#AcosoEnElPeriodismo: Argentina, descentralizando la situación 

#AcosoEnElPeriodismo: Argentina, descentralizando la situación 

Por Noelia Carrazana

Introducción por Johanna Gallegos @JohannaFGA

Ser mujer y ser periodista representa vivir en riesgo. Debido a nuestro trabajo, diariamente lidiamos con el machismo, la censura y la violencia. Durante los dos últimos años en pandemia, la situación no ha mejorado y las manifestaciones de violencia han crecido expandiéndose al mundo virtual. 

Desde La Antígona hemos recopilado testimonios de periodistas de Perú, Bolivia, Argentina y México que han sido víctimas de violencia. Nos sumamos a la campaña de los 16 días de activismo de #AcosoEnElPeriodismo para visibilizar la violencia contra las mujeres periodistas en cuatro reportajes que recorren los diferentes países.

La televisión argentina se remeció. Se desató un escándalo en los medios de comunicación. La periodista y panelista María Belén Ludueñaa se alejó del noticiero “Buenos Días América” del canal América TV. En ese momento Belén no dio demasiadas explicaciones del porqué de su alejamiento, pero sí lo hicieron sus ex compañeras de trabajo. Ellas acusaron al conductor, el periodista Antonio Laje, de acosarlas laboralmente, de maltratos e incluso de acosarlas sexualmente.

Lo llamativo de este caso es que, en los medios grandes de Argentina, se silenció esta situación. Los programas de América TV no lo mencionaron, pero sí en otros canales o redes sociales que publicaron los testimonios de, por lo menos, cuatro denunciantes. Lo que más llamó la atención fue la inacción de las autoridades del canal al mantener al conductor acusado en el medio. Estas situaciones no solo se dan en los grandes medios o en Buenos Aires. Podemos encontrar un sinfín de relatos a lo largo del país.

Casos que grafican cómo es el acoso o abuso a las mujeres periodistas en el país 

“Como periodista de policiales y judiciales escucho comentarios fuera de lugar, que un juez te comenté sobre tus pechos o cuando uno se encuentra con fuentes en lugares deshabitados a la noche y tener que pasar a hablar de los temas por los cuales uno va, a tener que hablar de si una tiene novio o marido y si se siente sola. Son situaciones bastante comunes” relata a La Antígona la periodista Mariana Romero, quien vive en la provincia de Tucumán.

“En elecciones también, personas que no eran periodistas, acosaron a otra compañera. Ahí me di cuenta que yo tendría que haber denunciado [mi caso] para que se pongan medidas de seguridad y quizás eso no le hubiera pasado”, explica la periodista tucumana y reflexiona que tenía normalizadas estas situaciones de abuso simple.

No se viven las mismas situaciones de trato laboral siendo hombre que mujer, ejerciendo o buscando ejercer el periodismo “a los 19 años cuando estaba estudiando me acerqué a una persona que conocía para contarle que quería buscar trabajo. Tuve una respuesta sugerente, se acercó y me agarró de la cintura hasta la cola. Lo saque y se fue, pero al poquito tiempo pasó la denuncia de Thelma Fardin a mí se me removió la situación y pensé si podía ser calificada como un abuso”, indica una joven periodista que prefiere mantener su nombre anónimo.

“No lo denuncié de manera pública, pero sí avise a personas que lo conocen. Si aún no lo puedo contar con nombres es porque tengo miedo de lo que pueda pasar. Éll es alguien importante”, testimonia nuestra entrevistada quien explica que esta situación tuvo que tratar en terapia y así poder comprender que era un abuso.

“Estamos en un momento en Argentina donde como sociedad es hora de que comencemos a hacernos cargo. Hay un avance gracias al feminismo y es hora que los medios estén a la altura de eso”, analiza la joven que se siente contenida por la ola de los nuevos derechos conseguidos en los últimos años por las mujeres.

Legislación argentina

En Argentina hay un avance en el pensar como sociedad y también desde el Estado con algunas acciones concretas. Una fue la ratificación en 2020 del convenio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), donde se reconoce que las mujeres son las más expuestas a esos comportamientos y prácticas en el mundo laboral.

Nuestra sociedad está en una revisión de temas tabú, que hace cinco años eran naturalizados y ocultados. Gracias a la valentía de mujeres y  hombres, se denunciaron a figuras conocidas de los medios o del espectáculo. El movimiento denominado “Me Too”, se hizo viral desde un hashtag en las redes sociales primero norteamericanas y después a nivel mundial. Clara muestra de ello fue la gran denuncia a Harvey Weinstein en 2017 por agresión sexual y acoso.

No hay justicia social sin derechos humanos

No hay justicia social sin derechos humanos

Por Leticia Alvarez

Mujeres manifestando su rechazo al gobierno de Dina Boluarte en las protestas en Lima. Foto: Melanie Soca (Instagram:@_melaniesoca)

En un contexto crítico a nivel social y político que vive el Perú, es indispensable resaltar la importancia de tener justicia social en un gobierno convertido en dictadura.

El pasado 20 de febrero se conmemoró el Día Internacional de la Justicia Social en medio de una convulsionada crisis sociopolítica en el país y, con ello, nuevamente se reitera la importancia de preservar tanto el desarrollo como la justicia social para mantener la paz y seguridad de las naciones, así como también es indispensable un crecimiento económico de base amplia y sostenido en un contexto de desarrollo sostenible, según la Asamblea de las Naciones Unidas.

Pero, ¿qué se entiende por justicia social? De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), es aquel “principio fundamental para la convivencia pacífica y próspera dentro de una nación”, por lo que su propósito más importante es alcanzar un reparto equitativo de los bienes sociales para asegurar la dignidad de todas las personas. Por esta razón, conforma uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y es parte de la Agenda 2030, con la finalidad de lograr un desarrollo basado en objetivos comunes con metas integradas.

Sin embargo, estos objetivos y propósitos no se aplican en la práctica al Perú, por lo que, en consecuencia, el panorama no es nada alentador. Esto debido a que un requisito esencial para que se cumpla lo planificado en la Agenda 2030 es lograr la igualdad, es decir, cuando en un estado todos sus ciudadanos sin distinción alcanzan en la práctica la realización de sus derechos humanos (civiles, políticos, económicos, sociales y culturales), lo cual no sucede en nuestro país.

