Paola Dávalos: “En la escena poética encontré mucho machismo y misoginia”

Paola Dávalos: “En la escena poética encontré mucho machismo y misoginia”

Por Renato Silva

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En su historia, el Perú ha sido cuna de grandes personalidades que aportaron al desarrollo de la cultura del país y cuyos nombres se mantienen vigentes hasta la actualidad como grandes literatos o poetas. César Vallejo, Blanca Varela, José María Arguedas, Victoria Santa Cruz, entre muchas otras personas forjaron con sus letras y su arte a la escena cultural. Sin embargo, con el tiempo, el interés por expresiones como la literatura y la poesía ha decaído y las personas que aún las practican son cada vez menos reconocidas.

Hacer poesía en Perú, en especial si se es mujer; no solo significa ingresar a un mundo en el que el reconocimiento será escaso, sino que una vez dentro se podrían presentar situaciones contra las que se debe luchar si se quiere surgir como una artista. Así fue el viaje de Paola Dávalos, una poeta de 31 años, para llegar a publicar su primer libro: “]de-lira[ hebra disonante”, una obra en la que expresa libremente su arte luego de haber superado las dificultades que rodean a la escena poética en Lima.

Según Paola, su interés por la poesía surgió desde pequeña, pero no es hasta los 11 años de edad que se conecta con esa expresión artística. A esa edad, escribir sus ideas era considerada una actividad privada y el contenido de sus textos no debía ser compartido con nadie. “En ese momento yo consideraba que escribir era algo malo, era algo sucio algo algo que estaba mal”, comenta.

No fue hasta que cumplió los 25 años que tomó la decisión de hacer que la poesía se convierta no sólo en un pasatiempo sino en una parte fundamental de su vida y como un medio de expresión al que dedicó tiempo para formar un estilo propio. Incluso a día de hoy, considera difícil referirse a sí misma como poeta. “Digamos que escribo poesía” es la frase que usa al momento de hablar sobre su talento con los versos.

“Yo sabía que quería publicar un libro. Me dije a mi misma que mi voz tiene algo que decir y no publiqué hasta que estuve totalmente segura de que así fuese […] Yo sabía que estaba en formación y todos los años en los que he hecho mi libro no han sido el final, sino el inicio de mi obra”, dice Paola sobre el trabajo que le tomó el crear ]de-lira[. “Por respeto a la poesía mi premisa es que si voy a decir algo, que sea bueno”.

Colectivos, machismo e inseguridad

Para llegar al punto en el que Paola se convirtió en la autora que es en la actualidad, tuvo que ingresar a la escena poética de Lima de alguna forma. Un colectivo de personas aficionadas a la poesía fue su puerta de entrada, aunque más que una experiencia constructiva, ella indica que fue desagradable debido a la cantidad de personas que usaban su afición como un medio para obtener algo más.

Lo que Paola encontró en ese grupo de personas fueron hombres que buscaron usar la poesía, el arte que ella producía, como una forma de generar interacciones de otro tipo pese a que su interés principal era el de conocer más y aprender a crear mejores poemas pese a que no tenía una formación que pudiera ayudarla a explotar su talento. 

“Necesitaba aprender y una cosa era leer libros y otra era llevarla a la práctica […] lamentablemente me encontré con mucho machismo y mucha misoginia”. Según Paola, dentro de la escena pudo identificar a personas que usaban los recitales como un medio no para exponer contenido artístico y darle valor, sino para juntar amigos y beber licor o “ligar con una chica”, por lo que pudo notar de forma gradual.

Los recitales a los que asistía se producían principalmente en bares de diferentes distritos un fin de semana durante la noche. La idea de cada uno era sencilla: congregar a personas interesadas a la poesía para recitar frente a una audiencia que, en ocasiones, también se unía para leer algunos versos propios. Sin embargo, esto no era todo lo que ocurría en esas reuniones.

La experiencia de Paola fue negativa porque pudo notar el interés de hombres no por su trabajo, sino porque deseaban tener una interacción más íntima con ella. “La mayor parte de las veces ha sido más por un tema de “quiero salir contigo”, “dame tu teléfono”, “quiero una cita” o “te quiero invitar a un evento un festival, pero qué hay a cambio”, algo que desagradó a Paola quien luego de una experiencia tan negativa como esta, decidió alejarse de los colectivos de poesía.

Aunque los recitales como el descrito por Paola no representa a todos los que se organizan en la ciudad, pasar por la experiencia sí le ayudó a identificar señales que pueden indicar a una persona cuándo es que está asistiendo a un evento que podría ser el escenario de actos desagradables para las mujeres.

“La mayor parte de las veces han pensado que diría que sí, pero yo me indignaba y comenzaba a rechazarlas. Llegó un momento en el que también lo expuse”, afirmó la poeta a La Antígona. “Me puse a pensar en los chicos que hacen lo que quieren y tienen estas actitudes […] Algunas personas tienen estos comportamientos y lo usan como excusa para tomar licor. Conforme fui avanzando en este medio me di cuenta de que me hubiese gustado no conocerlo, pero me ha venido bien para saber en quién confiar ahora”.

Paola logró identificar algunas señales de que los espacios artísticos son usados como un medio para que algunos hombres puedan acercarse a mujeres con la excusa de las expresiones artísticas:

  • Demasiada atención: Si una chica nueva recibe demasiada atención por parte de los hombres que forman parte del grupo es un indicador de que podrían intentar algo con ella.
  • Invitaciones a tomar licor: Según Paola, los hombres interesados en interactuar de una forma más cercana por fuera de lo artístico se centran en que la mujer tome mucho.
  • Apañamiento: En ocasiones es posible que algunas personas que se encuentran en estos espacios artísticos ya tengan algún antecedente de haber acosado o tenido expresiones de violencia, pero que aún así se mantengan dentro de un conjunto de invitados recurrentes.

