Por Johanna Gallegos @Johanna_Gallegos_a
Diandra García, escritora trujillana, firmando su libro «Nombres para un desamor». Imagen: Savia Casa
La escritora trujillana Diandra García presenta su primer libro de poesía titulado “Registros atávicos” (Alastor Editores, 2024) y conversa con Johanna Gallegos para La Antígona. Este libro es el debút poético de la joven escritora y a su vez, un trabajo impecable de más de tres años de registros escritos con pensamientos, vivencias y sentimientos que marcaron su vida. Un diario íntimo, un registro de historias, una “habitación propia”.
Diandra García Rouillon es una de las brillantes promesas de la literatura liberteña y peruana. Es Bachiller en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Antenor Orrego y estudiante de la carrera de Lengua y Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha sido redactora de las revistas Taquicardia, Cadá y La Antígona. Desde muy joven se vio inundada de literatura y descubrió su gran talento al ganar el primer puesto en el concurso de Cuentos de Amor Universitario (UNFV, 2021) y al ser finalista del Festival de Poetas Inéditas de La Libertad (Alianza Francesa). Hace poco presentó su primer libro “Nombres para un desamor” (Dentro, 2023), un conjunto de cinco cuentos donde explora la temática del amor y las relaciones desde una mirada fresca y experimental.
En esta entrevista, Diandra conversa sobre su primer libro de poemas “Registros atávicos”, la experiencia de registrar cada pensamiento y vivencia a lo largo de tres años para dar como producto una obra poética conformada por cuatro secciones: hiel, herencias, retorno y amor.
Diandra, quisiéramos saber más sobre tus primeros acercamientos a la poesía; conocíamos tu gran talento con la narrativa, sin embargo, este es tu primer libro de poemas y nos encantaría saber ¿por qué elegir la poética?
La historia es larga pues lo primero que escribí fue poesía. El 2019 escribí mi primer poema, lo recité en el 2020 para un público y desde ahí no paré de ir a recitales e involucrarme. Es por eso que este libro, “Registros atávicos”, contiene poemas que escribí durante el 2019, 2020, hasta el 2023; es un libro que se desarrolló en esos años. El primer manuscrito que hice fue el 2022, fue revisado y aceptado a finales de ese mismo año y el 2023 ha estado en ediciones.
Este libro fue escrito antes que “Nombres para un desamor”, sin embargo, por distintos procesos que he vivido, tuvo un proceso más lento.
¿Y esto porqué sucede?
Me pasa que en la poesía —más que en la narrativa— el proceso de pulir es mucho más intenso y colaborativo. Me gusta involucrar, no solo al editor, si no a compañeros y amigos. A ellos les envío mis escritos preguntándoles sobre sus pensamientos y opiniones. Además, hubo un proceso de maduración personal. No soy la misma persona de hace tres años; en esa época tenía menos seguridad, y es más, sé que en algunos poemas se podrá entrever ese “manotazo” a un estilo ajeno. Poco a poco pude asegurar mi voz, aunque sigo haciéndolo hasta ahora, como todos, creo.
Definitivamente fue un proceso de creación largo y seguramente hubo muchas fuentes de inspiración, cuéntanos ¿qué podemos encontrar en “Registros atávicos”?
En primera instancia, “Registros atávicos”, tiene un concepto interesante pues es de una persona que va escribiendo como un diario. Por eso la portada es una especie de “diario personal”.
Una bitácora con estilo “girly”…
Claro, algo similar. Yo quería que se sienta eso, como algo que escribió alguien y que fue creciendo. Y, por ello, también se divide en cuatro secciones. Estas están asociadas a un año.
Siempre he escuchado que las personas que escriben poesía empiezan desde su familia. A mí me pasó eso. Inicié como una especie de “13 Reasons Why”, dirigiéndome a todas esas personas a las que, yo sentía, que no les había dicho algo y que restaba un mensaje dentro de la herida que yo tenía. En eso encaja la primera sección del libro. Son como poemas con mensajes de rencores, de temas agudos y punzantes; se titula “hiel” por esos motivos. Dentro también hay dedicatorias a personas pero siempre partiendo desde ese sentimiento de rencor. Son los poemas más antiguos.
Luego de ello, pasa el año 2021 y en este año gira la sección de “herencias” dónde abarco a mi familia. Hay un puente entre esta sección y “hiel” porque la voz poética tiene un rencor más familiar y sobre todo con el padre y otras figuras como la madre, la abuela, entre otras. “Herencias” es justo eso y hace alusión al nombre del poemario pues atávicos es justo eso, algo ancestral.