De acuerdo a una encuesta realizada por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) en el 2021 sobre la pobreza monetaria, esta registró un 25,9% a nivel nacional, teniendo en cuenta los últimos periodos vividos por la pandemia del COVID-19 y la actual crisis social que atraviesa el país debido a la inestabilidad política que se arrastra desde el 2016.

Esto es aún más desalentador en las zonas rurales,que han sido el escenario principal de manifestaciones en contra del gobierno de Dina Boluarte, el cual se duplica y supera con creces el promedio nacional en un 39%. Asimismo, es importante precisar que, en las regiones del sur del país como Ayacucho, Huancavelica y Puno, las cifras de pobreza oscilan entre 36,7% y 40,6%, lo cual implica que en estos departamentos, los gastos de los peruanos son insuficientes para cubrir las necesidades básicas como alimentación, vestimenta, salud, educación, etc.

Cartel de protesta en una vigilia realizada en memoria de los fallecidos en las manifestaciones contra el gobierno de turno. Foto: Melanie Soca (Instagram: @_melaniesoca)

De esta manera, todos estos datos son alarmantes y demuestran el  prolongado abandono del Estado a las necesidades y pedidos de las regiones durante siglos, los cuales ahora son las principales consignas de las protestas iniciadas hace 2 meses y que lamentablemente, han causado la muerte de más de 60 personas que sólo marchaban por causas justas y legítimas.

El feminismo que el neoliberalismo necesita

El feminismo que el neoliberalismo necesita

Por Suiry Sobrino @SuiGnruis

El complejo contexto político y social que se vive en Perú, nos recordó que existe un feminismo operando para refrescar la imagen del neoliberalismo, y que utiliza su poder para mediatizar dos puntos importantes de su agenda: la interseccionalidad y la paridad.

Joven levanta su cartel con frase «El estado no me cuida, me cuidan mis amigas» en la marcha por el Día Internacional de la Mujer. FOTO: Melanie Soca

“Aunque utilicemos esa identidad en términos estratégicos, mi fin no es ese. Mi fin es desbaratar lo que a mí me hizo negra, lo que a mí me hizo lesbiana o lo que a mí me hizo empobrecida, que son los sistemas de opresión". Ochy Curiel

El complejo de la salvadora blanca

Hay un feminismo que goza de legitimidad: al que se le abre las puertas de los espacios académicos más importantes, un feminismo que te promete una carrera profesional con acceso a puestos de poder dentro de las empresas de prestigio, un feminismo al que se le permite hablar, que tiene poder mediático y publicidad millonaria para generar un clima agradable a su favor. Un feminismo que goza del privilegio de la universalidad, algo que no pasa con los otros feminismos.

Esos otros feminismos representan un peligro, son los que te llevan a vivir y a trabajar en alerta, cuidándote de no parecer muy radical, de no ser muy antisistema. Esos otros feminismos están representados por cuerpos a los que se les tiene miedo, y no solo por cómo lucen, sino porque son cuerpos con memoria y con ansias de justicia y reparación.

La interseccionalidad parecía generar un punto de encuentro entre todos los feminismos: la convención de que todes vivimos la violencia patriarcal de distinta manera, siendo lesbianas, mujeres negras, mujeres trans o mujeres blancas heterosexuales. Pero de ser un elemento de resistencia frente al análisis monofocal de género, terminó como recurso para construir la versión renovada de la salvadora blanca, que ahora es feminista.

Esto lo pudimos ver en Perú, con mayor claridad cuando en 2021, Pedro Castillo pasó a segunda vuelta con un proyecto conservador pero que, a la vez, representaba para miles de mujeres una esperanza. Algo que resultó inconcebible para el feminismo universal, que no entendía cómo, para esas otras mujeres, la agenda del enfoque de género no era prioridad. Lo que terminó evidenciando la interseccionalidad de un feminismo que se sigue creyendo universal, como la práctica de enunciar a las subalternas pero sin considerarlas como iguales.

Esa es la trampa de la interseccionalidad que presenta el feminismo universal: te hace creer que con nombrar a las personas y a sus distintas identidades, es suficiente. Te hace creer que lo correcto es identificar que las otras existen, como si esas otras necesitaran del feminismo universal para existir, con una lógica parecida a la del “descubrimiento” de América. A pesar de que esa enunciación no represente ningún cambio material en las vidas de las otras, y solo sirva para seguir viéndolas y hacerlas sentir, como a quienes  hay que incluir, insertar o civilizar.

La Paridad como pacto colonial

Entre 2021 y 2022, el feminismo universal se unió a los medios de comunicación tradicionales e independientes, principalmente de Lima, para denunciar el machismo y la misoginia del gobierno de Castillo. Durante ese tiempo, leí reflexiones públicas que hablaban del “peor gobierno para las mujeres”, y de cómo su mandato representaba “un peligro” para nuestros derechos; a pesar de que el análisis para llegar a estas conclusiones se centraba principalmente en un tema: la paridad.

De hecho, hay un titular de 2021 del Diario El Comercio, en donde la periodista que escribe se pregunta cuánto es lo que ha retrocedido el Perú a nivel de América Latina en “presencia de mujeres”, como resultado de la juramentación del primer gabinete de gobierno de Castillo, en donde sólo había 2 mujeres. 

Si hacemos un recorrido por los últimos gobiernos del país y sus gabinetes ministeriales que sí fueron paritarios, se puede identificar – salvo algunas excepciones- un perfil de mujer muy parecido: limeña y de educación privada. Considerando esto y volviendo a la pregunta que se hacía la periodista del diario El Comercio sobre el retroceso en presencia de mujeres: ¿de qué mujeres estamos hablando?

La evidencia nos indica que la agenda de las mujeres con la capacidad de llegar a los puestos de poder no necesariamente coincide con el de la población que dice representar; porque, como ya sabemos las mujeres no solo somos mujeres, también estamos empobrecidas, precarizadas o estamos desplazadas de nuestros territorios por el extractivismo. Si ésta es la coincidencia más básica de los feminismos contemporáneos (el que tenemos más identidades que la de género), ¿por qué el feminismo universal sigue sin cuestionar la paridad?, y lo que me resulta más perverso aún, ¿por qué  sigue presionando para que la defendamos?

“Ante el poder, te rebelas”

 “Ante el poder no te empoderas, ante el poder te rebelas”. Eso dijo María Galindo, reconocida activista feminista boliviana, en su ponencia durante el Encuentro Internacional Feminista organizado por el Ministerio de la Igualdad de España. Y, creo, que es precisamente lo que está pasando: Perú se está rebelando. Y, a pesar de la tragedia y el dolor, significa un logro poder demostrar que para rebelarse ante el poder, los otros feminismos no necesitan -ni necesitaron nunca- del feminismo universal.