Erotismo y sexualidad aún son tabú

Paola se considera una mujer feminista y que está a favor de la libertad de las mujeres de explorar y expresar su sexualidad de la forma que deseen sin que eso lleve a que otras personas las traten como objetos. Estas ideas maduraron luego de que, durante el año 2020, ella y otras cuatro mujeres decidieron emprender un proyecto de poesía erótica llamado Verbo Húmedo.

El concepto de estas presentaciones era el de rendir tributo a otras mujeres que escribieron poesía erótica con una puesta en escena en la que cinco personas expresaban libremente su sexualidad y su individualidad como un acto político y personal sin que fueran sexualizadas.

La experiencia, que solo se produjo dos veces aquel año previo al inicio de la pandemia en Perú, fue lo que llegó a conectar a Paola aún más con un aspecto de su arte que hasta el momento se mantenía bajo un manto de inseguridades: la expresión corporal. “Para mí fue liberador, el comienzo de la exploración de mí misma en ese aspecto”, indicó a La Antígona.

Las puertas del erotismo no solo se abrieron para ella desde el momento en el que Verbo Húmedo se concibió y llegó a exhibirse, sino que se animó a escribir poesía erótica y a desarrollar ese aspecto artístico dentro de su repertorio literario. La exploración del erotismo también llegó a su primer libro y, junto a su visión del feminismo, tienen incidencia en algunos de sus poemas, aunque también reconoce que no es algo que haya desarrollado aún.

“Yo creo que sí debe haber mayor diálogo porque es lo que nos permite darle otra lectura a la obra que tenemos al frente […] Las personas se escandalizan todavía porque una mujer bese a otra o que se hable explícitamente sobre una relación entre ellas, cuando estamos en tiempos en los que eso debería normalizarse”, finalizó.

]de-lira[ hebra disonante”, como primer poemario de Paola Dávalos no solo es la primera obra de una mujer que se ha dedicado a explorar de manera autodidacta distintas expresiones de su arte, sino que además ofrece un nombre más dentro de la limitada oferta de poetas que son capaces de enfrentarse a los prejuicios del género y a las dificultades.

Paola no es la siguiente Blanca Varela, como pudieron haberle dicho alguna noche en medio de una reunión de colectivo poético entre risas, licor y versos, pero con su llegada al público por medio de ]de-lira[ ha iniciado su camino para ser la primera Paola Dávalos de la escena.

Yndira Perea: “La danza es importante para mí porque desde allí puedo crear espacios de transformación”

Yndira Perea: “La danza es importante para mí porque desde allí puedo crear espacios de transformación”

Por Arleth García

Yndira Pereda es una mujer Chocoana, primera bailarina y co-fundadora de la compañía Sankofa Danza Afro y creadora de la compañía Wangari que empodera mujeres afrodescendientes a través de la danza.

Yndira llegó a Medellín a los 17 años con el sueño de convertirse en bailarina. Ese sueño se convirtió en una experiencia que la haría “volver a la raíz” con Sankofa, una compañía de Danza Afrocolombiana que, más que una palabra, es una filosofía africana que propone conocer el pasado como condición para comprender el presente y poder dimensionar el futuro. 

Este pensamiento ha guiado el camino de la corporación fundada por Rafael Palacios en 1997, como espacio dedicado a la formación y la creación en danza entre las Comunidades Negras en Colombia y otras poblaciones vulneradas en sus derechos humanos.

Años después Yndira seguiría el ejemplo de su maestro Rafael al fundar su propia compañía de danza afrocolombiana llamada “Wangari” que busca empoderar a las mujeres, esto, porque según sus palabras: “Debemos empezar a contar nuestras propias historias y para que no venga otra persona a hablar de algo que no ha vivido. Es importante que la misma comunidad afrocolombiana pueda crear estos espacios”.

Como parte de las presentaciones que realizó la compañía “Sankofa” con motivo del Festival Danzatlán 2022 en diferentes Estados de México, pudimos conversar con Yndira sobre la importancia de transmitir por medio de la danza la falta de oportunidades para las personas afrodescendientes, así como la desigualdad social y racial que esto implica. 

¡Yo quiero bailar!

Imagen que contiene deporte, mujer, parado, azul

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Fotografía cortesía de Yndira Perea

¿Cómo llegaste a la danza?

Comencé en la danza desde que tenía cuatro años. La persona que me inspiró fue mi abuelita, Ramona García, una mujer a la que le tocó lucharse la vida, esto porque también existe el abandono de los hombres a las mujeres afro y entonces ellas tienen que seguir como guiando el camino en este caso sus hijas. Me inspiró esta mujer poderosa que logró sobrevivir y sacar adelante a sus a sus hijas sola.

¿Cuáles fueron los retos que enfrentaste para poder bailar?

Cuando me trasladé a la ciudad de Medellín para comenzar mis estudios profesionales fue un poco difícil porque yo lo que quería era danzar, pero claramente la sociedad no ve la danza como una profesión digna, sino como una afición. Fue complicado poder decirles a mis padres que quería danzar, o sea, que la carrera que quería hacer era Danza. También me gustaba la contabilidad. Entonces mis padres dijeron: “bueno, vete y estudias Contaduría Pública”. Ahora soy Auxiliar Contable y licenciada en Danza por la Universidad de Antioquia.

¿Cómo enfrentaste esos estigmas y miedos?

