Por Valeria Delgado

El 8 de marzo de 2024, diversas instituciones publicaron estudios respecto a la actual brecha de género en el Perú. Al vernos en esta situación anualmente es imposible evitar preguntarse: “¿aún existe la brecha de género? ¿Hemos mejorado en algo? ¿Es necesario seguir hablando de esto?”. Sí, es necesario, porque el Perú no está avanzando para eliminar las brechas de género, no todas las empresas verdaderamente están apuntando a una equidad, no se está rompiendo el techo de cristal y no se está recortando la brecha salarial. ¿Por qué? Porque el Perú no es Lima y no todas las mujeres peruanas acceden a una educación secundaria y trabajo formal.

Laura Blacido, planner estratégica Senior en McCann Lima y activista feminista en la ONG Manuela Ramos, es más firme y señala que el país está retrocediendo.

“Tenemos un Congreso que está proponiendo políticas y leyes antiderecho – en muchos ámbitos, incluyendo los derechos de las mujeres. Un ejemplo claro es que el matrimonio infantil fuera prohibido recién en noviembre de 2023 y que se siga poniendo en tela de juicio el aborto que sí está permitido: el aborto terapéutico. Lo último que ha pasado es el intento de cambiar el nombre del Ministerio de la Mujer por el Ministerio de la Familia, afirma.

Las mujeres son una población aún vulnerada y violentada en la sociedad peruana. En los dos primeros meses del 2024 se reportaron 33 feminicidios y 40 tentativas, según datos del el Ministerio de la Mujer.

Fuente: Índice Del Desarrollo Social de la mujer y el hombre en los países de América Latina 2023 –Centrum PUCP.

PERÚ: EL PAÍS DE LATINOAMÉRICA CON LA PEOR BRECHA DE GÉNERO

Un estudio de Centrum PUCP, publicado en 2023, señala al Perú como el país con la mayor brecha de género en todo Latinoamérica. El porcentaje del país es 10.8%, y el de la región es de un 7%. Se tiene una brecha favorable en salud y educación, lo que nos indica que las mujeres están accediendo a educación y salud. Pero la balanza se desequilibra cuando se menciona autonomía y oportunidades.

“Que el Perú ocupe ese lugar es bastante lamentable. Muchas mujeres son el sostén económico de sus familias: son las ambulantes, las que tienen su puesto en el mercado, las que venden pollo broster en la esquina de la cuadra. Las vemos y conocemos, pero muchas veces ignoramos su papel en la economía del país y los hogares. Hasta el día de hoy siguen existiendo muchas desigualdades, condiciones precarias de trabajo, el limitado acceso a opciones de promoción y desarrollo profesional”, comenta Carolina Caballero, promotora de los derechos y disidencias de la ONG Manuela Ramos.

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) menciona que las normas de género asocian a las mujeres y niñas como principales cuidadoras de las personas dependientes, tanto dentro como fuera del hogar. Caballero sostiene que esta mentalidad es la que pone obstáculos a la vida profesional de las mujeres. Se construyen sesgos representados con preguntas incómodas en entrevistas sobre sus planes de matrimonio o maternidad, o la falta de consideración de mujeres en edad fértil para puestos de liderazgo.

Paola del Carpio Ponce, economista e investigadora para la Red de Estudios para el Desarrollo, opina lo mismo y considera que en la sociedad actual no solo existen techos de cristal, sino también muros de cristal.

“Sobre el techo de cristal y la cantidad de mujeres en un cargo de poder – no es que la mujer no pueda, sino que ni siquiera postula porque necesita más flexibilidad de tiempo o menos carga para estar en el hogar. Pero no solo se trata de que las mujeres no siempre llegan a los puestos altos, sino que están demasiado representadas en las actividades menos remuneradas o asociadas al cuidado. Indistintamente de la jerarquía, ese tipo de diferencias tiene una consecuencia sobre cuánto puedes aspirar a ganar en el futuro”, señala.

El más reciente estudio del INEI “Perú: Brechas de Género, 2023: Avances hacia la igualdad de mujeres y hombres” deja entrever incluso que las mujeres están más preparadas que nunca. En el año 2022, la tasa de acceso a una educación superior en mujeres fue del 29,6%, superior en 4,6% a la tasa en el caso de los hombres (25%). Esta es una situación favorable para las mujeres que se ve desde hace 10 años… Sin embargo, las mujeres ganan un 27,8% menos que sus pares masculinos.

Tanto Blacido como Caballero resaltan que estas cifras no representan necesariamente a la realidad del país. De acuerdo con el último Censo Nacional en Perú, solo 1 de cada 10 mujeres accede a la educación superior.

“La cifra del reporte del INEI es una brecha bruta, que toma datos de hombres y mujeres en general. Pero hay otro estudio realizado por la Universidad de Pacífico, que salió en el 2022, que limpia la comparación y compara a hombres y mujeres con un mismo nivel educativo, con la misma experiencia, con trabajos similares; y aun así hay una brecha”, comenta del Carpio Ponce.

