Taylor Swift o una generación sin mordaza en América Latina

Taylor Swift o una generación sin mordaza en América Latina

Escrito por Connectas en Global Voices

Taylor Swift es un referente de la influencia de hoy

Este artículo fue escrito por Fabiola Chambi y republicado desde Connectas, un medio aliado de Global Voices.

Imágen gráfica hecha por Connectas. Usada con permiso en Global Voices medio aliado de La Antigona.

“De hecho hay una canción de Taylor Swift que lo explica…”. Esta frase, repetida una y otra vez por miles de fans en el mundo, no resulta exagerada. Entre el desamor, el amor, la ira, la felicidad, la soledad y de nuevo el desamor, la cantautora estadounidense de 33 años parece haber encontrado la fórmula mágica para decir con su música lo que siente y, además, convertirlo en un hit global.

La superestrella de Pensilvania, que hizo su viaje musical desde el country hasta el pop, es más que una cantante en la cima del éxito, es la industria musical misma y las cifras lo prueban: en 2022 su disco Midnights fue el más reproducido en Spotify en un día, fue la que más discos vendió en el primer semestre de 2023 y hoy es la artista femenina con más álbumes en el número uno, 12 en total, superando a Barbra Streisand. A esto se suma un patrimonio superior a los mil millones de dólares, según Bloomberg.

Pero no solo ella gana. Cada ciudad (y cada país) que alberga sus conciertos tiene un movimiento económico impresionante, principalmente por el turismo y el merchandising de la también empresaria Taylor Swift. Antes de su actual “The Eras Tour”, que comenzó en Estados Unidos y recientemente aterrizó en Latinoamérica, el presidente chileno Gabriel Boric, un autodeclarado “swiftie”, había pedido sin éxito a la cantante considerar a su país en esta gira.

No fue el único. El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, también pidió fechas del “The Eras Tour” con un guiño al hit “Cruel Summer” en su trino: “Soy yo, hola. Sé que a algunos lugares de Canadá les encantaría tenerte. Así que, que no sea otro verano cruel. Esperamos verte pronto”.


Además del fanatismo por su música las razones son obviamente económicas. La gira está en camino a obtener la mayor recaudación de todos los tiempos, casi 6.000 millones de dólares, tomando en cuenta presentaciones y merchandising, según recientes estimaciones.

El día que Taylor se quitó la mordaza

El documental “Miss Americana”, de Netflix, devela el cambio que ocurrió en Taylor Swift para dejar el silencio de años que le habían recomendado su familia y su equipo, y tomar una posición política. Muestra cómo se enfrentó a sucesos personales complicados que la llevaron a ver de otra manera el mundo. Pero también que comenzó a estar consciente de cuánto podía influir en sus millones de seguidores. 

Abiertamente empezó a expresar su apoyo a los derechos LGBTQ, su rechazo a la discriminación y su afán por proteger a las mujeres. Esta ideología, en 2018, la llevó a chocar con la propuesta del entonces presidente Donald Trump y de su candidata republicana para el estado de Tennessee, Marsha Blackburn, por considerar que iban en contra de sus principios.

Pero si bien tiene una posición marcada sobre la política en Estados Unidos, ella nunca se ha pronunciado sobre la de otros. Sin embargo, su influencia ha llegado a tal nivel, que algunos fans la han convertido en su bandera. Por ejemplo, en su reciente paso por Argentina, una legión de “swifties” asumió una postura política para apoyar al candidato de izquierda Sergio Massa y rechazar al outsider Javier Milei, quienes disputarán el futuro de ese país el 19 de noviembre.

“Taylor hizo una campaña muy en contra de Trump y nos parece que esa campaña tiene que ver con que él atenta contra los derechos de las mujeres y acá quien representa a Trump y a la ultraderecha es Milei”, dijo una joven consultada en Buenos Aires, poco antes de entrar al concierto.

Además, en varias calles de la capital argentina aparecieron carteles contra el libertario que encandilaron el ambiente electoral. “Las swifties no votamos por Milei”, “En el ballotage estamos del lado correcto de la historia. Milei es Trump” o “ Sergio Massa. The Presidential Tour”, decían algunos de los mensajes.

Para el doctor en filosofía y coautor del libro La cultura de la influencia, Tomás Balmaceda, Taylor Swift es un gran referente de la influencia de hoy, alguien vulnerable que cuenta sus problemas y genera una fuerte empatía con sus admiradores. Y en el caso argentino, además por el contexto económico y electoral que se está viviendo, su llegada generó una “tormenta perfecta”. “En este clima, muchas de las personas que siguen a Taylor Swift sintieron que tenían que salir a hablar en contra de Milei porque él mismo se presenta como un admirador o continuador de Donald Trump, entonces esa traslación no fue tan difícil”.

Cuando los fandoms se apoderan de la política

El fenómeno de Taylor Swift no es aislado. Muchos grupos denominados ‘fandoms’, tan diversos como numerosos, conviven en Latinoamérica. El surgimiento de un nuevo ídolo musical que conecte emocionalmente, tiene en ellos un efecto masivo y poco previsible. Pueden existir simplemente para disfrutar de la música y asistir a los conciertos o para levantar la voz como una legión comprometida con una causa.