“Retornos” regresa al rencor, pero esta vez no está dirigido hacia una persona sino a uno mismo. Es como volver a uno mismo; una suerte de vómito.
Una introspección de uno mismo atada al sentimiento de rencor…
Sí, no es para nada una mirada compasiva. En “retorno” hay más juicio y una sensación de insuficiencia.
La última sección es “amor”. Es mi favorita porque son los pocos poemas que escribí durante mi adolescencia y temprana juventud que parten justamente del amor, y no necesariamente desde una idea romántica. Sí tiene poemas de amor romántico como uno que me encanta titulado “AMOR” pero también hay otros como “Ciudad amarilla” que es sobre el amor a una ciudad, en este caso Trujillo pues yo quería que este poemario esté bien relacionado a esta ciudad. Hay menciones de Trujillo a través de descripciones que para mí son notorias y espero que lo sean para el lector. Incluso, hay menciones a personas relacionadas a este espacio como un artista trujillano que falleció.
¿Fue escritor? ¿Dirías que te inspiró?
No fue escritor, él era artista. Su nombre era Diego Zeta. Fue miembro de la comunidad y estuvo encargado de muchas ilustraciones para la Alianza Francesa de Trujillo. Tenía un gran talento. Tuve la oportunidad de trabajar con él y durante ese tiempo conecté con su manera de percibir la vida y su filosofía. Su muerte fue impactante para mí y quería escribir sobre él pero al no ser tan íntima tenía ciertas dudas si hacerlo. Al final y con el pasó del tiempo, decidí hacerlo y ahora está incluido en el poemario.
¿Está en la sección amor?
No, está en “retornos” porque justamente es parte de volver al pasado, ver atrás y recordar a alguien que ha fallecido; es una vuelta atrás. Y de hecho en esta sección hay una parte que tiene dedicados. Hay uno para Zeta, uno para Amy Winehouse, uno para Gabriela Mistral. Solamente en esa sección hay dedicatorias para personas específicas.
¿Tienes una sección favorita?
Es complicado. Yo diría “amor” pero es más que nada porque fue como una antesala de hacia donde miró mi literatura después de mudarme a Lima. Las fechas de cada sección no son del todo fidedignas, hay una carga ficcionalizada. La mayoría de poemas sí pertenecen al año en el que están asignados pero otros han sido cambiados por cercanía de tema.
Siento que en el caso del 2023 o “amor”, hay mucho de Lima. Quizá no aparece tan descriptivamente pero fue parte de mi experiencia al mudarme, fue en una etapa transicional y así la siento…como una transición a dónde estoy ahora. Yo quise aproximarse a la temática del amor pero me frenaba porque sentía que era un tema manoseado, tan sucio que no quería mancharlo más.
Mi otra sección favorita fue “hiel”, la primera. Actualmente no me siento tan representada por esos poemas pero siento que funcionan bien juntos, especialmente al ser recitados. Al presentarlos al público rinden bien como puesta escénica. Su presentación la siento más teatral que las demás y su carga performativa es alta.
Es un contraste interesante… ir desde la hiel al amor; es como ir desde un polo al otro, ¿al escribir el poemario, lo imaginaste así?
No, vengo dándome cuenta ahora (risas). Ahora que lo pienso, el primer poema tiene la palabra odio. Así que se podría decir que sí, que va del odio al amor.
Exactamente ¿Sientes que quieres quedarte en esta etapa de “amor” o piensas en explorar aún más?
Estoy explorando. El año pasado escribí dos poemas que son completamente lejanos a lo que suelo escribir. Uno se titula “Ha pasado el tiempo, ¿y?”, es de temática política y parte de la liberación de Alberto Fujimori. Nunca antes me había expresado políticamente pero me resultó indignante la situación, sobre todo por el enfrentamiento que hubo en redes sociales y hasta en cenas familiares. Se daban polémicas y debates para saber qué lado era el más villano. Yo considero que fue una falta de respeto a las personas que fallecieron asesinadas. Desde esa mirada fue que me animé a escribir y me expresé a través de la ironía. Anteriormente había escrito sólo una vez sobre el fallecimiento de un manifestante en la sierra de La Libertad, pero ese poema aún lo reservo.
Con respecto a mis exploraciones, la mayoría han sido desde el amor, la ausencia, la sencillez. De eso se trató mi experiencia creativa estos últimos meses. Pienso que no todos los escritores parten desde sus evoluciones personales, algunos sí tienen pinceladas de sus vidas en sus escritos pero para mí no es así. Creo que es más una carga privada. Un espacio íntimo que se va ficcionalizando.