“Hay muchas madres de familia con golpes en la cabeza, las han golpeado solo por pedir que no disparen a los manifestantes. Ellos (la policía) intentan hasta quitarles sus simbolismos, pero las mujeres están ahí, adelante, agitando las wiphalas”, esto me dijo Olinda Valdés, arquitecta y activista presente en las protestas, a quien entrevisté para este texto.

Mucho se habla de la crisis peruana, pero creo que es momento de cambiar esa narrativa y empezar a hablar de una revolución. ¿Cómo no hablar de una revolución cuando hay personas resistiendo por más de dos meses al desprecio, la violencia institucional y mediática, la persecución política, la estigmatización, las balas, las muertes, los insultos y el amedrentamiento? 

“Entendemos que el movimiento va a tener avances y repliegues pero no estamos dispuestos a rendirnos. Así pase el tiempo que tenga que pasar, la población va a seguir resistiendo de diferentes formas en las calles y también desde el arte”, menciona Valdés

Perú no está fuera del mapa global, aunque a veces lo parezca, y lo quepasa ahí, también ocurre en mayor o menor medida en los demás países del mundo. Corresponde que en este #8M, día que les sirve para imponer los puntos de su agenda convenientes al neoliberalismo, le recordemos también al feminismo universal de nuestros territorios que por ser universal es blanco, patriarcal y colonial.  

#AcosoEnElPeriodismo: Mujeres periodistas en amenaza

#AcosoEnElPeriodismo: Mujeres periodistas en amenaza

Por Johanna Gallegos @JohannaFG

Ser mujer y ser periodista representa vivir en riesgo. Debido a nuestro trabajo, diariamente lidiamos con el machismo, la censura y la violencia. Durante los dos últimos años en pandemia, la situación no ha mejorado y las manifestaciones de violencia han crecido expandiéndose al mundo virtual. 

Desde La Antígona hemos recopilado testimonios de periodistas de Perú, Bolivia, Argentina y México que han sido víctimas de violencia. Nos sumamos a la campaña de los 16 días de activismo de #AcosoEnElPeriodismo para visibilizar la violencia contra las mujeres periodistas en cuatro reportajes que recorren los diferentes países.

Ser periodista significa enfrentarse a un gran número de situaciones de riesgo que deben asumirse cuando se cuestiona al poder y más aún cuando laboramos bajo un sistema patriarcal. Son distintas las formas de manifestaciones de violencia hacia ellas, desde amenazas e intimidaciones hasta otras formas de acoso

No importa el espacio, si es virtual o en plenas redacciones; las periodistas también estamos expuestas a ser parte de las cifras que registran casos de violencia de género.

Violencia y acoso en redes 

En una encuesta realizada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y el Centro Internacional de Periodistas (ICFJ). El estudio fue realizado durante el 2020 y contó con la participación de periodistas de 113 países del mundo. Los resultados fueron alarmantes. Un promedio de 73% de las entrevistadas vivieron amenazas de agresión, intimidaciones cuyos objetivos eran dañar la reputación profesional o personal, ataques a la seguridad personal e imágenes manipuladas y/o editadas. 

La Asociación Nacional de la Prensa (ANP) dio a conocer que tan sólo en 2021 en Perú se registraron 206 ataques a la libertad de prensa; entre los datos más resaltantes destacan que 55 mujeres periodistas sufrieron ataques por su género. 

Uno de los casos que reflejan esta situación en el Perú es el de Graciela Tiburcio, periodista de Wayka y Presidenta de Amnistía Internacional Perú, quién investigó al ex candidato al congreso por el Partido Nacionalista del Perú, Victor Quijada Tacuri y sus acusaciones de acoso sexual a menores de edad. Tras la difusión de sus investigaciones en el portal de Wayka.Pe, empezó a recibir constantes llamadas y mensajes amenazadores desde el teléfono personal del candidato. El 25 de febrero fue querellada por Quijada Tacuri y las intimidaciones y el ciberacoso aumentaron. 

Sin embargo, las redes sociales y la virtualidad también ha permitido que las voces de periodistas y en general, de muchas mujeres silenciadas, se den a oír gracias al movimiento #MeToo. 

Vía Roiz @roizcf

En Perú, el 2019 se denunció mediante la página de Facebook “Denuncias Anónimas #MeToo” al periodista deportivo Steve Romero. El testimonio fue brindado por una compañera de trabajo y de estudios. No es la única denuncia que tiene el periodista. La segunda que presentaba en su historial fue hecha por otra joven que afirmó que él intentó besarla a la fuerza en más de una ocasión el día en el que se conocieron. Asimismo, este año, la cuenta de Twitter perteneciente a la periodista Miriam Roiz realizó un hilo para dar a conocer casos de periodistas o fotógrafos peruanos involucrados en denuncias de acoso y violencia contra la mujer. 

Acoso en el trabajo 

El informe “El periodismo frente al sexismo” determinó que las periodistas que cubren temas de género, deporte y política son las que más sufren la violencia en redes. Así mismo, un 58% de las encuestadas, señalaron que su lugar de trabajo era el segundo lugar en el que más se cometen agresiones sexistas. 

Foto: Alharaca

En Perú la situación sigue siendo crítica. La Plataforma virtual de Registro de Casos de Hostigamiento Sexual Laboral del Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE) recepcionó un total de 1 320 denuncias de este tipo de actos en los últimos dos años. Esto, según cifras de la Dirección de Promoción y Protección de Derechos Fundamentales Laborales (DPPDFL). Es sorprendente llegar a la conclusión de que los casos se han incrementado, pues en el 2021, se registró un total de 788 casos. 

El 2022, el semanario de Hildebrandt en sus trece dio a conocer el caso de la periodista María del Carmen Yrigoyen, quién denunció por medio de un testimonio, a su compañero fotógrafo Rolly Reina por acosarla sexualmente durante dos años cuando ambos compartían espacio de trabajo en el diario El Comercio. A pesar de que el medio de comunicación, mediante una investigación interna, verificó la denuncia hecha por Yrigoyen, no sancionó adecuadamente al fotógrafo pues lo amonestaron por escrito y decidieron que ambos no vuelvan a trabajar en una misma comisión. 

