Por David Adrián García
@DavidAdrianGM
Este reportaje se publicó originalmente en Altavoz LGBT+, y fue realizado con el apoyo de la International Women’s -Media Foundation (IWMF) como parte de su iniciativa de ¡Exprésate! en América Latina.
–¿Se arma o qué?
-Sí, ¿te gusta coger duro?
-Claro. ¿Unos fumes? (emoji de diamante)
-Va. ¿Traes material? (emoji de diamante)
–No, ¿y tú?
-Tampoco. ¿Armamos uno?
–Arres. ¿Motel?
-Sí, va. ¿A qué hora?
Con un par de mensajes y emojis en Grindr, una app de ligue para hombres, se pacta el encuentro que puede extenderse todo el fin de semana. Tomás es artista y activista, vive en Ciudad Juárez, en la frontera con El Paso, Texas, Estados Unidos. Ahí conoció el cristal, una droga que se ha popularizado en años recientes entre los hombres gay y bisexuales. Explica que las sesiones de consumo se organizan en línea: “Primero, al crear tu perfil de Grindr pones tu ‘diamantito’ en el nombre, si pones ‘dulces’ pueden ser diferentes drogas, el emoji de diamante se refiere al cristal. Y después se organiza: ‘¿A qué hora te caigo?’, ‘En tal lugar…’. Al principio del encuentro es ponerse a fumar un rato. Después es preparar los slams [consumo de cristal inyectado], cuando ya está uno ahí, y es hasta después que ya empieza el faje…”.
Tomás cuenta que comenzó a consumir cristal pocos meses después de mudarse a Juárez: “Llegué en enero de 2019, y para mayo o junio fue la primera vez que consumí cristal. Yo ya tenía el antecedente de haber usado coca en mis encuentros sexuales en donde vivía antes, por lo que no le tenía miedo a las drogas al iniciar en el cristal”.
Conoció la droga por encuentros sexuales con otros hombres: “Empecé a usar cristal porque era la droga que estaba disponible aquí… Yo creo que mi perfil de Grindr daba para que la gente me hablara de drogas, porque siempre he sido directo de cómo me gusta el sexo y hay un estereotipo del que consume drogas en el sexo: el que consume drogas y coge, seguro coge a pelo, seguro le gusta el sexo guarro, sucio, es ‘entrón’, es lo que se piensa, entonces mi perfil dice todo eso y de ahí se hizo la conexión”.
El ‘crico’
El cristal, crico, foco, entre otros nombres y formalmente conocido como metanfetamina, es una droga estimulante y adictiva que afecta el sistema nervioso central. Su fabricación es relativamente sencilla, por lo que su precio puede ser muy bajo en las zonas donde se produce.
En Ciudad Juárez el cristal se ha convertido en una preocupación para las autoridades al menos en los últimos 5 años. En 2017, el 35.14% de toda la droga asegurada por la Fiscalía General del Estado de Chihuahua correspondía a cristal. Para septiembre de 2022, ya era el 49.15% del total.
Según datos de los Centros de Integración Juvenil (CIJ), una asociación civil no lucrativa fundada en 1969 e incorporada al Sector Salud mexicano, en 2021 en Chihuahua el 51.7% de sus usuarios reportaron haber consumido metanfetaminas alguna vez en la vida (media nacional: 50.4%), mientras que el 35.7% reportaron haberla consumido en los últimos 30 días, lo que se conoce como “consumo activo”. La media nacional de consumo activo de cristal es de 28.4%.
Los efectos estimulantes de esta droga permiten pasar mucho tiempo sin dormir y sin comer, por lo que es utilizada por transportistas, jornaleros, campesinos para tener largos periodos de vigilia, y operadores de la industria maquiladora, que tiene una fuerte presencia en las ciudades fronterizas como Ciudad Juárez.
Entre hombres gays, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres (HSH), el consumo de cristal se ha popularizado en los últimos años como una forma de incrementar el placer en las relaciones sexuales. Esto se conoce como ‘chemsex’.
