México y el 8M: ¿Por qué marchamos?

México y el 8M: ¿Por qué marchamos?

Por Arleth García

Cartel en manifestación CDMX. Foto: Arleth G. /La Antígona

Cada año en el 8M, las calles de México se llenan de mujeres que toman el espacio público. Con carteles y pañuelos verdes, salen a marchar para exigir una vida libre de violencia, pero, siempre existe la pregunta: ¿las marchas hacen algún cambio?

El 8M (8 de marzo) se conmemora el Día Internacional de la Mujer en todo el mundo, una fecha que lejos de ser una celebración, es un día que reivindica las luchas por la libertad, la equidad y una vida libre de violencias y opresiones para las mujeres.

La marcha de la Ciudad de México es una de las más grandes e importantes del país. En el 2020, se vivió una de las protestas feministas más importantes porque, según cifras oficiales de las autoridades, se reportó la participación de 80 mil personas. También se impulsó la huelga #UnDíaSinMujeres, convocada para crear conciencia sobre nuestro trascendental rol en  la sociedad.

Desde semanas antes, los medios de comunicación estaban sacando notas sobre lo que sería la marcha del 8M: Día Internacional de la Mujer este 2022, ya que en el 2021, pocas mujeres pudieron asistir a la manifestación por la pandemia, por lo que se esperaba que en esta ocasión se contara con una gran asistencia y, según cifras oficiales, marcharon 75 mil mujeres en el 8M.

*Mujeres jóvenes con pancarta frente a fuego. Foto: Arleth García

Aunque se buscaba informar, mucha de la información estaba fuera de contexto y generaba el pánico colectivo de las personas creyendo que sería un acto violento, que se agrediría a peatones y dañarían locales. Se decía que iban a haber mujeres infiltradas agrediendo a otras compañeras y que la presencia policiaca iba a encontrarse en todo el recorrido, como una forma de disuadir a que asistieran.

Aunque el Estado sigue reforzando discursos que solamente afectan al movimiento, la lucha de miles de mujeres que se concentran en las calles para volverlas suyas desde diferentes trincheras continúa. Puedes encontrar contingentes que resisten desde el baile, madres e hijas que visibilizan la maternidad deseada, batucadas con consignas sobre la violencia y artistas que van pegando su arte en diferentes paredes con mensajes en contra del Gobierno.

Mientras el presidente Andrés Manuel López Obrador trataba de advertir a la ciudadanía de “los males que trae feminismo”, desde temprano,  un zepelín por el dolor de los feminicidios sobrevolaba la Ciudad de México con el letrero: “10 feminicidios diarios”, porque el aumento de la violencia contra las mujeres en México sigue siendo el reclamo constante del feminismo.

“En el primer bimestre del 2022, destacan al menos 80 masacres; al menos, 221 casos de tortura; al menos, 164 casos de mutilación, descuartizamiento y destrucción de cadáveres; al menos, 122 asesinatos de mujeres con crueldad extrema; y al menos, 59 asesinatos de niñas, niños y adolescentes”, reporta la Organización Causa en Común.

*El globo inflable vuela sobre la Ciudad de México. Foto: El País

Marchar se ha vuelto una forma de sabernos presentes tomando el espacio público. ¿Por qué nos lo quieren quitar? No se trata de romantizar las marchas. Es agotador cada año tomar las calles y gritar que quiero una vida libre de violencia. No es justo tener que salir a exigir mis derechos. No quiero gritar que no me maten. No marcho por gusto, sino porque ya estoy cansada de tanta indiferencia a lo que nos sucede.

Cuando viajaba en el transporte rumbo al Ángel de la Independencia en Ciudad de México, escuché al chofer conversando con otro compañero sobre el tráfico que había ese día porque muchas avenidas estaban cerradas o desviadas a otras calles por las marchas. Su tono de voz era de cansancio. Quería decirle que también me siento así, pero no por lo que me tardaría en llegar la marcha, sino porque ven este acto político como una afectación a su cotidianidad.

Recuerdo que, en 2019, cuando fui a mi primera marcha, iba sola en el trayecto del estado de México a Ciudad de México. Aunque no era la única, “Vivir en el Estado de México y llevar todas tus pertenencias (y las esperanzas de no ser asesinada) en la mochila”, la concentración del movimiento no era tan grande, por lo que las pocas feministas repartidas en los Municipios no llegábamos a coincidir.

Pero, este año, en la estación Lechería del Suburbano (tren que conecta al EDOMEX con la CDMX) había grupos de mujeres adolescentes con pancartas, vestimenta morada y pañuelos verdes, muchas de ellas asistían a su primera marcha y se acercaban las unas a otras para acompañarse en el trayecto y en esta experiencia. 

En la marcha, había una adolescente de 16 años que mientras iba a la secundaria, hace dos años, fue acosada sexualmente por un señor en el transporte público. Ninguna persona presente hizo algo, la escuela sólo llamó a su mamá y papá para que fueran por ella. No se levantó una denuncia porque no sabían a quién hacerla, se desconocía la identidad de esa persona que sólo bajó del transporte y corrió por si alguien intentaba seguirlo. Ella tuvo miedo por mucho tiempo y se sintió culpable pensando que había sido su culpa y ahora con toda esa digna rabia fue que hizo su cartel y asistió por primera vez a la marcha.

Por esto,  a pesar de los discursos de odio del miedo, de que las mismas familias te juzguen por decidir asistir, las jóvenes siguen yendo a manifestarse porque no pierden la esperanza de que habrá un cambio.

“Fuero muchas mis emociones ,de felicidad y de tristeza por ver a familias y amigas marchar por personas especiales de sus vidas que les quitaron y no hacen nada. Pero feliz de estar ahí apoyando y ver cómo bailan a pesar de todo . Me pareció muy hermoso verlas a todas apoyándose desde que te ven en el suburbano y te preguntan si vas sola. Si era como lo imaginaba, pero ya cuando estás ahí se siente como 100 veces más.” (K, 16 años).