Mujeres gestantes: la odisea de dar a luz en estado de emergencia

Mujeres gestantes: la odisea de dar a luz en estado de emergencia

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Desde que empezó el aislamiento social obligatorio por el avance del coronavirus, la situación de las gestantes ha cambiado. La historia de dos mujeres que dieron a luz a sus hijos en plena cuarentena revela que hay un alto riesgo de contagio del COVID-19 y que existe escasez de equipos médicos que ponen en peligro tanto a las madres como al personal de salud.

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Geraldine (26) nunca pensó que se complicaría su gestación en la semana 28 y en el día 31 del aislamiento social obligatorio decretado por el Gobierno debido al avance del COVID-19. Esa tarde tuvo una señal de alerta: un flujo vaginal extraño que hizo que vaya de emergencia al Hospital Dos de Mayo. La obstetra le dijo que era una “simple infección urinaria”, una situación rutinaria en todas las embarazadas, pero nada preocupante.

​La semana siguiente, el flujo ya le venía con sangre. La desesperación por no tener un seguro de salud y la falta de dinero la llevaron al Hospital Nacional Docente Madre Niño San Bartolomé. Al ingresar por emergencia, le sacaron la prueba del COVID-19 que resultó negativa. Sin embargo, este centro de salud no contaba con respirador artificial, incubadora ni un espacio en la unidad de cuidados intensivos (UCI): eran pocas las posibilidades de que el bebé sobreviviera.

A pesar de estas dificultades, el bebé nació con buen estado de salud. Los procesos de documentación para el traslado del pequeño Stephano a un nosocomio que cuente con todos los equipos correspondientes, como una incubadora, tomó casi 4 días. Lo ocurrido con Geraldine es uno de los muchos casos de madres gestantes que han tenido un parto complicado en medio de la pandemia por el coronavirus.

La situación de los médicos que atienden a las gestantes tampoco es privilegiada. La ginecoobstetra Yanara Mohtar, quién trabaja en una clínica particular, relató para La Antígona que, en algunas ocasiones, los uniformes de protección son comprados con sus propios medios.

De acuerdo al testimonio de Geraldine contado a La Antígona, algunos médicos o residentes no cumplieron con el uso correcto de protección cuando la atendieron. Esto conlleva a que las madres gestantes desconfíen de la atención de los especialistas de salud y teman ser contagiadas. “Los doctores tenían la voluntad de atender, pero algunos estaban sin mascarillas,  sin lentes, no contaban con todos los implementos necesarios, eso me causaba mucha desconfianza”, dijo.

Antes y después del parto

Lo sucedido con Geraldine no es el único caso que evidencia el riesgo en los partos en esta pandemia.  Cinthya (36), madre de dos hijos, dio a luz al tercero la noche del pasado 7 de mayo en el Hospital Luis Negreiros Vega de Essalud ubicado en el Callao. Cuando fue a emergencias tuvo que pasar antes por el área de triaje, donde las mujeres gestantes tienen una revisión previa. Ella asegura que en ese lugar se atendían a las madres con o sin COVID-19. “Era un proceso muy largo pues se acumulaban muchos pacientes”, narró.

El tercer embarazo de Cinthya, cuenta vía telefónica, fue una experiencia “desagradable”. Asegura que fue maltratada cuando se encontraba en la sala de espera para ser atendida.  “Yo estaba quejándome de dolor, pasó una obstetra y me palmeó la pierna y me dijo: cállate estamos en tiempos de COVID”, yo le dije que tiene “¿Qué ver el tiempo de COVID?, yo siento dolor”, recuerda sobre ese momento.

A pesar del peligro que significa este virus, muchas pacientes no son conscientes de sus consecuencias y no cumplen con la protección necesaria cuando asisten a sus consultas prenatales o el día del alumbramiento. La doctora Mohtar relata que hay gestantes que no aceptan el uso correcto de guantes y mascarillas. “En su mayoría, las madres no usan guantes y las que usan tocan ciertas cosas del consultorio que entorpece el procedimiento de atención, no respetan nuestro espacio”, manifestó.