¿Eso te pasó con ambos libros?
Sí. El primero no es autobiográfico pero sí hay una carga íntima. Muchas personas que me conocen me preguntan si va dedicado a ciertas personas pero no siempre es así. Entiendo por qué lo hacen pues hay mucho de mí en ellos.
¿Has pensado en escribir más de tus pensamientos en temática política?
He pensado en cómo articular más mis nuevos intereses. Me preguntaba cómo juntar poesía política con poesía de amor, pero por lo pronto y como es un proceso muy espontáneo, creo que los productos que vienen van a ser iguales. Voy a seguir escribiendo hasta que sienta que he compuesto un cuerpo y que por sí mismo puede andar bajo un título. Mientras tanto iré recitando pues sirve mucho. Enfrentas a un público y ves cómo la reciben y entienden, si sienten algo.
¿Y con respecto a los cuentos?
Yo creo que me sería más fácil escribir un libro de cuentos porque tengo ya escritos algunos y considero que podría crear más desde otros lugares. De hecho, con los cuentos agarré dos vertientes —como con la poesía—, un lado que parte desde el horror, una carga de suspenso y que tiene ciertas referencias al futuro (de manera tecnológica incluso) por ejemplo hablando de compuestos químicos —que desconozco por supuesto— (risas) y de enfermedades incluso; y también tengo esta otra vertiente que mirá hacia el amor que pregunta por las relaciones extrañas, que no sobreviven al tiempo o que son más de dos personas participando en la relación. Siento que debo articularlas para tener un producto pero no me estreso porque mi escritura es un proceso espontáneo.
¿Es un ejercicio muy propio tuyo?
Es más como un impulso sistemático. Constantemente tengo ese impulso por registrar algo y a veces me voy al vertedero de la poesía, a veces al de la narrativa. Nunca traté con novelas pero no las excluyo. Solo sé que para mí la escritura es una necesidad, un imperativo diario.
¿Lo consideras un hábito?
Sí, definitivamente. Es un hábito ritualizado. Yo le otorgó una suerte de sacralidad. Tanto es así que a veces es incómodo cuando alguien entra a ese espacio sagrado e interrumpe de alguna manera.
¿Cómo fue tu camino para contactar con la editorial actual con la que estás publicando? ¿Fue un proceso complicado?
Fue un proceso en el que fui intentando muchas veces. Yo tenía mi manuscrito como un bebé, totalmente nuevo. Un amigo me recomendó una editorial a la cuál envié este manuscrito pero ellos me dieron la sugerencia de imitar a otros poetas porque aún no veían en mí, una voz madura. Eso me desanimó muchísimo pues yo consideraba que sí había una personalidad en esos textos. Anteriormente, ya había enviado ese manuscrito a dos editoriales: Dendro y Alastor. La primera la conocía por amigos y la segunda, yo la conocía desde antes y la admiraba pues en ella habían publicado poetas que me gustaban como Denisse Vega y Victoria Mayorga. Era un sueño publicar en el mismo espacio pues había mucha literatura de mujeres.
Mi primer contacto fue en marzo del 2023 y recibí respuesta en diciembre. Yo creía que era un tema muerto, no tenía planes de publicar. Jamás pensé en dejar de escribir aún cuando en ese tiempo trabajaba como community manager. Sabía que seguiría escribiendo. Era algo que haría toda mi vida pero no creía recibir respuestas para publicar hasta que un día recibí un mail (en el trabajo) de la editorial. Cuando leí me puse a llorar en el baño, llamé a mi mamá y le conté. También intenté llamar a un amigo que era mi lector beta, la persona que leía todo lo que escribía y me daba una mirada crítica pero por temas personales no fue posible hablar con él por lo que sentí que no podía contarlo, no se lo dije a nadie más. Ya con el tiempo fui revelando a las otras personas. Un tiempo después, Dendro me contactó disculpándose por la demora en responder, así que les pedí que tuvieran en consideración mis cuentos, los leyeron y les gustó. Esa es la razón por la que “Nombres para un desamor” salen antes que “Registros atávicos”, a pesar que fueron escritos después que los poemas.
Alastor Editores nos ha dado una pincelada de lo que contiene “Registros atávicos” pues en redes sociales publicaron el poema “Balada”; en tus propias palabras ¿qué significado tiene para ti esta pieza que justamente suena como una canción?
