Por: Johanna Gallegos y Emma Ramos
johanna.gallegos@pucp.pe – a20110518@pucp.pe
Muchas agricultoras no tuvieron el apoyo del Gobierno para salvar sus cultivos, venderlos, transportarlos a mercados ni para evitar ser víctimas de la infravaloración de precios.
Cuatro meses han pasado desde que el presidente Martín Vizcarra declaró en estado de emergencia sanitaria a todo el país por la llegada del COVID-19. Tras un aislamiento social obligatorio que duró más de 100 días, algunos sectores de la economía se han reactivado. Sin embargo, tanto en el sur del país como en el norte, las mujeres agricultoras, quienes son importantes para el abastecimiento de productos y alimentos de cada familia peruana, así como de sus propios hogares, no han podido retomar totalmente su trabajo ni generar los ingresos que tenían antes de la pandemia. Muchas no tuvieron el apoyo del Gobierno para salvar sus cultivos, venderlos, transportarlos a mercados ni para evitar ser víctimas de la infravaloración de precios.
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Es temporada de lluvias en la ciudad del Cusco. La temperatura bajó y ha obligado a todos los cusqueños a refugiarse en sus hogares aún cuando el aislamiento obligatorio ha cesado. Sin embargo, no todos pueden quedarse en casa. Ese es el caso de Natividad Arque, una mujer quechua hablante que cada mañana toma un bus interprovincial desde su hogar en la comunidad campesina Chitapaman, distrito de Taray, provincia de Calca en Cusco. Ni el frío ni las fuertes lloviznas la detienen de salir desde su localidad hasta la ciudad donde intenta ganar algo de dinero vendiendo los productos que ella misma cultiva. Sentada en la puerta N° 2 del Mercado Wanchaq llama a cada persona que pasa pidiendo que compren lo que trae: orégano, ruda y acelgas. Todo cultivado por su esposo, sus dos hijos y ella misma.
Desde los primeros días de julio su rutina es la misma: vender lo que pueda en las puertas del mercado. No tiene dinero para alquilar un puesto. Meses antes, cuenta ella, con el aislamiento social obligatorio, solo salía su hijo. “Yo le mandaba mis productos amarrados y los vendía en el Mercado Vinocanchon. Él me decía ‘ya saldremos pues, ya traeremos más cuando se normalice’”, cuenta ella a La Antígona, en su lengua originaria.
Así como Natividad, hoy son casi 3 millones de agricultoras que trabajan y viven de la producción. Una cifra que representa el 83% de la población económicamente activa (PEA) del sector agropecuario, según Red Muqui. De entre todas estas personas 38,7% son mujeres. Ellas trabajan en los campos pero también son madres que, a pesar de la coyuntura actual, siguen sembrando y abasteciendo a las ciudades enteras en todo el país. Aún cumplen con su labor de agricultoras.
De sur a norte
La pequeña agricultura -es decir, no exportadora- siempre ha recibido poco presupuesto del Estado. En el año 2017 se le asignó solo el 2.1% del total de monto del país: el aumento entre el 2012 a ese mismo año también fue mínimo, representando un 1.5%, de acuerdo al reporte del Grupo Propuesta Ciudadana. La llegada del COVID-19 y la posterior cuarentena que llevó a paralizar la labor de muchos peruanos, no ha sido causa para que la agricultura se detenga. En una entrevista en Radio Programas del Perú (RPP) en los primeros días de julio, el ministro de Agricultura, Jorge Montenegro, señaló que “desde que inició la emergencia, los productores agropecuarios han sostenido la producción y el abastecimiento de alimentos para todos los peruanos”.
No obstante, el Coronavirus obligó a que comunidades como las de Natividad, que sobreviven del cultivo y venta de sus propios productos, cierren sus fronteras y a prohibir el ingreso a quienes no fueran lugareños. Estas drásticas medidas de prevención hicieron que las familias no puedan transportar a tiempo todos sus productos como el maíz, las hortalizas, las papas y hierbas como las que vende Natividad. “Todo estuvo cerrado con tranqueras, no entraban ni carros. Siempre estaba cuidando que no entre nadie por eso recién ahora estoy viniendo”, recuerda. Algunas perdieron sus cultivos.
Una de ellas fue Rebeca Chilliwani, quien vive en el distrito de Corao en la comunidad Ccorimarca, en Cusco. Ella es agricultora y madre de seis hijos. Salir a vender, es necesario para conseguir algunos alimentos como aceite, azúcar y sal. “Cuando no vendíamos… todo se ha perdido, todo se ha malogrado. Mis plantas se han vuelto amarillas”, contó.