La cultura pop de Corea del Sur es una de las más fuertes y consolidadas en la región. Y tampoco han quedado al margen de la política, pues en un reciente episodio el fandom Army de BTS se pronunció contra Victoria Villarruel, la candidata a vicepresidenta de Milei, luego de que salieron a la luz publicaciones ofensivas hechas por ella contra el grupo de K-pop en la red X (antes Twitter). 

El K-pop tuvo un papel relevante durante el estallido social en Chile en 2019 que vio manifestarse políticamente a una generación considerada superficial. Se expresó por medio del lenguaje visual (usando a sus artistas referentes como BTS, Itzy, Shinee, Blackpink, Loona, Stray Kids y otros), para rechazar el abuso policial y apoyar la causa de la “revolución juvenil”. Los ‘K-popers’ también hicieron sentir su voz en Colombia durante las protestas de 2021 cuando tumbaron ‘hashtags’ en contra de las manifestaciones.

Esto también se logra debido al sentido de pertenencia y organización que tienen los jóvenes para comunicarse en redes sociales y en grupos de WhatsApp, Telegram, Discord. Están activos y pendientes de sus ídolos, sin siquiera pensar que el idioma pueda ser una barrera. Los emotivos y multitudinarios conciertos de Taylor Swift en México y Argentina así lo demuestran. Brasil promete que no será una excepción.

Para quienes intentan explicar el “fenómeno Taylor Swift”, la respuesta se podría reducir a una frase suya: “Me entrenaron para ser feliz” y para ella significa decir lo que siente o defender aquello en lo que cree. En un mundo tan complejo y apocalíptico como el de hoy, tal vez las generaciones están dispuestas a seguir ese mensaje, más allá de la música, incluso en la política.

Escrito por Connectas y publicado en Global Voices

LAS BAMBAS: HABLAN LAS MUJERES

LAS BAMBAS: HABLAN LAS MUJERES

Por Leah Sacin @leahsacin

Historias de mujeres en defensa del territorio, machismo, discriminación y lucha. Criminalización, afectación de la familia y el tremendo esfuerzo de cumplir con las labores de cuidado y también representar a su comunidad.

En dieciocho años desde que empezó a funcionar el proyecto minero Las Bambas, mucho se ha escrito sobre los problemas ambientales y sociales que rodean al proyecto. Esta vez son las mujeres las que tienen la palabra para contar cómo una de las minas de cobre más grandes y productivas del Perú tiene un tremendo impacto en sus vidas.

En la primera parte de este reportaje, conocimos las historias de Virginia y Lizbeth, dos mujeres luchadoras que representan la fuerza y el liderazgo de la población femenina de Las Bambas. En esta segunda entrega, conoceremos más sobre aquellas mujeres que son el rostro de la protesta social alrededor del proyecto Minero Las Bambas. En los comités de defensa ambiental y en las comunidades, muchas mujeres dirigentes han cumplido un rol fundamental en la lucha.

Ellas cuentan su historia.

Madres en solitario: la viudez

Isaura, Agustina y Antonia son viudas del conflicto social. Sus esposos son los fallecidos que se cuentan en la historia del desarrollo del proyecto minero Las Bambas. Ellos murieron en enfrentamientos con la policía en las protestas que se desarrollaron luego de los cambios en los Estudios de Impacto Ambiental.

Isaura Soti tiene 29 años, su esposo murió en 2015. Cuando sucedió, ella tenía una hija pequeña y una en el vientre. Han pasado casi ocho años, pero el día en que la muerte partió su vida en dos, está marcado en su memoria de forma indeleble. “Mi esposo fue a la protesta, era en principio por el paso de los camiones. Yo estaba embarazada y él no me avisó. Yo me enteré porque mi papá había ido a la protesta y vino a las siete de la noche y, llorando, me dijo. Cuando regresé me sentía como borracha, no sabía lo que pasaba”. Fue como una de esas escenas del cine en las que la protagonista deambula y el entorno es borroso e inaudible. “Me quedé viuda, embarazada y mi hija mayor estaba bien chiquita. Fue mi mamá la que me tuvo que ayudar con todo”.

Con la muerte de su esposo Alberto, Isaura se enfrentó a la realidad. No sabía leer, ni escribir, ni conocía oficio que le permitiera trabajar para mantener a sus hijas: “Yo como mujer me dedicaba a la casa, a cuidar a los hijos, cuando él muere tuve que vender los animalitos que quedaban, mis suegros no me dieron nada, solo mis padres me ayudaron. Ser madre soltera en la comunidad es muy difícil, no sabía trabajar, no tenía dinero, la platita no alcanza, las niñas crecen y crecen, y no hay para comprarles nada”.

Isaura dice que lo principal que quiere para sus hijas es que no sean como ella, que como ya tiene experiencia sabe que es importante estudiar, que va tratar de siempre estar cerca de ellas. “Yo también me tengo que sacrificar por mis hijas”, aunque confiesa que su actual esposo no acepta vivir con sus hijas.

