Andrea Cruzado: “Escribo sobre feminidad porque es lo que conozco”

Andrea Cruzado: “Escribo sobre feminidad porque es lo que conozco”

Por Diandra García

Andrea Cruzado (Laredo, 1993) se mueve de una habitación a la otra, para estabilizar su conexión a internet. Aunque es la primera vez que la veo en simultáneo, la conozco de antes. Se trata de una de las escritoras contemporáneas de mi región –La Libertad– sobre la que más he oído. Me han hablado de su poesía; su segundo puesto en los Juegos Florales de la Universidad Nacional de Trujillo (UNT, 2011), su primer poemario (Materia, Paloma Ajena Editores, 2015), el segundo (Museum, Fondo UNT, 2018), su escritura nocturna en madrugadas con amigos… Me han hablado, digamos, de su voz particular. 

–¿Cosas buenas o cosas malas? –pregunta Andrea con interés. 

Evado la respuesta. Han sido buenas, por supuesto, pero prefiero escucharla a ella. Prefiero escuchar su voz particular.

–Vaya –sonríe ahora–. Pues, ¡qué te cuento!

Sobre la necesidad de escribir

La sintió alrededor de los once años. Andrea es sobrina de Tomás Ruíz Cruzado, poeta regional conocido por su editorial independiente Camión Editores. Él visitaba la casa de su sobrina con libros, que se convirtieron en el refugio de Andrea. Leía y escribía para hacer frente a un “cuadro familiar extraño”.

–La separación de mis papás fue lo mejor que pudo pasar entonces –asegura. Deja la palabra “violencia” escabullirse de sus labios, sin ahondar en el tema. No es esa la historia que tiene que contar.

No consideró compaginar sus textos iniciales hasta que se organizó un concurso literario en su colegio. El premio la sedujo: libros y papelería, el sueño de su infancia. Aquel poemario pequeño sería el comienzo de una obra que, años después, ganaría portadas, lomos y –cómo no– contraportadas.

Materia (2015) y Museum (2018). Poemarios de Andrea Cruzado.

Sobre la universidad y sus primeros libros

A los dieciséis, ya deseaba independizarse. Iba a ingresar a la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional de Trujillo (UNT), por lo que consiguió trabajo en un café. Alquiló una habitación en el pasaje Santa Rosa.  Empezó a vivir y a moverse por su cuenta.

–Gorreaba comida de mi papá los fines de semana –admite con diversión.

Durante su etapa universitaria, participó en la organización de diferentes eventos culturales. Destacaría más incluso con Común y Corriente (2011), compilatorio que ganó el segundo lugar de los Juegos Florales de la UNT. Los poemas escritos allí datan de sus quince a sus diecinueve años.

–El lenguaje es… insidioso. Soy muy intimista. Hablo sobre costumbres familiares, religión, encuentros amorosos –comenta Andrea, distante y considerada de su yo de hace una década–. Termina con la parte de concepción. Estaba embarazada de mi primer hijo.

Andrea y Paulo, su hijo. Ambos graban el programa radial Libros ¿Para qué?

Paulo, el “conquistador” de su vientre –como lo llama en una dedicatoria–, es una presencia constante en El Animal es el Acto, que comprende una sección de Museum (2018), su poemario más reciente. La contraportada del ejemplar elogia el discurso femenino “no confrontacional” de la autora. Cuando la cuestiono acerca de esto, Andrea se muestra impávida.

Escribo sobre la feminidad porque es lo que conozco. Para algunos, será un tema feminista; para otros, no. Es la perspectiva de quien lo lee. Yo, en realidad, sí tengo confrontaciones. Intento desmitificar la maternidad, porque también cansa. No siempre se tienen palabras bonitas.

Sobre el Segundo Síntoma

Cuando Andrea viajó por turismo a Chachapoyas, decidió que era el espacio que quería para ver a sus hijos crecer. Se lo diría con frecuencia en adelante, ante cualquier vicisitud que se presentara. Eran sus decisiones. Con estas, ejercía una libertad tan auténtica como los versos en que se refugió de pequeña. 

Hoy, Andrea vive con sus dos hijos, Paulo y Laina, en el lugar que eligió. Paulo, heredero del ímpetu lector de su madre, la acompaña en el programa radial Libros ¿Para qué?, producido por la Municipalidad Provincial de Chachapoyas. Juntos, se preparan para la llegada de la próxima auténtica decisión de Andrea: Segundo Síntoma, su tercer poemario.

–El corazón (del poemario) es mi mundo interior, que está rodeado de poemas con temas sociales. Ha sido un proceso bonito: la redacción, la edición, la elección de la portada… Siento que me he involucrado totalmente.

De la mano con Paloma Ajena Editores, Andrea Cruzado publicará Segundo Síntoma en marzo de este año. Para la promoción del libro, regresará a Trujillo, ciudad que volverá a oír su voz particular.

Fuerza Extraña. Para Andrea, si su próximo poemario (Segundo Síntoma) fuera una canción, sería Força Estranha de Moreno Veloso. Esa, o Lo siento BB :/

Estefanía Telis: “Me dedico a escuchar, entender a las personas y luego buscar soluciones digitales que les ayuden a lograr sus objetivos”

Estefanía Telis: “Me dedico a escuchar, entender a las personas y luego buscar soluciones digitales que les ayuden a lograr sus objetivos”

Por Ana Pieters

El factor pandemia ha influido en todos los aspectos de nuestras vidas y cambió la forma en la que nos desenvolvíamos. Si bien es cierto que algunas entrevistas ya se realizaban de manera remota, en caso de que la persona se encontrara quizás en otro país o ciudad; ahora, al estar a escasa distancia, también es necesario utilizar esta modalidad. 