Siempre se nos recalcó nuestro papel en la sociedad. Se nos dijo que no sabíamos y que no podíamos hacer mucho por ser personas afrodescendientes. Me gradué con honores en la Universidad y para mí fue difícil creer siquiera que mi tesis había sido aprobada. Fue impactante ver que otras personas habían validado esto que yo había escrito y a la vez fue un recordatorio para mí Yndira, de lo que soy como mujer afrodescendiente. Pienso que a veces nosotras mismas no sabemos el potencial que tenemos dentro porque nos han educado para no confiar,  no reconocernos y que, por desgracia, a veces lo sigo creyendo.

“Volver a la raíz”


Fotografía cortesía de Yndira Perea

¿Cómo llegaste a Sankofa?

Al maestro Rafael lo conozco en unas audiciones que presentó en Industrias Noel porque hacen unos espectáculos de Navidad.  Me presenté, pasé y fue allá donde conocí al maestro como director coreógrafo de este proyecto que también fue importante para mí porque me ayudó a crecer como artista.  Éramos diferentes bailarines de la ciudad y aprendí mucho de ellos. Allá estuvimos como cuatro años. Luego, el maestro crea Sankofa, es allí donde nos invita a cinco artistas y de ellos sólo quedo yo.

¿Cómo comenzó Sankofa?

Rafael Mario Palacios [quien la dirige] en su afán por reconocerse como un hombre afro busca estrategias para indagar acerca de quién es y qué es lo que quiere para su vida sabiendo que vive en una ciudad de población blanca mestiza como lo es Medellín, donde se crío y no había ninguna identificación como hombre afrocolombiano. 

¿Qué es Sankofa para ti?

Sankofa ha sido un proyecto muy importante en el que he creído firmemente, así como de la guía del maestro. Creo que es difícil poder encontrar a un maestro como Rafael Palacios que te guía el camino, pero que también te ayuda a entender lo difícil de este y acompaña también tus pasos.

Poéticas que parten de la raíz de la Danza Afro

Dibujo de una persona

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Fotografía cortesía de Yndira Perea

¿Qué ha implicado la Danza Afro en tu vida?

He tenido la formación en danzas afro contemporánea con mi maestro y también con la maestra de él, que es Ireneta Sambedo. Estuvimos en Burkina Faso, África, donde estudiamos por tres meses. Ahí entendí esas otras maneras y otras formas de trabajar el rigor, aprender cómo trabajan los africanos y la visión que tienen. Así como la importancia que tiene la tradición como su raíz y con la firmeza de la que parten para hacer su danza contemporánea

De esa experiencia en Burkina Faso me vine con muchos aprendizajes, como su nombre lo dice, es una tierra digna me permitió llegar a un éxtasis en la danza y exigirle a mi cuerpo y a mi mente cierto. Porque a veces tenemos muchas trabas mentales y con la Danza Afro puedo romperlas y llevar mi cuerpo a otro nivel con una nueva mirada como mujer y como mujer afrodescendiente.

¿Cómo ha sido el proceso de politizar la danza?

Bueno, con la puesta en escena de “La ciudad de los otros” hemos recorrido el mundo hablando de cómo nosotros, jóvenes afrodescendientes en una ciudad que no es la nuestra y cómo vivimos esto, cómo se sigue perpetuando, las miradas exóticas eróticas y sobre el cuerpo racializado. Considero que Sakofa es una de las compañías más importantes de Colombia por su formación y técnica en danza, pero también por eso que queremos narrar desde nuestro cuerpo.

¿Cómo es danzar con un mensaje político?

Son movimientos que no son vacíos de contenido, sino que están llenos de historia y es así como consideramos nuestro cuerpo:  como el primer territorio el que está lleno de historicidades que queremos contarle al mundo para concientizar a las personas. Me ha dado fuerza como mujer afrodescendiente para crear otros procesos, porque tienes que conocer tu realidad y estar atenta a lo que sucede en el territorio. Para nosotras [mujeres afrodescendientes] es importante protegernos porque nadie más lo va a hacer. Las personas no negras no van a hablar por nosotras. Son muy pocas las que acompañan este camino y que apoyan tus luchas.

Wangari: empoderar mujeres afrocolombianas a través de la danza

Dibujo de una mujer con un vestido de color negro

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Fotografía cortesía por Yndira Perea

¿Qué mensaje quieres transmitir a las mujeres afrodescendientes con la danza?

Que somos una comunidad y tenemos una responsabilidad porque somos mujeres afrodescendientes, empobrecidas, y que además vivimos en una ciudad que no es la nuestra y que se nos sigue racializando y no se nos permite llegar a unos espacios importantes para nosotras como lo es quizás la educación, estar en esos espacios de poder desde donde podemos crear estrategias para para transformar una sociedad. Entonces, sin duda, la danza es importante para mí porque desde allí puedo crear espacios de transformación .

¿Qué espacios se pueden transformar con la danza?

Se puede invitar a jóvenes de la ciudad, niños, niñas, adolescentes y personas adultas que se permitan reflexionar acerca de lo que está sucediendo en nuestro territorio con la gente afro, con la gente indígena, con la gente LGTBTIQA+. Con esas poblaciones que han sido vulneradas. Siento que como artista afro tengo responsabilidades muy importantes y que no son fáciles.

La transformación social se va dando de a poco, pero por eso me permito brindar estos espacios [de danza o artísticos] que no se nos da en las instituciones educativas porque esa es otra cosa, las instituciones educativas no quieren que veamos lo que está sucediendo, no quiere que hablemos, no quiere que pensemos. También debemos reflexionar desde esta mirada para crear nuevas maneras de permitirnos transformar nuestra mente.

¿De allí es que surge la necesidad de hacer tu compañía de baile?