En el norte del país la situación es parecida. La Antígona conoció el caso de Esmeralda Ramos, quien es una de las tantas agricultoras que inician su trabajo muy jóvenes. Ella empezó desde los 19 años, en Lambayeque, Motupe, del centro poblado de Tongorrape. Ella produce anualmente mango: hoy su parcela se encuentra abandonada y las actividades agrícolas se han estancado, a partir del estado de emergencia decretado por el Gobierno.
A ello se suma que en la región norteña empieza una temporada con un clima difícil para la floración y para que los frutos se desarrollen de manera efectiva, ya que no ha recibido la limpieza y aplicación de productos orgánicos. Esmeralda comenta que la situación en Tongorrape cada vez se complica para los agricultores. “No estamos trabajando en el campo, no podemos contratar personal porque en la zona todos están contagiados con el COVID-19”, señala.
Según las evaluación del Ministerio de Agricultura (Minagri), ante la caída de los ingresos de los agricultores por la pandemia del COVID-19, la actividad agropecuaria registrará un -2.3% para este año.
Sin bono rural ni canastas solidarias
La Dirección Regional de Agricultura de Cusco ha registrado un total de 126 mil familias cuya labor es la agricultura en dicha región. A pesar de esta cifra considerable, muchos pequeños productores no están registrados en los padrones de las Juntas de usuarios, Agrobancos, entre otros. Es por este motivo que ellos no han sido beneficiados con el bono rural aprobado en abril y que fue dado a conocer en una de las conferencias de prensa del presidente Vizcarra y del ministro Montenegro. Esta ayuda monetaria que empezó a ser repartida los primeros días de mayo nunca pudo ser cobrada por Natividad o Rebeca. “No, bono no hemos recibido. Solo para los de buen nombre será el bono, no para nosotros”, reclama Natividad.
Maria Elena Ramos Quispe es presidenta de la organización de mujeres del distrito de Huanoquite, provincia de Paruro, también en Cusco. En diálogo telefónico con La Antígona, detalló la falta de atención que ha tenido el Estado con las agricultoras y obreras de su comunidad. “Por ejemplo, las canastas, se les dio a los municipios para que repartan. Nos llamaron diciendo que sí tenían canastas y que yo recibiría una pero debía esperar en mi casa. Les esperé y en la noche dijeron que yo no estaba en la lista. Esto pasa porque los que hacen el registro borran nombres”, recuerda.
Ella sí pudo cobrar el bono rural, pero muchas de sus compañeras de la organización no estaban en el padrón. Esto a pesar de que el ministro Montenegro aseguró que todos, incluidos los pequeños agricultores, tendrían acceso al bono. “Está orientado a los sectores pobres y pobres extremos y cuando hablamos de tenencia de tierras son aquellos que tienen menos de cinco hectáreas, también a ellos está dirigido», afirmó el titular del MINAGRI en abril.
Este bono no habría resultado suficiente para las familias agricultoras. De acuerdo a Eduardo Zegarra, investigador del Grupo de Análisis para el Desarrollo (Grade), las zonas rurales necesitan más apoyo económico ya que son geográficamente más extensas que las zonas urbanas. En una entrevista para el diario La República en abril, comentó que con los datos que sugiere el MINAGRI, se obtendría que “al menos un millón de pequeños agricultores se quedarían fuera del bono rural y podría considerarse para ellos un nuevo bono agrícola. Se les debe dar soporte económico, de los S/ 1.000 que podrían recibir sólo podrían cubrir el 40% del costo promedio para levantar sus siembras”. Tras varios meses de aislamiento sus estimaciones no distan de la realidad.
En los mercados
Otro de los grandes problemas de las mujeres agricultoras es la distribución y venta de sus productos en los mercados de sus regiones. Los ingresos diarios de alimentos a los mercados de Lima, por ejemplo, se han reducido. Un caso para analizar es el del mercado mayorista de Lima, que registró una reducción de 13% con 6,573 toneladas de productos en promedio, según datos oficiales reportados por el Minagri.
Manuela Flores trabaja en el Mercado Mayorista de Frutas del distrito de La Victoria desde hace 28 años. Antes del estado de emergencia, ella contaba con diez proveedores. Hoy solo puede trabajar con cinco porque la venta de fruta ha disminuido. “Antes me traían 2 o 3 veces a la semana la mercadería. Entonces yo en un día vendía 500 o 200 cajas. Hoy vendo 9 o 27 cajas hasta completar las 200 en una semana, pero termino rematando y no hay ganancia”, cuenta.
Mujeres como Manuela, que trabajan en mercados, se han visto afectadas por la crisis sanitaria. A pesar de su contribución con la venta de productos agrícolas, no han podido evitar que la agricultura haya perdido más de S/. 6.000 millones (US$1.700 millones) en estos meses, como lo dijo el ministro Montenegro.