Familiarizarnos con las distintas aplicaciones que nos permiten realizar videollamadas es cada vez más fácil, pero seguro nunca te preguntaste: “¿Quién diseña estas plataformas para que la experiencia sea sencilla?”.

Desde diseño de aplicaciones para celulares, pasando por páginas webs, hasta pantallas de cajeros de banco, cada uno de ellos cuenta con diseñadores de experiencia de usuario que buscan simplificarte la vida. 

En esta ocasión, La Antígona habló con Estefanía Telis, diseñadora de experiencia de usuario, venezolana migrante que con mucha incertidumbre y grandes sueños llegó hace algunos años a Perú. 

Cuéntame un poco de ti, ¿de dónde vienes y hacia dónde consideras que vas? Porque a ti no puedo Googlearte aún… Seguro en poco tiempo ya aparecerás.

Soy Estefanía Telis, una venezolana apasionada por la tecnología y que trabaja como diseñadora de experiencia de usuario. Anteriormente, en Venezuela estudié cuatro años de medicina, pero tuve que dejar la carrera porque la situación se estaba poniendo difícil. Y, bueno, todo el mundo me decía que no lo hiciera, que solo me faltaba un año, que estaba loca, pero en ese momento necesitaba dinero y comencé con el marketing digital que era algo que me gustaba y sabía mucho del tema. Por algunos años, me fue muy bien, pero la situación de Venezuela se complicaba cada vez más y fue cuando decidí venirme a Perú. 

Al principio, como todos, comencé trabajando en Wilson, diseñando banners en una imprenta, era horrible porque trabajaba 12 horas al día 6 días a la semana y resultaba extenuante. Luego, un día, vi que hablaban sobre Laboratoria y me puse a investigar sobre su bootcamp, un programa que enseña a mujeres habilidades para conseguir su primer trabajo en tecnología. Deseaba poder hacerlo, pero el reto era mantenerme los seis meses que duraba, porque no podía trabajar y estudiar al mismo tiempo, fue muy duro, pero lo logré con ayuda de personas que confiaron en mí, y aquí estamos. Luego de graduarme en Laboratoria, entré a trabajar en Scotiabank y actualmente estoy en Auna, una reconocida empresa del rubro de la salud en Perú y Colombia.

¿Por qué elegiste Perú en vez de, por ejemplo, Argentina o Chile?

Principalmente por las facilidades migratorias, porque a pesar de todo, el tema de los papeles no es tan difícil como en otros países. Además, está más cerca de Venezuela, así que yo pensaba: “Bueno, si algo sale mal, pues me regreso”. No tenía tanto dinero para el pasaje y coincidía con que ya estaba en Lima un familiar. Esos fueron los motivos principales. 

¿Cómo crees que ha influido todo este proceso en tu salud mental?

Ha influido mucho negativamente, porque no es fácil. Todo lo que implica el duelo migratorio es complicado, allá todo sigue igual y uno se desgasta. Yo sigo en terapia, porque cuando piensas: “Ya lo tengo, ya he logrado superarlo”, vuelves al punto de partida. No es nada fácil, pero se hace lo que se puede.

¿Qué crees que te ha brindado Perú que otro lugar no hubiese podido hacerlo?

La comida (risas). De verdad que el estándar de comida de aquí es muy alto. Perú tiene comida muy buena. Pero, además, también me dio la oportunidad de conocer Laboratoria y formarme en lo que me gusta. Estar trabajando en lo que me apasiona y conocer personas muy chéveres.

Ahora, ¿qué crees que aprendiste en Perú que en otro lugar no hubieses podido aprender?

Principalmente, empatizar con otras realidades y entender el porqué de las cosas. Saber que Perú tiene una sociedad que ha sido muy golpeada y maltratada por sus políticos. Detenerme a preguntar por qué piensan así, sin asumir lo que pasa.

¿Cómo llegas al bootcamp de Laboratoria y qué es lo que estudiaste allí? 

Bueno, yo estaba estudiando con cursos de una plataforma de educación online llamada Platzi y un día vi un vídeo donde hablaban de eso; entonces, me puse a ver más y acudí a una feria de Laboratoria y fue como: “Wow”. Me explicaron todo y básicamente es aprender en seis meses lo que se aprende en tres años. Son conceptos sólidos y un poco de cada cosa que necesitas. 

¿Sientes que siendo una persona afro, migrante, mujer y parte de la comunidad LGBTQI+ hay más prejuicios sobre ti, a diferencia de que solo pertenecieras a una sola de esas etiquetas?

Sí, pero he tenido la fortuna de estar en burbujas acá en Lima que quizás otros no. Por ejemplo, en Laboratoria, que se enfoca hacia el feminismo. Eso me conectó con otras personas que pueden pensar igual que yo, pero no estoy exenta de la discriminación. Por ejemplo, una vez fui a comer a Larcomar y un mesonero me trató muy mal. Y me di cuenta que solo era conmigo porque luego llegó una familia y cambió su actitud. También me pasó que iba caminando y alguien desde un carro bajó la ventana para decirme algo sobre mi cabello.  O esa vez que compramos una lavadora y el delivery no podía creer que yo era la que vivía en el departamento, creía que era una empleada. También siento mucha inseguridad actualmente como parte de la comunidad LGBTQI+. Me da pánico tomar la mano de mi novia. 

¿Ser mujer te ha puesto alguna barrera en tu vida?

Una barrera como tal creo que no, pero sí he notado en mis trabajos que cuando los hombres hablan, tienden a dejar a un lado a las mujeres y es como que: “Mira, pero ya va, yo también quiero expresarme”. También cuando trabajé como diseñadora en Wilson había clientes hombres que me tenían que decir algo, pero miraban a los hombres que trabajaban ahí.

¿Cuál es tu mayor logro personal?

Yo creo que mi relación de pareja, porque eso denota mi crecimiento personal. Esa fluidez con la que se llevan las cosas.