Sí, Wangari es este espacio donde puedo decirle al mundo sobre lo que está pasando con las con las mujeres afro en el territorio. Mi lugar de enunciación como mujer afrodescendiente me permite resaltar el valor y el poder de la mujer afro, en una sociedad donde tu color de piel es estigmatizado y nuestros cuerpos son territorio de guerra. Por eso, ha sido tan importante para mí producir estos espacios de danza porque es desde allí que se genera una conciencia crítica para combatir, desmontar y deconstruir estos lenguajes que perpetúan el racismo y la exclusión. Sobre todo, esa subordinación que nos trata de imponer el colonialismo.

Creo obras que van desde nuestra tradición y reflejan la importancia de nuestra tradición para, conservarla, valorarla y visibilizarla. Pero, también me permito crear obras con una reflexión crítica acerca de lo que está sucediendo, por ejemplo “Trenzadas” es una obra que se pregunta por la equidad de género y la violencia como factor resultante de imposiciones machistas y cómo se desarrollan estas opresiones sistemáticas, no solo en las mujeres, porque inicialmente analizamos lo que está ocurriendo con las mujeres, pero luego nos damos cuenta de que el hombre también está cayendo en estas en estas agresiones.

“Nunca olvides de dónde vienes y tu esencia, para poder construir tu futuro”

¿Qué le diría la Yndira de ahora a la que llegó a Medellín con el sueño de ser bailarina?

Bueno, que ha sido una mujer muy luchadora, muy poderosa y que siga sus sueños. Que nunca olvide su esencia y de dónde viene para poder construir su futuro, que, aunque se ve lejano, vas caminando hacia allá. Que siga construyendo estos espacios donde puede transmitir los conocimientos y más que transmitir los conocimientos es un lugar de respeto y de escuchar de las otras.

También decirles a las infancias que son el futuro de nuestro país [Colombia] que sigan su intuición, que sigan luchando por lo que en realidad desean ser en la vida y que lo más importante es poder construir en comunidad.

Angelina Medina, la historiadora de la salsa en el Perú

Angelina Medina, la historiadora de la salsa en el Perú

Por Zoila Antonio

¡(Mujeres) presentes!: Angelina mostrando el afiche del concierto de la Fania All Stars realizado en Lima, Perú, 2012. 
Foto: Intervención de La Antígona.

Su vida estuvo marcada de casualidades y atrevimientos, pero, sobre todo, de salsa. Angelina Medina (Lima,1973) no fue una niña que siguió la música que estaba de moda entre sus amigos: con tan sólo tres años, este movimiento musical – como ella lo define – la atrapó a poco de irse a dormir. A los seis empezó a descubrir más del género que su papá rechazaba y a los trece años fue a cuatro de las cinco noches de concierto que Héctor Lavoe, ‘El cantante de los cantantes’, dio en Lima. Ahora, entre su negocio de vinilos, una radio web propia y su investigación sobre ‘La tigresa de la salsa’, Lita Branda, Angelina recuerda los sucesos que la identifican como historiadora de la salsa en el Perú entre una gran cantidad de hombres que lo investigan y difunden. Nadie le quita lo bailado.

“Fue un flechazo”, así define Angelina su encuentro con la salsa. En Jirón Antonio Raimondi, entre los distritos limeños de Cercado de Lima y La Victoria, 1976, las fiestas eran recurrentes, así como la música a todo volumen, el baile y el alcohol. El Gran Combo de Puerto Rico, la Sonora Matancera y Dimensión Latina eran grupos que sonaban en los parlantes de los vecinos. 

El ritmo también llegaba a las ventanas de la habitación de Angelina. El sonido se hacía más claro de madrugada, cuando estaba a punto de descansar, lo que no pasó desapercibido.  “Estaban escuchando un tema de Dimensión Latina con Óscar D’León. Me llamó la atención el sabor y el swing del tema. Hubo química. Yo estaba descansando, era muy pequeña. Esa fue la primera vez que escuché salsa”, afirma. Descubrirla fue muy casual.

De ti depende 

Su mamá prefería música criolla y su papá la folklórica y las cumbias. La música la rodeaba, pero no con aquellos géneros con los que simpatiza. No conoció los gustos musicales de sus abuelos. Ambos migraron a Lima. Su abuelo, proveniente del norte del Perú, falleció en un accidente cuando su mamá tenía 15 años, mientras que su abuela, nacida en Tarapacá, antes de pasar a territorio chileno debido a la guerra que hubo con el país vecino, falleció de diabetes meses antes de que Angelina naciera. Pero no es hija única. Tiempo después llega su hermano. Al ser una persona con habilidades diferentes, su mamá decide pasar más tiempo con él. 

Tocaba ir con ellos a reuniones de amistades o familiares. Es ahí donde, además de los grupos que constantemente escuchaban sus vecinos, se suma un artista que también marcaría su vida y su interés por la salsa: Héctor Lavoe. Allí también descubre un elemento que la conecta con el mundo salsero: los vinilos. Angelina ya empezaba a leer, lo que le permitió conocer más. “Iba asociando entre el ritmo y la melodía, memorizaba los nombres, asociaba canciones, el nombre del disco o del músico. Empiezo a buscar más”, señala. 

La vida le seguía dando sorpresas. “Pedro Navaja”, canción incluida en el álbum Siembra (1978) fue una de ellas. Los gestores de esta producción, el dúo conformado por Willie Colón y Rubén Blades, habían impresionado a Angelina de cinco años de edad. “Se me quedó grabado el disco y las canciones. Fui teniendo una playlist en mi mente”, asegura.

