Por Valeria Delgado @varmardela

El 7 de diciembre de 2022, Dina Boluarte, exministra y vicepresidenta del Perú, asumió la presidencia de la República. Ese día, marcó historia como la primera mujer en ocupar el máximo cargo del Gobierno, sin saber que los primeros dos meses de su gobierno se caracterizarían por las protestas, cuestionamientos, adelanto de elecciones y pedido de su renuncia.

Tuvieron que pasar más de 200 años de República para que el Perú tuviera una presidenta mujer. Durante este tiempo, se mantuvieron discursos que buscan deslegitimar a la mujer en la esfera política y posiciones de mando.

Angélica Motta Ochoa, antropóloga feminista e investigadora especializada en género y sexualidad, dijo a La Antígona que “es importante la participación política de las mujeres por un tema de afirmación de la democracia y de la participación general de la diversidad de seres humanos que constituimos esta sociedad. Eso no debería ya estar en cuestión”.

“Es interesante, porque a nadie se le ocurriría preguntar si es importante la participación política de los varones”, agrega.

Históricamente, la mujer ha sido relegada el ámbito privado, el mundo de las emociones y lo doméstico; mientras que el hombre podía participar libremente en el ámbito público, en la participación política. Es más, se espera que lo haga. Es en ese contexto que el Perú consigue su primera presidenta mujer.

Un grupo de personas en uniforme con lentes

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Dina Boluarte ingresó a la política peruana como vicepresidenta de Pedro Castillo. | Foto: Presidencia de la República del Perú.

EL ARGUMENTO DE LA TRAICIÓN

Dina Boluarte entró a la esfera política como la vicepresidenta en la plancha presidencial de Perú Libre, partido de izquierda que buscaba alcanzar la Presidencia con el maestro rural Pedro Castillo. Una mujer ancashina, que le hablaba al pueblo en quechua, se ubicaba como la segunda en la línea de poder con miras a Palacio de Gobierno.

Cuando ganaron la segunda vuelta electoral, asumió la gestión del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social. Tras los escándalos de la gestión de Castillo y las diversas acusaciones de corrupción, la entonces ministra se fue alejando, primero, de Perú Libre y su líder Vladimir Cerrón y, luego, del mismo gobierno de Castillo. Sin embargo, la separación no salvó su imagen pública porque, según Motta Ochoa, ella ya había traicionado al electorado que la llevó al poder.

“Dina Boluarte ha traicionado todo lo que ofreció como parte de la campaña política que hizo con Pedro Castillo. El propio Pedro Castillo no generó ninguna reforma importante. Se comprometieron a ser un gobierno para el pueblo, para —de alguna manera— poner en primer lugar las necesidades y los intereses de un amplio sector que había sido postergado históricamente”, expresa la antropóloga.

Luego, el 7 de diciembre, Pedro Castillo intentó disolver el Congreso de la República y Boluarte juramentó como la primera presidenta de la República. Pero no reflejó un cambio. Al contrario, su Gobierno está reforzando las estructuras patriarcales y machistas de los Gobiernos anteriores.

“Dina Boluarte ahora se ha aliado para gobernar con el sector electoral que perdió las elecciones, un sector machista, racista y que defiende los poderes de las élites económicas y -que como hemos visto en los últimos tiempos de protesta- no le importa atacar incluso contra la vida de la gente que votó por ella”, expresa Motta Ochoa.

Personas sentadas en una mesa

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Dina Boluarte se reunió con Keiko Fujimori, lideresa de Fuerza Popular, el 15 de febrero de 2023. | Foto: Presidencia de la República del Perú

GOBIERNO VIOLENTO Y PATRIARCAL

En una entrevista con Cuarto Poder en diciembre del 2022, Boluarte dijo que las críticas en contra de su juramentación eran “una venganza política machista de que miran a la mujer disminuida”. Asimismo, en ocasiones ha hecho un llamado a las mujeres peruanas a sentirse orgullosas de tener una presidenta mujer. Sin embargo, estos comentarios escapan de la realidad cuando dirige un Gobierno que, desde que fue ministra, no ha mostrado algún interés por dialogar o hacer reformas en favor de las mujeres.

“Está sosteniendo un régimen que se afirma desde la violencia. Así como el patriarcado se firma y somete a las mujeres con la violencia de género, un gobierno autoritario se afirma y somete al pueblo organizado —incluidas las mujeres— a través de la violencia. Es un régimen militarizado y en ese sentido representa a lo peor de la expresión política, machista y patriarcal”, sostiene la antropóloga.

Un ejemplo en medio de las protestas en contra de su Gobierno, es de las detenciones en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde un gran número de efectivos policiales ingresaron violentamente a la casa de estudios y detuvieron arbitrariamente a manifestantes que venían de provincia y estudiantes. En este suceso también hubo denuncias de tocamientos indebidos e inspecciones injustificadas a las partes íntimas de las mujeres detenidas, lo cual calificaría como una violencia sexual.

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Que los primeros meses del gobierno de la primera presidenta mujer en el Perú cargue con manifestaciones en diversas regiones, denuncias de abuso de poder, represión violenta y más de 60 muertos (58 por impactos de bombas lacrimógenas) sin duda deja una gran huella. Pero esto no debe servir para generalizar y construir conclusiones sobre la participación de las mujeres en política.

Porque como resaltó Angela Motta Ochoa: “Ha habido cantidad de hombres en el poder que han hecho todo tipo de atrocidades y eso nunca ha llevado a cuestionar su derecho de participar en política”.

Dina Boluarte es la primera presidenta mujer, pero no un ejemplo de lo que las mujeres pueden o deben hacer en política.