Existe un virus que es mucho más común de lo que todos piensan, un virus que es muy probable que muchas mujeres que conocemos lo tengan, pero no lo saben. Incluso es posible que algunos hombres que caminan a nuestros costados también sean portadores. Estamos hablando del Virus de Papiloma Humano (VPH).
En el mes de marzo, el Ministerio de Salud (Minsa) informó que más de 2,200 mujeres mueren al año a causa del cáncer de cuello uterino en el Perú. La infección del virus del papiloma humano (VPH) es el principal factor de riesgo para desarrollar cáncer de cuello uterino. Existen más de 100 genotipos, de los cuales los genotipos 16 y 18 son los de mayor riesgo oncogénico.
La vacuna contra el VPH se brinda a las niñas y adolescentes entre los 9 y 13 años. Se trata de la tetravalente, que protege de 4 tipos de VPH (6, 11, 16, 18), y consiste en la aplicación de dos dosis con un intervalo de seis meses. Durante la pandemia, las vacunaciones contra este han bajado en un 80%, según el portal Salud con Lupa, lo cual resulta preocupante.
Según información en el portal del Minsa: “Cualquier persona con una vida sexual activa podría contagiarse con el Virus del Papiloma Humano (VPH) y transmitirlo sin darse cuenta”.
Los hombres también pueden ser portadores del virus e, incluso, en la mayoría de casos no presentan síntomas. Además, es muy probable que no lleguen a ser diagnosticados con este virus, ya que no existe un examen médico específico en varones, puesto que en ellos el virus es benigno. En la mayoría de casos, estas personas con genitales masculina pueden desarrollar verrugas genitales.
Al igual que en las mujeres, el virus se clasifica en dos grados: el primero, siendo benigno y manifestándose como verrugas (papilomas) en o alrededor de los genitales y ano; y el segundo, llegando a desarrollar un cáncer. En el caso de las mujeres se trata del cáncer de cuello uterino y de los hombres, cáncer de pene u ano o cáncer orofaríngeo (lengua y las amígdalas), en caso de haberse realizado sexo oral.
Existen países donde la vacuna del VPH se aplica también en hombres. Algunos de ellos son Austria, Croacia, República Checha, Bélgica, Italia, Suiza y, desde el 2019, en la ciudad de Madrid (España). | Foto Fuente: Medical La Revista
2. No solo se contagia teniendo relaciones sexuales con penetración
El VPH es una infección viral que se puede transmitir de una persona a otra mediante las relaciones sexuales anales, vaginales u orales. Pero existen casos raros donde las personas se contagian sin haber mantenido RS.
En el caso de las relaciones sexuales, se puede transmitir de una persona a otra cuando se ubican en zonas no cubiertas por un preservativo. Sin embargo, también puede infectar la boca y la garganta y causar cánceres de orofaringe (parte de atrás de la garganta, incluidas la base de la lengua y las amígdalas.
3. Ser portador no significa que vayas a desarrollar cáncer
Es muy común que cuando una persona va a un centro de salud, se hace un Papanicolaou y recibe el diagnóstico positivo al VPH sienta que su mundo se derrumba y que va a contraer cáncer. Sin embargo, esto no es del todo cierto, ya que existen más de 100 cepas diferentes. Algunas son de alto riesgo y cancerígenas, pero otras (la mayoría) son benignas y se conocen por causar verrugas genitales.
Las cepas consideradas de alto riesgo son los tipos 16 y 18, que causan el 70% de los casos de cáncer de cuello uterino y las lesiones cervicales precancerosas. Pero no todas las personas que están infectadas por VPH de alto riesgo necesariamente desarrollan cáncer. En estos casos es necesario que acudan al médico para una revisión más frecuente.
Entonces, si bien no todas las personas con verrugas genitales son precursores del cáncer, tampoco quiere decir que no deban cuidarse. No hay forma de saber a priori quiénes con VPH presentarán cáncer u otros problemas de salud, por ello se incide en la necesidad de chequeos frecuentes para detectar cualquier complicación a tiempo preciso.
