Maloka Rincón: «Es importante habitar tu cuerpo para habitar el mundo»

Maloka Rincón: «Es importante habitar tu cuerpo para habitar el mundo»

A raíz de la pandemia por el virus del Covid-19, las personas han adaptado sus labores a la virtualidad. Una herramienta que cobró más protagonismo en este contexto.  Tal es el caso de María Isabel Rincón, más conocida en el mundo artístico como Maloka Rincón, directora y dramaturga, especializada en teatro sensorial en España, que a partir del decreto de estado de emergencia en Perú dio un paso a la virtualidad.

Era 16 de marzo cuando el presidente Martín Vizcarra decretó en estado de emergencia al país a causa de la pandemia por covid19. Ese día Maloka se encontraba con Sandra Villanueva, alumna de su compañía Teatro del Vinagre, y de manera divertida grabaron su primer video en TikTok para enseñar a las personas sobre la respiración diafragmática, una respiración adecuada en tiempos de miedo e incertidumbre. Fueron siete videos que subieron a la plataforma de YouTube. Así fue como empezaron a usar diversas plataformas para dar a conocer su trabajo.

Videos sobre la respiración desde la cuenta de Maloka Rincón.  Foto: Captura de pantalla.

Teatro del Vinagre, es un espacio donde la actriz y docente, con treinta años de experiencia, brinda talleres de teatro sensorial, un proceso que parte de la sensibilización de los sentidos, y dota el acto creativo de libertad y espontaneidad de las personas.  

«Estamos en una sociedad en la que nos han enseñado que estar solo es malo, llorar es malo y porque es malo se intenta tapar», indica Maloka, por ello uno de sus talleres realizado en el mes de noviembre fue La piel a distancia, que trató de buscar en la memoria de la piel los vacíos, las ausencias que ha generado esta pandemia por covid19, donde se han registrado 36 499 muertes en lo que va del año. Desde el teatro se deja que la razón esté al servicio de la intuición para dar un espacio al dolor, a la ausencia, al vacío y  poder sanar. 

Antes del estado de emergencia Maloka se encontraba brindando talleres presenciales de técnica corporal y en un afán por no paralizar el trabajo que estaba realizando, su alumna le sugirió utilizar zoom. “No era para reemplazar las clases presenciales, sino para mantener a los alumnos haciendo cosas, mientras todo se reanudaba”, dice ella. Ese sería su primer entrenamiento para dictar clases desde la virtualidad.

La pandemia no acababa, pero el dinero sí. Fue ahí cuando ella empezó a dictar talleres de monólogos y para su sorpresa tuvo gran acogida. La diferencia de una clase presencial es que se prepara en menos de una hora; en cambio, una clase virtual le toma cinco horas. “Me vi como en mi primer día de dar una clase”,recuerda ella, pero con mucho trabajo y esfuerzo lo logró.

Clase de zoom de Maloka Rincón. Foto: Facebook.

Sus primeros pasos por el teatro

“El teatro me tomó y me llevó sobre sus brazos”, señala Maloka, refiriéndose al camino que la llevó a actuar en el teatro, un espacio que la atrapó. Sus primeras actuaciones fueron a la edad de diez años cuando en una temporada iba a la casa de su papá quién solía hacer reuniones de amigos. En ese momento, ella aprovechaba para presentar su show. Los amigos debían ver una hora el espectáculo, y pagar su entrada, porque con ello María Isabel compraba papeles dorados y confeccionaba su propio vestido para la siguiente reunión que haría su padre.

De España a Perú

En una gira por Latinoamérica, hace doce años, la actriz llegó al Perú desde España. Su paso por el país duró ocho días. Como toda persona que viene de afuera, entre sus planes estaba conocer Machu Picchu. Sin embargo, no pasó por falta de tiempo. Aún así pudo visitar el Santuario Arqueológico de Pachacamac. Ese momento lo lleva grabado en su memoria porque cogió un guijarrito, piedra pequeña y redondeada que encontró en el santuario, y dijo “yo voy a regresar aquí”, refiriéndose al Perú. 

Ya en España, en una de sus presentaciones, un peruano se le acercó y le invitó a participar de un proyecto social en Perú, sin dudar Maloka aceptó y como prometió tiempo atrás, volvió. Participó del proyecto en el país y trás ello, fue invitada a realizar trabajos en la sierra del Perú, conociendo y quedando maravillada. Entre idas y venidas desde España, cuando se dio cuenta, ya estaba viviendo en el Perú. 

Maloka Rincón en su dinámica en la sierra del Perú. Foto: Facebook.