Estas situaciones, amargas y difíciles de narrar, son las que compartieron dos periodistas peruanas para este reportaje. Ellas han permitido la difusión de sus experiencias de forma anónima. 

Testimonio anónimo 1 

Terminé la universidad en 2012. Casi de inmediato empecé a practicar en un medio de comunicación televisivo. Recuerdo que había quedado para entrevistar a un señor. La entrevista iba a ser en una cafetería cercana. Terminamos sin problema; mi camarógrafo decidió irse rápidamente al canal para empezar su turno y editar el material. Yo me quede platicando un poco para no parecer descortés. Él empezó a hablarme en doble sentido. Pedía insistentemente mi número de teléfono personal. Decidí decirle que debía retirarme a mi casa y él insistió en llevarme. Me negué y me tomó del brazo. Me asuste horrible y no supe como reaccionar. Retiró su brazo y salí de la cafetería rápidamente. 

No se lo dije a mi editor, tampoco a mi camarógrafo. Terminamos esa comisión, se emitió el reportaje y yo no tuve más noticias de él hasta que meses después, volvió al canal. Me lo encontré en el pasillo, me saludó y yo le devolví el saludo por educación. Horas más tarde mi jefe me comentó que él le había pedido mi número y me preguntó si podía dárselo. Yo me negué. No le dije él porque, tenía miedo que al ser un personaje conocido pueda influir en las decisiones de mi jefe. Hice mal y cada vez que venía al canal me sentía más incómoda. Sus miradas y sonrisas desvergonzadas me fastidiaban. Hasta ahora me arrepiento de haberme callado. 

Testimonio anónimo 2

En mi generación, antes, no se referían mucho a los términos de “acoso” u “hostigamiento”. Así que, ahora que pienso en mi vida profesional, entiendo que tuve muchas situaciones que encajan en ese tipo de violencia. 

Pasó hace años cuando trabajaba en prensa. Aquí hacemos muchas coberturas a sindicalistas, políticos y personajes polémicos. Fuimos de comisión junto a otra redactora. Era el paro en Cusco y recorrimos todo el centro junto a los protestantes. Encontramos a otros compañeros de otros medios, de televisión y de radio. Todo iba bien, seguíamos la marcha hasta que uno de ellos empezó a acercarse mucho a mí. Yo retrocedía sin ser muy notoria. Me dio mucha rabia cuando sentí como me tocaba por detrás. No pude reaccionar de inmediato, me tomó unos segundos pero no iba a dejarme. Me volteé y le reclamé. Él me dijo que “estaba loca”, que “no era profesional”. Incluso me dijo “mocosa”. Mi amiga y los demás que estaban cerca se sorprendieron. Le dije que no me volviera a tocar, que lo iba a denunciar. Me insultó sin temor en plena calle hasta que uno de sus compañeros lo sacó y se lo llevó lejos. 

Me alegra no haberme callado, a pesar de que en esos tiempos ni se sabía que era acoso sexual. Años más tarde me contaron que ya tenía dos denuncias por casos similares. 

Leyes contra el hostigamiento y acoso sexual en el Perú

La ley N° 27942, Ley de Prevención y Sanción del Hostigamiento Sexual define como hostigamiento a toda “conducta física o verbal reiterada de naturaleza sexual no deseada y/o rechazada, realizada por una o más personas que se aprovechan de una posición de autoridad o jerarquía o cualquier otra situación ventajosa, en contra de otra u otras, quienes rechazan estas conductas por considerar que afectan su dignidad así como sus derechos fundamentales”. 

Ilustración: Shutterstock
La violencia contra periodistas, una problemática notable y dolorosa, tiene consecuencias graves. La OEA determina tres efectos: vulneran el derecho de las víctimas a expresar y difundir sus ideas, opiniones e información; generan un efecto amedrentador y de silenciamiento en sus pares y violan los derechos de las personas y las sociedades en general a buscar y recibir información e ideas de cualquier tipo.

Ante ello, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en el informe “Violencia contra periodistas y trabajadores en medios” exige a los estados tomar medidas para proteger a las mujeres. Sea cual sea la fuente de amenaza, las leyes están puestas sobre la mesa pero no parecen ejecutarse correctamente. 

Basta recordar el caso de la periodista Melissa Peschiera, quién el año 2019, angustiada y sin temor de hacer notar su enfado, relató mediante un hilo de Twitter la injusta situación que pasaba. Ella ya había contado a un medio nacional sobre constantes actos de hostigamiento que recibía por parte de José Carlos Andrade Beteta. “Empezaron las llamadas de madrugada, los tuits acosadores y públicos. Llegó el seguimiento a mis hijos y a sus amigos, las filmaciones de sus abordajes a mi familia, llamadas a mi madre, apariciones en la puerta de mi casa… Encuentros cara a cara”, cuenta en una columna para El Comercio en 2018. 

Tras tres años de acoso y sintiéndose desprotegida, escribió nuevamente sobre su caso al no ver avances en la denuncia que había puesto contra de Andrade. Peschiera manifestaba ser una más que sufría de la indiferencia de la justicia peruana. Meses después de este hilo, se rechazó el pedido de prisión preventiva y el Juzgado Penal con Reos Libres de la Corte Superior de Justicia de Lima, resolvió procesar a Andrade Beteta bajo mandato de comparecencia con restricciones. 

¿Estos procesos son suficientes para protegernos y seguir cumpliendo nuestro trabajo como comunicadoras? Para asegurar que esta se cumpla correctamente, se ha ido modificando e incorporando nuevos cambios en las leyes.

En julio del 2021, mediante el DECRETO SUPREMO N° 021-2021-MIMP, se modificó la ley de Prevención y Sanción del Hostigamiento Sexual. Se detalló en el artículo 49 que los empleadores deben atender la denuncia, respetando la confidencialidad y el principio de la no revictimización de la denunciante. Asimismo, el mismo decreto exige a los empleadores cumplir con informar sobre los canales de atención médica y psicológica disponibles. 

De manera extraordinaria en el 2019, se aprobó el Convenio 190 de la OIT que aborda las distintas formas de violencia y acoso en cuanto al trabajo. Esta misma busca crear un marco que oriente a los Estados en la tarea de crear espacios libres de situaciones como estas. El pasado 31 de enero, con 110 votos a favor, el Congreso peruano ratificó dicho convenio, que hace énfasis en la protección de los trabajadores de la violencia y acoso en el ámbito laboral del sector público o privado, formal o informal así como en zonas urbanas o rurales. 