“Su esposo actual no acepta a las niñas, nosotros nos hemos hecho cargo de las pequeñitas, ¿con quién van a estar? con nosotros.  Ella no podía quedarse sola, es muy difícil estar sola en la comunidad”, relata el padre de Isaura y ella agrega: “Es muy triste que una mujer se quede solo con dos niñas, sin saber trabajar”.

Cuando fuimos a buscar a Agustina al distrito de Mara para concretar nuestra entrevista la encontramos en una actividad comunal del pueblo. Son esas actividades a las que se debe asistir de lo contrario pueden imponerles una multa. Con su bebé en la espalda pudo darnos unos minutos para contar su historia. Y aunque entiende y habla el español, es en su lengua materna -el quechua- en la que puede expresar sus emociones. Agustina prefiere darnos la entrevista en quechua. “Mi esposo fue a la protesta con los compañeros y regresó en un cajón. Él no estaba enfermo, no tenía nada, estaba sano y bueno ha ido y regresó así, en un cajón, yo no entiendo”. Agustina ya no llora, “seguro me olvidé cómo llorar ya”, reflexiona.

Cuando era niña Agustina tenía ilusión por ir al colegio pero su padre murió cuando era pequeña y eso nunca ocurrió. ”Mi mamá no sabía ni leer ni su nombre. Yo tenía que ayudarla, no había tiempo para el colegio tampoco”. No hubo tiempo para el colegio y tampoco para pensar en lo que querría hacer con su vida, Agustina se casó y tuvo hijos antes de ser mayor de edad. “Yo no he sabido cómo trabajar, me sentía perdida cuando me quedé viuda. Solo sabía cuidar a los animales y a los niños”

“Yo quiero que mis hijos estudien para que puedan tener mejores trabajos, yo no he sabido ni escribir, no quiero eso para ellos, quiero que sean mejores, ojalá sean profesionales”, dice mientras algo oscurece -sin remedio- su mirada. Ella añade “no quiero que sean como yo”, aunque ella sabe que todas esas cosas que no hizo fue porque estaban muy lejos de sus manos. Las enormes brechas de acceso a la educación que hay en el Perú, por ejemplo, se hacen infranqueables para las mujeres en casos como el suyo.

“Mi esposo me iba ayudar porque él sí sabía escribir y leer, yo ni eso, porque mi mamá me crió sola y ella tampoco sabía nada, y así yo no quiero que siga eso con mis hijos. Mi orgullo es que tres de mis hijos ya acabaron la secundaria y eso es un montón. Pero me falta su universidad, ojalá que se pueda”.

Antonia es quechuahablante, pero entiende el español perfectamente. Cuando llegamos a su casa la encontramos recortando la hierba con una hoz. La primera pregunta fue sobre su esposo y su rostro cambió de inmediato. “He sufrido mucho. Yo nunca pensé…Tampoco supe nunca lo que era estar sola, no entendía lo que era trabajar ni qué hacer,” recuerda.

Por sus hijos, Antonia se mantuvo en pie y aprendió a llevar sola su casa. Aunque poco a poco tuvo que ir vendiendo sus animales para cumplir con la más importante misión: educarlos. “Yo quería que mi hija estudie y por eso ha ido a Lima, aquí no ha podido entrar a la universidad.” Fue difícil entender que su hija había decidido irse lejos pero era una decisión, hacer lo necesario para que el camino de su pequeña fuera distinto al suyo. Las cifras del Ministerio de Educación indican que más del 5% de la población es analfabeta y según UNESCO más del 70% -de ese porcentaje- son mujeres. Por cada hombre analfabeto hay tres mujeres en nuestro país. “Cuando yo era niña casi ninguna chica iba al colegio. Yo ni un día he ido a la escuela. Me hubiera gustado estudiar”

La muerte de su esposo expuso a Antonia a percibir la realidad como nunca antes le había ocurrido. “Cuando yo me quedé viuda me di cuenta que no tratan bien a las mujeres, más cuando están solas. Siempre nos dejan atrás”. El Estado invisible y la comunidad muchas veces mirando con recelo a una viuda. Antonia decidió no volver a casarse, decidió resistir, decidió aprender a llevar su casa y encaminar a sus hijos para que estudien en la universidad. Reiteró que su “hija está en Lima y quiero que estudie, que gane su platita. Ya no va ser dominada por otros. Quiero que su vida sea diferente”.

Antonia nació en la década de 1970 y aunque sabe que la vida en el campo sigue siendo dura para las mujeres, también reconoce que algo está cambiando finalmente. “¿Ha cambiado en algo el machismo en la comunidad?” -se pregunta a ella misma- “Solo un poquito. Al menos un poquito. Los jóvenes han cambiado un poco y parece que si hay un poco más de respeto para las mujeres”.

“Volvamos a empezar”: Una lectura decolonial de Happy Together de Wong Kar Wai

“Volvamos a empezar”: Una lectura decolonial de Happy Together de Wong Kar Wai

Por Stefany Flores

Foto: Wong Kar Wai / Happy Together

Happy Together (1997) del director hongkonés Wong Kar-Wai y ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes narra la historia de dos jóvenes homosexuales hongkoneses que deciden emigrar hacia la caótica Argentina de los años noventa con la promesa de visitar la cataratas de Iguazú y así salvar su relación. 