“Muchos piensan que eso es una cuestión solo de gustos y que a las mujeres no les gusta la ingeniería o no les gusta la matemática o son menos buenas; pero eso no explica todo lo que está ocurriendo. Desde la primera infancia, los estereotipos marcan a las niñas y sus decisiones. Además, por la carga en el hogar y posibles hijos en el futuro, las mujeres tienen a escoger trabajos con menos carga porque necesitan esa flexibilidad”, agrega.

Entonces, no es que las mujeres no trabajen; trabajan más en cosas por las cuales no les pagan. Cuando se decide tener una familia o hijos, se requiere de flexibilidad para hacer frente a cualquier necesidad. La estadística nos demuestra que, en el Perú, el costo de la inflexibilidad se lo llevan las mujeres.

HABLEMOS DEL TIEMPO EN CASA

La autonomía y acceso a oportunidades es importante para garantizar el bienestar de una persona, como lo es la educación y salud – y podemos decir que no todas las mujeres acceden en la misma capacidad a ninguna de estas variables. Sin embargo, algo crucial en cuanto a salud y que muchas veces se olvida – pese a lo mucho que se habla de ello – es la salud mental.

El estudio de INEI señala que el “bienestar de una persona no depende solo de su ingreso o consumo, sino de su libertad sustantiva para usar el tiempo”. Esto quiere decir que la propia falta de suelo o descanso llega a “una pobreza de tiempo”. Las mujeres peruanas viven en un estado de pobreza de tiempo.  Porque tienen un total de 75,54 horas totales trabajando, de las cuales 36,27 son al trabajo remunerado y 39,28 al doméstico (no remunerado). Los hombres pasan un total de 66,39 horas trabajando – por 50,46 de ellas reciben una paga y por 15,54, no.

Según Laura Blacido, esta pobreza de tiempo también es violencia de género. Que la mujer no tenga acceso al tiempo extra que posee el varón para seguir desarrollándose profesionalmente e incluso le reste tiempo de descanso puede terminar afectando a su salud física y mental – y eso es violencia.

“La violencia tiene muchas formas que no nos permite identificarlas. Escuchamos de la violencia física, escuchamos de la violencia psicológica – pero incluso la violencia psicológica no es necesariamente que te llenen de insultos, sino que incluso el silencio es violencia. Si vives con una pareja que si se enoja deja de hablarte, eso es violento. Lo mismo pasa con el tiempo de descanso, del cuerpo y de la mente; si no está permitido, es violento”, explica.

EL IMPACTO DE LA PANDEMIA: AUMENTO DE INFORMALIDAD

Caballero sostiene que la pandemia significó un golpe duro para la economía; pero cuando esta se estabilizó, las mujeres vieron tuvieron un “retorno a la normalidad” más accidentado. “Estudios señalan que el empleo femenino se ve caracterizado por tasas de informalidad mayores en comparación a la masculina, y con la pandemia esta aumentó aún más”, señala.

La informalidad lleva a las mujeres a una situación de peligro, porque no tienen acceso a leyes laborales justas, condiciones laborales óptimas; las expone a la inseguridad ciudadana y no les provee de un ingreso fijo.

 “Los ministerios muchas veces promueven la imagen de ‘la mujer emprendedora’, pero ¿qué mujer es? ¿Una mujer blanca que ha tenido acceso a la universidad, que tiene acceso al transporte? La realidad de la mujer que vive en Zona 7 no va a ser la misma de una que vive en un asentamiento humano. Existen mujeres en la selva que son víctimas del matrimonio infantil y, por ende, embarazo adolescente. Existen mujeres en la sierra que no tienen acceso a servicios de salud”, resalta.

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Las voceras de este artículo coinciden en que el camino que le falta recorrer al Perú, en cuanto a brechas de género, es extenso. En un país donde no existe una igual repartición de oportunidades, donde el Estado no llega a todos lados, son las leyes y políticas públicas las que deben garantizar un cambio inmediato para no solo garantizar el acceso a una Educación Sexual Integral (ESI), sino también a mejores condiciones laborales y erradicar los estereotipos de género desde la temprana infancia.

Por el lado privado, se necesita una mejor flexibilidad en los puestos de liderazgo, garantizar políticas firmes frente al acoso laboral, brindar una mejor distribución del tiempo de trabajo y cuidado del hogar es crucial. Esto no solo beneficiará a las mujeres, sino también los hombres; porque, como señala Paola del Carpio Ponce, “no creo que los padres no quieran pasar tiempo con sus hijos”.

Solo así podremos decir que el Perú verdaderamente está haciendo algo para alcanzar la equidad. De lo contrario, seguiremos siendo el país con la brecha de género más grande de toda Latinoamérica.