Mediante una nota de prensa del Gobierno, también se detalla que esta avenencia exige que el Estado adopte un enfoque inclusivo, integrado y que tenga en cuenta las consideraciones de género con el fin de prevenir y eliminar la violencia y el acoso en el mundo del trabajo. 

#AcosoEnElPeriodismo: Bolivia, acoso sexual en las redacciones 

#AcosoEnElPeriodismo: Bolivia, acoso sexual en las redacciones 

Por Brenda Villalba @Nikinik8895

Introducción por Johanna Gallegos @JohannaFGA

Ser mujer y ser periodista representa vivir en riesgo. Debido a nuestro trabajo, diariamente lidiamos con el machismo, la censura y la violencia. Durante los dos últimos años en pandemia, la situación no ha mejorado y las manifestaciones de violencia han crecido expandiéndose al mundo virtual. 

Desde La Antígona hemos recopilado testimonios de periodistas de Perú, Bolivia, Argentina y México que han sido víctimas de violencia. Nos sumamos a la campaña de los 16 días de activismo de #AcosoEnElPeriodismo para visibilizar la violencia contra las mujeres periodistas en cuatro reportajes que recorren los diferentes países.

La condición de la mujer dentro de los espacios laborales ha significado constantes vejámenes machistas/sexistas, develando las diferentes violencias y agresiones. Dentro de estas, el acoso sexual-laboral al que están expuestas día con día. En este sentido nos cuestionamos ¿Cuál es la situación de las periodistas bolivianas en relación con el acoso sexual-laboral?

En 2017 Yadira Pelaez, periodista de la red televisiva Bolivia Tv (canal estatal), expuso el acoso sexual que sufrió por parte del exgerente general, Carlos Flores. Quien había sido designado al cargo por la Ex ministra de comunicación Gisela López. Posteriormente de sentar la denuncia, la periodista fue despedida del medio de comunicación por Gisela Flores, y casi paralelamente enfrentó un proceso penal por daños económicos al medio. Según el diario El Deber “Pelaez incluso entregó  la denuncia por acoso al expresidente Evo Morales que participaba de un acto en Sacaba”. 

El ser periodista representa un doble peligro, ya que se encuentran expuestas desde dentro de los medios, y durante la realización de su trabajo fuera de estos espacios: con entrevistados, en eventos, por autoridades, entre otros. 

Es el caso de la periodista Yolanda Salazar, quien al estar realizando la cobertura del día de la inauguración de la Casa Grande del Pueblo en la ciudad de La Paz, fue acosada por varios hombres. “empecé a sentir manos que empezaron a tocar mis partes íntimas, no era algo casual, sabían lo que hacían porque incluso se daban el trabajo de subirme la chamarra para tocarme”, declaró Yolanda a Pagina Siete, y agregó “Les grité que dejaran de tocarme, no podía hacer nada más, tenía tantas ganas de llorar de impotencia”.

O el caso de la periodista Mercedes Guzmán, quien al estar realizando su labor, entrevistando al Ex alcalde de Santa Cruz, Percy Fernández, fue acosada sexualmente por éste en pleno acto público, por su parte el entonces concejal Juan José Castedo en el portal Eabolivia se refirió a este tipo de actos como: “expresiones de cariño” por parte del ex alcalde y que duda que tuviera “malas intenciones.” 

El 10 de septiembre del 2020, Mercedes Fernández, reportera de la red Nacional Erbol, comenta con preocupación el hostigamiento y el acoso que estuvo sufriendo por investigar el caso de una violación a una menor. Ella además de ser amenazada y sufrir agresiones, fue acosada sexualmente por un sujeto desconocido, comento en el diario El Andaluz Tarija que “recibe (recibía) videollamadas de un sujeto, las que, cuando las contesta, éste realiza actos obscenos para acosarla.”

Estos testimonios son los casos que han podido ser visibilizados y registrados por los medios. Sin embargo, representan los pocos que se han llegado a conocer. En este reportaje se realizó la pregunta: ¿Has sufrido acoso sexual-laboral en tu medio o durante el ejercicio de tu labor fuera de esos espacios?  A seis periodistas, de las cuales, cinco tenían una historia que contar.

PERIODISTAS BOLIVIANAS Y SUS CASOS DE ACOSO EN EL TRABAJO

Testimonio anónimo 1:

Hace 4 años pasé  por un pequeño acoso (aunque ningún acoso se lo debe minimizar), este fue mientras hacía  una entrevista a un ex concejal de la ciudad.
Yo estaba con un vestido casual, la verdad eso no debería importar, pero el señor no dejaba de mirarme pese a que yo le hacía  preguntas serias.

Una vez que terminó  la entrevista le agradecí por darme el tiempo, ignorando el mal rato que sentía y tratando de ser respetuosa pese a que él no lo fue conmigo. Al despedirme de palabra,  él sin dejar de sonreírme y tener la mirada penetrante sobre mí, me casi obligo a despedirme de beso en la mejilla, la verdad yo no quería  hacerlo, no quería tener ningún  contacto con él por lo incómoda que me hizo sentir, pero por respeto no rechacé  la despedida. Tal vez no haya sido de tanta relevancia pero la sensación  de incomodidad  no deberíamos  sentirlo mientras tratamos de realizar nuestro trabajo, ese día  me quedé  muy desganada por lo sucedido y cuando lo comenté con algunas amistades todas me dijeron que él  siempre es así, «coqueto con las jovencitas».

Testimonio anónimo 2:

El caso de acoso que más recuerdo fue cuando hacía pasantías en un programa online, en ese momento era la presentadora del sector de juegos eran mis primeros inicios en la televisión. Mi novio siempre me acompañaba a las grabaciones, pero ese día se encontraba de viaje, así que mi hermana menor me acompañó. 

Ese programa sería diferente ya que teníamos que ir a la plaza 24 de septiembre a buscar gente que quiera jugar con nosotros en vivo; todo iba bien hasta que en media grabación se me acercó un hombre de esos que venden cosas en los semáforos, por su acento se notaba que no era del país, me pregunto qué hacíamos, le conté un poco del programa y me despedí rápido porque se me es incómodo hablar con extraños, en cuanto yo me aleje el empezó a seguirnos y decir que quería una foto conmigo, amablemente le dije que me encontraba trabajando, qué tal vez al finalizar el programa pero él insistía e insistía hasta llegar al punto de empujar al camarógrafo y abrazarme para que tomara la foto.