Ricardo Baruch, doctor en Ciencias de la Salud, activista e investigador en temas de salud de personas LGBTI, explica:
“El Chemsex es una práctica sexual donde se utilizan drogas químicas para tener un intercambio más intenso y duradero, y que particularmente está acotado a hombres gays, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres, es decir, no que las personas heterosexuales no tengan sexo con drogas, pero existen ciertas características alrededor del fenómeno que lo hacen más específico de la comunidad […] El cristal no es de uso exclusivo del chemsex, y para tener chemsex tampoco tiene que haber cristal. Sin embargo, al menos aquí en México, sí hay una relación muy cercana entre estos dos temas”.
Otras drogas que se suelen utilizar en esta práctica son la cocaína, la ketamina, el 2-CB, el viagra y los poppers.
Tomás reconoce que le intrigaba saber qué se sentía con el cristal: “Me acuerdo que al principio mucha gente me decía ‘No lo consumas, no es bueno’, pero yo ya venía de una vida de consumo en donde vivía antes, entonces no me daba temor [… ] La primera vez que lo usé fue con un man que me lo propuso. Me lo llevé a mi casa, y lo probé. Y efectivamente, lo que me permitía percibir en el cuerpo durante el sexo fue muy notable, lo disfruté mucho”.
El cristal aumenta considerablemente el nivel de dopamina en el cerebro, lo que incrementa el placer durante las relaciones sexuales:
“Te sube muchísimo el nivel de dopamina, te sientes muy feliz, con mucha energía, con mucho ímpetu”, explica Ricardo Baruch, “y a nivel cerebral esto provoca una adicción muy fuerte a tener unos niveles muy altos de dopamina…”.
Otro de los efectos del cristal es la deshinibición, lo que permite que las personas que lo consumen se permitan cosas que en sobriedad no harían. Tomás explica que estos efectos también se potencian según el rol que se asuma durante el sexo:
“Por ejemplo: si me drogo, me pongo más vulnerable, más dispuesto, más sumiso, más complaciente. Esto tiene que ver con una fetichización con el consumo. O por el contrario, me drogo para dominarte, para tener más fuerza, para aguantar más, todo es según el rol que asumas en la relación […] La segunda vez que usé cristal fue con otro man desconocido. Yo ya había practicado fisting [práctica sexual que consiste en introducir el puño total o parcialmente a través de la vagina o el recto], y me dijo: te drogo para que aguantes, y en efecto, fue inmediato. El cristal me ayudaba mucho a poder aguantar el fisting”.
Según la dosis aplicada, los efectos de esta droga se pueden extender hasta 24 horas, aunque lo común es que quienes los utilizan consuman varias dosis durante una misma sesión, que puede durar varios días. Ricardo Baruch explica que al suspender el consumo de cristal uso se presenta un efecto depresivo en el sistema nervioso:
“Si de repente te quitan la sustancia te da un bajón. Hay mucha gente que empieza a notar, que ya no puede tener, ya no digamos algo relacionado con el sexo, sino más bien ya no pueden tener su vida diaria sin estar consumiendo porque su cerebro ya no puede recuperar el nivel de dopamina”.
La dopamina es un neurotransmisor que está presente en diversas áreas del cerebro y que es especialmente importante para la función motora del organismo, y que causa sensaciones placenteras y de relajación. Ese “bajón” se conoce entre los consumidores como “malilla”, y puede durar días, dependiendo de varios factores:
“Mi primera vez la malilla fue terrible. No dormí como por cuatro días y me dolía mucho el cuerpo […] Como en ese entonces estaba estudiando decidí dejar de consumir hasta que tuviera vacaciones”, cuenta Tomás.
El ‘boom’ del cristal en Juárez
Los hombres gays han utilizado el cristal en sus relaciones sexuales durante décadas, en distintas partes del mundo. Está documentado su uso en este grupo social en Estados Unidos durante la época disco en los años setenta, pero es muy probable que se utilizara desde antes. En Ciudad Juárez se vuelve un poco más complicado rastrear el uso de esta sustancia en este grupo social en particular, sin embargo, datos del consumo en la población general dan una pista importante.