A pesar de las dificultades en el camino, como problemas de fondos de dinero, y lidiar con sus propios demonios, con la ayuda de muchas personas jóvenes, que le acompañaron en el camino ha logrado que Teatro del Vinagre siga creciendo. Una compañía que se caracteriza por ser intergeneracional, para Maloka no importa la edad, ella trabaja con los niños interiores de cada persona «Yo trabajo con niños de 5 a 105 años», señala.

Así mismo, espera que para el 2021 pueda seguir con más talleres que involucren a personas de diferentes nacionalidades aprovechando que la virtualidad puede llegar a todos los rincones del mundo. Ahora mismo está en función un taller de niños de Costa Rica, Venezuela, Colombia, EE.UU y Perú. “Los niños se van vinculando con personas de distintos países y aprenden que el ser extraño y diferente no es malo, sino que es nutritivo”, enfatiza.

© 2021 La Antígona

ESTOY RESIGNADA A NO VER A MIS HIJOS HASTA DICIEMBRE

ESTOY RESIGNADA A NO VER A MIS HIJOS HASTA DICIEMBRE

melanies.soca@pucp.pe

Lissette Acosta, trabajadora del hogar venezolana. 44 años

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Desde el 16 de marzo, cuando empezó el estado de emergencia por el coronavirus, no pude salir más. Mis jefes me han dicho que así levanten la cuarentena, no podré salir a reencontrarme con mis dos hijos por mi seguridad y por la de ellos mismos. Dicen que si lo hago ya no podré regresar a trabajar porque me despedirán. ¡Qué más quisiera estar junto a mis hijos! Ahora solo los veo cada noche por video llamada. Ellos están en mi casa, en Los Olivos. 

Estoy resignada a no verlos  hasta diciembre porque lo único que tengo para solventar mis gastos es mi trabajo y tengo que cuidarlo. Prefiero pasar la cuarentena trabajando porque, además, envío dinero a mi familia en Venezuela. Tengo a mis padres, a mi hijo mayor y a mi nieto que dependen de mí allá.

Mi viaje de Venezuela a Perú fue espantoso. En el camino, me estaba desangrando por la fibromatosis que me aqueja cada mes. Hasta ahora no he logrado operarme por falta de dinero. Fue un viaje de siete días junto a mi hija y una sola maleta. 

Estoy viva de milagro. Mi salud en mi país no era buena. Con cuatro puntos de hemoglobina, tenían que hacerme transfusiones de sangre.  La doctora me dijo que en cualquier momento ya no iba a despertar porque mi corazón se estaba quedando sin sangre para bombear.

Aquí en Perú, durante la cuarentena en casa de mis jefes, me puse bastante débil.  Estuve cinco días sangrando y tuve que quedarme callada porque cuando me hicieron la entrevista para trabajar yo dije que era una persona sana para que me aceptaran. Tengo que quedarme callada para conservar el trabajo. Solo me queda comprar mis pastillas que cuestan 5 soles cada una. Aquí soy solo la empleada.

© 2021 La Antígona

Desde que comenzó la cuarentena tuve que dejar de vender en la calle, caminando

Desde que comenzó la cuarentena tuve que dejar de vender en la calle, caminando

melanies.soca@pucp.pe

Nelly Huamancayo. Trabajadora ambulante. 47 años

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Soy repostera de profesión. Estudié e hice una especialización en masa elástica, pastelería y panadería.

Hace siete años tuve una tienda donde vendía tortas, entre otros postres. Por una tendinitis -el estiramiento de un músculo en mi brazo- cerré mi tienda y dejé de trabajar pues no podía mover el brazo derecho. Llevé terapia, pero ya no podía hacer fuerza.

Así que para ganar dinero y solventar mi hogar me dediqué a repartir mis productos por tajadas en taper. Preparaba dos o tres todos los días. Me despertaba a las seis de la mañana, hacía los postres y a las nueve y media iba al mercado a repartirlos. Ofrecía postres del día y frescos a mis clientes.  Pero desde que comenzó la cuarentena tuve que dejar de vender en la calle, caminando, porque me puedo exponer al contagio. 

Vivo con mis dos hermanos en la misma casa, pero cada uno tiene su propia familia. Yo cuido a mi tía de 80 años y a mi hija que estudia en la universidad. Ellas me apoyan para preparar los postres. 

Psicológicamente me estaba enfermando. Me dolía la cabeza de ver las noticias del día a día cómo van aumentando los casos del COVID-19. La situación en El Agustino, donde vivo, es muy peligrosa porque tengo un mercado a tres cuadras de mi casa y las personas van en parejas o con sus hijos. No hay mucho control. 

