le decía. “Cuando tuve cable y me enteré de que existía Beyoncé. Que había una negra exitosa que la rompía y que era respetada. Pensé ‘yo quiero eso’».
A pesar de contar con algunos referentes afroperuanos internacionales y nacionales, La Mamba no siente que haya habido artistas visiblemente afroqueer o transgresores mientras iniciaba en la música. “Me hubiese encantado tener un referente para todas esas cosas que te da miedo mostrar o sobre las que temes ser sincera”, añade. Y a pesar del paso de los años, la deuda histórica que la industria musical con comunidades como la afroperuana y LGBTIQ+ sigue incrementándose.
Ella lo ha experimentado en carne propia. Desde la precarización por la ausencia de títulos profesionales hasta las barreras que se establecieron en su mente debido a las distintas violencias que recibió durante su vida. Todo aquello dificulta sacar adelante un proyecto musical desde la autogestión. “En otros países te descubren e invierten en ti, pero acá siempre tenemos que estar ahí detrás para lograrlo”, precisa.
Por si fuera poco, la apropiación es otro obstáculo que dificulta la representación de las personas racializadas en la música. “Tengo una amiga afro que hace rap y trap, que es demasiado talentosa, y está vendiendo chocotejas. Mientras tanto, otra chica súper privilegiada ve lo que hace y lo copia. Sale con trenzas, tiene factores afro en su música y no visibiliza o incluye en sus producciones musicales a ninguna chica afro. Ni siquiera se trenza con una persona afro”, señala. Mientras que para unos es fácil lucrar con estas expresiones e ideas, los artistas racializados deben esforzarse el triple.
En la actualidad, las industrias musicales alrededor del mundo llevan por bandera el girl power y la diversidad sexual. Sin embargo, a veces parece ser una mera cuestión de marketing pues las estructuras de poder se mantienen inamovibles. En la experiencia de La Mamba, el patriarcado es la respuesta, pues las artistas se encuentran desde hombres que las cosifican y acosan con comentarios y propuestas no solicitadas, hasta mujeres sin el más mínimo sentido de sororidad que solapan su racismo y clasismo en acciones normalizadas.
De igual manera, se ha topado con formas de discriminación por ser parte de la comunidad LGTBIQ+. “Te das cuenta en el trato que recibes, en los ‘pero’ o en las condiciones que te ponen”, apunta. Incluso en una ocasión un productor le propuso crear juntos, bajo la condición de que ella finja ser una persona diferente y que presentara en sus temas a la mujer como objeto sexual porque “es lo que vende”.
Y enfrentarse solo a un mundo hostil es difícil. La Mamba lo sabe. Cuando llegó a Latina para su audición en La Voz llevó a dos miembros de, como ella le llama, su familia escogida. Cuando piensa en su comunidad, suspira. “Hasta que llegué a mi comunidad no empezaron a pasar cosas. A inicios de este año me mudé con mi roommate actual que es Xime, que también es una persona LGTB racializada. Ha sido como un alivio, como darme cuenta de que siempre estuve bien”.
La Mamba ha prestado su voz para distintos proyectos que se alinean a sus luchas personales, como ‘Tenemos Razón’, un himno feminista interpretado por distintas artistas peruanas. Asimismo, formó parte de la campaña política de la candidata trans al Congreso Gahela. Para ella, aquello fue un espacio de sanación. “Es chévere poder ser tú y no sentirse como la rara en un espacio, ni tener que estar explicándole a la gente tus necesidades o quién eres, porque eso está implícito”.
Hoy en día se encuentra en un lugar en el que está conectada con su arte y con su identidad. “Siento que mi música no podría existir si es que no rescato mi identidad”, destaca. Su sentido social hace que sus artes estén a disposición de lograr que las personas encuentren su propósito y de visibilizar las problemáticas que sus comunidades experimentan.
Además, su paso por La Voz le ha permitido ganar visibilidad, con lo que planea atraer a personas que quieran tocar con ella y sumarse a su proyecto musical. Por lo pronto, hace un mes sacó su primer single ‘Así de Simple’ junto a Aaron Mind y está trabajando en sacar a la luz sus composiciones propias. Asimismo, está decidida a utilizar todas las herramientas que tenga para comunicar y motivar a los demás a cuestionarse desde el artivismo. “De que van a ver mi cacharro, lo van a ver ” (risas), afirma.
La Mamba cree en el poder del arte para sanar y en la importancia de la representación para las generaciones venideras. “La hago ser un referente por mis sobrinas y por otres niños queer, afro, racializados. Me apunto”. Y en ese intento, su consejo final es uno que quizá le hubiera servido escuchar de pequeña. “Son valiosos, permítanse fluir en sus curiosidades, no se la crean cuando las personas les digan que no pueden, pueden ser lo que quieran”, finaliza.