Por Diandra García

Foto: Las Tetazas. Intervención por La Antígona.

Maira Rodríguez, 23 años, creadora de Cafem y Las Tetazas.

Cuando inició Cafem, Maira Rodríguez, no sabía que sería Maira, la de las tetazas. Su propósito siempre fue empoderar a las mujeres: hacer que se sientan cómodas consigo y con las demás. Por eso creó Cafem, un espacio femenino libre y seguro. 

«Mi idea era que sea una cafetería, como un Starbucks femenino. Cafem tiene una relación muy estrecha con el té de tías: se inspira en los momentos en que hablas y estás cómoda con más mujeres. No es un espacio físico, es nuestro cuchicheo. Nos sentimos comprendidas cuando hablamos. 

Cuando llegó la pandemia, tuvimos un primer conversatorio virtual. Fue como una gran terapia para todas. Me di cuenta de que podemos formar relaciones sororas a través de la pantalla. El evento fue increíble… pero yo necesitaba algo más. Quería empoderar a las mujeres de manera más directa.

Entonces empecé Las Tetazas. Siempre me interesó la cerámica, lo que más colecciono son tazas y había visto arte con tetas en internet. Me dije: «Quiero aprender cerámica. Quiero aprender cerámica y hacer tazas. Quiero aprender cerámica y hacer tazas con tetas». El nombre lo propuse casi a la joda. Mi papá es comunicador. Le pregunté qué pensaba sobre llamarlas «tetazas». Le gustó, aunque cuestionó: «¿no será muy obvio?» Pues esa es la idea. Que sea lo más obvio posible: esta soy yo; estas, mis tetas; esta, mi tetaza. Es una manera de luchar contra el estigma y la censura.

Las Tetazas fueron un éxito. En una ocasión, una chica pidió que diseñara una con detalles específicos. Me pregunté ¿qué tal si doy un paso mucho más allá y personalizo las tetazas? Era mucho más íntimo. Ya no se trataba de normalizar tetas, eran tus tetas. Era verte en los ojos de otra persona, en una pieza de arte. Al principio sentía mucha carga. La primera me pareció  que salió malaza. Yo decía: «la cagué, aquí hay una manchita, no salió como debía»… pero quien recibió la tetaza me dijo que estaba perfecta. Yo estaba dispuesta a volverla a hacer, pero ella insistía «Maira, está perfecta». Me hizo entender que gran parte de la cerámica y del cuerpo humano son las imperfecciones.

Por eso tomarse las fotos es un momento muy sensible. Eres tú con tu cámara, tú-real. Para hacer la tetaza, doy indicaciones muy técnicas de cómo debe ser la imagen que envían: de la clavícula para abajo, de costado… Doy mis datos, mi correo, mi instagram. Hablo de manera empática, porque lo entiendo. Desde chibolas nos dicen «tápense». Es obvio que, al pedirte «destápate», vas a estar incómoda. Cada una pasa por un proceso propio. Lo que yo hago es acompañarlo.

La reacción a la taza es muy importante para mí. Ese gesto de verse y decir «¡soy yo!» incluso lo sentí cuando diseñé mi tetaza. Fue muy bonito. Dejo una partecita de mí en cada taza que hago. Hay diferentes historias: mujeres que aman sus tetas y están encantadas de verlas en una taza, pero también mujeres con procesos complejos. A veces han pasado por procedimientos quirúrgicos y me dicen «no sé si podrías hacerlo con esta cicatriz»… Vaya, ¡es tu proceso! Tuyo. Yo hago la taza para que te sientas bien contigo, para que te veas y te ames.

Es un gran reto. Tenemos que amar el cuerpo en todos sus estados, porque cambia constantemente. Una vez, me contactaron para regalar una taza a una madre que había pasado por una intervención en su mama. Fue la más difícil que he hecho. Al final, hablé por videollamada con ella y… su cara. Ala. Su cara fue hermosa. La vi transformarse en una guerrera. La tetaza era su grito de victoria.

Tocamos al resto sin siquiera saberlo. Pienso en lo que entrego con una tetaza y espero que recuerden lo que sintieron al recibirla. He visto compañerismo. Una mujer me pide una tetaza para su amiga. Yo voy a su cuenta para hablarle: «Hola, tal persona te ha regalado una tetaza, quiero saber si estás dispuesta…». Ella se emociona y me pide que haga otra para una amiga más. Es una cadena de favores. Me emociona saber que conectamos así, de manera espontánea. Creo que Cafem –y las tetazas– entregan eso: el entendimiento de que todas pasamos por algo parecido. Solo hay que conocernos.

Me ha pasado que me ven y dicen «es Maira, la de las tetazas». El nombre lo hace llevadero, porque llamarlas senos o busto es muy… anatómico. Las tetas son más de nosotras. Somos nosotras, libres y seguras, porque estamos en tetas”.