Por Brenda Matuk para La Desvelada
Cine: Dos figuras femeninas cuya travesía e influencia dista de ser ordinaria
Mujeres que son “descubiertas” por aquellos que tienen el poder de transformarlas, cumpliendo sueños estilo Cenicienta.
Cuando la fórmula Crawford fue creada, distaba mucho de que la equidad de género siquiera se viera presente en la conversación, un grupo de hombres crearon el monopolio cinematográfico más cerrado, exclusivo e importante sistemáticamente hablando, dando pie a la época del cine con menor representación femenina.
Nosotros recordamos este momento como algo épico y glorioso en el cine, joyas del séptimo arte fueron concebidas en este tiempo donde nace el sueño americano, pero tras las decisiones, miradas y perspectivas de hombres buscando verse reflejados en sus aspiraciones, las cuales incluían mujeres construidas para su propio consumo, existieron dos figuras femeninas trascendentes, ambas con un viaje complejo, su travesía e influencia dista de ser común y ordinaria.
Hollywood: The Big Five
El cine de oro Hollywoodense de los años 30 estuvo rodeado de figuras base para la estructura mediática y sistemática del storytelling masculino.
Es considerada una etapa que nos brindó una serie de producciones cinematográficas consolidadas dentro de un club de fuerza económica e ideas que han perpetuado constantemente la curva del desequilibrio de perspectiva de género.
Después del nacimiento de ese monopolio cinematográfico en 1930, conformado por gigantes tales como Warner Bros, Paramount Pictures o Metro-Goldwyn Mayer (MGM), todo trabajo femenino se redujo a la mitad, los niveles de producción y dirección se acercaron a cero.
“Existe una conexión entre una mayor concentración de poder y una menor participación de las mujeres” describe Luis Amaral, tras investigación en conjunto con el Instituto Americano del Cine y de la base de datos Internet Movie Data Base (IMDG)
Comparándolo con el cine producido antes de llegar a esa época, de 1911 a 1920 la industria era impulsada por producciones independientes y las mujeres comenzaron a aparecer más, tanto detrás de cámaras como frente a ellas, representando un 40% como intérpretes, escribiendo el 20% de las películas, produjeron el 12% y dirigieron el 5% de las producciones realizadas en ese tiempo, descubren los datos de la investigación.
Toda esta reducción de la representación de la mujer en los contenidos audiovisuales de la época, hacen importante la mención de las figuras femeninas más importantes de Hollywood que lograron resaltar, destacar y luchar por que se escucharan sus perspectivas.
Por un lado tenemos a Joan Crawford, una de las mayores estrellas que han existido, se vio inmersa en el desentendimiento y orfandad de la industria más cruel que he podido analizar, misma que pasó de creador a verdugo. Mientras, en el otro extremo, Bette Davis, la actriz más multifacética y preparada que vio la escena del cine estadounidense, quien enfrentó un sinfín de situaciones duras tales como discriminación, sobreexplotación laboral y finalmente desempleo.
Creando al producto perfecto
Lucille LeSueur, mejor conocida como Joan Crawford, no fue sino un personaje creado desde su concepción basándose en lo que querían los fans (y las productoras), incluso otorgándoles premios a quien pudiera elegir su nombre. Esta fue la primera etapa de construcción de algo que es llamado “Fabricación de una estrella”.
Al poco tiempo, comenzaron los preparativos para generarle una personalidad propia, la cual a insistencia de la actriz estuvo basada en su biografía original, simplemente los medios se encargaron de resaltar lo que más beneficiara a la imagen que querían que proyectara en las películas.
Para finales de los años veinte, Crawford fue tomada en cuenta para papeles pequeños que representaban la figura femenina de ese tiempo: libres, emancipadas y alocadas.
Joan Crawford intentó mantener el perfil que las producciones pedían de ella, incluso trataron de cambiar su look a rubio platinado, pero no funcionó.