Según mencionó la doctora Ellen Schwartzbard, obstetra y ginecóloga del Hospital Baptista de Florida del Sur, para AllHealthGo:
“Es un virus, no tenemos una cura para el virus, pero afortunadamente muchas personas lo curarán por sí solo. Eso es algo que le digo a los jóvenes cuando se enteran de que lo tienen: ‘Es algo de lo que deben preocuparse, pero no es el fin del mundo’. Para muchas personas, su sistema inmunológico, si tienen un sistema inmunológico fuerte, lo eliminarán con el tiempo; pero nos preocupamos más por las consecuencias del virus”.
La doctora Ellen Schwartzbard, es especialista en obstetricia y ginecología en el sur de Miami, Florida. Se especializa en atención preventiva, evaluación ginecológica general y todos los aspectos de la salud reproductiva. | Foto Fuente: Miami Herald
4. Este es algo negativo: No hay cura para el virus
Si bien como mencionó la doctora Schwartzbard, existen casos donde las personas con un sistema inmune fuerte logran curarse del virus por su cuenta – los tipos de VPH que causan las verrugas genitales y el cáncer de cuello uterino pueden controlarse, mas no curarse. Las verrugas genitales pueden extirparse, pero ello no significa la erradicación del virus.
La mejor manera de prevenir la infección es mediante la vacunación. Se recomienda vacunar a todas las niñas de 11 o 12 años. Esto porque es una Enfermedad de Transmisión Sexual (ETS) muy común. Además, las mujeres adultas también pueden recibir la vacunas, si no se vacunaron cuando eran menores.
Existen tres tipos de vacunas contra el VPH y pueden proteger contra algunas de las cepas de alto riesgo o causantes de verrugas genitales. Si bien no protegen contra todos los virus de VPH, especialistas de la salud recomiendan y exhortan a inmunizarse para que las personas estén protegidas en la medida de lo posible a desarrollar la enfermedad.
5. No todas las personas con VPH presentarán síntomas
No es seguro diagnosticar el virus simplemente mirando a una persona o buscando verrugas genitales. La mayoría de las personas no presentan síntomas visibles de infección y solo logran diagnosticarlo mediante un resultado anormal de la prueba de Papanicolaou. Pero incluso así, no es seguro.
“Si uno tiene una prueba de Papanicolaou anormal, si tiene precáncer de cuello uterino, definitivamente tiene VPH. Pero no todas las personas que tienen VPH tendrán una verruga genital o tendrán una prueba de Papanicolaou anormal, precáncer de cuello uterino. Esos no son intercambiables”, explica la doctora Ellen Schwartzbard.
Además, incluso presentando síntomas, a menudo se suelen pasar por alto o sus síntomas son malinterpretados.
Foto: TV Perú Noticias
6. Estar vacunada/o no significa que debas dejar de preocuparte de las ETS
Exámenes médicos como el Papanicolaou son muy importantes para las personas con genitales femeninos, ya que no solo permite identificar en gran medida el VPH, sino otras Enfermedades de Transmisión Sexual.
Además, aunque uno se vacune contra el virus, debe seguir realizándose chequeos frecuentes para detectar el cáncer de cuello uterino – uno de los más comunes, después del cáncer de mama, en mujeres. La vacuna logra reducir la posibilidad de desarrollar alguno de los pre cánceres más avanzados, pero aún no ha transcurrido el tiempo necesario para analizar los 20 años de datos necesarios para indicar una reducción en los casos reales de cáncer.
Luisa Macedo Franco es orgullosamente arequipeña y la primera mujer vulcanóloga del país.