¿Tuviste algún reto al momento de asumir tu orientación sexual?

Reto como tal no, porque yo me descubrí tarde, pero sí quizás en lo familiar. Si alguien me preguntaba, yo no lo negaba, pero es cierto que existía una especie de tabú o eso de no expresarlo libremente. 

¿Qué hace un diseñador de experiencia de usuario? ¿Eres como Neo de Matrix hackeando?

No (risas). Digamos que es la evolución de lo que antes llamaban “diseño web”, pero hoy en día se sabe que no es solo hacer una página web bonita visualmente, sino que es importante entender las necesidades de las personas que van a interactuar con una plataforma digital y diseñar soluciones con ese enfoque. Así que a eso me dedico, a escuchar y entender a las personas, y luego buscar soluciones (digitales o no) que les ayuden a lograr sus objetivos, y también se alineen con los objetivos de la empresa.

¿En algún momento el acento ha sido un inconveniente en tu trabajo?

La verdad nunca me han dicho nada, pero yo sí tengo un poco de miedo a veces. Sobre todo cuando la xenofobia está en su punto más alto. Porque me ha tocado llamar a los clientes y me da miedo cuando escuchan mi acento. 

¿Cómo haces para mantener tus rulos?

La verdad es que soy muy floja para mantenerlos, pero trato de tener productos para el cuidado. Dejé de hacer algunas cosas que crean frizz como secarme con la toalla. Lo más importante es que los acepté tal como son, y ahora los dejo ser libres.

¿Qué le dirías a la Estefanía del pasado y a las niñas que te pueden ver como un ejemplo?

Uf, qué pregunta tan complicada, porque puedo llorar, pero le diría que sí puede lograrlo, que no importa lo que muchos digan. Que no le pare a los comentarios. Y a las niñas les diría que el camino puede ser duro, pero se llega a la meta.

Ping pong Antígona

¿Ceviche o Ají de gallina?

Ceviche.

¿Perros o gatos?

Perros.

¿Invierno o verano?

Verano si hay playa (risas).

Luego de esta charla tan amena, terminamos la entrevista a distancia, y me quedé con una gran admiración por la entrevistada y la terrible certeza de que no importa cuánto hemos avanzado en el mundo, al día de hoy, los prejuicios están más latentes que nunca. Sin embargo, en muchos casos, eso no impide que el ímpetu de ese empujón necesario para conseguir los sueños.

Noemi Herrera: “La salsa me hace sentir viva” 

Noemi Herrera: “La salsa me hace sentir viva” 

Por Zoila Antonio Benito

Si hablamos de salsa, Noemi Herrera dice: “Pa’ brava, yo”. Con cabello corto, rostro redondo, lentes pequeños y un amor inmenso hacia el cantante Maelo Rivera, Noemi hace visible el rol de las melómanas de la salsa en el Perú. Pese a ser un género musical donde han destacado nombres como Luis Delgado Aparicio o Luis Rospigliosi, también hay lugar para las mujeres. 

Economista y melómana, Noemi nos cuenta por qué tuvo que pasar un ‘examen de admisión’ para entrar a un colectivo formado en su mayoría por hombres, habla sobre las peruanas y amigas dedicadas a investigar la salsa, declara su amor por la música cubana, y se pregunta qué pasará con el patrimonio de los coleccionistas. 

¿Cómo descubre la salsa? 

Mi vida cambió mientras lavaba mi ropa. Escuchaba el programa de radio de Yolvi Traverso, con Cecilia Tait de coanimadora, llamado Danza Matadora. Allí mencionaron al colectivo La raza latina. Estaban haciendo una convocatoria para integrar el grupo. Fui a la segunda. Llego al lugar y había 52 personas, de las cuales solo cinco eran mujeres. Hasta que llegó un ángel, mi amiga Laurita Piñeiros. 

Nos dieron una prueba. Preguntas como ¿para ti cuál es el mejor trombonista?, ¿el mejor violinista?, ¿el mejor saxofonista?, ¿en la percusión?, ¿cuáles son los dioses del Panteón Yoruba?, ¿cuál sería tu desempeño dentro del colectivo? Lo sabía todo, era como un examen de admisión. Creo que fui la primera en terminarlo. A partir de ahí, mi espectro musical creció y conocí a gente maravillosa. Se hicieron conversatorios en el Instituto Nacional de Cultura (actualmente Ministerio de Cultura), Banco Central de Reserva, se hizo un pequeño boletín, estuvimos presentes con nuestra banderola en los conciertos de Héctor Lavoe, Eddie Palmieri e Irakere. Esta asociación duró 10 años más o menos. Yo era la única mujer en el colectivo, pero no me miraban como ‘la única’. Yo era un miembro más. 

La raza latina fue una idea de Carlos Loza, Luis Delgado Aparicio, Agustin Tazi y Luis Rospigliosi. Uno dice: “¿Por qué tantos filtros?” Porque el que ingresa debía saber ‘la mata dura’ de la salsa, por así decirlo. Ellos son los que pusieron la semilla para que ahora nosotros podamos seguir disfrutando de esto. Ahora es facilísimo buscar con la computadora, pero en ese tiempo no.

Foto que el señor Carlos Loza compartió a Noemi. Él (agachado, de camisa roja) se encuentra en la tumba de Maelo Rivera en el cementerio San José de Villa Palmeras, Puerto Rico. Foto: archivo personal Noemi Herrera

¿Hay un antes y después en usted cuando fallece Maelo Rivera? 