“Balada”, para mí, es un poema muy dulce acerca de la pérdida, la ausencia paterna. La dulzura de no tener al padre a pesar de sí tenerlo. Este poema tiene una historia bonita pues su proceso de creación contiene una trayectoria. Era una canción. No soy música pero me gusta cantar y suelo crear. “Balada” nace en la ducha. Empecé a cantar, luego caminé hacía mi cuarto, caminé por todo el departamento en Trujillo y finalmente tomé posición en la sala y empecé a escribir en un cuaderno. Quería aproximarme al origen de ese ritmo y por mi autopercepción, muchas veces siento una sensación de que “hay algo malo en mí”, y mis dolores han nacido de ahí y persisten. Es una insistencia entre el pensamiento y la sensación. Entonces en el poema, hay una búsqueda de ese malestar en el padre. Quizá lo que esté mal nace desde ese padre que nunca apareció y que representó una especie de cárcel durante el crecimiento.
Una canción hecha poema
Sí. Me gusta que al ser una canción, su mismo lenguaje no es tan solemne. Incluso la última parte termina en “pa” —haciendo referencia a pa’ cantar— en lugar de “para cantar” y se anexa al significado de padre e infancia.
Esta estrategía de convertir canciones en poemas es novedosa dentro de la poesía ¿tuviste otras técnicas originales para escribir?
En “Registros atávicos” hay de todo un poco. Tiene poemas —como el de Amy Winehouse— que son, básicamente, poemas tradicionales con rima consonante, métrica y deviene de las lecturas que tenía. El libro es un diario porque mis textos nacen de mis cuatro formas de escribir. La primera es a partir de la melodía; suelo tararear y decir frases; otra es más de escritura automática e ir puliendo; otra es más ritual, pues involucra el cuerpo como expresión, es decir, selecciono canciones y empiezo a moverme pensando en elementos —tierra, agua, fuego y aire— y empiezo a escribir. Suelo usar mucho esta forma. Por último, está la de expresar con mi voz lo que quiero decir. El poema, para mí, es una construcción que se lee. Sé que hay escritores que se quedan con lo que redactan en el papel. Yo necesito que el poema tenga una lectura. Escribo pensando en cómo va a sonar cuando lo recite.
Tus formas de escribir son muy honestas
Sí, y a veces me generan situaciones con las personas que me rodean. Una vez escribí un cuento desde la perturbación de ver una herida grande en el cráneo de un amigo. Por este sentimiento que me producía ver esa lesión empecé a escribir un cuento en plena universidad.
Tu escritura se volvió una manera de lenguaje tuyo
Sí. Esa técnica está más presente en narrativa que en poesía. Yo soy mucho de tomar algo pequeño y llevarlo hasta sus últimas instancias, hasta casi la exageración para ver qué sucede. En la poesía suele pasar pero menos frecuente. Hace poco escribí un poema “Dos veces narciso”, en el que busqué llevar la decepción amorosa hasta la última consecuencia, la idea de no me amabas. Eso no pasa en la vida real pero la literatura te permite ficcionalizar algo y que de alguna manera, eso sea más honesto de lo que pasó.
Cuéntanos sobre los eventos de presentación y firmas que tendrá “Registros atávicos”
Personalmente, me gusta estar involucrada en la realización de estos eventos y estar acompañada de más artistas y en general de mucho arte, es por ello que contacté —en enero— con Cindy Muñoz, poeta trujillana y Lizeth Agüero, artista; y ambas aceptaron estar este 23 de marzo en la presentación de “Registros atávicos” en Trujillo que se llevará a cabo en la Alianza Francesa (Jirón San Martín 858) a las 7pm. También estarán grandes músicas y cantantes que sigo desde muy jóven.
En Lima, también habrá una presentación para la cual invité a dos amigas: Leslie Baltazar, literata que tiene poemas musicalizados que me agradan muchísimo, y Ari Enero, actriz, performer y clown. Este evento se dará el 06 de abril en la librería Placeres compulsivos (Jirón Sucre 407, Barranco) también a las 7pm.
¿Quién es DIANDRA GARCÍA ROUILLON?
♦ Nació en Trujillo, Perú, en 2000.
♦ Es escritora y estudiante de literatura.
♦ Ha publicado poemas en la Revista Bohemia Liberteña y es redactora de La Antígona.
♦Obtuvo una mención honrosa en el III Concurso de Cuentos de Amor Universitario.
♦ Publicó el libro “Nombres para un desamor” y ahora, “Registros atávicos”.
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