Otro tema que le impactó fue “Plástico”. “Me estaba acercando más por el gusto hacia el arreglo musical. Para mí era muy elaborado. No era algo simple, yo lo percibía así”. Angelina empieza a buscar más. Comenzaba a asociar con  otras producciones. “Ah este disco con este artista. Ya sabía leer. Tenía 5 años”. 

A los seis, se preguntaba qué otros artistas había por descubrir. La radio de la casa pasó a ser suya: a buscar, buscar, buscar. Un día la prendió, sin saber que su conexión con este aparato sería para siempre. 

Maestra vida 

El contador y abogado Luis Delgado Aparicio (1940-2015), más conocido como ‘Saravá’ es quien nos daba la bienvenida a uno de los programas que fue uno de los más populares en la onda radial: Maestra Vida. A los ocho años, la casualidad, nuevamente, permitió que este programa, transmitido primero por Radio Miraflores y luego por Radiomar, se convierta en la escuela musical de Angelina. 

Sonido Latino del productor radial y empresario Hugo Abele (1964-2014) fue otro programa radial importante para Angelina. Fue transmitido por Radio América. “Lo escuché a mis 10 años. Me marcó musicalmente y para siempre. Como sea escuchaba su programa. Era mágico. Hugo tenía la particularidad de poner grabaciones en vivo de presentaciones de las orquestas. En ese tiempo era un lujo. Escuchar a Héctor Lavoe con su orquesta en una presentación de meses o semanas antes era, wow, actualizarme”, indicó. 

El programa daba los días de semana, luego pasó a un horario que se convirtió en un clásico: los sábados desde las 11 hasta las 2 de la mañana. No obstante, esto no le gustó a su padre. “No quería que escuchara. ‘¿Qué haces escuchando esto?’, me decía. Yo tenía que escaparme a una parte de la casa para atender el programa. Son sus errores, no tenía por qué afectarme. Mi mamá sí me entendía”, indicó. Ya en la secundaria, Angelina era la salsera. “Era el ‘bicho raro’: las chicas estaban en el rock en español, Madonna o Michael Jackson”, señala. 

A los 13 años llegaría su primer concierto. Fueron cinco en total para ver a “El Jibarito de Ponce”: Héctor Lavoe. Este se realizaría en La Feria Del Hogar. Era 1986. “Acompañado de su orquesta, dirigida por el pianista Joe Torres, tuvo seis presentaciones en El Gran Estelar, donde encandiló al público con temas como La fama, Periódico de ayer, Rompe Saraguey, El rey de la puntualidad, entre otros”. Lavoe se había convertido en su ídolo.

“Ya habían llegado a Lima Celia Cruz, Oscar D’León, Cheo Feliciano e Ismael Miranda, pero faltaba el más representativo de todos, el más popular: Héctor Lavoe. No fue fácil traerlo. Dije ‘Voy a verlo, quiero verlo’. Juntando mis propinas, le dije a mi mamá: ‘Te ruego, acompáñame, no puedo ir sola, no me van a dejar entrar’. Al final me acompañó con mi hermano”, afirma. Llegó a ir a partir del segundo día. “Me las ingenié. Mi mamá me acompañó una vez, a la otra fui con otro familiar y así. Como eran varias entradas, y ya no tenía de propina, me hice pasar por un año menos y entré. Lo vi y fue increíble. Todos cantando, viendo a Héctor. Fue una impresión fuerte”, declara.

Al año siguiente, 1987, ella vuelve a La feria del hogar para ver a Celia Cruz con Tito Puente. “Fue el lugar donde se presentaban los grupos no sólo de salsa, sino de merengue, rock en español hasta de pop. Fue el centro de atracciones más importante de Lima y el país, en esa época”, recuerda. En 1990 pudo ver a Eddie Palmieri, su otro gran ídolo. Para ello, tuvo que escapar de casa. Su papá no quería. Angelina tenía 17 años. “Es una oportunidad que no quería perder”, asegura. Por otro lado, su mamá era más condescendiente. “Ya estaba empezando a coleccionar (vinilos) y ella me ayudaba a conseguir contactos por mi barrio para comprarlos”. Inclusive, la acompañaba a las disco tiendas, donde pudo encontrar y comprar sus primeros vinilos de 45 RPM, LPs y cassettes.

Salsa picante 

“Este es un nuevo ciclo. Es un programa que va a llenar mis expectativas musicales”,  comenta Angelina. Era 1989. En la radio, la salsa sensual comenzaba a sonar, así como el programa del difusor del latin jazz y salsa Roy Rivasplata, llamado Salsa Picante. “Ponía latin jazz, salsa tradicional, todo lo que a mi me gustaba”, comenta Angelina. Ese mismo año, escucha a otro gran difusor de la salsa en el Perú: Walter Rentería. Su programa Pueblo Latino también marcaba la pauta en la radio y en la salsa peruana. “Le envío una carta. Él la leyó en Pueblo Latino. Saliendo del colegio me atrevo a ir a su programa y agradecerle. Es la primera vez que conozco a  un difusor directamente y a melómanos”. 

Uno de estos amigos le menciona sobre Roy. “‘¿Lo conoces? ¿Y no te atreves a llamarlo?’, me dicen. Me dan su número. Después de un tiempo pensándolo, me atrevo a llamarlo. Él me escuchó y se sorprendió, pensó que era una broma”, cuenta. Ella le hablaba sobre lo que sabía de salsa. Poco tiempo después, Angelina decide ir a la estación donde se graba Salsa Picante. Ahí se encuentra cara a cara con Roy. “Se mató de la risa, nunca me voy a olvidar. Me dijo: ¿Qué hace una chica hablándome todo esto?”. Ahí hago amistad con él”, recuerda. De 1991 a 1994, la presencia de Angelina en la radio fue constante. En esa cabina, pudo interactuar con melómanos que también iban a la radio. Uno de ellos se convertiría en su esposo, Roosevelt Carpio. 