Fue entonces cuando llegó la perspectiva de una mujer guionista decidida a explotar el potencial de Joan Crawford situándola en la categoría de: Working Girl (chica trabajadora). Por definición, este tipo de roles mostraban una perspectiva más activa de las mujeres, donde no solo atendían el hogar, sino que también comenzaban a mantener a sus familias, todo esto consecuente a la crisis económica; dicha decisión fue definitiva para la carrera de la actriz.
La casa productora MGM (Metro-Goldwyn Mayer) quedó tan maravillada con esta idea que incluso acentuaron en la biografía de la actriz su periodo como trabajadora en tiendas, estaban tan enfocados en hacer hincapié en el origen humilde de Joan, que aprovechaban cada detalle de su vida privada para lograr que tanto los personajes que desarrollaba como su propia imagen pudiera generar una mayor identificación con su audiencia.
Entrando 1930, llegó la Gran Depresión y con esto un cambio complejo de lo que la sociedad esperaba de una estrella de cine. Poco después las historias tipo Cenicienta fueron rebautizadas como: La Fórmula Crawford.
Era evidente que las mujeres exigían una representación más clase mediera, y ella fue la elegida, cada vez que le daban papeles alejados a la fórmula su público distaba de conformidad, quejándose de que estaban mostrando a Joan como una mujer frívola y superficial que no iba con su verdadera personalidad o al menos la que los fans aseguraban que era su forma de ser.
No ha existido una personalidad hollywoodense más dedicada a sus fans que la mismísima Joan Crawford, quien sin importar el escándalo que hubiese detrás de su vida privada, siempre fue amable y accesible con ellos, al grado de responder cada una de sus cartas y firmarlas con su puño y letra. Ese trato cálido con la gente siempre ha demostrado ser la clave para que seas amado y considerado parte de la vida de las personas.
Misma devoción ante su audiencia provocó que fuese imposible que la llamaran para papeles que pretendieran cambiar en extremo su apariencia o se alejara de la imagen Working Girl. Con los años esto puso en aprieto la oferta de nuevas películas provocando en ella una crisis financiera y actoral, así fue como cayó en manos de Warner Bros Pictures, Inc.
Finalmente, Jack Warner, el hermano a cargo de la casa productora, logró mejorar la fórmula Crawford, dándole al público masculino algo que ver, una diva que les llenara el ojo pero otorgando más diversidad histriónica a sus personajes, esto catapultó su carrera sin perder esa sensación de mujer que tras trabajo duro o circunstancias difíciles salía adelante por méritos propios, o conocía a su príncipe azul en el proceso. Siempre representó papeles de mujeres fuertes por su familia, hijos, y por ellas mismas para salir adelante.
Fue una figura muy alentadora para la época, que generó un séquito de fans muy fieles.
La mujer fuerte y pérfida
Clasificada como “bruja grosera” desde adolescente cuando asistió a la John Murray Anderson/Robert Milton Escuela de Teatro y Danza, Bette Davis empezó a convertirse en un auténtico ser mítico en las tablas. El nivel de exigencia de su escuela era tan alto que todas las semanas debía memorizar e interpretar un papel completo, su aprendizaje en la danza fue impartido por la gran Martha Graham; sin lugar a dudas, Bette tuvo maestros muy preparados a lo largo de su formación como actriz.
Se le recuerda por su explosivo mal genio -algo típico en personalidades de carácter fuerte-, puesto que tendía a ser exigente con las personas con quienes trabajaba, buscando siempre el mismo nivel de profesionalismo tanto con colaboradores como de directores y jefes, dándole una fama de “insoportable” cuando demandaba el mismo rigor que ella esperaba de sí misma.
Bette era más de teatro, y su primer acercamiento con el cine fue muy cruel: el director Samuel Goldrim al verla expresó: “¿qué demonios puede hacerse con una criatura tan horrible?” Por lo tanto, antes de los años 30, Betty no estaba interesada en la industria del cine.