Ahora la única manera de solventar mis gastos es haciendo queques en casa y ofrecerlos solo a mis hermanos porque ellos son docentes. Ellos siguen trabajando y tienen disponibilidad de dinero para que me colaboren. De esa manera me estoy ayudando en esta pandemia, ya que tengo que seguir pagando la universidad de mi hija, los recibos de agua y luz. 

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El sacrificio más grande fue separarme de mi hijo por esta pandemia

El sacrificio más grande fue separarme de mi hijo por esta pandemia

Giovanna Lizarbe. Contadora. 47 años

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Soy contadora, hago trabajos de asesoría externa y tuve en mi casa un negocio de cabinas de internet por 11 años. Mi cabina era un ‘Lan Center’ en El Agustino: es decir, un espacio interactivo y enfocado a los gamers, donde la prioridad era el entretenimiento. Tenía 50 máquinas. Pero con la llegada de la pandemia por el COVID-19, mi familia y yo nos vimos obligados a cambiar de negocio porque el Internet tuvo que parar.

Al día siguiente del mensaje del presidente, cuando decretó en estado de emergencia al Perú por la pandemia del coronavirus, agarré un dinero que tenía ahorrado y junto a mi hermano mayor fuimos a La Parada: compramos arroz, leche, aceite y menestras para vender a puertas cerradas. 

El primer día que empecé el negocio tenía miedo pues vivo cerca de un mercado en El Agustino, que es un distrito en el que hay mucha gente infectada de COVID-19 y dónde los muertos ya son demasiados. Muchas veces no quería abrir, por temor a contagiarme,  a contagiar a mi padre de 82 años o a mi hijo. Pero siempre sacaba fuerza y le pedía a Dios que me ayude para subsistir con mi familia. 

Mi hijo cumplió 11 años en plena cuarentena. Hablé con su papá para que se lo lleve a vivir con él. Era muy peligroso que siga conmigo pues yo tenía que salir a hacer compras y tenía contacto con las personas. Ese fue el sacrificio más grande: separarme de mi hijo por esta pandemia. Además, tuve que trasladarlo a un colegio nacional.

En el negocio de abarrotes, aunque la ganancia es mínima, la idea es tener de todo y vender día a día. Durante estos tres meses de cuarentena, a pesar de todo, me di cuenta que me gusta manejar un negocio de venta de abarrotes. En mis próximos planes está hacer un minimarket. 

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Jazmín Castro: Salvando vidas animales en pandemia

Jazmín Castro: Salvando vidas animales en pandemia

Foto: Jazmín al rescate

Por Melanie Soca

Tras contagiarse de Covid-19, Jazmín Castro Pérez, una joven rescatista, fundadora del albergue “Hannah y sus patas”, luchó por recuperarse. Pues a su cuidado estaban muchos seres de 4 patas. Tras su recuperación, un trágico accidente marcó a su familia. A un mes de este suceso Jazmín y su familia buscan apoyo.

Jazmín tiene 23 años, y hace más de diez, rescata perros abandonados de la calle en Villa María del Triunfo. Recuerda que al principio llegaba a la casa con uno o dos, y que su familia – a regañadientes- los aceptaba y colaboraba pese a que su hogar no contaba con un espacio apropiado para tener tantos animales. 

Su sueño de estudiar veterinaria para curar a sus amigos de narices húmedas en abandono no se concretó. Sin embargo, esto no la desanimó a seguir rescatando y brindando amor.  Creó un albergue y lo llamó “Hannah y sus patas” y con mucho esfuerzo lo llevó adelante a pesar de los obstáculos que encontró en el camino. En la actualidad refugia a más de 100 animales entre perros y gatos.

Nace un proyecto inspirador

Todo empezó como un hospedaje para perros. Esta primera idea tenía como objetivo solventar los gastos de los rescatados que Jazmín ya tenía a su cargo.  Sin embargo, la irresponsabilidad e insensibilidad de algunos dueños que pedían hospedar a sus perros para luego dejarlos en abandono, llevó a esta mujer a iniciar el albergue y acoger a estos seres.

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Foto: Jazmín al rescate 

Nombró su albergue como “Hannah y sus patas” en honor a Hannah,  una cachorra a la cual le cambió la vida al rescatarla algunos años atrás. Ella iba a tener un proceso de eutanasia cuando Jazmín la conoció. La joven se enamoró de ella a penas la vio. Recuerda que estaba muy sucia y no podía caminar . La lesión que tuvo había dañado su médula y las probabilidades de que vuelva a usar sus patas traseras eran pocas. “Hannah es una perrita que necesita mucho cuidado, nunca llegó a caminar, pese a las terapias, donde semanalmente se gastaba de 300 a 400 soles”, cuenta la fundadora del albergue. Así como a Hannah, también rescató a Chacha, Sammy y Negrita, cada una con una historia diferente. 