Cuando pasó eso, lo empujé y le dije que no me tocara a lo que él respondió que como presentadora me exponía a esas cosas y que si no quería que pasara mejor no salía en la tele.

Luego algo que sucedió con “colegas” fue cuando quise mandar mi curriculum a X medios para ser corresponsal y el encargado me dijo que sólo haciéndole un “favorcito” me podrían aceptar sin experiencia.

Testimonio anónimo 3:

Cuando yo entré a un canal de tele, era bien jovencita, recién graduada. El director de prensa me empezó a mandar mensajes buscando charla y luego invitándome a salir. Un día le dije que él no era mi amigo y que no me interesaba salir con él. Desde entonces me trató distinto y me empezó a criticar por mi forma de vestir. Me dijo que me vestía demasiado provocativa y que hacía quedar mal al canal.

Testimonio anónimo 4:

Estaba realizando un trabajo para la universidad, necesitaba recolectar opiniones de las personas que se encontraban en la Plaza Principal acerca del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania. Este trabajo ya lo había realizado antes, acompañada por un amigo que me sostenía la cámara; ese día no tuve ningún problema. Como me faltó tiempo, decidí continuar el trabajo dos días después, lastimosamente ese día mi amigo ya no me pudo acompañar. Eran las 11:30 y ya había realizado dos entrevistas sin ningún problema y planeaba hacer unas cuantas más, me acerco amablemente a un señor sentado en un banquito de la plaza y me presento mostrando mi credencial universitario. Le explico al señor en qué consiste mi trabajo y él acepta ser grabado sin ningún problema…

Al terminar, le agradecí por haber participado y le deseé un buen día. Caminé unos cinco pasos y me detuve por un minuto a verificar que el video y el audio hayan salido bien, cuando de repente el señor se me acercó y me empezó a acosar. 

Sus palabras fueron “¿Me puede dar su número? Pronto será mi cumpleaños y quiero invitarla”; quedé muy confundida y asustada ya que no esperaba que se me acercara y le dije “Disculpe, ¿cómo dice?” a lo que me repitió de manera insistente las mismas palabras: “Deme su número, la quiero invitar a mi cumpleaños, usted ya sabe para qué” con un tono y una cara morbosa…

Testimonio anónimo 5:

Hace unos meses sufrí, lo que yo le llamé, asedio laboral. Un compañero de mi trabajo, que además era mi jefe de los turnos de fin de semana, desde hace mucho tenía actitudes que me resultaban incómodas, hacía comentarios en relación a mi físico o mi vestimenta y me enviaba mensajes por WhatsApp en la madrugada con temas que no se relacionaban al trabajo, como canciones o sus deseos por consumir alcohol. 

Un fin de semana, mientras estábamos de turno, él pidió permiso y yo me hice cargo del equipo. En la tarde comenzó a llamarme, a enviarme demasiados mensajes por diferentes redes, como WhatsApp o Facebook. Yo me sentí muy angustiada porque no sabía cómo actuar, qué decirle, cómo hacer que pare con su insistencia. Tuve que hablar con el jefe de la redacción para decirle lo que estaba pasando y que él pueda hablarle para qué me dejé de molestar. Así fue, pero eso derivó en que una serie de conflictos que me pusieron en una situación de incomodidad e indefensión. 

Ahora, sigo compartiendo oficina con la misma persona. No se hizo más para alejarlo de mí y de mis compañeras, a las que también incomoda, ya que esta situación la vivieron otras chicas más.

LEYES CONTRA EL ACOSO SEXUAL-LABORAL EN BOLIVIA

Históricamente, Bolivia se encuentra suscrita y ha firmado diferentes acuerdos desde 1969, primeramente con la Conferencia Especializada Interamericana de Derechos Humanos, San José, Costa Rica, la que tiene como objetivo el velar por la integridad, igualdad, respeto y erradicación de toda violencia. En 1980 firmó la Carta Internacional de Derechos Humanos en lineamientos de lucha contra la discriminación hacia la mujer (disposiciones planteadas inicialmente por la ONU). 

Estos convenios internacionales firmados por el país, tenían/tienen un único objetivo, el eliminar la discriminación contra la mujer, y la prevención, sanción y erradicación de violencia contra la misma, además de promover la igualdad entre hombre y mujer en todas las esferas sociales, mediante cambios en los sistemas del Estado.

Con la Nueva Constitución Política Del Estado de 2009 (cuya característica esencial debe ser el consagrar el respeto e igualdad de todos los bolivianos y propugna los principios de soberanía, dignidad, complementariedad, solidaridad, armonía y equidad en la distribución y redistribución) se establecieron los artículos 15, 114 y 49, los que conformaron la lucha contra la discriminación y violencia principalmente hacia la mujer. Sin embargo, el art. 49 se refiere enteramente al acoso laboral, el cual está desligado al aspecto sexual.

En la cartilla informativa de la Defensoría del Pueblo de 2014 se mencionaba que no existía una “Ley específica que establezca las vías de denuncia y el proceso sancionatorio (…)”. En 2021 tras la Resolución Ministerial N° 196/21, se reglamentó el procedimiento para la atención a las denuncias de acoso laboral y sexual hacia las mujeres, donde se especifica el proceso y  los mecanismos a los que se deberá recurrir en cuanto se presenten estos casos.

El Estado boliviano ha establecido normas y leyes para la protección en general de la mujer, recayendo la entera responsabilidad en él, para su garantía del buen vivir, y el cumplimiento de la ley, con el buen procedimiento del sistema judicial del país. Sin embargo, en los últimos meses, Bolivia se ha enfrentado a una crisis de sentido administrativo e ideológico en sus sistemas, principalmente en el de justicia, la que a su vez ha perpetuado el sistema patriarcal, opresor, abusivo y violento. Se pone en tela de juicio el cumplimiento de la ley. 

Aunque el caso de Yolanda Salazar ocurrió en 2018, ya existían las debidas leyes que la amparaban, no obstante en las instancias de justicia se topó con la revictimización de su vivencia y la culpabilización de su persona, mostrando la ineficacia de estos sistemas desde mucho antes. Ella lo cuenta así:

(…) Cuando decidí denunciar este hecho ante la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia, los abogados a quienes acudí intentaron convencerme de que no denuncie porque sería perder el tiempo porque mi caso era menor, incluso me comentaron que para las siguientes coberturas debía tener más cuidado, aun así me puse fuerte y denuncié y tal cual al principio me pidieron alguna prueba de que esa situación me afectó, es así que acudo a una psicóloga privada, para que me haga una valoración, en la misma, la “profesional” me hizo preguntas como, cómo iba vestida, si yo estaba consciente de que en las multitudes estas situaciones pasaban y si me gustaba llamar la atención, entre otras, yo estaba en ese punto indignada. 