Durante una entrevista al diario Gestión, la directora nacional de CARE Perú y exministra de Educación, Marilú Martens, afirmó que estas pérdidas se deben a que las cadenas de distribución se han roto, generando que las agricultoras pierdan sus cosechas ya que no tienen cómo transportarlas. Otra razón sería los cierres de los mercados, lugares sumamente necesarios para el abastecimiento pero también puntos de alta concentración y contagio del COVID-19.
El mercado Mayorista de Frutas fue uno de los focos infecciosos donde los vendedores eran los principales transmisores del virus. Sin embargo, las autoridades impusieron nuevas reglas de salubridad para el bienestar de los compradores. Actualmente, las medidas son más rigurosas y los fiscalizadores de la Municipalidad de La Victoria multan a las personas que no acatan el uso de mascarillas y guantes. “Las personas que comen o toman dentro del mercado reciben una multa. No quieren que comamos adentro ni nos traigan comida”. comenta Manuela.
Mujeres agricultoras capacitadas
Desde Cusco, Maria Elena nos dice que tiene clara la importancia de las cadenas de distribución y que por ello procura ofrecer los mejores productos cuando los vende en el mercado de su región. Aunque precisa que antes de la pandemia y la cuarentena ya existían problemas al respecto. “Yo trabajo orgánicamente. Cuando salí de mi casa para vender mis productos y hortalizas en el mercado no quisieron comprar nada porque veían que tenían pulgones. Lo que pasa es que cuando trabajas así, siempre entran plagas e insectos”, dice la presidenta de la organización de mujeres del distrito de Huanoquite. Poco a poco, y gracias a diversas instituciones capacitadoras, ella pudo aprender a usar fertilizantes que no dañen sus productos, exterminen a las plagas y sean orgánicos.
Una de las organizaciones que realizan estas capacitaciones es El Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán. En 2018, con el fin de que las agricultoras rurales se empoderen en sus derechos como ciudadanas y desarrollen sus capacidades en la pequeña agricultura, inició el proyecto “Productoras rurales empoderadas de Cusco gestionan de manera sostenible sus unidades productivas aportando al desarrollo local equitativo con justicia climática”. Este contó con el apoyo de la Agencia Vasca de Cooperación para el Desarrollo y la institución Mugen de España.
De la misma forma y en pleno estado de emergencia se creó la iniciativa “Ella alimenta al mundo”, ejecutada por la organización humanitaria CARE, que busca el desarrollo de la mujer campesina en las áreas rurales. Trabajan con mujeres rurales de Lima, Ica y Piura pero se estima alcanzar a más de 400,000 beneficiarias que están en riesgo de perder su seguridad alimentaria. Marilú Martens, directora de CARE en Perú, estimó para agencia EFE que este y otros programas adentran a las mujeres rurales en el mercado financiero y vuelven sostenible a la actividad agrícola.
Reactivación de la agricultura
Ante la preocupante situación de riesgo que sufren las agricultoras y sus familias de diversas partes del territorio, Conveagro -gremio agrario nacional- exhortó al Poder Ejecutivo a declarar en emergencia al sector agropecuario. Esto sucedió a mediados de mayo, cuando reportaron que 30% de agricultores y ganaderos en el Perú están seriamente afectados por las pérdidas de sus cosechas y siembras. Desde entonces, se han ido elaborando medidas. Una de ellas fue, por ejemplo la creación del fondo Agro Perú del Agrobanco, que tiene un financiamiento de S/.250 millones. Además, está destinado a pequeños productores agrícolas y a sus familias.
Además, el ministro Montenegro anunció en una entrevista durante su visita a Arequipa que se había destinado S/. 373 millones para asegurar empleos en el agro y S/. 100 millones para el mantenimiento de canales y drenes. Como parte del plan de reactivación del agro, también se autorizó mediante el Decreto de Urgencia N° 070 -2020 la transferencia de S/3.898 ‘324.560 para el mantenimiento de la red vial vecinal nacional que garantizará el traslado de productos agrícolas a los mercados.
Asimismo, con el propósito de beneficiar a mujeres como Maria Elena o Esmeralda se han implementado los mercados itinerantes “De la Chacra a la olla” que reúne a productores pequeños de diversas regiones. Recientemente -el 14 de julio- se inició la segunda etapa de este programa y según el director de Agrorural, Angello Tangherlini, se estima tener a 16.000 productores de la costa, sierra y selva, que cumplirán con los protocolos de seguridad para evitar contagios del COVID-19.
Sin duda, la reactivación de la agricultura es urgente y debe darse en beneficio de las mujeres agricultoras y de sus familias, quienes sobreviven de este trabajo en el sector agrícola y que se han visto drásticamente afectadas por la pandemia. Son alrededor de 31 millones de personas -a todo el Perú- a las que alimentan estas mujeres productoras de vida.
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