Hace 10 años, apenas el 2% de los usuarios de los Centros de Integración Juvenil del estado de Chihuahua buscaban ayuda para dejar el cristal. Las drogas de mayor impacto en dichos centros eran la marihuana y la heroína, con el 30.7% y el 17.4% de usuarios respectivamente.
Para 2016, las metanfetaminas se igualaron en impacto a la heroína, mientras esta iba a la baja en su consumo. A partir de 2020 el cristal superó también a la marihuana, y para finales del 2021 ya alcanzaba un nivel del 37% de usuarios que buscaban ayuda para dejarlo en Chihuahua, ligeramente arriba de la media nacional de 35.6% de usuarios. (Visualización: https://public.flourish.studio/visualisation/11397490/)
Programa Compañeros A.C. es una organización con casi 40 años de trabajo con poblaciones que consumen drogas de forma inyectada, y personas que viven con VIH en Ciudad Juárez. Como parte de su trabajo, han documentado la historia del consumo de drogas en la frontera.
Julián Rojas es coordinador de la iniciativa de reducción de daños del Programa Compañeros A.C., y tiene 17 años dedicándose al acompañamiento de usuarios de drogas inyectadas. Ha podido ver de cerca el cambio en el consumo en Ciudad Juárez:
“Hubo un tiempo en que era un fenómeno muy intenso el uso de heroína combinada con cocaína, el llamado ‘speedball’; casi la mayoría de los jóvenes lo combinaban, fue un periodo de mucha intensidad. Pero ahora con la presencia del cristal, si bien no hay muchos usuarios que lo usen de forma inyectada, han ido en aumento”.
Rojas recuerda que hace varios años el consumo de heroína se concentraba en las clases altas, por su alto costo: “El consumo de usuarios hace más de 30 años eran los que compraban en El Paso, Texas, y tenía mayor costo. Al empezar el consumo en Juárez, la heroína se fue abaratando más y está más disponible. Ahora con el cristal está aumentando el consumo porque hay más y es más barato. Tiene que ver también con eso”.
David Montelongo, jefe de proyectos de la organización, agrega: “Han evolucionado no sólo las sustancias sino la forma en la que se consumen. Para los usuarios veteranos, el consumo de heroína inyectada fue un proceso largo. Primero comenzaron con otras drogas ‘más leves’ y poco a poco llegaron a esa forma de consumo [inyectada]. Recientemente el uso de drogas como el cristal es algo que no tiene tanto tiempo, y normalmente se da el brinco de una sustancia más ligera a una de estas”.
Respecto al consumo dentro de la población LGBT+, David agrega: “En los 80’s, en Ciudad Juárez había ‘ghettos’, ese espacio oscuro, insalubre, donde tenías la oportunidad de vivir con cierta libertad tu identidad [como personas LGBT+]. Hoy la cosa ha cambiado, ya tenemos marcha del orgullo, ya hay matrimonio igualitario, se ha visibilizado, ya no hay ghettos, ahora hay ambiente LGBT+”. La normalización de la presencia de personas fuera de la heteronorma en la sociedad de Ciudad Juárez, aunada a la llegada de aplicaciones de ligue como Grindr, facilitó el aumento del fenómeno de consumo de cristal entre esta población. Montelongo explica:
“[El internet] nos da un acceso inmediato a otras personas y socializa fenómenos de forma inmediata, contrario a lo que ocurría cuando existían los ‘ghettos’, que sólo se conocía de voz en voz. Ahora Grindr está al alcance de tu teléfono, y es más fácil hacer el encuentro con alguien que también consume sustancias […] Es evidente que cada vez más hombres que tienen sexo con otros hombres consumen cristal de forma sexualizada, no tenemos registro estadístico, pero de forma testimonial lo sabemos”.
Ricardo Baruch asegura que existen personas con más posibilidades de caer en un consumo problemático del cristal: “Cualquiera lo puede consumir por sentir algo distinto, pero entre las personas que no son capaces de controlar su consumo se ha demostrado que hay temas de violencia en la infancia o en la adolescencia, discriminación, abuso sexual, baja autoestima […] No es en todos los casos, pero casi siempre hay algo roto en la persona […] Si a eso le sumas la cuestión de tener la sustancia disponible, que sea barata, pues se crea la tormenta perfecta”.