Foto: Jazmín al rescate 

Jazmín siempre tiene la disposición de ayudar, sin embargo, el espacio y a veces los recursos no se lo permiten. Necesita que las personas colaboren con los animales y adopten más. “La idea no es llenarte de animales, y después no poder mantenerlos. Es ser responsable y saber hasta qué límites puedes ayudar”, dice. 

Tener un albergue no es fácil. El día a día se torna una rutina larga desde que amanece hasta la hora de descansar. Se asume una gran responsabilidad: cuidar y velar por la seguridad de todos los rescatados que sueñan con tener un hogar feliz en que al fin puedan estar a salvo. Jazmín, a sus cortos 23 años, sabe bien a lo que se enfrenta. No sólo los rescata, también los alimenta diariamente, los lleva al veterinario para sus cuidados y desparasitaciones y les da amor incondicional mientras sanan sus heridas físicas e internas.  Así mismo, es ella quién cubre las cuotas de luz y agua. 

Un virus no detiene su trabajo

Con la llegada de la pandemia por covid-19 en el 2020, según cuenta Jazmín el albergue tuvo más adopciones. “La gente empezó a trabajar home office y tenía más tiempo. Se sentían solos, y empezaron a adoptar más”, comenta ella. Lamentablemente también existió otro panorama fuera del albergue: las personas estaban abandonando a sus mascotas. 

Ese mismo año, su familia se enfermó de covid-19. Ella estaba al cuidado de la mayoría de ellos. Por un momento y al no sentir algún síntoma, pensó que era asintomática. Había tenido contacto directo con su familia pero en ese momento no se contagió. Fue en la segunda ola, durante el mes de febrero, que se enfermó.

“Pensé que era una simple gripe, y de pronto me puse peor. Me hacía la fuerte varios días, pensé que iba a pasar, hasta que caí”, recuerda. Fue por esta razón que no pudo ver más de una semana a sus rescatados en el albergue. Sin embargo, contó con el apoyo de un personal, que se estaba haciendo cargo del albergue, mientras ella se recuperaba. 

Foto: Jazmín al rescate 

Tuvo una semana de tratamiento, con ampollas y medicinas a la vena.  A su edad no pensó enfermarse y menos pasar por una situación complicada. “A veces nos confiamos que nos vemos saludables, pero cuando nos toca nos damos cuenta que necesitamos cuidarnos”, recomienda ella.

En medio de esta recuperación, una tarde negra, recibió una trágica noticia. Un terrible accidente había acabado con la vida de su hermana menor. Una dulce niña de cinco años, su mayor tesoro. 

Tragedia en Villa María del Triunfo

Era viernes 19 de febrero, cuando una niña de cinco años fue embestida por un camión cisterna que se empotró en su vivienda en el AA.HH. Nueva Esperanza del distrito de Villa María del Triunfo. Este trágico suceso causó la muerte de Victoria, la hermana menor de Jazmín. Así mismo, dejó tres mujeres heridas pues el vehículo de carga pesada impactó también a la vivienda próxima de la casa de Jazmín. La gente en esa casa se encontraba en plena hora del almuerzo y nunca imaginó lo que sucedería.

Foto: América Noticias 

Ese día la sonrisa que acompaña siempre a Jazmín desapareció. La vida de su hermana fue arrebatada por la irresponsabilidad de un conductor. Este hombre, fue identificado como Ronald Cóndor Dávila, de 30 años, según el noticiero de América Noticias.

A más de un mes de este trágico accidente, la joven de 23 años no detiene su trabajo y saca fuerzas para apoyar a su familia y seguir manteniendo a sus rescatados. Cuenta con una página de Facebook de nombre ‘Jazmín Al Rescate’ donde realiza conciertos virtuales y diversos eventos para la recaudación de fondos. Este dinero es usado para cubrir las necesidades de sus amigos perrunos y gatunos, siempre con la esperanza de conseguir un mundo mejor para todos los animales.

Si deseas colaborar con ella puedes contactarla en su página oficial de Facebook: https://www.facebook.com/jazminalrescate

O a través de estas cuentas: 
Paypal: paypal.me/JazminCastroPerez 
BCP : 19438594101039
CCI: 00219413859410103993
BBVA: 001101350201002480
INTERBANK: 1573115031745
Yape, Lukita, Tunki, Plin : 959354098