Gracias a un convenio entre la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA) y las Naciones Unidas elaboré el primer Mapa de Peligros del Volcán Misti. Es así que me consagré como la primera mujer vulcanóloga en el Perú. Durante mis 30 años de carrera me he enfrentado constantemente al machismo. Desde que empecé a estudiar Ingeniería Geológica en la UNSA me decían algunos compañeros que las mujeres no debíamos estudiar estas carreras, que debíamos dedicarnos a buscar una pareja o que incluso yo le quitaría un puesto de trabajo a otro estudiante varón. Frente a la sociedad machista en la que me desarrollé profesionalmente decidí seguir creyendo y luchando por mis sueños. El apoyo y enseñanzas de mi familia me permitieron con mucho esfuerzo lograr cada uno de ellos.
De ésta manera al graduarme como ingeniera Geóloga me especialicé en el manejo de emergencias volcánicas en Japón. Como resultado logré organizar cinco simulacros de evacuación por erupción volcánica. Empezamos en 2009 en el distrito de Alto Selva Alegre, en la ciudad de Arequipa. En ese entonces mis colegas creían que sería imposible hacerlo porque necesitábamos la participación de la población, el transporte, los colegios y los centros de salud. Sin embargo, trabajando arduamente y con la ayuda de las autoridades logramos que los vecinos tomaran conciencia de la importancia de la prevención.
Tras varios años siendo investigadora me planteé qué podría hacer para que la información que obtuve durante los proyectos de investigación llegara a las manos de más personas. Es así que nace el libro “Huaynaputina: el día que despertó el volcán”. Un cuento científico que narra la erupción de este volcán en Moquegua, el 19 de febrero de 1600, donde más de 50 poblados fueron sepultados. Nuevamente con el apoyo de UNESCO logramos realizar la diagramación y dibujos en acuarela para que fuera más dinámico. Además, con la ayuda del Servicio Geológico de los Estados Unidos logramos imprimir y repartir 7 mil libros a niños de 10 años de edad que vivían cerca de las zonas afectadas para que comprendieran lo que significa vivir cerca de un volcán activo.
Fotografía cortesía de Luisa Macedo
Actualmente soy directora del Observatorio Vulcanológico del Sur del País (OVS) a cargo del Ingemmet (Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico). Me siento muy agradecida de tener ésta responsabilidad y contar con un gran equipo de trabajo. En el OVS estudiamos y vigilamos la actividad de los nueve volcanes activos del Perú. En la región de Arequipa tenemos al Misti y el Sabancaya. Mientras que en Moquegua monitoreamos el volcán Ubinas y el Ticsani, con el fin de prevenir y alertar sobre los peligros volcánicos.
Quiero invitar a todas las mujeres a participar más en las geociencias. Necesitamos más científicas que sean sensibles con su entorno, que les guste la investigación y que trabajen por el bien de nuestro país. Tenemos que seguir enfrentándonos a los estereotipos y prejuicios y demostrar con nuestro trabajo que somos igual de capaces de lograr lo que nos propongamos.
Por Alice de Souza, Héctor Villa León, Jhoandry Suárez y Zoila Antonio Benito
Esta investigación fue desarrollada como parte de la iniciativa Historias sin fronteras de la organización Inquire First y con el apoyo del Departamento de Educación Científica del Instituto Médico Howard Hughes.
No había tiempo. Saionara Santana tuvo que darse prisa para que a su hija la atendieran en un centro médico en el Salvador, la capital de Bahía, al este de Brasil. La niña tenía un cólico crónico. Al llegar, con la angustia en la boca, la recepcionista apenas la miró, aunque para Saionara era urgente que le prestara atención, que viera la gravedad de su hija, así que le dijo las palabras que imaginó le iban a ganar el interés y comprensión de la otra mujer.
—Tengo lupus y necesito que atiendan a mi hija—, dijo la madre de 45 años.
—¿Sí? ¿Y qué?—, fue la respuesta que recibió.