Geraldine también indica que, cuando aún estaba internada en el Hospital San Bartolomé tras dar a luz, se presentó una madre infectada de coronavirus y que eso generó que no atiendan al resto. “El personal médico no estaba preparado y se olvidaban de atender a las otras mamás. La señora estaba en el mismo piso que yo, eso nos asustaba. La estructura del hospital no es la adecuada y no está equipada para este tipo de situación”, asegura.

El aislamiento social obligatorio suspendió las consultas externas y canceló los controles prenatales. Estos son vitales para poder conocer cuáles son las posibles formas de contagio de COVID-19 desde la madre al bebé y sus consecuencias. Una de ellas es por medio de la transmisión vertical; otra es por medio de la lactancia, según la obstetra Rosmery Dávalos del Hospital María Auxiliadora.

La Sociedad Peruana de Obstetricia y Ginecología sostiene que si los bebés recién nacidos tienen resultados positivos a infección de COVID-19, no desarrollan riesgos; sus madres sí. Ello debido a que el cuadro clínico que presentarían sería el mismo que el de las gestantes con preeclampsia: es decir, una tendencia a subidas de presión arterial lo que podría conllevar a un diagnóstico de tromboembolismo pulmonar.

Esta afectación, según el diccionario de médicos de la Clínica Universidad de Navarra de Madrid, es un proceso caracterizado por la coagulación de la sangre en el interior de las venas o trombosis, causando el desplazamiento y fijación en el pulmón de la totalidad o de un fragmento del coágulo o embolia. Las personas que son más propensas a padecerlo son las mujeres embarazadas.

Las madres y obstetras entrevistadas para este reportaje aseguraron que los hospitales del Perú no están preparados para una situación de emergencia como es el parto de un bebé prematuro en medio de una pandemia. “No hay personal suficiente y adecuado, no hay implementos”. manifestó Geraldine.

Cien gestantes contagiadas en el San Bartolomé

El doctor Carlos Santillán, director médico del hospital San Bartolomé, al ser entrevistado por La Antígona, confirmó que el 54% de las gestantes dieron positivo para el COVID-19,  pero que se encuentran siendo atendidas por el personal de salud.

El contagio de COVID- 19 en mujeres gestantes es cada vez mayor. En abril el hospital San Bartolomé detectó a 11 mujeres gestantes que dieron positivas por coronavirus; en mayo aumentaron a 70 y en junio han sido casi 100, así lo reveló Santillán. A pesar que cuentan con  69 obstetras y 5 nuevas contrataciones para que mejore la atención para las madres que están aisladas por el coronavirus, no son suficientes.

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En caso estas presentan complicaciones, serán derivadas a la unidad de cuidados intensivos. Pero esto se complica cuando solo cuenta con 4 camas habilitadas y algunas máquinas de reposición para la atención adecuada. “El MINSA después de dos años nos está reposicionando los equipos, pero eso fue antes de la pandemia”, enfatizó Santillán con respecto al apoyo estatal que vienen recibiendo y que esperan se continúe. 

Alertan que en el Rebagliati no hay equipos ni puntos de oxígeno suficientes

Una situación parecida ocurriría en Essalud. La contraloría advirtió en una visita de control, realizada entre el 28 y el 29 de junio al servicio de emergencia de Gineco Obstetricia del Hospital Edgardo Rebagliati que este no dispone de equipos médicos ni instrumental suficientes para la atención.

Según el reporte del órgano de control, este servicio del hospital donde se atienden las gestantes en plena pandemia “no cuenta con herramientas básicas de control y sanidad” como son un monitor fetal o una incubadora de transporte. Además, alerta que el grupo electrógeno se encuentra inoperativo por falta de combustible, lo que afecta la continuidad del proceso de atención de partos.

La contraloría precisa también que tras casi cinco meses de declarado el Estado de Emergencia por el avance del COVID-19, cuando se realizó la visita aún no se había realizado pruebas rápidas para el personal que labora en el servicio de emergencia de gineco obstetricia. Este retraso, afirman, generaría riesgos de propagación de virus entre trabajadores y pacientes.

Asimismo, indicaron que el número de los puntos de oxígeno “es inferior” a las camas instaladas en la sala de observación. “No cuenta con los puntos de toma de oxígeno suficientes para la atención de las gestantes, lo que podría afectar la oportunida administración de este elemento cuando dichas pacientes lo requieran», indican.