Buenos Aires, un auto varado, Iguazú y una única oportunidad para volver a empezar. Con estas palabras podríamos resumir el inicio de la película «Happy Together» (1997) de Wong Kar Wai. Ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes esta película sumerge al espectador en un viaje nostálgico en la qué dos inmigrantes hongkoneses deciden viajar a Argentina para recomenzar su relación amorosa, qué como veremos está marcada por la dependencia emocional y el constante abandono de uno de ellos. Es precisamente el abandono y la ausencia el motivo de este viaje hacia Argentina en donde nuevamente ambos amantes se separarán. y tomarán caminos diferentes para poder sobrevivir en la caótica Buenos Aires de finales de los años noventa. Con la promesa de quizá, volver a ser felices juntos nuevamente. 

En este film se confrontan la ausencia y la dependencia, desencadenando un viaje que se convierte en un acto político en un entorno machista que replica las dinámicas de violencia de su ciudad natal. La película desafía los convencionalismos narrativos occidentales y presenta sujetos complejos, cuya condición de migrantes afecta su vivencia de la sexualidad, como lo ejemplifica Po Win al refugiarse en la prostitución para sobrevivir. En tiempos donde la individualidad de los espacios, sujetos y emocionadas se encuentran sofocadas bajo el peso de la globalización, esta película demuestra qué el contexto, es decir, el pasado de una persona puede servir como una forma de resistencia simbólica frente a la diáspora del sujeto migrante que se enfrenta a nuevos códigos culturales de otro país. 

Audrey Yue, investigadora de la  Universidad de Singapur, usa el término Queer Asian (inmigrants) para definir una dinámica de contextos locales específicos y discursos aparentemente subalternos. Es precisamente esta crítica la qué adapta Audrey Yue para proponer el término Queer (N) Asian el cual conecta con un nuevo horizonte qué críticamente desplaza las nociones aparentemente fijas de lo queer y lo asiático. Incluso, Yue sugiere qué el término produce una identidad queer asiática transnacional qué irrumpe con esa identidad post-Stonewall anglosajona la cual fue propuesta como un modelo narrativo para una identidad sexual queer. Es con estas características e influencias de lo Queer (N) Asian en las qué precisamente Happy Together transita. La intertextualidad entre la ciudad de Hong Kong y Argentina, así como la resistencia a un pink ending, tan particularmente registrado como parte del engranaje de los productos occidentales culturales. 

Entre los fragmentos de ausencia: Yiu – Fai y Po-Wing 

La primera vez que uno ve Happy Together no puede resistirse a su irresistible atracción, la combinación de la música y la riqueza de las imágenes. Cautiva profundamente, especialmente por su representación de Buenos Aires.  La película nos sumerge en las dificultades que enfrentan Lai Yiu-Fai, interpretado por Tony Leung Chiu-Wai, y Ho Po-Wing, interpretado por Leslie Cheung, como una pareja gay de Hong Kong viviendo como expatriados en Buenos Aires. 

La película se presenta como un collage de diversas situaciones y contextos, un mosaico de piezas que, de alguna manera, se conectan pero nunca se fusionan completamente. La primera parte se enfoca en el inevitable final de la relación de pareja entre Yiu-Fai y Po-Wing. En la segunda mitad, entra en escena un nuevo personaje: Chang, interpretado por Chang Chen, quien se convierte en amigo de Yiu-Fai. Mientras Yiu-Fai trabaja en diversos empleos con el objetivo de ahorrar lo suficiente para regresar a Hong Kong, Po-Wing se ve obligado a prostituirse como acompañante gay para mantenerse a sí mismo en las calles de Buenos Aires. Por otro lado, Yiu-Fai conseguirá trabajos en lugares predominantemente masculinos, como el matadero y el chifa, sin embargo esto refuerza la complejidad de definirse como migrante y sujeto queer. Yiu-Fai performa una personalidad de tipo duro, pero es quizás quien más en el fondo ha sentido el abandono, no solo de su amante, sino también de su patría pues para viajar a Buenos Aires tuvo qué robarle a su padre. 

Ambos personajes son muy duros en el trato qué se dan uno a otro, sin embargo las voces en off revelan personalidades frágiles internas marcadas por el abandono, manifestándose en actos violentos como una forma de procesar sus emociones. La relación entre ellos, aunque llena de amor, se revela como perjudicial para ambos en el contexto del siglo XXI, caracterizado por la soledad y la agitación.  En medio de esta dinámica, las historias de Yiu-Fai, Po-Wing y Chang se entremezclan en maneras diferentes y específicas, especialmente cuando desafían el marco heterosexual predominante de un Buenos Aires machista.

