Por Arturo Gutarra
La provincia de Trujillo y sus distritos fueron los más golpeados por la pandemia: en los últimos meses se reportó un saldo de 150 mil personas desempleadas, razón por la cual los principales barrios de sus centros poblados tomaron la iniciativa de formar ollas comunes como medio de sobrevivencia.
En el 2020, el distrito de La Esperanza junto al centro poblado de Alto Trujillo —en la recta final de su pronta formación como distrito— organizaron más de 300 ollas comunes, según un sondeo realizado por los medios de comunicación locales. Sin embargo, durante junio y julio de ese mismo año se fueron desarticulando; primero, por la falta de apoyo de los municipios; y después, por la desprovisión de arroz y papas, ya que se alimentaba a 50 familias con cuatro hasta seis integrantes cada una.
La Antígona tuvo la oportunidad de conversar con tres ollas comunes: una desarticulada, una unida que todavía resiste, y otra que necesita apoyo con urgencia.
“Cristo, mi fortaleza” – Clementina
Martha García, vocal de esta olla, impulsó esta iniciativa hace tres meses con el apoyo de la Municipalidad, que destinó alimentos para seis meses. Sin embargo, los productos no duraron el tiempo estimado, por lo que ahora son 80 los beneficiarios que no pueden recibir almuerzo por la falta de recursos. “Solíamos cocinar tres veces por semana, pero se acabó el arroz, la papa y lo poco de pollo que teníamos. Solo esperamos que nos ayuden, dos ollas nos faltan”, señala consternada Martha.
La Antígona, además, pudo identificar otro tipo de problemáticas suscitadas en esta zona. Ahora, con la olla común desarticulada, el hambre ha vuelto a ser recurrente alrededor de estas humildes casas de esteras.
“Una mano amiga” – AA. HH. Richard Acuña
Rosa Chávez es presidenta de esta olla ubicada en la otra cara del cerro Cabras. En esta parte, son 152 las familias que han logrado subsistir durante la primera ola de pandemia. Lamentablemente, durante este trayecto también perdieron a dos madres en el camino, aunque confiesan que ello fue una motivación para continuar sustentando a todos los hogares en el asentamiento.
“Aquí pagamos un sol por plato. Ese dinerito está destinado para nuestras próximas compras: para nuestro arroz con pollo, quizá un tallarín verde, depende de cuánto nos alcance”, comenta la señora Rosa. Adicionalmente, por las tardes se reúnen a partir de las 3:00 p. m. para preparar mazamorra morada, arroz con leche, anticuchos o canchita con el fin de venderlos a sus vecinos y generar ingresos extra. “A veces vienen personas sin almorzar y nos preguntan si podemos venderles un plato, y sí: les damos con el mismo precio de nuestras beneficiarias, ya que la pandemia nos afecta a todos por igual”, comenta una vecina.
“Dios es Amor” – Alto Trujillo
Esta olla común empezó a funcionar en abril del 2020. Tristemente, en este sector ya no han vuelto a recibir apoyo, con excepción de algunas personas particulares, quienes de buen corazón donan alimentos, ropa para el frío, entre otros productos de primera necesidad. “Somos 50 beneficiarios, entre ellas madres solteras, niños especiales, hombres sin empleo, por ello es que seguimos en nuestra olla”, cuenta una vecina.
Desde tempranas horas, Carla Huamán camina hacia el mercado del sector a pedir apoyo a las vendedoras de verduras y pollos. En ocasiones, tiene suerte de recibir algunos descuentos o donaciones; sin embargo, en otros días las circunstancias son menos favorables. En esta olla cocinan en leña, pero también se encuentra próxima a desarticularse por la falta de presupuesto para obtener los alimentos suficientes para cubrir a todas las familias.
El alza de precios en diferentes productos de la canasta básica ha afectado gravemente la causa de las ollas comunes. Los esfuerzos colectivos en casi dos años de pandemia se están agotando. Se han perdido vidas y el desempleo sigue afectando a los vecinos de estas zonas. Aunque los pobladores vienen clamando por ayuda y soluciones luego de sostenerse como comunidad por largos meses, las autoridades correspondientes se encuentran en un peligroso silencio que podría acabar con la mayor fuente de subsistencia de estas zonas.