Todos estos puntos afectan significativamente la calidad y garantía que se requiere para el cuidado de una mujer gestante y de los recién nacidos. La situación que alerta la contraloría podría perjudicar la continuidad del proceso de atención a las mujeres gestantes del Servicio de Emergencia de Gineco Obstetricia, la que no ha dejado de ser tan necesaria en tiempos de pandemia.

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SHAYA: la que siempre se mantiene en pie

SHAYA: la que siempre se mantiene en pie

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Shaya es un proyecto de 5 jóvenes con diferentes profesiones que buscan promover la equidad de género en los colegios de Lima

Shaya es un proyecto de 5 jóvenes con diferentes profesiones que buscan promover la equidad de género  en los colegios de Lima a través de talleres creativos y dinámicos para romper estereotipos o estigmas. En esta entrevista con La Antígona,  las cofundadoras, Alejandra Montalvo y Milagros Montesinos nos comparten el proceso en el que se desarrollan los talleres y qué cambios lograron en los adolescentes del colegio Fe y Alegría  N°24, ubicado en Villa María del Triunfo.

¿Qué significa Shaya  y quienes lo conforman?

Alejandra: El nombre Shaya proviene de la lengua Quechua, significa “la que siempre está de pie”. Tiene mucho sentido con el proyecto, ya que tratamos de darle una voz fuerte a los niños y adolescentes con los que trabajamos. Se eligió quechua porque  tiene que ver con ese tema intercultural que tratamos de darle al proyecto; sabemos que nuestro país es muy diverso y Lima permite un encuentro de culturas, donde llegan los migrantes como nosotras y permite un intercambio de distintas prácticas y vivencias.

Milagros: Inicialmente lo cofundamos Alejandra, Victoria y yo, de hecho Alejandra es una compañera de colegio, entonces nos conocemos bastante tiempo. Nosotras ya teníamos en mente los temas que nos gustaría abordar, conversamos de la posibilidad de que surja el proyecto, posteriormente ya se concretó a partir de una reunión, la cual nos motivamos bastante. Actualmente, Shaya está conformado por 5 co-fundadores Alejandra Montalvo, Victoria Palomino, Milagros Montesinos, Yerald Tovar y Eliseth Mendoza y cada uno tiene una carrera distinta. Lo interesante es que podemos unir diferentes puntos de vista, ya que si solo eres de una sola profesión de repente  tienes la formación y la mirada determinada.

¿Por qué en un principio se enfocan  en fomentar y promover la equidad de género en los adolescentes?

Alejandra: Milagros y yo, siempre tuvimos la visión de fomentar un cambio juntas. En el colegio hablábamos de hacer un proyecto  hasta que coincidimos  con Victoria, una de las integrantes de Shaya, en uno que era sobre el reciclaje de botellas, a partir de ahí nació ese sentimiento de hay que hacer algo cuando estemos más grandes. Después, en una reunión, Milagros nos enseñó un documental que causó gran impacto en nosotras y desde ahí el proyecto tomó forma. El documental era acerca de la escuela del silencio, donde se puede apreciar la problemática de la falta de un enfoque de género en los distintos colegios, no solo en las zonas rurales sino también en la selva e incluso Lima, Nos marcó tanto al ver  cómo estas diferencias en la educación impactan en las mujeres. Entonces creo que ese documental sirvió de inspiración para llegar a esa problemática.

¿Cuál fue el proceso que siguieron para elegir a la población que necesitaba más apoyo?

Alejandra: En el 2018 participé con una amiga llamada Eliseth Mendoza, co-fundadora de Shaya, en un taller que se llama el Impact, donde te capacitan y  ayudan a desarrollar proyectos sociales y ambientales. Las dos teníamos la idea de hacer un proyecto ambiental, en el proceso del taller del Impact se nos une el quinto cofundador que es Yerald Tovar. Además, encontré a  Gabriela Torres que en ese momento estaba trabajando en un  proyecto que se llama “Proyéctate” en el colegio Fe y Alegría para los alumnos de 3°,4° y 5° de secundaria. Ella me comentó  que los niños de 1° de secundaria no contaban con ningún proyecto y que si hablábamos con Lucy, la subdirectora  nos ayudaría con ello. Fue así que llegamos al colegio, nos han apoyado mucho, están muy abiertos a nuestra propuesta y también muy abiertos a hacernos sugerencias. 