Cuando falleció Maelo Rivera, fue un golpe tremendo. Se abre un espectro que no profundizaba mucho. Da la casualidad que, un día en un restaurante, llegó un joven y le compro un cassette del grupo Irakere. Me encantó. Para mí, el mejor grupo de jazz del mundo. Ahí comencé a investigar más sobre música cubana y me permitió encontrar otras amistades que no eran salseros, pero sí cubanófilos. Tú te imaginas esa suerte. Con Ricardo Ferreira, que lo conocí en la cola del conversatorio del BCR con La raza latina, y el amigo de este, formamos un colectivo que se llamó Sandunguéate, de solo música cubana. Mientras La raza latina expiraba, nacía Sandunguéate. Duró siete u ocho años hasta que Ricardo falleció. Hacíamos, además de conversatorios, emisiones de videos. Para ello, se había contactado con la embajada de Cuba y ellos con un colegio en Cuba para que la entrada a este evento no sea dinero, sino útiles escolares. 

Como todo decae, nace otra asociación llamada En clave, donde también estábamos nosotros. Ahí, el 2006, se hizo el primer encuentro de coleccionistas de música salsa de mujeres. Es raro encontrar mujeres que les guste, coleccionen o sepan de salsa. Estaba Angelina Medina, Milagritos Moreno, Norma Livia y yo. Ahora conozco a Maricarmen Montoya y Angelina Acasiete.

En la década de los ochenta, escuchaba un programa radial muy bueno, llamado Salsa Picante, con Roy Rivasplata. Adivina quién estaba ahí presente en vivo con 12 años de edad: Angelina Medina con su mamita. Recuerdo que Roy la mencionaba y, caramba, eso es querer a la música. Ella investiga, es erudita, estudiosa y conocedora de la salsa. En el caso de Milagros Moreno, uno de sus anhelos era tener un programa de radio. Hasta estudió locución, imagínate. A Maricarmen Montoya la conocí en un conversatorio que hubo en la casona de la Universidad San Marcos. Nos dimos un fuerte abrazo, como si la conociera de toda la vida. ¿Cuál fue el común denominador? Es el amor a esta música. Dicen: “Ah, te gusta la salsa, sinónimo de chela o baile”, pero debe haber, en lo que uno difunde, un valor agregado. 

Por ejemplo, debes de haber escuchado sobre “Descarga en el barrio” [evento en Lima que revalora la música afrocaribeña] de Omar Córdoba. Tengo el placer de conocerlo desde los 15 años. Se forjó desde muy jovencito como ayudante de otro amigo. Lo que comenzó como algo pequeño, dio en el clavo. Para mí, si hay un premio al emprendedor en algún momento, es para él. Siempre hay una temática; por ejemplo, febrero es de Ray Barreto, junio es Héctor Lavoe, etc, etc. Se crea un ambiente bonito y uno lo disfruta.

Noemi con ‘El rey de las manos duras’, el percusionista y estrella de la Fania: Ray Barretto. Foto: archivo personal Noemi Herrera

¿Qué hace usted con lo que colecciona de salsa?  

Eso me preocupa. Tuve la suerte de visitar la casa del señor Luis Rospligliosi en el Callao cuando él fue invitado a una ceremonia de premiación. Tenía una habitación en la que, desde arriba hasta abajo, estaban codificados todos sus CD. Yo me hago la pregunta: “¿Dónde va todo ese patrimonio?”. Yo tengo mis libros, no son 1000 ni 2000, serán 30, también tengo mis LP y CD, pero, ¿qué pasa el día que yo desaparezca?

Mi hijo tiene 20 años, pero cero con la salsa. Conozco a otras personas que posiblemente estén en la misma situación que yo, inclusive el mismo señor Luis Delgado Aparicio. Vi por fotos la maravillosa biblioteca que tenía, pero ¿a dónde fue ese patrimonio musical y biográfico cuando falleció? ¿A dónde va?

Noemi con Luis Delgado Aparicio ‘Saravá’. Es considerado uno de los más importantes difusores de salsa en el Perú. Foto: archivo personal Noemi Herrera

¿Qué viene para Noemi Herrera? ¿Qué se viene relacionado a la salsa? ¿Planea seguir en un colectivo o hacer alianzas? 

Desligarme totalmente de la salsa no, pero si hablamos de colectivos, no podría decirlo todavía, porque este tiempo es mi peor enemigo como mamá y trabajadora. Diría que hay varios pendientes. Están los contactos, están los amigos. Lo último que participé fue antes de que iniciara la pandemia en San Marcos. Ahora las universidades te dan total respaldo. ¿Y uno por que no iba? Por el bendito tiempo. Le dije Angelina que sería bonito reunirnos con las amigas y hacer algo solamente de damas. Estuvo de acuerdo. Para mí, no es lo mismo el Zoom con la interacción con el público. También hay que felicitar a Eduardo Livia con El salsero y a Martin Gómez, que sigue con Salserísimo y su canal de YouTube.

Cuando tengo que hacer algo difícil de la chamba, pongo mi música. Uy, se me viene todo a la mente y comienzo a escribir. Te juro que me funciona. Cuando uno pasa por cosas muy tristes, pones el tema que te gusta y, uf, te levantas. 

¿Investigadora, historiadora, melómana o coleccionista? 

Melómana 100%. Me gusta investigar mucho, leer y conocer. Tengo la costumbre de garabatear libros. Historiadora no, porque hay que dedicarle tiempo y también cierto grado de conocimiento. 

¿Qué significa para usted la salsa?

Es vida, así, en una sola palabra. Me hace sentir viva. 

Marden Crunjer: “Quiero colorear la industria musical”

Marden Crunjer: “Quiero colorear la industria musical”

Por Mya Sánchez

Con un año de emocionantes lanzamientos a la vuelta de la esquina, Marden Crunjer viene a revolucionarlo todo. Su propuesta, caracterizada por los recursos narrativos que emplea, tiene como objetivo contar su historia de la manera más auténtica posible. El cantante y compositor peruano conversó con La Antígona sobre de dónde viene y hacia dónde va con su arte.