Aunque «Happy Together» aborda de manera sutil la cuestión de la homofobia, su presencia es palpable a lo largo de la trama. En una escena impactante, presenciamos a Po-Wing siendo brutalmente golpeado en un baño público, con sus manos y rostro sangrando y huesos rotos. Yiu-Fai lo lleva al hospital y luego a su hogar, donde Po-Wing debe refugiarse para su seguridad. La brevedad de la escena del ataque no disminuye su impacto, y es evidente que uno de los clientes ha perpetrado la violencia, forzando a Po-Wing a esconderse en casa de Yiu-Fai por seguridad.

La película destaca las agresiones físicas contra personas queer, una realidad no tan infrecuente en Buenos Aires. En muchos casos, estos crímenes motivados por el odio resultan en la muerte, y los perpetradores rara vez son identificados o procesados por la policía. «Happy Together» se aparta de las convenciones de las películas convencionales al ofrecer una constante renegociación de identidades transnacionales en una era de globalización. La narrativa presenta una perspectiva única sobre la vida queer al alejarse de los típicos «finales felices», explorando de manera más realista y cruda las complejidades y desafíos que enfrenta la comunidad queer en un contexto global.

Destaca notablemente la importancia de la música en la trama cinematográfica. A lo largo de toda la película se puede escuchar continuamente el tango piazzolla que dramatiza la compleja relación de dependencia qué hay entre los protagonistas. El tango ha sido parte de una cultura en donde se desarrolla bastante la sexualidad y el prototipo de hombre macho, sin embargo la película evoca sus comienzos homoeróticos. Desde un inicio el tango era un baile qué se desarrollaba entre hombres, es recién a partir de 1920 en donde se le permite el ingreso a las mujeres las cuales en su mayoría eran prostitutas. Wong Kar Wai evoca en su película esa raíz homoerótica y lumpen del tango. Primero, con la escena del baile entre ambos protagonistas en la destartalada cocina de la pensión. Luego, en el baile final entre Ho Po Win y un artista de tango. Cabe profundizar otro género musical en la película: la cumbia, esa qué suena cuando Chang y Yei están juntos, se ha convertido ahora en la música de la clase media y representa la apertura de la sociedad hacia el sujeto queer. 

En este contexto de diversidad explorada por los aficionados, la escena de la danza entre Yiu-Fan y Chang lleva consigo las marcas inequívocas del homo-deseo. Chang expresa su aversión por las fotografías y, en cambio, le pide a Yiu-Fan que le grabe un mensaje en una grabadora. Mientras Chang se entrega a la danza de la Cumbia, Yiu-Fan comienza a grabar un mensaje que culmina en lágrimas. Posteriormente, Chang acompaña a Yiu-Fan a su habitación, buscando un lugar tranquilo para despedirse.

A diferencia del tono festivo del club de cumbia en su encuentro anterior, la habitación de Yiu-Fan está llena de melancolía. Sin embargo, esta tristeza no tiene nada que ver con la manipulación frustrante que caracterizaba la relación rota entre Yiu-Fan y Po-Wing. Contrariamente a las tensiones y conflictos presentes en la relación anterior, la escena de Yiu-Fan y Chang revela una conexión más auténtica y menos complicada. La tristeza en la habitación no surge de la ruptura de una relación, sino quizás de la inevitabilidad de la despedida entre dos personas que han encontrado un vínculo genuino en medio de sus propias luchas y complejidades personales.

Contrahemisferios: nace una poeta trujillana

Contrahemisferios: nace una poeta trujillana

Por Diandra García

“Siento que aquí nazco”.

Christina Castillo (Trujillo, 1990), escritora, editora y abogada trujillana que acaba de publicar su primer poemario. 

Lo tengo entre mis manos. Sofá largo, taza de café, cuchara grande para el azúcar (no de postre, curiosamente), galletas Cream Cracker en un plato tendido. Christina Castillo (Trujillo, 1990) desapareció por varios minutos mientras yo espiaba su librero a la distancia. Es tres veces el mío. No se me ocurrió buscar Contrahemisferios allí. 

Es el primer poemario de Christina (escritora, editora, abogada) aunque lleva escribiendo desde adolescente. Un libro maduro. Tapa violeta, rostro clásico (griego) con el cerebro abierto, círculo ámbar detrás de líneas diagonales. Estilo entre minimalista y cyber (diría yo). La solapa está casi vacía. Christina la diseñó “como su nacimiento”: nombre, lugar y año, nada más. Es la autora más inédita posible. Sin embargo, los libros no son, de ningún modo, inéditos para ella.

–Mi mamá nos compraba revistas muy antiguas llamadas Veoveo, con pequeñas historias ilustradas. Fue lo primero que yo de verdad leí, o sea, con gusto.

Asiento. Christina luce el cabello ondulado suelto, lentes negros, expresión amable. En sus gestos, reconozco una predilección agradable que no sé definir. ¿Cuidado? ¿Amabilidad? ¿Decisión? Ahora mismo, son palabras lejanas entre sí, armonizando en su manera de ofrecerme el café con una larga cuchara dorada, como si fuera sopa…

La biblioteca de su infancia pertenecía a su madre. 

Sus primeros libros leídos fueron La cabaña del tío Tom y las novelas policiales de Agatha Christie.

Al egresar de la secundaria, se matriculó en la facultad de Derecho.