‘La droga gay’
- Pasa mucho con los ‘jotos’, ¿no? Que somos muy venenosos, siempre estamos compitiendo. Pero, ¿sabes? Yo creo que eso no tiene que ver con el crico, sino con las dinámicas de discriminación en la misma comunidad: que si eres pobre, que si eres viejo, que si no tienes el tipo de cuerpo que a mí me gusta… Quienes estamos en una doble vulnerabilidad, la de ser gays y consumir cristal, estaría chido que nos uniéramos, que nos apoyáramos más. (Tomás)
El consumo de drogas en las relaciones sexuales entre hombres se ha vuelto un tema de conversación en esta comunidad, al grado de existir productos culturales que giran alrededor de esta práctica. Desde exposiciones de arte, hasta sitios pornográficos que se enfocan en el consumo como vehículo de excitación, forman parte de esta integración del consumo de drogas a la “cultura gay”.
“Es una cuestión cultural que tiene que ver con el disfrute. Una de nuestras máximas como parte de un grupo social gay, es el pleno disfrute de la sexualidad y el placer, pero el placer potencializado a su máximo esplendor, o sea, no solamente sentir rico, sino que hay una búsqueda imparable de incrementar el placer”, comenta Juan Carlos Mendoza, doctor en ciencias en salud colectiva y especialista en salud LGBT+.
El especialista explica: “Compartimos esta cultura en los espacios donde convivimos: en sitios de encuentro, en antros […] estos espacios favorecen el consumo de drogas, todo va entrelazado, el hetero por lo general sale de su trabajo y se va con su familia. Con esto no digo que los heteros no consuman drogas, pero sus espacios no les favorecen para un consumo exacerbado como a nosotros”.
Según explica Juan Carlos, las diferentes experiencias que enfrentan en su vida los hombres cis gay y bisexuales en contraparte de sus pares cis heterosexuales hacen a los primeros más proclives al uso de drogas:
“Es el estrés de las minorías: además de lo que sufre o experimenta toda la población, nosotros [los gays] sufrimos un estrés extra por el hecho de nuestra orientación sexual. […] en algunas personas esto va a influir para su consumo de drogas. ¿Por qué? Porque es un paliativo para mejorar las experiencias negativas”.
La visibilización del consumo de cristal en la población gay ha creado la falsa idea de que ser una persona LGBT+ es un factor de riesgo para el consumo de drogas. David Montelongo nos explica que el riesgo no viene de la identidad sexual de la persona sino del entorno y la discriminación a la que la sociedad la somete:
“A veces pensamos que lo opuesto a la adicción es la abstinencia, como si fueran polos opuestos de lo saludable y no saludable. Más bien, lo opuesto a la adicción serían las relaciones estables, profundas, amorosas. Entonces ser LGBT no es un factor de riesgo, pero ser LGBT y vivir en un ambiente de alta discriminación, alta homofobia, rechazo familiar, relaciones quebradas, sí, ese es el factor de riesgo, no la identidad LGBT”.
El uso del cristal en ámbitos sexuales ha desencadenado en una tendencia a “erotizar el consumo”, y a crear contenido pornográfico gay dedicado a esta práctica. Una búsqueda rápida en sitios de pornografía con los términos ‘PNP’ (abreviación del término en inglés: Party and Play), ‘Meth’, ‘Slam’, ‘Clouds’, y otros relacionados, arrojan cientos de videos amateurs y profesionales de hombres consumiendo cristal, fumado o inyectado, mientras mantienen relaciones sexuales.
“Este fenómeno no era muy visible antes, lo de erotizarse con vídeos con uso de drogas, sobre todo en Twitter. En las plataformas grandes había [consumo de drogas] pero no mucho y ahora es muy común encontrar este tipo de producciones”, comenta Ricardo Baruch.