Ahí, en ese instante, que hoy habita como un recuerdo vivo de hace tres años, Saionara entendió que para el sistema de salud de su país solo era un número más en la estadística del Lupus Eritematoso Sistémico (LES). Que las promesas de prioridad por ser mujer, paciente de lupus y afrobrasileña, no eran más que cascarones vacíos. Supo, entonces, que a ella le esperaba, o le seguiría esperando, una mirada fría e indiferente.
Lo que no suponía era que su realidad estaba tan conectada con la de otras mujeres en la región, en especial en Colombia y Perú, donde las mujeres afrodescendientes en América Latina se enfrentan a retrasos en su diagnóstico por la falta de especialistas o retardos en los exámenes, lo que allana el camino para que se agrave y comprometa órganos vitales, en particular, el riñón, una tendencia muy presente en esta población, según reseña el artículo “Epidemiología global del Lupus Eritematoso Sistémico” de Nature Rheumatology.
Como lo reflejan las estadísticas de mortalidad del Sistema de Salud de Brasil (SUS): el 87% de las muertes vinculadas a la enfermedad, entre 2016 y 2020, las cifras más recientes, fueron de mujeres. Del total de muertes en esos mismos años, el 47% eran mujeres negras.
Un estudio publicado en 2017 en la Revista Brasileña de Reumatología estima que hay entre 150.000 y 300.000 pacientes con la enfermedad en el país.
En Colombia, el número de casos de lupus informados por los médicos ha aumentado constantemente, de 23.777 en 2015 a 52.944 en 2021.
En Perú, se informaron 16.000 casos en 2020, pero los investigadores creen que la cifra podría ser mayor, ya que muchos médicos aún no diagnostican correctamente los síntomas del lupus.
Pensemos en el lupus como un agente infiltrado que pone a las defensas del cuerpo contra el propio organismo, produciendo daños en los órganos, generando cansancio. De allí que se enmarque como una enfermedad autoinmune capaz de incapacitar de por vida a quien la padece.
Esto se refleja no solo en la historia de Saionara, que desde 2018 padece la enfermedad. Así, como la de ella, también están la historia de Jenny Saavedra, una mujer mestiza y afroamericana del norte de Perú que pasó por crisis psicóticas, o la de Mireya, en la costa colombiana, que aparte de padecer de episodios de esquizofrenia, ha tenido que convivir con un daño en los riñones y pulmones producto de la enfermedad.
Las mujeres en países como Perú, Brasil o Colombia, suelen enfrentar diversas barreras, algunas asociadas a la discriminación debido a su raza o nacionalidad. Incluso, barreras relacionadas con la falta de atención por parte de las autoridades de salud o la falta de acceso a servicios sanitarios en los países donde se encuentran.
Y esto no es un problema reciente. De acuerdo con un estudio de la Organización Mundial de la Salud, a propósito del día de la salud en abril de 2018, reseñaba que 3 de cada 10 personas en América Latina no tiene acceso a la atención de su salud por motivos financieros.
A este contexto se sumó lo que vivieron las mujeres, niños, niñas y adolescentes durante la pandemia. El informe “Desafíos de la pandemia de COVID-19 en la salud de la mujer, de la niñez y de la adolescencia en América Latina y el Caribe”, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef), da cuenta que hubo una reducción del 10 % de la cobertura de los servicios esenciales de atención a la salud.
Pese a los esfuerzos que se han realizado en temas legislativos, como en Colombia, donde solo existe la Ley 1.392 de Enfermedades Raras que garantiza el acceso al tratamiento, aunque excluye a las personas con lupus; o el Reglamento de la Ley N° 29698 en Perú, y que declara de Interés Nacional y Preferente Atención el Tratamiento de personas que padecen Enfermedades Raras o Huérfanas, aún se requiere mayor atención.
Si miramos el aspecto de inversión de los gobiernos de la región para garantizar el acceso a la salud, para organizaciones como la OMS o las Naciones Unidas, el gasto que hacen en estas políticas dista de ser el más adecuado para la atención integral de la población. Y cuando nos referimos al lupus, la cifra es todavía menor.