Milagros: El proceso de selección inicialmente fue a manera de convocatoria, con la autorización del colegio. La directora nos dio la facilidad de ir a los salones de  1° de secundaria para explicarles sobre el taller.Entonces, siempre hay  un grupo interesado que quiere participar,  pero ese grupo interesado no necesariamente son los chicos que realmente lo necesitan, a veces son los chicos que tiene más habilidades sociales, quieren obviamente desarrollarse más, pero en  el proyecto queremos incidir en chicos que no tienen mucha iniciativa, por esa razón se pidió a los alumnos que nominen a un compañero que consideraban que necesitaba incluirse en el proyecto, y así se sacó una lista de posibles alumnos para que entren al proyecto. Posteriormente, pasamos a  un segundo filtro que fue con los padres para ver si existía el interés de su parte, se les  invitó a cada uno  a una entrevista para reconocer algunos puntos entorno al compromiso que debían tener ya que depende mucho de ellos para ver si tenían disponibilidad, si pueden estar al tanto del progreso del niño. Al final  de ese grupo  se seleccionaron 35 alumnos.

Al final del proceso de filtros ¿Cuántos niños se integraron al proyecto?

Alejandra: Inicialmente iban a ser 25  niños de acuerdo a lo que veíamos en nuestra capacidad.Pero, la directora nos sugirió algunos niños que debían entrar al proyecto porque lo consideraba necesario. En el colegio Fe y Alegría hay 150 alumnos por cada grado, el proceso fue difícil pero al final solo trabajamos con 27 alumnos.

¿Por qué razón consideraron importante incluir a los padres?

Milagros: Es parte de la metodología donde queremos involucrar a los alumnos, padres y docentes, porque consideramos que el tema de género, los estereotipos, la violencia y todo

lo relacionado se reproduce en cada espacio donde se desarrollan los niños,  si no tenemos sensibilizados a los padres y maestros el trabajo a veces no se sostiene bien. Nos parecía importante sensibilizarlos en los temas, invitarlos para que se sientan parte del proyecto, brindarles las herramientas para que ellos también estén capacitados. Nos parece importantes todos estos puntos.

¿Cuántas horas duraban las charlas? y ¿En qué consisten?

Milagros: Las charlas eran los sábados de 9 a 12 de la mañana y duraban 3 horas con un intermedio donde se ofrecía un  refrigerio, comenzamos en abril y terminamos en septiembre del 2019. Nosotros quisimos iniciar brindándoles herramientas, recursos o mejor dicho  ayudarlos a formar las competencias y habilidades necesarias en relación a su bienestar, siempre con el enfoque de género. Básicamente tratamos de trabajar a lo largo de los talleres con tres módulos: El primero, es el autoconocimiento que busca brindar las herramientas para que ellos puedan reconocer sus habilidades, valores, sus recursos personales y también reconocer qué pueden mejorar, una base que es importante para nosotros.También, se fortalece ciertas capacidades como la comunicación asertiva sobre todo ante un medio que puede ser bastante hostil y conflictivo, propio de los entornos del colegio.

Alejandra: El segundo son las habilidades sociales donde tratábamos temas como: oratoria y comunicación asertiva y el tercer módulo es desarrollo personal. Al finalizar cada módulo buscábamos romper con los estereotipos de género. Nosotros hacíamos  actividades de exploración para plasmar las ideas que ellos tenían de niños sobre niñas y viceversa, entonces a través de esas actividades nos dimos cuenta de que de verdad  había muchos estereotipos, ideas preconcebidas y nosotros tratábamos de romper a lo largo de los talleres a través de dinámicas  y presentando en nuestras diapositivas vídeos de   mujeres y hombres que rompen estereotipos. Nosotros somos 5 cofundadores y nos ponemos como ejemplo de que en algún momento hemos roto estereotipos haciendo cosas distintas. Por ejemplo ponemos fotos de nuestro amigo Dany haciendo compras en el mercado, escogiendo las frutas, después alguien haciendo deporte, una chica jugando fútbol; tratamos de romper con nuestro mismo ejemplo este tipo de estereotipos.