Fue ahí donde, también, conoció a Luis Delgado Aparicio en persona. “Yo gano (un concurso de Salsa Picante) y mando una lista de 10 canciones para programar una hora. Llamé al programa para agradecerle. Hablé como lora sobre la música. A los días, Roy me dice ‘Angelina, el doctor Luis Delgado Aparicio te quiere conocer, le ha gustado como has hablado”, comenta. Roy invita a ‘Savará’ a realizar un especial con la música que ponía en Maestra Vida. Ese fue el día en que se vieron.

Qué viva la música: Roy Rivasplata (saco gris) con Angelina de 19 años y el doctor Luis Delgado Aparicio ‘Saravá’ (de blanco) en la cabina de Radio Antena Uno, 1992

El respeto y agradecimiento fue mutuo. “Siempre hablaba algo de mí que me quedaba sorprendida. Es mi maestro, es muy especial. Igual con Hugo (Abele). Me impulsaron mucho, me abrieron todo un mundo, a conocer el ambiente, crecer y visibilizarme”, menciona. Asimismo, entre asistencias a conversatorios, recortes de periódicos y apuntes, fue su manera empírica de ir empezando en la investigación. 

También conoció a los músicos de los que había leído, escuchado y hablado. Inclusive, entabló amistad. Roosevelt se convierte en el nexo. “Ahí es cuando conozco personalmente a Tito Puente, Larry Harlow y otros músicos que se vuelven amigos nuestros. Cuando teníamos una grabadora, registramos conversaciones y hacíamos preguntas. Incluso, uno de ellos, el bajista de Hector Lavoe y director musical de Gilberto Santarrosa, Johnny Torres, es padrino de nuestro hijo”, afirma.

En 1998 Angelina decide dejar por un tiempo la salsa. Nace su hijo. Debido a tener habilidades diferentes, ella se dedica a brindarle los cuidados requeridos. No obstante, sí había ocasiones especiales, como El festival del Callao, donde acudía en familia. “Desde 1999 hasta 2004 íbamos a saludar a los músicos o por un autógrafo o conversación”. Allí fue donde conoció y habló con Cheo Feliciano. Para ella y su familia es innato hablar de salsa, mientras que la investigación, implícitamente, seguía. “Yo vuelvo con fuerza (a la investigación) el 2003. Lo extrañaba. Además estaba más preparada, porque constantemente leía y me informaba”, indica. Se acercaba una invitación que no podía rechazar.

Herencia rumbera

Con más disponibilidad, Angelina y Roosevelt van nuevamente a las radios para reencontrarse con músicos, melómanos y, ahora, amigos. Asimismo, Luis Delgado Aparicio les pide que lo visiten en su programa para proponerle a Angelina un gran reto. “Tuvo la idea de presentar mensualmente a un melómano. Me convoca. Iba a hablar tres horas de música con él, a presentar canciones y dar información, que es vital. Ahí empieza una interacción más profesional con la música”, apunta. Se preparó con meses de anticipación. No podía dejar pasar la oportunidad. 

Así fue consiguiendo más libros, publicaciones y CD ‘s. Además, durante esos años acudía a conciertos, reuniones de colectivos de salsa y de melómanos, donde presentaciones y música inédita alimentaban su saber. Internet también ayudó mucho. Era asidua usuaria de páginas de salsa y música del caribe, así como lectora de artículos de gente de otros países. Su aprendizaje crecía.

Ahora vengo yo: Angelina poniendo un LP durante un encuentro de coleccionistas de la salsa, 2014

En 2013, el dueño de una radio web y también amigo le invita a tener su propio programa. “Yo sentía que no era el momento. Me fue insistiendo y acepté”, revela. Otro amigo, esta vez de Colombia, le invita a tener otro programa de radio. También estaba dubitativa, pero asumió el reto. “Dije voy a aprender con todos los años de haber escuchado a maestros”, comenta. Para Lima estuvo más de un año en la radio Salseros y punto, y en Bogotá, por siete años, para la radio Ciudad Salsera.

En octubre del 2015, su esposo y un amigo la animan a hacer una radio propia. Roosevelt y ella codirigen la emisora hasta la actualidad. Sus compañeros melómanos también la complementan. El nombre: Herencia rumbera. “La radio tiene un concepto de difundir música que no se escucha en medios masivos peruanos y difundir la historia de los artistas y grabaciones. Lo hemos complementado con la página web”, apunta. 

Definitivamente, una cosa es ser melómana y coleccionista, y otra es manejar una radio y sitio web. Hay amor por la música, pero los ingresos no son seguros. Asimismo, colabora una vez al mes para La Troja Radio de Barranquilla, Colombia, y para Radio Gladys Palmera de España. Ahora también se encarga de la venta de CD’s y vinilos sobre salsa dura y música cubana. Es su emprendimiento. “Yo soy maestra de educación inicial, pero desde hace tiempo no lo ejerzo, me quedo en casa por mi hijo. Mi esposo trabaja”, comenta. En casa, la investigación sigue, aunque es consciente de que, dentro de la historiografía y melomanía salsera peruana, las mujeres se cuentan con los dedos. “Tuve que lidiar mucho, porque no encontraba compañeras. La mayoría son varones”, indica. 