Junto a estas barreras, las mujeres deben enfrentar otro desafío: las fallas en el diagnóstico temprano. Santiago Bernal, reumatólogo y profesor de la Universidad Javeriana en Colombia, explica que tuvieron que tomar del ministerio lo que se reporta, aunque estos datos “tiene sus discusiones respecto a lo que es para cada médico, porque el lupus es una enfermedad muy variada. Uno puede encontrar todo un espectro, desde pacientes que les afecta el cerebro, a otros el corazón, los pulmones, riñones, páncreas, el hígado, intestino o piel”, indica.
Para Oswaldo Castañeda, reumatólogo peruano con casi 40 años de experiencia en esta enfermedad, “todavía hay mucha dificultad para diagnosticar [el lupus], por falta de conocimiento y acuciosidad”.
La mayoría de mujeres que son afectadas por el lupus se encuentran en edades productivas, como lo demuestra las cifras en Colombia, Perú o Brasil; sin embargo, eso no las excluye de enfrentar discriminación, falta de acceso a servicios de salud, trabajar o incluso tener hijos, a causa de esta enfermedad.
Brasil: la vulnerabilidad por el color de la piel
“Si fuera una mujer blanca, ¿el servicio sería el mismo?”, pregunta Saionara sobre el episodio del hospital. Su pregunta encuentra sentido en las estadísticas oficiales del Ministerio de Salud. Entre los años 2020 y 2021, nueve de cada 10 personas que fueron atendidas por lupus en los hospitales brasileños fueron mujeres, según datos obtenidos a través de la Ley de Acceso a la Información (LAI).
Ser mujer y ser afrodescendiente son condiciones que, según la literatura médica disponible, desencadenan cuadros de LES más graves. “Algunos de los genes relacionados con el desarrollo del lupus están asociados al cromosoma X, del que las mujeres tienen dos. Y también hay una activación de las células linfocíticas que producen los anticuerpos por el estrógeno, una hormona predominante en las mujeres”, explica el coordinador de la unidad de enseñanza de reumatología de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, UERJ, Evandro Klumb.
Según él, casi el 85% de las personas atendidas en el servicio de lupus del Hospital Universitario Pedro Ernesto de Río de Janeiro son de raza negra. “Los casos más graves de lupus se dan en los afrodescendientes y luego en los caribeños y latinos mezclados con españoles”, añadió el médico.
Sin embargo, hay más factores que contribuyen a que las mujeres afrodescendientes sean las que más mueren por esta enfermedad en el país.
La Política Nacional de Salud Integral de la Población Negra, de 2009, dice que el 11,9% de los brasileños negros ya se han sentido discriminados en un servicio de salud. “Fue una gran cosa tener esa política, pero hasta hoy pocas ciudades la han implementado. Las mujeres negras son las con peores índices de salud en Brasil”, cuenta Marjorie Chaves, activista feminista negra y doctoranda en Política Social por la Universidad de Brasilia (UnB).
“La construcción social de la mujer negra, en la sociedad brasileña, es que somos fuertes. Muchos médicos tienen en su imaginación que podemos soportar el dolor”, afirma la consultora y especialista en Derechos Humanos y Cuestiones Étnico-Sociales, Noêmia Lima.
Aquí es donde Saionara siente el impacto de la discriminación al buscar tratamiento para el LES. “Si vas al sistema público, te encuentras con una cola enorme. Cuando llega tu turno, se acaba el formulario. Si te quejas, es de mala educación. Si vas al servicio privado, te desprecian. Te discriminan de la misma manera”, se queja ella, que necesita visitar un hospital cada tres meses, para controlar la evolución de la enfermedad.