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Grupo Shaya dictando sus talleres a los niños de 1° de secundaria en el Colegio  Fe y Alegría  N°24, ubicado en Villa María del Triunfo. Fuente: Shaya

Cuando hicieron las charlas en modo presencial, ¿notaron cambios en los niños?

Milagros: En general, la participación y el interés fueron aumentando. Los chicos se forman por grupos, eso nos parecía importante porque muchas veces se aíslan  y no quieren conversar;  tratábamos de que un voluntario esté en cada uno de ellos,  es parte de la metodología. Lo que nos interesa es fomentar un pensamiento crítico, consideramos importante empujarlos a preguntarse por qué o para qué, más allá de lo que tú dices, porque los chicos muchas veces vienen con conocimientos que consideran verdades aprendidas en casa, verdades que deben cuestionarse como por ejemplo la idea de  “la mamá para la casa y el papá para el trabajo”, ese tipo de ejemplos nos permitían generar espacios de debate y eso era interesante porque  nos llamó la atención que muchos de los chicos que  normalmente no participaban empezaron a dar sus opiniones. 

De forma particular, como me conocían como la psicóloga, yo pude ver más de cerca el caso de un niño de 11 años que le hacían bullying, en términos generales a partir de un problema de adultos el terminaba siendo buleado por otro compañero; tenía bastante dificultad para expresar sus emociones,  para decir no, para ser asertivo, poner límites,  incluso manejar su llanto, sin embargo las técnicas, herramientas y dinámicas ayudaron  que él tome seguridad. Tratábamos de generar actividades que generen empatía y noté que el niño ganó más confianza, porque no se trataba que nosotros lo defendamos sino de como yo te enseño a que tú lo hagas, ese es un caso más de cerca.

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Grupo Shaya dictando sus talleres a los niños de 1° de secundaria en el Colegio  Fe y Alegría  N°24, ubicado en Villa María del Triunfo. Fuente: Shaya

¿Cómo hacen con el tema de la logística en cuanto a los talleres , cuentan con el apoyo económico del colegio, los ayudan o solamente ustedes lo autofinancian?

Alejandra: El año pasado, fue el primer año que se dio el proyecto, hicimos rifas para financiar el refrigerio, materiales y el transporte, ya que el colegio se encuentra ubicado en Villa María del Triunfo. Nosotros les pedíamos a los voluntarios que lleguen por sus propios medios hasta la estación del tren Maria Auxiliadora y luego nos dirigíamos en grupo al colegio en taxi o una van  si éramos muchos. 

Ahora realizan las charlas de manera virtual por el tema de la pandemia, ¿Qué días suelen hacerlo  y cuánto tiempo es la duración?

Milagros: Sí, la idea nace a partir de que la subdirectora se comunicó con Alejandra y desde que comenzó la pandemia sabíamos que no se  iba poder realizar el taller presencialmente. Se le propuso que estábamos disponibles para poder hacer un taller virtual y dependiendo de lo que la directiva consideraba, al final ellos propusieron que los talleres de padres se iban a llevar a cabo de forma virtual, por eso es muy importante la cohesión entre padres y la comunidad escolar. Los papás responden bien, porque saben que sus hijos van a permanecer ahí  mientras ellos también se involucren. Las charlas empezaron desde el 15 de septiembre todos los viernes a las 8 p.m., nosotros vamos dando 4 talleres más dos talleres que la institución brinda inicialmente, son alrededor de 6 talleres en total.  Los contenidos de los talleres se han definido a partir de una reunión con la subdirectora y de acuerdo a las necesidades que ella considera  para los papás y sus hijos. Tocamos temas  sobre todo de contenido emocional, de manejo de emociones tanto para adultos y también para acompañar a los hijos.

¿Por qué este  año consideraron trabajar solo con los padres y no con los niños? 

Alejandra: Siempre estuvimos atentas a las necesidades del colegio, cuando hablamos con la subdirectora nos comentó que su prioridad eran los padres de primer grado de primaria. Hay papas que tienen experiencia porque tienen hijos en distintos grados, otros recién ingresan al colegio, sumado a ello que quizá tenían más acceso a redes aunque sea del celular en comparación con los niños. Ahora estamos brindando los talleres de acuerdo a las necesidades del colegio.