Colorido como él solo. La estética que David Bowie y Elton John propusieron cuando el mundo veía surgir al glam rock trajo consigo el cuestionamiento de prejuicios bastante arraigados en la sociedad. Son los mismos esquemas a los que Marden Crunjer, cantante y compositor peruano, se enfrenta con su propuesta creativa, pero esta vez en el Perú del siglo XXI. “¿Por qué no?”, se pregunta cuando piensa en la falta que de pequeño le hizo un “superhéroe” —como él lo llama— en la escena musical nacional, algo que hoy él intenta ser para quienes lo necesiten.

Marden se caracteriza por su vestimenta y maquillaje coloridos. FOTO: IG Marden Crunjer.

Sea con sombreros vistosos, maquillaje y pinturas, prendas de vestir excéntricas o personajes, Marden siempre consigue voltear las miradas hacia él. Sin embargo —explica— su objetivo como artista no es solo ofrecer algo distinto, sino también comunicar un mensaje. Es por ello que su música tiene también una particularidad: cual guion, está dividida por escenas. “Voy a presentar el drama pop”, responde cuando le pregunto a qué género corresponde su música. Él —dice— siempre ha sido de revolución, y no le falta razón.

Raíces

Y es que Marden y su proyecto gritan autenticidad e identidad. Incluso desde la elección de su nombre artístico, que heredó de su abuelo, originario de San Martín. “Cuando él falleció, yo traté de buscar dentro de mis propias experiencias qué quería comunicar con mi música y decidí revalorizar su nombre. Es propio de la selva y yo quiero que sea conocido por todo el mundo”, explica. 

Él sabe bien cuán importante es recordar siempre de dónde uno viene. ‘Arraigo’ es una palabra bastante común en su vocabulario cuando habla del porqué de su música, y aquello cobra sentido al conocer su historia. Marden aprendió sus primeros términos en quechua cuando acompañaba a su abuela materna a su trabajo en el mercado de San Miguel, donde muchas de las vendedoras hablaban dicho idioma. “Me he dado cuenta de que siempre sentí esa necesidad de conocer mis raíces”, relata.

Es así que más adelante estudió quechua y hoy incluso dicta clases como parte de su compromiso con la difusión de esta lengua originaria, en la que además ha compuesto música. “Es muy importante exportar al mundo algo que conecte con lo que realmente somos, sentimos y con esa existencia del quechua en nuestra vida cotidiana”, opina. Regresaremos (Kutirimusunchik), versión bilingüe que hizo de una canción suya para interpretarla con Milena Warthon y Naysha, responde a esta necesidad.

A pesar de que la música no fue su primera opción, Marden siempre estuvo conectado al arte. Es por eso que desde adolescente llevaba cursos artísticos, los que logró financiarse subiendo a cantar a los buses de Lima. “Carreando” —cuenta— llegó a pagar incluso sus primeros años de la carrera de actuación y teatro musical. Y si bien aquello le ayudó a desinhibirse, la lección más importante que la calle le dejó tuvo que ver con el ego. 

“Hay muchas personas a las que no les vas a importar, pero aprendes que no necesitas que te escuchen para compartir lo que sientes. No hay que frustrarnos por conectar con todo el mundo, sino ser sinceros y llegar a aquellos a los que realmente les gusta lo que haces”, reflexiona el artista. Es quizá ese el motivo por el que la música de Marden parece estar hecha solo para ser fiel a su verdad.

Cuando terminó la carrera, quería tomar un riesgo mayor: hacer un disco. En ese momento, todos los aprendizajes que adquirió en los salones, escuchando a las divas del pop hispano y consumiendo teatro musical, se condensaron en un primer proyecto que lleva por nombre La Tragicomedia de Prisma. Este cuenta la historia de Prisma, “un colorido músico callejero” que encarna y cuenta las vivencias autobiográficas de Marden, algunas de ellas tristes y otras felices, y tiene a Nube como el pasaje cumbre y final de esta historia organizada cronológicamente.

De esta manera, los recursos actorales que él adquirió durante su carrera han sido claves a la hora de componer música. “‘¿Cuándo ha sido la última vez que has oído una canción que te ha dejado con una historia en la mente?’, fue la pregunta con la que partí”, explica Marden, para añadir que es justamente esa narrativa la que su experiencia como actor ha aportado a sus canciones. 

Esto se evidencia no solo en el monólogo dramático al que remiten sus letras y la interpretación con la que las entona, sino también en el panorama sonoro que incluye en las producciones. Es así que se pueden oír sonidos, onomatopeyas, voces y demás efectos propios del contexto en el que se desarrolle la historia de cada canción. 

Además, su apuesta por lo diferente le ha servido incluso para el lanzamiento de ese primer álbum, donde las doce canciones son sencillos que fueron lanzados cada mes del 2019. “Quizá para un artista emergente no es lo más recomendable, pero a mí me gustó la experiencia. Realmente tenías a gente pegada con cada lanzamiento, porque el álbum tiene una numeración y un hilo que seguir. Eventualmente, lo volveré a hacer”, promete.

De colores

El arte de Marden es disruptivo. “A mí me gusta mucho (Me Llamo) Sebastián, me parece que es un muy buen referente chileno y por eso digo que hay alguien que debe hacer música recontra marica, LGTB y colorida acá en Perú, y yo quiero ser esa persona”. En ese sentido, considera que nuestra industria musical está en proceso de consolidación e iniciativas como la suya vienen intentando forjar una normativa amigable con las disidencias.

Portada del single Monocromático por el mes del orgullo 2020. IMAGEN: IG Marden Crunjer.

Prueba de esto es Monocromático, versión de una canción suya que grabó junto a Noah Blanco y Eme en el marco del Día del Orgullo 2020. “Yo creo que por el momento sigo haciendo arte que hace que la gente se cuestione, y eso me parece ya un acto político de por sí”, opina. Fiel creyente de que el cambio surge a través del arte, intenta hacer política desde el consenso. “Eventualmente, me verás aún más metido”, dice riendo.