Para Noêmia, hay otra cuestión a tener en cuenta, que las condiciones de vida de las personas interfieren en su proceso de enfermar. Según ella, es esencial tener en cuenta las vulnerabilidades de estas mujeres, desde la vivienda hasta la educación. En el caso de Saionara, por ejemplo, estuvo sin trabajo durante un año tras descubrir que padecía de lupus. Utilizó todo el dinero de su indemnización para pagar médicos y medicinas, ya que no pudo encontrar una vacante en el sistema público.
Hay otras situaciones aún peores, dice la fundadora de la Associação Lúpicos Organizados da Bahia (Loba), Jacira Santana, de 64 años. De las 4.000 personas atendidas por la institución, alrededor del 85% son mujeres negras que viven en las periferias. “Muchas vienen diciéndonos que los médicos dicen que el dolor es ‘algo en la cabeza’, que es ‘por falta de hombre’. Muchas son del interior, no saben dónde hay asistencia. Otras sufren violencia doméstica”, dice Jacira.
Cuando descubrió el lupus, Saionara se pasó un mes y medio tumbada, sin querer salir de casa ni hacer nada. Entonces decidió que tenía que cambiar sus propios pronósticos. Hoy, vive un día a la vez. “Un día sientes una cosa, y al día siguiente, otra. Si te dejas caer, la enfermedad pasa por encima de ti”, concluye.
Territorio, desigualdades y falta de médicos
En Brasil no solo el color de la piel influye en el acceso y la calidad del tratamiento del lupus. Las regiones históricamente más pobres, como el noreste y el norte, donde hay más población indígena y negra, son también aquellas en las que la incidencia del lupus es mayor, pero el acceso a los medicamentos, a los reumatólogos es más precario y los datos sobre la enfermedad son casi escasos. Un estudio de la Fundación de Salud de las Américas (AHF), publicado en 2021, mostró que Brasil tiene pocos datos sobre el LES y, cuando existen, solo incluyen el escenario de la enfermedad en el Sur y el Sudeste del país.
Hace tres años, cuando empezó a tener dolores articulares, Irma de Almeida, de 48 años, vivía en São Paulo. Con los dedos hinchados y el dolor de espalda, buscó atención especializada, pero no pudo encontrar reumatólogos a través del sistema sanitario público. Así que decidió pagar una consulta privada y realizar también todos los exámenes. Para pagar todo, pidió un préstamo de R$ 8 mil (USD $1.500 aproximadamente). Asumió un riesgo financiero para aliviar el sufrimiento y el dolor. A los ocho meses, recibió el diagnóstico de lupus.
Desde entonces, tenía consultas y exámenes cada tres meses, pero desde agosto de 2020 ya no puede programar un reumatólogo. En primer lugar, por la pandemia y la paralización de los servicios. Luego, porque se fue a vivir a Roraima, estado fronterizo con Venezuela, donde solo ejercen tres reumatólogos. “Me preocupo demasiado, pierdo el sueño. Al ir al médico, nos quitamos un peso de encima”, dice la mujer, que en febrero de este año hizo la petición de cita en la ciudad donde vive y todavía está esperando.
“Faltan políticas públicas. Hemos dedicado diez años a hacer posible este estudio. También falta educación sanitaria para la población”, afirma Evandro Klumb. En este momento, la Sociedad Brasileña de Reumatología (SBR) inició el primer estudio que aportará datos epidemiológicos de la población con lupus en el país. “Es una iniciativa importante para que conozcamos las dificultades de las personas con lupus en el país, los puntos de mejora y medicación, cómo se comporta el paciente”, dijo Edgar Torres Neto, reumatólogo coordinador de la comisión de lupus de la SBR.
La lucha de las asociaciones por subsistir
Las asociaciones de pacientes suelen crearse en el seno de la angustia de quienes conviven con el lupus, del ímpetu por luchar, por la supervivencia. Para los dirigentes, también es una ocupación, ya que muchos pierden su trabajo como consecuencia del tratamiento. Sin embargo, llevar a cabo las actividades requiere aliento y resignación. Varias asociaciones mueren junto con sus líderes, dejando a otros pacientes huérfanos de hospitalidad y necesitados de información.