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Grupo Shaya dictando sus talleres a los padres de familia del primer grado de primaria  por la plataforma Zoom. Fuente: Shaya

¿Cómo ha sido la acogida de los padres?, ¿Qué metodología utilizan con ellos?

Alejandra: Tenemos un tema para cada taller, como: gestión emocional, resiliencia, violencia y cómo cuidarse frente al coronavirus. De acuerdo al taller tenemos una etapa de exploración, hacemos unas preguntas a los padres y actividades que permitan su participación, luego una exposición a cargo de  dos personas del equipo fundador y terminamos con una actividad grupal que generalmente son casos. 

Cada uno tiene un grupo de aproximadamente 20 padres, porque ahora estamos trabajando con casi 80 papás y cada uno tiene un grupo donde generalmente están los dos papás en la cámara. Hasta ahora le hemos pedido feedback en alguna oportunidad a los papás, ellos están bien comprometidos en asistir y participar en los talleres.

¿Qué necesitan para continuar con las charlas? ¿Consideran aún seguir trabajando con el mismo colegio Fé y Alegría o tienen proyectos en otros centros educativos?

Alejandra: Hasta ahora el colegio siempre nos abrió las puertas, tenemos una muy buena relación con la directora. De hecho, nos gustaría el próximo año si es posible continuar dando charlas para niños.  

Lo que queríamos hacer este año,no se pudo por la pandemia, era expandir el proyecto a otros lugares.Desde el año pasado  teníamos la idea de llevar el proyecto a otros colegios en provincias, el colegio era un buen contacto que nos abría las puertas para ir a diferentes sedes que tiene en el país. Lo que nos gustaría en un futuro sería replicar este proyecto en otros lugares, no solamente Lima, sino también en la sierra, incluso en selva. Y sería de hecho muy enriquecedor y muy distinto ya que cada persona piensa distinto de acuerdo de donde viene.

Teníamos la idea también de dar mini talleres un fin de semana en un colegio y de ahí en otro, hacer como un tour de Shaya, no se pudo este año por la pandemia pero de hecho es algo que queremos hacer y necesitamos financiamiento, hemos visto campañas de crowdfunding, no las hemos podido concretar porque en realidad este año no hemos necesitado muchos recursos porque todo a sido en línea. De hecho nos gustaría contar con un apoyo para poder llevar a cabo todas las ideas que queremos hacer con Shaya.

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SI YO RENUNCIO NOS QUEDAMOS SIN COMER

SI YO RENUNCIO NOS QUEDAMOS SIN COMER

Martha Carchery, trabajadora de limpieza en hospital de Essalud. 56 años

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“Me levanto a las 4:30 de la mañana para ir caminando y llegar a las 6:00 a.m al hospital Alberto Leonardo Barton Thompson, en el Callao. Hace cinco años soy operaria de limpieza para la empresa SELIM. Empecé limpiando las áreas de emergencia y hospitalización. Pero hace tres años me pasaron a Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), área al que ahora tengo miedo limpiar porque todos los pacientes instalados tienen el COVID-19. Hasta el momento han fallecido dos pacientes de UCI y la situación cada vez empeora. 

A pesar que contamos con la protección necesaria, este nuevo “disfraz” es incómodo y doloroso, pero lo tengo que usar por 12 horas diarias. Nos dan el uniforme de limpieza -uno tradicional-, tres mascarillas, seis guantes quirúrgicos, tres mandiles quirúrgicos, tres gorros quirúrgicos, tres botas quirúrgicas, guantes de limpieza, zapatos con punta de acero y lentes. 

Los doctores son buenos y ya no nos permiten quedarnos tanto tiempo en el área. Solo limpiamos lo que necesitan y cada vez que salimos de ese espacio nos bañamos y nos volvemos a cambiar. Es decir, si yo ingreso a UCI cuatro o cinco veces, yo me baño las cuatro o cinco veces. Por ese lado me siento protegida, pero por otro lado me siento desamparada. Mi empresa no nos quiere aumentar la remuneración, a pesar de que nos exponemos día a día. Su respuesta es “si te quejas, te vas”. Y yo no me puedo ir. Tengo dos hijos: uno de treintaiún años sin trabajo y uno de quince en el colegio. Si yo renuncio nos quedamos sin comer. Solo me queda trabajar y no puedo darme ese lujo a estas alturas.