Actualmente también se encuentra estudiando y buscando sobre el impacto de la cantante Lita Branda, “La tigresa de la salsa”, en el país. A Lita se le conoce por ser la hermana de Pablo Villanueva, ‘Melcochita’ un cómico vigente hasta el día de hoy. Pero ella es más que eso. “Ella viene de los 50. Se inició como percusionista. Estaba en una agrupación sólo de mujeres llamada Daniela y sus magníficas. Duró poco tiempo porque no estaba bien visto que mujeres jóvenes toquen. Luego viaja a Estados Unidos”. Ahí, Lita se junta con la crema innata de la salsa de Nueva York. “Graba (tres producciones) con músicos neoyorquinos, puertorriqueños y cubanos. A mí parecer, no tengo conocimiento de otra cantante peruana que haya hecho eso”, señala Angelina.

Ella está convencida de que la salsa no es un ritmo o género musical. “La salsa se gesta en Nueva York, pero tiene todo un proceso que se forma en la década de los 70. Los músicos de Cuba, que van llegando a Estados Unidos interactúan con sus pares puertorriqueños, latinos y judíos, van conociendo y fusionando con el jazz, la música afroamericana, puertorriqueña y brasileña. No es un ritmo creado, no tiene una estructura propia. Rápidamente se va masificando en otras partes del mundo como Venezuela, Perú, Colombia y obviamente Puerto Rico. Por eso se le dice un movimiento”, asegura. “Las letras hablan del barrio, de la calle, de la realidad, de los inmigrantes, así se va forjando”, afirma. Lo tiene claro: en la salsa se mezclan vivencias, culturas y sonidos. Ella sigue bailando y aprendiendo. La salsa ya no se escucha a escondidas o a través de la ventana y por los vecinos. Ahora es la maestra. 

Claudia Vásquez Haro: Una mujer trans que hace historia

Claudia Vásquez Haro: Una mujer trans que hace historia

Por Noelia Carrazana y Claudia Castro

Claudia Vásquez Haro es activista, militante travesti-trans y migrante que vive en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires, Argentina hace 22 años. Además es Licenciada y Doctora en Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, siendo este último logró el primero al que accede una mujer trans.

Claudia, llegó de Trujillo, Perú a Argentina en el año 2000, motivada por su hermana mayor Laly, quien ya vivía en la ciudad desde los ‘90 como resultado de las políticas neoliberales y las privatizaciones de Alberto Fujimori. Ellas forman parte de ese crisol de migrantes que llegaron durante los 80 y 90 expulsados de sus países para buscar un futuro mejor en esta tierra gaucha.

Para Claudia, la llegada al país estaba plagada de esperanzas. Poder vivir en libertad su identidad de género era su anhelo más grande. “Acá la sociedad es un poco más abierta en términos de sexualidades” le habría dicho su hermana para incentivarla. 

“Cuando llegué, la verdad que en términos de Educación, por supuesto indiscutible, la educación pública y gratuita. El problema era que todavía las personas travestis y trans, acá en Argentina éramos perseguidas por los códigos de falta, los edictos policiales”.

Para Claudia, los primeros pasos como tal, han sido de una lucha constante, ya que era perseguida y criminalizada: “Toda nuestra vida era subterránea, era siempre desde los márgenes, desde la clandestinidad. Como si hubiéramos cometido un delito, pero en mi caso por ser migrante”.

¿Cómo fue tu llegada a La Plata?

Llegué en el 2000 motivada por mi hermana mayor Laly. Me dijo, Clau, vos tenés que venir acá a Argentina, porque la educación es pública, es gratuita, es de calidad. Acá vas a poder vos, no solo proyectar una vida en igualdad de condiciones por tu formación, sino también acá la sociedad es un poco más abierta en términos de sexualidades.

El problema era que todavía las personas travestis y trans, éramos perseguidas. La identidad travesti estaba criminalizada, en mi caso, por ser migrante había como un doble marcaje, porque existía también la ley Videla, el decreto Videla para los migrantes que si no tenías regularizada tu situación migratoria, porque ellos lo entendían en términos de ilegalidad. Pero cambió con la sanción de la Ley migratoria en 2004, que entiende  la migración como un derecho humano. Néstor Kirchner implementó el plan de regularización migratoria para países del Mercosur y asociados en el 2005 en adelante.

¿Cómo llega Claudia a ser Claudia?

Mi mamá siempre decía que para llegar a donde yo quería llegar, mi pasaporte era la universidad. Tenía que estudiar. Decía que una sociedad que no se educa, es una sociedad ignorante y por supuesto, cómo ejerce la hegemonía, el opresor ¿cómo ejerce sobre vos el poder? a través del conocimiento muchas veces.

Así que bueno, llegué con ganas de estudiar y también de expresar mi identidad de género, porque yo en Perú no había hecho el cambio físico como Claudia. No lo hice, no porque no lo sentía, yo desde muy chiquitita sentía muy bien, cuál era mi objeto de deseo, los hombres. Yo sabía muy bien qué quería hacer, pero veía en otras compañeras travestis y trans, o que de alguna manera tenían como destino la peluquería. Yo vengo de la peluquería para subsistir y para no caer en la prostitución o en la prostitución como un destino para las travestis y trans. Entonces, como la prostitución era un lugar muy violento, violento en todo sentido. Hay una violencia estatal, institucional, policial y también hay una violencia social de la gente que va y a las compañeras les tira piedras, la persigue. Pero incluso una violencia entre las misma travestis, la transfiola, donde la travesti te cobra la parada. 

¿Qué pensabas respecto al posible destino que muchas compañeras tienen en relación a vos?