–Pensé postular a literatura en la UNT, pero hubo huelga, no se pudo. Entonces fui con mi mamá a la UPAO. Me gustaba la idea de ser abogada, quería comprender lo que decían las noticias.

Antes, en quinto año de secundaria, Christina había formado parte del proyecto Poesía Joven del profesor Manuel Medina. Fue en esos años que su escritura migró de lo que ella considera una imitación de Góngora (“muchos adornos, poemas redondos, poemas perfectos…”) a un espacio diferente. 

–Podías escribir sobre peleas con una enamorada, o con tu familia, y Manuel te escuchaba. No tienes idea de la experiencia que es leer ese poema para un niño.

Su primer recital fue en el Integral Class, colegio conocido por su preparación académica para quienes deseaban ingresar a universidades de escasas plazas disponibles, como la Universidad Nacional de Trujillo (UNT). Eran ocho jóvenes participantes. (contándola a ella). Christina los recuerda como un “grupo de niños poetas”, en medio de los alumnos genios. No fue su única vez como infiltrada. El proyecto de Manuel Medina continuó con universitarios, en la Universidad César Vallejo (UCV), conformando el Círculo de Poetas Jóvenes. Para aparecer en la antología, Christina tuvo que matricularse en la UCV por un ciclo. 

El Círculo es el escenario seguro donde Christina aprendió a sentirse poeta. Hasta la fecha, mantiene el contacto con su maestro, Manuel Medina, y otros miembros. Uno de ellos fue quien realizó la ilustración de Contrahemisferios.

–Hemos sido (el Círculo) parte de la escena cultural trujillana (…) Hubo un evento, Poesía cruzada, en el que intercambiamos poemas con poetas mayores. Preparé mi primer grupo de tres poemas, que han ido mutando hasta encontrarse acá –indica Christina.

Está señalando los hemisferios en mi regazo.

El poemario ya se estaba gestando desde 2018. En un principio, iba a titularse Los hemisferios reales, pero tanto el ritmo de edición como los planes acerca del contenido hicieron a Christina cambiar de idea. Decidió autogestionarse. 

–Es caro publicar. Es difícil para un joven escritor: las librerías se quedan con bastante porcentaje de las ventas, las editoriales grandes no apuestan por ti… Es complicado. 

Inició la casa editora Mireya, cuyo nombre es un tributo a su madre, recientemente fallecida. Es como si, en Contrahemisferios, Christina volviera a nacer de ella, de Mireya, atravesada por la poesía. Por eso la biodata le resulta innecesaria.

–Lo pensé mucho. Se suelen poner premios, yo no he ganado ninguno, o que han participado en eventos…

–Eso sí has hecho.

–Sí, eso he hecho –reflexiona–. Siento que aquí nazco, en todo caso.

Su nacimiento se abre con una sección dedicada al hemisferio izquierdo del cerebro. El lado racional. Los genios del Integral Class en la punta del lápiz de Christina, aproximándose al poema, al papel. Son 8 composiciones que ella define como “intentos de arte poética”, y a las que guarda mayor cariño, por haber consistido un “esfuerzo constructivo más grande”. La segunda sección, más extensa, es el hemisferio derecho. Contiene poemas más antiguos e íntimos. El lado emocional. Allí están, también, los poemas del Círculo y de Poesía cruzada

Pregunto a Christina si cree que el poemario está impregnado de un discurso científico.

–A mí Mme interesa qué parte de nosotros construye poesía. ¿Qué parte de tu mano te hace crear? Por ahí va el juego del libro.

–¿Eso nos ayuda a responder qué es la poesía?

–Ojalá, ¿no? 

–¿Por qué quisiste comenzar desde allí? 

–Porque crecí como un ser humano normal, pero una parte de mí quiere escribir poesía, una parte que busca crear belleza. La otra solo quiere vivir, equivocarse, derramarlo todo, tratar de repararlo. La vida y la muerte, más o menos. Esas son las dos caras del libro.

(…)todo este poema es un ovillo de codicia incesante
un manojo de lluvia que empapa de deseo
la mente de su creador
y nos quema a pesar del sonido
de la rabia que nos mantiene tibios e inmóviles
como esos monstruos
y estas garras que no se detienen                                                           no se detienen

Fragmento de el anticuerpo / la poesía 
(…)el futuro es una lágrima que sin querer mis ojoscontinúan alimentandoesta casa es la tinieblaes el techo que se cierra y la desventura de conseguirseuna verdad que oculte a mis paredes para siemprecomo estos párpados que solo           
 te escuchan




Fragmento de El ojo de Edelmira
hemisferio izquierdo: muerte y poesíahemisferio derecho: vida y razón
Fragmento del poema

Más adelante, hablando sobre música, Christina confesará que escribir un poema es “como una canción feliz”. Yo diréYo me diré que eso es, quizá, su equilibrio entre ambos hemisferios.

Christina ama los libros. Auténticamente. Es incapaz de ofrecer una contestación sencilla a la pregunta: “¿qué estás leyendo?”. Uno en la cartera, uno en el pie de cama, uno para cuando se alargan las colas… Más re-lectora que lectora: repasa sus textos subrayados con frecuencia. De hecho, repasa su propia vida.