Somos 25 personas, todas tenemos entre 30 a 50 años. Cada día trato de animar a mis compañeras a seguir laborando y agradecer que aún tenemos trabajo. Al regresar a casa, el cual dura dos horas y media, pienso mucho en mi familia y en mí. Solo pido a Dios que me dé coraje y valentía para seguir adelante y hacerle frente a este virus. 

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Mi dolor no sería contagiarme, sino transmitir la enfermedad a mi papá

Mi dolor no sería contagiarme, sino transmitir la enfermedad a mi papá

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Thalía Gálvez, periodista de Willax. 24 años

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Desde niña soñé que sería periodista y logré cumplir mi objetivo. Pero nunca pensé que mi carrera me convertiría en una amenaza latente para mi padre que padece cáncer de páncreas. Cuando el coronavirus llegó al Perú todo cambió. Cada día es distinto en mi trabajo, en mi casa. 

En mi trabajo sí se tomaron las medidas correspondientes como el uso de mascarillas, guantes, desinfección en los calzados, nuevo horario, menos comisiones en las calles y entrevistas por plataformas digitales. Casi todas las notas que hoy escribo para el noticiero de Willax giran en torno al Covid – 19. Todas ellas son duras y tristes. 

Cuando empecé a laborar como reportera, hace un año atrás, me esforcé en trabajar mis emociones y demostré mucha fortaleza para enfrentar cada entrevista sin importar qué tema o enfoque tocara: si era triste, alegre o fuerte. Ahora me apena escribir sobre muchas personas que están infectadas y otras que lamentablemente fallecen y no pueden ser velados por sus seres queridos. Todo esto genera en mí mucho miedo. La misma sensación que siento al llegar a casa, sacarme la ropa en la escalera, pasar a la ducha y encerrarme en mi cuarto para no contagiar a mi padre de 65 años que hace diez viene luchando con su enfermedad. 

No puedo renunciar a mi trabajo ya que por ahora soy la única que genera ingresos económicos. Si no trabajo mi papá no podrá consumir sus medicamentos. 

Mis padres me dicen que sienten mucho dolor cada vez que salgo de casa pues temen que contraiga el virus; pero mi dolor no sería contagiarme, sino transmitir la enfermedad a mi papá.

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Nunca pensé que una pandemia me obligaría a cambiar el salón de belleza por una frutería

Nunca pensé que una pandemia me obligaría a cambiar el salón de belleza por una frutería

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Ada Huaroto. Cosmetóloga de profesión. 50 años.

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Hace nueve años decidí dejar de trabajar en las peluquerías de mis amigas para  inaugurar la mía. Nunca pensé que una pandemia arruinaría mis sueños y me obligaría a cambiar  mi salón de belleza por una frutería. 

Todos los días me levantaba a las siete de la mañana para hacer mis quehaceres y estar a tiempo a las nueve para abrir mi salón en el distrito de San Luis Ahora las cosas han cambiado: me levanto a las cinco de la mañana para ir al mercado Mayorista de Frutas  y comprar cajones de manzanas, mandarinas, papayas y paltas.

No es fácil salir adelante en mi situación, pues tengo dos hijos pequeños que aún están en el colegio y una deuda por vivir en una casa alquilada. Aún así, la necesidad te obliga a accionar rápido, más si no cuentas con el dinero para adaptar tu negocio al nuevo protocolo de salubridad. 

Esta situación de crisis por el COVID-19 me ha llevado a reflexionar y valorar las cosas. Antes mis clientas me llamaban para programar citas en  mi salón. Hoy  me llaman para que les lleve fruta a la puerta de su casa. 

No me avergüenzo de vender fruta porque es un trabajo digno. Yo me siento tranquila porque mis rejas están cerradas, nadie ingresa, no me expongo al contagio.  Además lo que más importa es el bienestar de mi familia.

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