Marden Crunjer y la Orquesta Multicolor. FOTO: IG Marden Crunjer.

El mensaje que el cantante peruano difunde es coherente con las decisiones artísticas que toma. Es así que el grupo de músicos que lo acompaña en escena es igual de diverso que el universo que crea con sus canciones. “Yo soy un compositor loco que tiene ideas locas. En mi música hay violines, viola, chelos, flautas, trompetas, saxofón y pensé: ‘debe haber personas en este país que también son rares y disidentes’. La vida misma me fue poniendo a estas personas. Somos una familia, una comunidad chiquita para la comunidad LGTB. Un grupo de 10 bichos raros tiene que conquistar el Perú”, afirma con esperanza.

Rodearse de creadores con propósitos similares al suyo es algo que quiere seguir haciendo a futuro, sobre todo porque aún no ha tenido la oportunidad de co-componer una canción. En su opinión, trabajar colectivamente es fundamental para que los distintos públicos se conozcan entre sí, y así construir la fanbase de los artistas independientes. 

“Yo soy de y para el pueblo”, afirma entre risas al hablar sobre el rol activo que sus oyentes tienen en su proyecto musical. No solo los convoca frecuentemente para participar en sus videos musicales, sino que también cumplen un papel relevante en sus conciertos, donde Marden interpreta canciones que requieren de interacción directa con la audiencia y ejecuta juegos teatrales. “Yo entrego alma, corazón y vida en mi trabajo para que las personas reciban el mensaje que emito. Así tiene que ser”, dice con convicción.

La vulnerabilidad que caracteriza a su música es lo que viene llamando la atención de cada vez más seguidores, quienes se ven atraídos por su fresca propuesta y sus excéntricos personajes. Esta es su forma de abrazar esas versiones anteriores de sí mismo y asegurarse de que sus experiencias pasadas sigan vivas en forma de aprendizaje y crecimiento. 

Rey Zero, protagonista del segundo álbum, a lanzarse el próximo año. FOTO: IG Marden Crunjer.

Es así que mientras Prisma es su “yo de los carros que cantaba por las calles y creía que todo lo que soñaba podía lograrlo”, su próximo personaje, el Rey Zero, representará a un Marden más centrado y comprometido con la lucha política de su comunidad. “Es una historia un poco más crecida y desde una perspectiva más alta, como es la de un rey”, precisa.

En vista de todo lo que le espera, invita a sus seguidores a permanecer atentos al lanzamiento de sus próximos singles y su álbum durante el 2022. “No sé si alguien está listo para lo que se viene”, asegura con la certeza de quien confía en la forma y fondo de su arte, y en el impacto que tendrá en quienes —como él en el pasado— necesitan saber que ser uno mismo nunca puede estar mal.

Josué Parodi: “Amar a otro hombre ya es un desafío al sistema”

Josué Parodi: “Amar a otro hombre ya es un desafío al sistema”

Por Renato Silva

Por años, la discriminación hacia personas que forman parte de la comunidad LGBTIQ+, tanto en el Perú como en otros países, se ha normalizado. Bromas, insultos, prejuicios, acoso, sexualización, agresión y hasta ataques que acaban con la vida de personas, se han convertido en actos que son rechazados, pero contra los que no se han desarrollado o ejecutado políticas que las sancionen por parte de autoridades y representantes electos por la misma ciudadanía, una ciudadanía en la que hay personas cuya identidad sexual difiere de lo socialmente aceptado como “normal”.

Educado en un colegio estrictamente evangélico en el que se enseñaba que sentir atracción por una persona del mismo sexo era un pecado, Josué Parodi, un hombre de 28 años con raíces afroperuanas maternas, se aceptó como homosexual a sus 22 años luego de una larga lucha interna por abrazar su sexualidad. “Ha sido un viaje largo. Me he ido conociendo poco a poco. ¿Quién soy? ¿Quién me gusta? La sexualidad es un espectro que uno va explorando y conociendo”, dijo durante su entrevista con La Antígona.

Sin embargo, pese a que fue educado para rechazar lo que era, llegar a la universidad fue una oportunidad para conocer diferentes puntos de vista al respecto y, finalmente, decidir dar un paso adelante fuera del clóset que aprisionaba su identidad. Aunque lo hizo fuera del Perú, cuando viajó por trabajo a Estados Unidos, fue allí que optó por ignorar los prejuicios del país en el que nació y aceptar “eso que no puedes parar, que no puedes frenar, que está aquí, que vive contigo y que es difícil de ajustar solo para caer bien”.

Y aunque actualmente se siente cómodo con la forma que tiene de expresar su sexualidad de forma libre, entiende que sus privilegios por “no ser tan negro” o por haber haber tenido la oportunidad de acceder a una educación lo privan de tener un punto de vista más amplio. Parodi también es consciente de que su aceptación dentro de su círculo familiar es un caso poco común en otros distritos de Lima, o en provincias al interior del Perú.

“Siempre lo he visto desde: ‘Es que yo tengo este privilegio de vivir con muchísimas oportunidades que no muchas personas tienen’. Tener un acceso a una educación, que mi familia me acepte o poder estudiar la carrera que quise estudiar ya me pone en ventaja por sobre otras personas”, reflexiona Josué. “Nadie te habla de colorismo en el Perú, nadie te habla del prejuicio, del racismo o del clasicismo”, enfatiza.

Una deuda pendiente y un grito no escuchado

Aunque en la actualidad se vienen incrementando los espacios donde se condena la homofobia y las personas son más conscientes de los comentarios normalizados que agreden a la comunidad LGBTIQ+, a nivel de políticas públicas, el Perú tiene una deuda con esta parte de la población. Incluso dentro del gran conjunto de autoridades electas, se encuentran personas que están en contra del acceso a derechos básicos para la comunidad.