Este tipo de reacciones ante una actriz que no encaja en los estándares de belleza establecidos, continúan ocurriendo, sin ir más lejos personalidades como Meryl Streep tuvieron muchos impedimentos al inicio de su carrera por la percepción masculina de “no eres bonita, atractiva o atrayente”. Curiosamente años más tarde la misma Meryl fue galardonada con el premio “Bette Davis Lifetime Archievement Award” otorgado por The Bette Davis Foundation y nombrada su sucesora en el mundo de la actuación por medio de una carta que la mismísima Bette le escribió poco antes de morir.
Luego de que nuestra Bette Davis después de hacer excelentes papeles y explotar al máximo su vena teatral, la creación del monopolio cinematográfico provocó que los cazatalentos estuvieran tratando de descubrir más talentos al por mayor.
Buscando continuar con su talento y obviamente ganar más dinero, la actriz comenzó a probar sus primeros papeles en el cine firmando contrato con Jack Warner. Curiosamente su primera película la terminó haciendo con el director quien años atrás criticó su apariencia, formando una amistad que les duró toda la vida.
Muchas actrices tenían miedo de interpretar papeles conflictivos, con poca gracia e incluso agresividad, Davis siempre mirando hacia demostrar de lo que estaba hecha, gustaba de retarse con papeles difíciles o que nadie quisiera hacer por la “mala fama” que esto les pudiera generar.
Quizás la actitud altanera de Bette pudiera ser intimidante para la gran mayoría de sus compañeros actores, pero esto siempre terminaba de buena manera ya que su profesionalismo terminaba impresionando hasta al más exigente. Provocando por supuesto que ella adquiriera cada vez más libertades de mejorar sus personajes, poco a poco la eterna lucha de Bette Davis por que tomaran en cuenta las opiniones de las mujeres en el cine empezaba a nacer.
Algo que siempre se comenta de la relación amor-odio entre la empresa Warner y Davis viene de la sobreexplotación provocada por el boom de ingresos obtenidos por la producción masiva de películas.
Warner Brothers, solía hacer hasta cuarenta largometrajes al año, muy al estilo maquila, la estrategia de estos monopolios era lograr obtener ganancias con dos películas exitosas al año que compensaban los gastos de las demás producciones.
Este método intensivo llevó a que miles de actores y sobretodo actrices vivieran en precariedad laboral, era una batalla ensangrentada para obtener más y más papeles para pelear por el mejor sueldo. La situación era tan terrible que Jack Warner penalizaba a sus actores constantemente con bajas de dinero en sus cheques si las películas donde participaban no eran el éxito que se esperaba o si no hacían suficientes apariciones en la propaganda de las mismas.
Bette le dio el sí a Warner, por ser la casa productora que llevaba un ritmo lo más parecido al mundo del teatro que tanto le gustaba. Curiosamente, ella como actriz fue de las que mejor rendimiento daban, filmando en dos años dieciocho largometrajes seguidos.
Su vida estaba enteramente dedicada a sus ambiciones profesionales y a los intereses de los magnates quienes incluso arriesgando su salud contal de que continúan filmando películas una tras otra.
Si bien no podemos dejar de observar que la pasión y profesionalismo con la que Joan Crawford y Bette Davis trabajaban, también este panorama nos permite ver una realidad dura de Hollywood hacia ellas: precariedad laboral dura y salvaje. No solo el destino de su carrera estaba en manos de lo que querían los fans sino que también adquirían tintes políticos al ser las estrellas más taquilleras, viviendo chantajes, silencios y estrategias mediáticas crueles, arriesgando su salud con tal de continuar filmando una película tras otra para que no peligraran sus contratos.
Joan Crawford y Bette Davis: dos caras de una moneda compleja.
Como era de esperarse, tras años de entrega por parte de ambas actrices en el cine, al pasar el tiempo y no existir papeles para mujeres maduras, su participación dejó de estar en películas de calidad.
¿Se imaginan haber sido creada para un tipo de consumo que no esperaba que maduraras y evolucionaras como mujer?