Apesar de que la pornografía es un producto de ficción, Baruch opina que esto puede traspasar el límite entre la fantasía y la realidad: “Hay evidencia al respecto, quizás no tanto en el uso del cristal, pero sí en la práctica del bareback [tener sexo sin condón]. El porno bareback tuvo una influencia muy fuerte en el cambio de la dinámica en Estados Unidos para dejar de utilizar el condón […] Es un poco lo mismo, o sea, yo estoy viendo todo el tiempo este tipo de vídeos y pues me erotizo porque veo que los güeyes están guapos y se la pasan chido, entonces pues voy a intentarlo a ver a ver si a mí también me va chido, ¿no? Entonces sí hay una fetichización de la droga”.
El ruiseñor de cristal
- Te voy a hablar de un amigo. Él falleció de cáncer, entonces ya no lo ponemos en riesgo por mencionarlo. Él iba mucho a un lugar que se llamaba El Ruiseñor, un motel. Ahí organizaba sus fiestas, invitaba las drogas y quería que todo el mundo llegara. Yo fui un par de veces. Era muy generoso, y las fiestas duraban días. Ese lugar se volvió un lugar de consumo mientras él vivía, en cierto punto ese lugar y él se volvieron símbolo de fiesta gay. Una vez me platicó que quería escribir un libro donde contara todas sus experiencias. Le iba a poner “El Ruiseñor de Cristal’. ¡Hasta el título tenía y todo! Él se sentía que era el rey de las fiestas de cristal acá en Juárez y pues en cierto modo, sí lo era. Él era así, súper botado con las drogas. (Tomás)
Un comentario común entre los hombres gay y bisexuales que consumen cristal es que se acostumbran a tener relaciones sexuales solamente con otros consumidores:
“Es real que tenemos sexo principalmente con otras personas que también consumen, por varias cosas: Primero, quieres que el encuentro sea largo porque te dura mucho la calentura. Tienes que estar dispuesto todo el tiempo, entonces lo ideal sería estar con alguien todo el tiempo. Por ejemplo, para una cogida casual, yo no consumiría, porque sería algo de una hora y luego yo me quedaría ahí, caliente”, explica Tomás.
Sin embargo, conseguir a alguien que le lleve el ritmo no es tan sencillo: “Yo estoy saliendo con alguien que no consume, y es de que: ‘Nos vamos a encerrar en un motel de un día para otro, ¿arres? Tú y yo, ¡arres!’. Pero si esta persona tiene sueño y se cansa, pues ahí me quedo yo despierto. Por eso es preferible que la otra persona también sea consumidora, porque así llevamos el mismo ritmo”.
El estigma que pesa sobre los consumidores, aunado a la fetichización del consumo como la cúspide del placer sexual entre hombres, orillan a muchos consumidores de cristal a buscar encuentros solamente con otras personas que también consumen, pues por un lado son rechazados por sus pares no consumidores y, por el otro, los efectos consumo hacen que sus prácticas sean más complicadas.
“Yo podría coger con todo el mundo. El pedo es que cuando te asumes como cricoso, la gente ya no quiere coger contigo… Si alguien me dijera que sí quiere coger conmigo este fin de semana pero no quiere que consuma, yo le diría que no”, acepta Tomás.
Las sesiones largas en algunos casos incluyen a muchas personas a la vez, y es común que nuevas personas se integren a la sesión mientras otros se retiran:
“Son fiestas de sexo sin sexo, porque es como llegar a encuerarte y jalártela viendo porno, pero en realidad nadie está cogiendo porque ya ni se les para, y siempre quieres invitar más gente porque el que está aquí ya no te parece suficiente”, explica Ricardo Baruch.
También existe un sector de la población gay o bisexual que no se siente incluída en las prácticas de su comunidad por su tipo de cuerpo (por tener obesidad, por ejemplo), o por no cumplir con los estándares de belleza aceptados, que han encontrado en el consumo de drogas una forma de conectar con otros hombres con los que regularmente no tendrían contacto. Baruch explica:
“En nuestra comunidad es muy evidente el rechazo a los cuerpos diversos. Entonces hay gente que se siente que no puede coger con alguien “chido” [con “buen cuerpo”] a menos que estés encristalado, y entonces ahí sí agarras valor para hablarle a algún tipo que nunca le habías hablado, o para entrarle a cierto tipo de prácticas que regularmente no harías. Es un cóctel muy complejo”.