Por ejemplo, en el 2014, el congresista fujimorista Julio Rosas declaró en una entrevista: “En todas las iglesias cristianas se acogen a todas las personas sin discriminación: ya sean homosexuales, lesbianas. Todos son bienvenidos porque Jesús vino para salvar y buscar al pecador”. En 2016, este mismo parlamentario fue denunciado ante la Comisión de Ética del Congreso por organizar un evento llamado “Ciencia y género” en el que invitó a un psicólogo mexicano que se autoproclamaba experto en el “desarrollo de la heterosexualidad”, un término “científico” que se refiere a terapias de reorientación sexual, que fueron calificadas como tortura en 2020 por un experto de la  Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

Según se indica en el Informe Anual de Derechos Humanos de Personas GBTI 2020, “en 2015 se presentó por primera vez en nuestro país una demanda de reconocimiento de unión de hecho de una pareja homosexual […] Luego de tres años y dos declaraciones de improcedencia de la demanda, el Primer Juzgado de Familia de Lima admitió a trámite la demanda”. Sin embargo, se solicitó que los demandantes pasen por una evaluación psiquiátrica, a pesar a que la homosexualidad dejó de aparecer en el manual de diagnóstico de los trastornos mentales en 1973 por decisión de la Asociación Americana de Psiquiatría.

Josué, quien a sus 28 años acepta con normalidad su homosexualidad, considera que el solo hecho de poder amar a otro hombre es un desafío al sistema que ignora e invisibiliza a la comunidad de la que él es parte.

“Es, sin duda, marchar todos los días sin dudar, salir, caminar y decir: ‘Oye, soy tan humano como tú, solo que me gusta más la escarcha o me gusta menos la escarcha’, y ya. En este país, se están haciendo pasos muy, muy pequeños para acercarnos hacia una igualdad. Se puede ver, pero en espacio es muy privilegiado. Se celebra todavía a los hombres gays blancos o los hombres gays”.

En Chile, por ejemplo, una mujer trans llamada Emilia Schneider fue elegida como diputada, mientras que Camila Musante y Marcela Riquelme Aliaga fueron electas también en ese cargo y son abiertamente bisexuales.

Aunque en Perú todavía hay mucho trabajo por delante, Josué mira hacia el futuro con optimismo y un espíritu desafiante al sistema actual: “Yo creo que va a resistir unos cuantos años más, pero es inevitable el cambio. Absolutamente inevitable. Pasó con las mujeres votando y con las personas negras votando. Tiene que llegar efectivamente.”

Para conocer más sobre la historia de Josué, cómo fue su primera Marcha del Orgullo, saber los detalles sobre su programa Calla Cabro y su charla TEDx, escucha nuestro podcast.

Antay: “Cantar era enunciarme trans”

Antay: “Cantar era enunciarme trans”

Por Mya Sánchez

Músico peruano Antay. FOTO: Instagram Antay.

El arte implica ser vulnerable. Pero cuando la vulnerabilidad es la norma, crear se convierte en un acto político. En el Día del Músico, La Antígona conversó con el cantante peruano Antay sobre la autogestión desde el arte, el poder de la música para transformar y su larga relación con su propia voz.

Una sola canción en por lo menos tres tonalidades distintas en el transcurso de dos años. Quienes conocen al músico peruano Antay desde que inició su proyecto musical en el 2019, han podido oír Júrame, su primer sencillo, en diferentes versiones de su propia voz. Su canto, cada vez más grave producto del proceso de hormonación que viene atravesando, tiene una identidad que hace que cualquier cambio en la sonoridad pase desapercibido.

La honestidad que caracteriza a sus letras y melodías cuenta su historia, en la que la vulnerabilidad pasó de asustarlo a ser su bandera. Nativo del Callao, Antay creció rodeado de salsa y sueña con algún día componer una canción que haga bailar a su público como él lo hace cuando oye a Rubén Blades o El Gran Combo de Puerto Rico. Pero, por ahora, se permite crear lo que le nazca. “Yo no creo en los géneros, ni en la música ni en ningún lado (risas). Creo en las expresiones”, subraya.

Es por ello que su música no se encasilla solo en un género, sino que es producto de distintas influencias y de su capacidad como artista: desde lo que siente y cree en el momento en que compone. Con referentes como Liniker, Kevin Johansen, Jorge Drexler, Silvana Estrada, Lalá, Alejandro y María Laura y El Kanka, aquello cobra sentido. “Admiro a quienes se atreven a utilizar la música como un medio para transformar la sociedad, para dejar un mensaje”, enfatiza Antay.

Del escritorio al escenario

Presentación de Antay en La Noche de Barranco. FOTO: Instagram Antay.

Pero dedicar su vida a la música fue una decisión que le tomó tiempo. De hecho, a pesar de que las canciones y los instrumentos musicales habían formado parte de su vida desde muy pequeño, esa no fue su primera opción al escoger una carrera universitaria. Fue así que empezó a estudiar Derecho, profesión en la que sí contaba con el beneplácito de sus padres. No obstante, la música fue siempre su fiel compañera.

Al echar un vistazo a su pasado, resulta predecible. Desde sexto de primaria, Antay escribía canciones para el Festival de Canciones de su colegio y algunas otras sobre lo incomprendido que se sentía, a pesar de que aún no sabía por qué. La diferencia era que, mientras antes componía en inglés para que sus sentimientos fueran más difíciles de descifrar, ahora tenía la necesidad de ser comprendido.