–Ahora que lo pienso, medio que sí gané algo.

En 2019, Rafa, su esposo, envió dos cuentos al concurso de narrativa A todo papel de El Cultural (Trujillo). Solo se permitía una postulación por persona, así que inscribió el nombre de Christina para el segundo. Ese resultó ganador.

Christina asistió a la premiación, otorgó entrevistas, fue fotografiada, y recibió el cartón y las felicitaciones con humildad culpableculpable humildad. Lo cuenta riendo, aun si no es una burla. Hay algo gracioso, tierno incluso, en su forma de hacer memoria. El diploma parece más un símbolo de su complicidad con Rafa que de excelencia literaria. Eso me hace sonreír, como una canción feliz lo haría.

–Si este es tu nacimiento, ¿cuál es tu primera palabra? –interrumpo de repente, con una curiosidad ya lejana de mi labor de entrevistadora.

Esta vez, Christina no tarda demora ni dos segundos en contestar. 

–Palabra. 

Esa sola presencia sonora, en el aire, me lanza de nuevo a la sonrisa. Detengo la grabación de voz. Agradezco a Christina. Guardo mi ejemplar de Contrahemisferios en la mochila, sin haberlo ojeado a consciencia. Desde el café y las Cream Crackers, han pasado veinte makis, una Sprite y dos taquitos de atún entre nosotras. No me preocupa definir la predilección agradable de los gestos de Christina Castillo. Al menos, no tanto como abrazarla antes de despedirme.

No lo he mencionado antes, pero Christina Castillo, como yo, se mudó de Trujillo a Lima al culminar la universidad. En la actualidad, vive con Rafa, Brausen (su perro) y un roomie, en un departamento de Miraflores. Conocerla fueron los movimientos de Brausen dándome la bienvenida, un saludo alegre, el librero que habló en la entrevista a través de ella. Todo eso apenas crucé la puerta, sin necesidad de biografía.

LAS BAMBAS: HABLAN LAS MUJERES

LAS BAMBAS: HABLAN LAS MUJERES

¿Cómo viven las mujeres al lado de una de las minas más grandes del Perú?

FOTO: Juan Marin

Por Leah Sacín @leahsacin

Historias de mujeres en defensa del territorio, machismo, discriminación y lucha. Criminalización, afectación de la familia y el tremendo esfuerzo de cumplir con las labores de cuidado y también representar a su comunidad.

En dieciocho años desde que empezó a funcionar el proyecto minero Las Bambas, mucho se ha escrito sobre los problemas ambientales y sociales que rodean al proyecto. Esta vez son las mujeres las que tienen la palabra para contar cómo una de las minas de cobre más grandes y productivas del Perú tiene un tremendo impacto en sus vidas.

El rubro de las empresas extractivas es uno de los más difíciles para las mujeres profesionales. Según el «Informe de Empleo Minero 2019: Panorama y tendencias en el Perú», que realiza el Ministerio de Energía y Minas, habían 14,442 mujeres trabajando en el sector minero. Lo que significaba 8,360 más que en el 2009.

En 2020 la Consultora Igualab calculaba que las mujeres dedicadas a la minería en Perú representaban 6.87% en la mediana y gran minería, 7.17% en la pequeña minería y 9.62% en la minería artesanal. Además, las mujeres en minería representan 21.6% en la administración, 12.1% en gerencia, 5.1% en operaciones generales y 3.3% en planta.

No hay cifras específicas respecto a la participación de mujeres en los Frentes de Defensa o en las juntas directivas y organizaciones  comunales, pero hay algunas respecto a representación política que reflejan la magnitud del problema: no hay ninguna mujer al frente de un gobierno regional y solo 2% de las alcaldías a nivel nacional son lideradas por una mujer.

La protesta social alrededor del proyecto Minero Las Bambas también ha tenido rostro de mujer. En los comités de defensa ambiental y en las comunidades, muchas mujeres dirigentes han cumplido un rol fundamental en la lucha.

La vicepresidenta: Virginia

FOTO: Juan Marin

Llegamos hasta Haquira, provincia de Cotabambas, Región Apurímac, para entrevistar a Virginia Pinares. Ella fue vicepresidenta del Frente de Defensa de los Intereses de la Provincia de Cotabambas en los momentos más duros de la protesta social de Las Bambas. Estuvo allí en 2015 y 2016, los dos hitos más trágicos, pues fue cuando murieron sus compañeros. Las mujeres estuvieron en primera línea de defensa del territorio y el medio ambiente pero también al lado de las que más sufrieron.

“Como dirigente yo siempre he participado, desde antes incluso de la minería porque es importante que estemos organizados y reclamemos por nuestros derechos como mujeres porque siempre nos discriminaban y siempre había vulneración de derechos, no educaban a las mujeres, no tenían DNI, siempre había machismo”, evoca con esa actitud rebelde que siempre la ha llevado a no quedarse de brazos cruzados ante aquello que considera injusto.