Slam
- Yo creo que ya condicioné mi sexualidad a que siempre esté acompañada del consumo. Creo que para volver a tener sexo sin consumo es porque el consumo no esté presente en mi contexto geográfico, es decir, me voy a una ciudad donde no hay cristal. Eso me obligaría a reconfigurar mi sexualidad […] A veces me quiero sentir mal por eso, de que mi sexualidad sólo depende del cristal. Creo que más bien es una decisión que yo tomé, acompaño mi sexualidad del consumo porque así me gusta y quiero hacerlo, y cuando ya no pueda hacerlo entonces me pongo en la tarea de replanteármela… (Tomás)
El slam es el nombre con el que se le conoce al uso de drogas de forma inyectada antes o durante las sesiones de sexo. La droga se disuelve en agua, preferiblemente esteril, y después se inyecta directamente a la sangre. Hay varias drogas que se consumen de esta forma, como la ketamina, el MDMA, la cocaína y la metanfetamina.
Este método permite que se sientan los efectos de la droga mucho antes que otras formas de consumo, como fumada en una pipa de vidrio, que suele ser la más popular entre quienes se inician en el consumo de esta droga.
Algunos consumidores consideran el slamming como una evolución natural en su consumo de cristal: “En un momento todos los que conocía fumábamos, y de un momento a otro comenzamos a inyectarnos”, cuenta Tomás.
Fumar el cristal genera efectos más atenuados que tardan más en aparecer en el cuerpo, mientras que en el consumo inyectado el efecto es inmediato, más intenso y duradero. Esto es debido a que una cantidad de la sustancia se pierde en el proceso de consumir el humo, mientras que al disolver la droga e inyectarla directamente en la sangre, la dosis es más intensa.
Esta práctica implica riesgos como la posibilidad de provocar abscesos alrededor de la zona inyectada por introducir la sustancia en zonas diferentes a la vena, o con partículas poco disueltas que se quedan atoradas bajo la piel. Lesiones que requieren tratamiento médico.
En el caso de Tomás, el slam representa la principal forma de consumo. Explica que debe planear las sesiones de sexo y consumo con varios días de anticipación, pues sólo consume los fines de semana para poder recuperarse y volver a sus actividades regulares. Después de asegurar a la persona con la que tendrá la sesión, y pactar los detalles de la hora y lugar, deben asegurarse de que ambos cuenten con “material” suficiente. En caso de no tenerlo, deben contactar a su dealer.
“Al llegar al lugar de la sesión, desde el principio es ponerse a fumar para empezar, ¿no? Después es preparar los slams, cuando ya está uno ahí, antes de ponerse a fajar y todo esto… Para mí está bien hasta 30. De 40 o 50 se me hace súper alta [la dosis], y estaría muy bajito de 15”.
Tomás se refiere al tamaño de las jeringas en mililitros. Por lo general, el cristal se disuelve y se toma la cantidad que se va a inyectar. Sin embargo, la preparación casera del slam, así como una falta de estándar en la fabricación del cristal, hace que las dosis puedan variar de sesión a sesión, sin control del usuario.
Una vez aplicada la inyección, el efecto es casi inmediato. El “rush” comienza y se da paso a la acción sexual. Tras dos o tres horas, se toman un descanso, y el ciclo continúa:
“Yo me hago slams cada 6 horas más o menos. Cada slam me da menos efecto. En mi caso no me estoy exigiendo consumir más, yo sabía que mi cuerpo me iba a pedir más y eso es lo que no quería. Pero me he quedado en esta dosis, no creo que llegue a un momento en el que no sienta nada. […] Pero sí resiento los efectos de la droga, la orina te sale super amarilla dos días”.
En las proximas entregas de este reportaje nos adentraremos aún más al uso de drogas y narcóticos, conoceremos los riesgos de su consumo y a la comunidad cricosa que encuentran en la colectividad una forma de expresión e identidad.
Sigue en la parte II