Al final la denuncia fue desestimada y decidí dejar hasta allí la situación legal porque definitivamente es un desgaste emocional pasar por esa situación y que me digan que lo que pasó fue una situación menor.

#AcosoEnElPeriodismo: México, mujeres periodistas en amenaza

#AcosoEnElPeriodismo: México, mujeres periodistas en amenaza

Por Arleth García

Introducción por Johanna Gallegos

Ser mujer y ser periodista representa vivir en riesgo. Debido a nuestro trabajo, diariamente lidiamos con el machismo, la censura y la violencia. Durante los dos últimos años en pandemia, la situación no ha mejorado y las manifestaciones de violencia han crecido expandiéndose al mundo virtual. 

Desde La Antígona hemos recopilado testimonios de periodistas de Perú, Bolivia, Argentina y México que han sido víctimas de violencia. Nos sumamos a la campaña de los 16 días de activismo de #AcosoEnElPeriodismo para visibilizar la violencia contra las mujeres periodistas en cuatro reportajes que recorren los diferentes países.

El año 2022 fue calificado como el año más letal para el ejercicio del periodismo en México por Reporteros sin Fronteras. Desde el 2006 a la fecha han sido asesinados 260 periodistas en México, durante el gobierno de Felipe Calderón mataron a 101, con Enrique Peña Nieto ejecutaron a 96 y en lo que va del sexenio de Andrés Manuel López Obrador han matado a 63.

La Organización de los Estados Americanos (OAS, por sus siglas en inglés) a principios de año lanzó su tercer informe sobre la “Violencia contra periodistas y trabajadores de medios: estándares interamericanos y prácticas nacionales sobre prevención, protección y procuración de la justicia”, donde hace mención de que el asesinato de periodistas y miembros de medios de comunicación constituye la forma de censura más extrema.  

En el Balance Anual 2020 del observatorio de violencia contra periodistas mujeres, Comunicación e Información de la Mujer A.C (CIMAC), refleja el deterioro de las condiciones laborales y de salud en las que las mujeres periodistas que continúan haciendo su trabajo, ante la crisis periodística y la violencia estructural, pero son las condiciones diferenciadas que sitúan a las mujeres periodistas y comunicadoras en una doble situación de riesgo por ser mujeres y periodistas.


Imagen Twitter Periodistas Unidas Mexicanas

Aunque, la violencia que se comete en contra de periodistas podría pensarse como una misma a raíz de su quehacer periodístico, la realidad es que existe una diferencia entre los niveles de violencia y se da por la condición de género, es decir que entre hombres y mujeres periodistas existen variables de violencia, en contra de las periodistas la dinámica es distinta y se da principalmente en los medios de redacción.

En 2019, a raíz del movimiento #MeToo las periodistas se sumaron a las denuncias con 151 testimonios publicaos a través del hashtag  #MeTooPeriodistasMexicanos por vía Twitter  quienes demandaban mejores condiciones laborales en los medios así como agresiones por parte de sus compañeros de trabajo y otros integrantes del gremio periodístico. 

Ante ello, reporteras, editoras, fotógrafas, diseñadoras, infografistas e ilustradoras se unieron para integrar la Colectiva Periodistas Unidas Mexicanas (Periodistas PUM). PUM es una colectiva de mujeres periodistas y otras profesionales que se desempeñan en medios de comunicación, nacida en 2018 para visibilizar la violencia de género en el gremio y reivindicar nuestros derechos. Sus integrantes dan acompañamiento a las víctimas en la primera parte de la denuncia pública aunque no cuentan con la capacidad de realizar indagatorias sobre los delitos señalados o definir las instancias donde se llevará el caso.


Imagen Twitter Periodistas Unidas Mexicanas

De acuerdo a su sondeo Acoso Data, publicado el 7 de marzo de 2019, 73 % de las mujeres que laboran en algún medio de comunicación periodístico en el país han sido víctimas de alguna situación de acoso, hostigamiento o agresión de carácter sexual en el trabajo, incluso si no lo saben reconocer. 

Las defensoras y mujeres periodistas son constantemente agraviadas en el ejercicio de su trabajo, según datos recuperados por Comunicación e Información de la Mujer (CIMAC) en su reporte trimestral. Del 1 de junio al 31 de julio de 2022 se han registrado 22 agresiones contra mujeres periodistas.  

Las periodistas han vivido diferentes experiencias en torno a la violencia dentro de sus medios, por ello, para este reportaje recopilamos los testimonios de dos compañeras, uno de forma anónima quien por primera vez contó lo sucedido y otro mostrando su nombre ya que el acto cuenta con una denuncia.

Testimonia anónima 1:

“Fue en 2009 . Yo estudiaba en la Carlos Setién García en la Ciudad de México y recuerdo que estaba haciendo mis prácticas en Milenio. Estuve ahí varios meses casi el año y recuerdo que me habían dicho que me iban a promover como  reportera. Entonces, yo estaba bien emocionada porque iba a dar ese salto, me sentía contenta, por el hecho de que me ofrecieran esa oportunidad. Primero estaba en redacción como asistente y después me fui yendo hacia la sección de tendencias y empecé a hacer mis primeras notas de la mano con un editor que estaba en ese entonces que se llama Leopoldo “N”. 

Organizaron una reunión de fin de año y fue en una cantina. Recuerdo que estaba cerca del Monumento de la Revolución y fuimos todas y todos los reporteros, también todos los jefes y Leopoldo con quien trabajaba y por eso me senté al lado de él y otros compañeros. Quería quedar bien con ellos, por el tema de que pensaba que sí me iba a convertir en reportera de ese medio, por eso empecé a socializar y nos invitaron varias rondas de cerveza y tequila, por educación ninguna la quise rechazar entonces llegó un momento en que me sentí muy mal.