“Un pequeño grupo de mujeres aquí, en el distrito de Haquira, nos hemos organizado. Primero tuvimos un Congreso con políticos y teníamos, poco a poco, que organizarnos, nada de “dedocracia” todo por democracia para que también podamos ser elegidas”, relata.

En ese trajinar dentro de las organizaciones es imposible no detectar el machismo que atraviesa a las comunidades, pero también a las organizaciones sociales “Las mujeres como dirigentes siempre tienen problemas para representar, sobre todo con la familia, pero hay que organizarse cuando se está planificado todo y hay que hablar con la familia, con el esposo, con los hijos para asistir a capacitaciones y reuniones, una siempre sale adelante”, pero para salir adelante Virginia sabe muy bien que a las mujeres les cuesta el doble. Las labores de cuidado son la prioridad y para tener tiempo de involucrarse en la comunidad debe primero cumplir con ellas. Es por eso que muchas veces van con sus hijos a las jornadas, a los talleres, a las reuniones de la comunidad. Cuesta el doble, pero para Virginia no hay barrera infranqueable.

Ser dirigente y defensora del medio ambiente le ha traído problemas incluso con la justicia. No solo hay un estigma social, especialmente hacia las mujeres, sino también la criminalización de la protesta.

“Mi hijo estaba estudiando y por los problemas que yo tenía de denuncias jaló el curso. Él es ingeniero ambiental, pero recién terminó este año y ha tenido problemas para encontrar trabajo. Hay una discriminación con mis hijos por ser yo dirigente. Nosotras no estamos en contra de la minería, pero queremos minería responsable, que cumpla con el medio ambiente. Que quede algo para ellos y que quede algo para la comunidad también”, dice Virginia.

“- ¿Tus hijos te han pedido que dejes la dirigencia?- le pregunto: “Sí, me dicen ¿qué sacas tú? Al contrario, te hacen visible y no consigues trabajo, nos discriminan, es peor que te hagas visible. Los que nos quejamos luego tenemos a las autoridades en la mira”, responde con cierto sinsabor.

La profesora: Lizbeht

FOTO: Juan Marín

Lizbeht Abarca es docente de educación primaria y luchadora social en un pueblo conservador como es Tambobamba. Ella se refiere a las denuncias que le han interpuesto, como diplomas. Llega a la entrevista con un folder donde sus “diplomas” están organizados por etapas, hay denuncias de su vida sindical y otras de la lucha por el territorio y el medio ambiente.

“Tenemos que buscar nuestros espacios para poder también representar a nuestro pueblo, llevar los destinos del país. Siempre pienso en las mujeres que asumen cargos de autoridad que nos representan a todas. En mi pueblo nunca hemos tenido una mujer de autoridad”. Lo que cuenta Lizbeht es una constante en la región Apurímac en donde nunca una mujer ha ocupado el cargo de Gobernador Regional. En las Elecciones Regionales y Municipales 2018 el porcentaje de mujeres elegidas en su región fue alrededor de 1% según información de IDEA Internacional.

A sus 42 años esta maestra con espíritu transformador tiene muy claro quién es y a dónde se dirige con cada paso que da. “Yo me considero una defensora del Medio Ambiente y en defensa de los compañeros, de la población, siempre he actuado. Desde joven he sido dirigente, en mi barrio, en mi comunidad y también en el SUTEP. El 2014 entré como Presidenta del barrio Huancallo y me uní a los frentes de defensa distrital, provincial, y hemos hecho un reclamo justo defendiendo el medio ambiente. Estaban haciendo muchos atropellos desde la empresa”, cuenta con convicción.

La vida de Lizbeht ha transcurrido entre las aulas, las calles y los juzgados. Sin embargo no se arrepiente del camino elegido. “Sí, he sentido alguna vez que me han tratado de menos por ser mujer. Me he cruzado con maltratadores de mujeres, pero a mi no me amedrenta eso”, nos cuenta mientras reafirma que haber decidido permanecer soltera -y no tener hijos- fue una decisión coherente con su esencia como mujer”. Afirmó también que “cuando comentan por qué no me casé, por qué no tengo hijos, yo lo tomo como de quien viene. Pero, yo me he dedicado a ser dirigente, esa ha sido mi pasión y me dediqué netamente a eso. Mis papás siempre me han apoyado, nunca me han criticado por no casarme y tener hijos. Yo les agradezco a ellos y a mi hermana. Ella también ha sido siempre una líder”.

Lizbeht lleva un sombrero al estilo de Tambobamba, son días de carnaval, pero ella nos dedica su tiempo porque le da muchísima importancia a su voz como mujer en el espacio público. “Yo no he sabido lo que es maltrato de pareja, pero muchas veces si menosprecio de los dirigentes y algunas autoridades locales. Muchas veces han querido que deje los cargos que he tenido, pero yo no soy así. Yo veo bastante machismo -lamentablemente- en mi distrito, yo soy tambobambina. A veces si tengo temor por todo lo que se ve de los crímenes. Pero no voy a dejar mi labor, miedo finalmente, solo a Dios”.

En la siguiente entrega, Leah Sacín nos relatará la historia de Isaura, Agustina y Antonia, viudas del conflicto social.