“Quiero pasar la asociación a otra persona, por los problemas de salud que tengo, pero nadie quiere hacerse cargo. Tienen miedo de las pérdidas, a veces es una encima de la otra. Porque nos encariñamos con la gente”, dice Sandra Lucas, de la Asociación de Portadores de Lupus de Río de Janeiro (Apalurj). Por otro lado, hay pacientes que ponen en las asociaciones la esperanza de tratarse, como Saionara, en Bahía. “El lupus te deprime, te incapacita hacer tu vida normal”, dice.
Durante la pandemia, muchos de ellos interrumpieron sus actividades: “Pasamos un año sin poder abrazarnos, sin hablar, fue horrible. Perdimos a muchos compañeros, no en la muerte, sino en el equilibrio”, se lamenta Saionara.
Jacira Santana, de Loba, tiene su agenda ocupada con actividades, como le gusta y que soñó que podría tener en los últimos meses de pandemia. Ella, que descubrió el lupus 25 años después de los primeros síntomas, sabe la diferencia que supone la acogida: “Tenemos que luchar para que la gente se recupere y vea que somos seres humanos iguales”, afirma.
Mujeres de una olla común. Foto: Municipalidad de Lima.
Este mes, el Pleno del Congreso aprobó las leyes que garantizaban el Reconocimiento de las ollas comunes y de Recuperación de alimentos. Estos logros simbolizan un avance significativo para dichas organizaciones autogestionadas que frenaron el hambre de muchas familias durante la pandemia.
El 07 de abril del presente año se aprobó el Proyecto de Ley N° 00009/2021-CR, Ley de las Ollas Comunes que busca su reconocimiento, garantiza su sostenibilidad y financiamiento. Su autora fue la congresista Isabel Cortez, más conocida como “Chabelita”, junto con otros miembros de su partido Juntos por el Perú.
Esta ley autoriza a los gobiernos locales y al Ministerio de Desarrollo de Inclusión Social (MIDIS) hacer modificaciones en el presupuesto público para financiar la compra de alimentos de las ollas comunes. Asimismo, el Ministerio de Salud (MINSA)realizará documentos de orientación sobre las condiciones mínimas para la preparación de alimentos en las ollas y aspectos nutricionales. Las Direcciones Regionales de Salud se encargaran de la difusión de los mismos.
Con el cumplimiento de esta normativa se espera beneficiar a las ollas comunes registradas en el Registro Único Nacional de Ollas Comunes. Cabe resaltar que solo en Lima Metropolitana existen 2476 ollas comunes, siendo San Juan de Lurigancho el distrito con mayor cantidad. Muchas de estas organizaciones populares venían resistiendo gracias a la colecta de varios vecinos y madres de familia para la compra de alimentos, viviendo a su suerte.
Del mismo modo, cinco días después se aprobó el Proyecto de Ley N° 00478/2021-CR, Ley de Recuperación de Alimentos, elaborado por la congresista Sigrid Bazán. Este proyecto prioriza el rescate de alimentos frescos de mercados mayoristas y abastos a favor de la población en situación de vulnerabilidad, como el caso de las ollas comunes.
El informe titulado “Índice de Desperdicio de Alimentos 2021”, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y laorganización asociada WRAP estimó que el 17% de los alimentos en el mundo fueron desperdiciados durante el 2019, siendo un 11% de residuos del hogar, 5% de servicios de comida o restaurantes y 2% de mercados minoristas.
Ambos logros estatales demuestran un emergente apoyo a una lucha que se ha agudizado durante la pandemia y que suele pasar desapercibido. También refuerza el compromiso con una adecuada seguridad alimentaria. El último paso esperado es la publicación de las leyes en el portal El Peruano y el cumplimiento de las mismas.