De repente se me borró el cassette,  para eso ya llevábamos unas varias horas y no me había ido porque me habían dicho que en esa reunión me iban a decir si me promovía. Pero ese momento nunca llegó, sólo fue pura fiesta. Recuerdo que ya me sentía muy mal y que le dije a Leopoldo “ya me quiero ir, ya me voy a ir”, y se ofreció a dejarme en algún metro. Me quedé dormida, imagino que en el coche y cuando desperté estaba en un cuarto de hotel y lo tenía encima de mí. Cuando reaccioné lo empecé a golpear y en eso me di cuenta de que también tenían pantalones abajo y yo andaba en mis días. Del susto se me bajó la borrachera. Como lo estaba manoteando me agarró de los brazos, y me gritaba “¿qué te pasa?”. Agarré mis cosas y así como pude me salí del cuarto, y ni siquiera sabía dónde estaba. Sentí mucho miedo y coraje. Me sentía completamente vulnerable perdida.

Y recuerdo que esa vez fue la última vez que bueno la siguiente semana todavía fui al periódico. Hablé con los jefes para decirles que ya me iba, no, que ya no podía seguir y todavía recuerdo que la siguiente semana lo vi y me pidió una disculpa y como que quiso hablar conmigo, pero yo no quise entablar nada de comunicación con él. Nada a dejar una carta que tenía que entregar para la escuela también por mis prácticas.

Me fui de ahí incluso dejé mi carrera también de lado, me dediqué a otras cosas y no quise saber nada de redacciones por un buen rato de periodismo ni de escribir de nada.”

Testimonia Mariana 2:

En pandemia desde el día 1 hasta el que se me informó mi despido (Reforma), estuve en espera de que en cualquier momento se rescindió la relación laboral y es que las señales eran obvias .El primer trabajo que se me asignó cuando inició la pandemia fue trabajar las versiones impresas de dos materiales de investigación aplicada que yo comunique el armado editorial necesitaba un trabajo especializado y que tendría un costo de 13 mil pesos, rango

muy por debajo del mercado que oscila entre 25 mil y 30 mil pesos. Aunque la cotización que ofrecí fue mucho menor, los materiales se comisionaron a un proveedor externo por razones que desconozco. Mientras a mí se me asignó recortar las caras de políticos y empresarios; eso hice sin objetar a pesar de que es un trabajo que cualquier becario puede realizar (Este material nunca se utilizó).

Las actividades que se me asignaron eran las de una becaria, trabajo que una diseñadora con 16 años de experiencia en diversos medios de comunicación consideraba por debajo de mis capacidades profesionales, sin embargo, la pandemia me forzó a realizarlas sin objetar. No podía arriesgarme a perder mi trabajo. No recibí por parte de mi jefe Darío Ramírez, ni del nuevo coordinador, Omar Torres materiales editoriales, específicamente del área de periodismo de investigación. Tampoco se me hacían correcciones, hecho que me hizo entender que mi trabajo estaba depreciado.

De los cero recursos que no me asignaron entregué el trabajo el 27 de junio y tuve un mes y 20 días para realizarlo. A pesar de que 40 días antes entregué el trabajo, mi entonces jefe Darío Ramírez sin haber revisado el trabajo, envió un correo donde cuestionaba la puntualidad e integridad de mis labores.

Al respecto envíe a mi entonces jefe Darío Ramírez, a quien le comunique las faltas de respeto y agresiones personales de Lucía Vergara. Los malos tratos estuvieron presentes y consensuados por Darío Ramírez quien permitió que otros compañeros me violentaron enviando mensajes a las 11:50 de la noche.

Cansada del acoso laboral y el terrorismo psicológico que viví, envíe el 13 de septiembre de 2019 un correo donde a pesar de que denigraron mi trabajo me ofrecí a trabajar en equipo. Nunca obtuve respuesta y continué siendo excluida.

Mi caso ejemplifica este sistema, por ejemplo: Yo diseñadora gráfica con más de 15 años de experiencia y habiendo trabajado en 4 medios de comunicación de circulación nacional, percibía un sueldo mucho menor que el de mi compañero par en estas actividades. Hoy si a él lo hubieran despedido, tendría una liquidación justa, que le permitiría sortear el momento que vivimos.

Leyes contra el hostigamiento y acoso sexual en el Perú

Muchas de las acciones que han tomado desde los medios e incluso desde el Estado ante la violencia que existe hacia las periodistas han sido de forma paulatina. A principios del año pasado recién comenzaron con iniciativas desde el Senado para sancionar la violencia contra las periodistas en los medios.

El Senado de la República pretende realizar reformas a 5 leyes federales con la finalidad de ponerle fin al acoso laboral y a la violencia en contra de las mujeres, incluyendo a la administración federal. Las multas oscilan entre los 24,055 a los 481,100 pesos mexicanos para los empleadores y patrones que promuevan, cometan, toleren o fallen en atender la violencia laboral.

El proyecto presentado por el Senado plantea reforma a las siguientes legislaciones federales: Ley Federal del Trabajo (LFT); Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado; Ley Orgánica Centro Federal de Conciliación y Registro Laboral; Ley de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y el Código Penal Federal.

El Convenio 190 elimina la violencia y el acoso laboral y sexual, ya que se considera una violación y un abuso a los derechos humanos y una amenaza para la igualdad de oportunidades.

La presidenta de la Comisión para la Igualdad de Género, Malú Micher, resaltó que es importante la ratificación de ese Convenio 190, ya que 22.6 por ciento de las mujeres trabajadoras han sufrido acoso laboral y de ese porcentaje, el 19 por ciento es por acoso sexual.

Dentro de las legislaciones antes mencionadas, se contemplan las definiciones del acoso sexual y hostigamiento, mismas que se entienden como «la serie de acciones, omisiones, comportamientos, prácticas o amenazas de estas, que tengan por objeto intimidar, excluir, opacar, aplanar, amedrentar o consumir emocional o intelectualmente a la persona trabajadora, causando un daño físico, psicológico, económico, patrimonial y laboral-profesional”.

Como antecedentes, en febrero de 2020 entró en vigor el primer Protocolo para la Prevención, Atención y Sanción del Hostigamiento Sexual y Acoso Sexual de la Secretaría de la Función Pública, en ese entonces a cargo de Irma Eréndira Saldoval. Un mes después, la dependencia reformó su Código de Ética para hacer explícito que el acoso y hostigamiento sexuales son “inaceptables” en el servicio público, pero no incluyó una descripción ni dio más detalles sobre estos actos que van en contra de los derechos humanos.

Imagen Twitter Periodistas Unidas Mexicanas