Bastó una presentación del también cantor peruano Eme en el Lugar de la Memoria para que Antay supiera que su identidad no era una condena. “Se enunció como una persona disidente sin miedo y me pareció que sentirme orgulloso sobre quién soy era una posibilidad. Pensé: ‘¿cómo sería si hubiésemos más personas que, desde nuestro arte, mostráramos que siendo como somos podemos ser eternamente felices también?’”. 

Aquel momento, marcó un antes y un después en Antay. Pasó de encontrarse días enteros llorando por intentar ejercer el Derecho como un hombre trans y recibir portazos en la cara, a decidir cambiarse de carrera para dedicarse de lleno al arte, con el objetivo de hacer música que interpele y transforme.

Reencuentro

Antay cantando en el festival Resiste Bebita por el Día del Orgullo 2021. FOTO: Instagram Antay.

Pero el proceso no fue fácil. Antay pasó un periodo en silencio. A los 18 años, cuando ya se sabía disidente, cantar en público le suponía atraer más atención de la que quería, siempre acompañado de comentarios respecto a lo bonita que era su voz. “Era doloroso para mí, porque solemos asignar ciertas frecuencias agudas a lo femenino. Cuando me fui expresando como persona trans de género masculino, cantar era prácticamente enunciarme trans”.

Eso implicaba también un nivel de exposición que le asustaba. “Me daba miedo cantar en público porque sentía que en algún momento podía aparecer alguien y hacerme daño”, relata. Pero el silenciamiento que se impuso a sí mismo fue lo que le permitió comprender cómo otras personas trans se autocensuran de distintos espacios públicos por ser considerada la voz un indicador del género.

Antay fue apropiándose de su voz nuevamente en un proceso que considera un sanar colectivo, y cuando lo iba logrando, inició su tratamiento hormonal. “Mi voz, mi cuerpo, mi cara… todo cambió”, recuerda. Su búsqueda de profesores o instructores que pudieran guiarlo en el proceso no tuvo frutos, pero su perseverancia le permitió encontrar un espacio de acompañamiento en Chile, al que pudo acceder de manera virtual durante el aislamiento social.

“Para mí, era bien difícil encontrarme en esa nueva voz”, confiesa, tras explicar que a veces sabía que debía cantar una nota, pero cuando intentaba hacerlo el resultado era un sonido peculiar o, en su defecto, silencio. Durante los primeros meses de hormonación, grabó su primer sencillo, a pesar de que hubiese preferido iniciarlo antes. “Grabar Júrame fue un dolor, estaba muy asustado de que no quedara bien”, precisa. Sin embargo, ahora se alegra de haberse atrevido, pues, sin querer, documentó ese momento de su proceso.

Cuando la pandemia llegó, trajo consigo las presentaciones grabadas y en vivo. Las primeras le daban tregua para explorar el mar de emociones sentía en ese momento. “Me permitía parar para llorar dos horas y decir ‘esto no está funcionando, creo que se fue al tacho’”, confiesa. Pero en los conciertos virtuales, el show debía continuar, a pesar de la desesperación que sentía, las veces que se perdía y los acordes a los que creía que no llegaría.

Pese a que no sabe si la voz que tiene actualmente seguirá cambiando, Antay se permite “habitar con incertidumbre”. La calma que siente por ahora se debe, en gran parte, a que el público lo sigue reconociendo a pesar de las variaciones. Ahora, inclusive, no teme en afirmar que cada día se siente más cómodo con su voz. “Me tranquiliza pensar que quizá puedo llegar a un espacio en donde sienta aún más calma”, precisa.

Espacios para ser

Antay y la bailarina Angellina Miladi en el videoclip de ‘Júrame’. FOTO: Instagram Antay.

Júrame, el sencillo que lanzó en abril de este año, marcó un hito en su carrera. A partir de ese momento, Antay ha ido ganando oyentes mediante las plataformas de streaming y los espacios donde ha podido mostrar su arte, como lo hizo recientemente en El Gato Tulipán, La Noche de Barranco e incluso en la Antifil

Y él sabía cómo quería presentarse al mundo: desde la desnudez. Es por ello que en el videoclip de esta canción, que habla sobre el desamor, el cuerpo tiene un rol fundamental. Protagonizado por Antay y la bailarina Angellina Miladi, el producto audiovisual cumple con el objetivo de dirigir los reflectores hacia los cuerpos y amores trans. “Es importante que más personas trans habitemos los espacios de belleza, del deseo y de lo bonito”, comenta.

Para Antay, como para muchas otras personas, la música representa un espacio de autogestión ante la difícil situación laboral de la comunidad trans en nuestro país. Para él, era importante que el equipo detrás de la producción del videoclip fuera completamente disidente y mayoritariamente trans. Esta es una constante en su trabajo diario, donde procura trabajar codo a codo con personas LGTBIQ+. “Desde las cabras para las cabras”, sentencia.

En ese sentido, sueña con crear más espacios similares en el futuro. Una banda trans y una “productora trans marica” son solo algunos de ellos, pero también le interesa internacionalizarse y conocer las indistrias musicales disidentes de países como Uruguay y México. No obstante, considera que su lugar está, primero, en su país. “Quiero seguir chambeando aquí. Me gustaría muchísimo tejer más puentes con personas disidentes de otras regiones”, afirma.

Mientras tanto, Antay viene preparando el lanzamiento de su segundo sencillo y un videoclip sorpresa, que publicará antes de que acabe el año. Es consciente del impacto que su arte y su mera existencia tienen. “He crecido viendo cómo nos persiguen y especulan sobre nuestras identidades. Yo no quiero que las infancias trans tengan que ir a las últimas páginas de Google para encontrarse. Yo soy trans y no me da miedo decirlo”, afirma con orgullo. Quienes vienen detrás de él, sabrán que ser ellos mismos no es un salto al vacío, como él lo sintió. Y eso ya habrá sido suficiente.

Flyer de su primer sencillo, Júrame, lanzado en abril del 2021. FOTO: Instagram Antay.