A lo largo de su carrera, la prensa y los medios siempre alimentaron la rivalidad entre las actrices, reduciéndolas a un espectáculo de apariencias y catfights. Curiosamente, entre más escalables e influyentes se volvían, más mitos típicos para demeritar su trabajo las rodeaban: falsas cirugías, escándalos maritales y bisexualidad, por decir poco.
Como era de esperarse, el primer pleito que supuestamente surgió entre ellas fue por el amor de un hombre (porque obvio son el centro del universo). Después, la prensa citaba supuestas declaraciones de Davis hablando de la bisexualidad de Crawford, donde se incluían declaraciones de otros actores hablando sobre si Marilyn Monroe y Joan Crawford habían tenido una relación.
Todo este odio forzado entre ambas actrices fue incendiado y aprovechado por el dueño de los estudios Warner, Jack Warner y por Robert Aldrich, director de la película “¿Qué fue de Baby Jane?” en 1962, misma película donde por primera vez en la historia ellas trabajaron juntas. De mano de la prensa comenzaron una batalla encarnizada que terminó por ser un circo mediático, manipulándolas a tal grado que todo este conflicto, acciones y declaraciones salidas de la filmación se tradujeron en entradas vendidas y la película más taquillera de la casa productora en ese momento, salvando los bolsillos de Warner y del director.
Es curioso, pero muchas actrices contemporáneas de Davis y Crawford afirman que de no ser por la ferocidad e incluso infamia de la prensa, es muy probable que hubieran sido amigas. Incluso era bien sabido que gozaban de admiración profesional mutua.
Pero claro, dentro del sistema no hay nada más aburrido que mujeres apoyándose y superándose juntas, no son de lejos las únicas envueltas en escándalos de este tipo.
Joan Crawford siempre buscó ir de la mano del sistema cinematográfico que tendía a exprimirlas, a tal grado de decidir cuándo una actriz con más de 80 películas de trayectoria merece caer en el abandono.
Era tan disciplinada y obediente con las normas de sus directores que sorprende todo lo que llegó a sacrificar y permitir con tal de seguir siendo tomada en cuenta. Presa por la antonomasia causada por ser producto de un cine que después de la década de los 50 decayó, el dedicarle tanto tiempo a seguir las normas del juego hecho para el beneficio de las casas productoras provocó que fuera casi inevitable un final autodestructivo.
En cambio, Bette Davis siempre tuvo en mente la lucha por la actuación, peleo férreamente por sus derechos contractuales y siempre buscó la forma de convencer a Jack Warner de que ella tuviera oportunidad de modificar y cambiar los guiones escritos con perspectivas masculinas, no lo logró en su tiempo y la prensa jamás dejó de ser cruel con ella.
Pero cuando buscas a estas dos mujeres, lo primero que vas a leer es que su carácter era difícil, que Bette Davis era una bruja horrible o que Joan Crawford fue una loca excéntrica.
¿Será acaso este mensaje clásico que rodea a las mujeres que luchan por obtener una posición digna, profesionalismo y reconocimiento dentro del sistema que las rodea?
Lo que es inevitable, es que ambas eran un reflejo de la evidente necesidad de representación femenina en todos los sectores, una lucha que no deja de resultarnos familiar: Crawford la estrella y Bette Davis la actriz. Ambas fueron de las pocas que lograron posicionar la imagen de la mujer como algo más que la femme fatal o rubia hueca que perpetuó la maquinaria de Hollywood en ese entonces.
La película ¿Qué pasó con Baby Jane? es ya considerada de culto, no deja de ser interesante todo lo que la rodea ya que ejemplifica el cómo subestimaron a dos actrices talentosas y pioneras, quienes ofrecieron su vida a cambio del mundo del cine el cual dio por hecho que a su edad no podrían lograr nada más en sus vidas.
El reportaje que acabas de leer es parte de un trabajo colaborativo entre medios. Todos ellos forman la Coalición LATAM, una iniciativa que busca impulsar el crecimiento de nuevos medios fundados por jóvenes periodistas.
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