En ese mapa, yo no puedo estar en este lugar de extrema vulnerabilidad (me decía). Era una cuestión también de autocuidado y mi familia también, o sea eso hay que decirlo. Más del 99% de travestis y trans que expresan su identidad de género son expulsadas de muy chiquitas de sus hogares. Mamá, papá no comprenden la identidad de género, por lo tanto las echan. A los 13, 14 años, a muchas travestis y trans el destino fue la expulsión, la calle, e incluso la iniciación de muchas ha sido a los 14 y con hombres adultos. Ese es el mapa que en principio vulnera a las travestis históricamente. Por un lado desde los estados por acción y omisión. De acción, en el caso de Argentina por los códigos de falta, los edictos policiales y por omisión al no crear ningún tipo de leyes o políticas públicas.

¿Qué te pasó con la sanción de la Ley de identidad de género?

Para las travestis y trans hasta el 2012, nosotras seguíamos viviendo en un momento que se puede decir hasta incluso, si se quiere, de persecución; malos tratos; vejaciones; torturas; muerte de compañeras; y por eso nosotras ahora hablamos también de genocidio travesti trans. Estábamos criminalizadas, patologizadas, vistas como enfermas, estamos hasta judicializadas, porque a nuestra identidad la judicializaron. Eso fue prácticamente por acción del Estado. 

¿Cómo ves la sanción de las otras leyes?

Cuando se sancionaron estas leyes en el 2015, en la provincia de Buenos Aires la ley de Diana Sacayan y en el 2022, la ley de cupo laboral e inclusión travesti trans Diana Sacayan – Lohana Berkins, nosotros hablamos del trabajo como un eje medular para nosotras. Un alto porcentaje de travestis trans no entendemos la prostición como un trabajo, por lo tanto le decimos al Estado que legisle a través de leyes que beneficien a la colectividad. Si bien las leyes se han sancionado, aún falta muchísimo que se implemente al 100 por ciento. 

¿Tenés alguna propuesta de proyecto de ley?

Ya estamos presentando un proyecto, el año pasado ya presentamos un proyecto con la diputada Gaby Estévez, para que se repare a las compañeras travestis y trans, producto de toda esta violación a sus derechos humanos que fue sistemática. También estamos pensando no solo en la reparación, sino la indemnización, porque la reparación está pensado en términos de personas travestis y trans mayores de 40 años que no tengan ningún aporte en ANSES, entonces la indemnización sería las que fueron víctimas directas durante la dictadura, antes de la dictadura y posterior a la dictadura.

¿Cómo ha sido tu proceso de reconocimiento?

Yo lo viví muy natural. Mi abuela, que era grande, nunca me cuestionó nada. Mi familia nunca me hizo sentir diferente. Yo nunca había sentido esa diferencia, y mi hermana me cuenta que mi mamá los sentó a todos mis hermanos en la mesa (yo no estaba), y les dijo que ella sabía que el afuera iba a ser  muy hostil, muy voraz conmigo, que la discriminación que iba a sentir afuera iba a ser muy fuerte y que por eso, al menos en la familia yo me sienta abrazada, contenida, cuidada. Sé que mi mamá preparó todo el terreno, incluso mi papá era el único obstáculo que tuve y que mi mamá también se encargó de eso. Se encargó de que él se diera cuenta de que obviamente el que estaba en error era él y no yo. 

¿Creés que cambió un poco la mirada en la sociedad sobre la identidad de género?

Hay un discurso en Perú, hasta el día de hoy que sigue vigente, que cuando vos asumís tu identidad de género, tu orientación sexual que no es la heteronormativa, estás faltando el respeto a tu familia. Imaginate a través del concepto de falta de respeto cómo se esconde en relaciones de poder y dominación, cómo la heteronorma está en el discurso nos roba las palabras, nos roba los sentidos, los significados de una palabra y te hace prácticamente sentir que vos sos la culpable de lo que ocurre. Nunca transfiere la culpa a la sociedad, sino a uno.  

Carlos Jáuregui, activista argentino LGBT abrió camino acá en Argentina decía “una sociedad que te educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política”, y al reflexionar sobre la frase, decís ¡claro! te educa para la vergüenza. Cuando sos chiquita te atomizan la cabeza. Muchas veces para ser parte de, uno se desidentifica de sus raíces, de dónde viene, cómo es. Por eso cuestiono a la academia. Y entré ahí para disputar la producción de conocimiento. 

¿Qué herramientas te dió la Facultad de Periodismo?

La verdad, yo cuestiono la Academia en sí, pero el saber no. La facultad de periodismo ha sido importante porque el ADN defiende las luchas sociales. Ha tomado posicionamientos muy importantes, por ejemplo, en 2008 es la primera facultad que ha reconocido la identidad de género y autopercibe a las personas travestis y trans en esos detalles académicos. Si bien esa decisión no es vinculante, sí te ayuda a construir mayores consensos, a instalar los temas. 

Los migrantes, las travestis, los de pueblos originarios siempre hemos sido para esa ciencia biologicista una objeto de estudio y nosotros nunca hemos hecho ese trabajo contrario. Foucault dijo “el saber es poder” y cómo las disciplinas científicas académicas son parte de esas reproducciones del saber. El ingresar a la Facultad de Comunicación fue un antes y un después. Me dio muchas herramientas, teóricas, conceptuales y metodológicas para dar la discusión desde adentro. Sus mismos discursos que históricamente nos han asfixiado. Construir marcos teóricos que hablen en nuestros propios términos. Que no nos pongan en un lugar de objeto, que no nos deshumanicen y que den cuenta de nuestros saberes, que no son los mismos que los hegemónicos.

¿Qué es y cómo surge OTRANS?

Cuando llegué acá a La Plata no existía ninguna organización de la diversidad sexual. Había gays y lesbianas, pero no en términos de organización. Siempre los gays y las lesbianas nos convocaban en las marchas, como la del orgullo en 2006, pero para ser el adorno de la marcha y nunca para discutir la cuestión más política que era las demandas como por ejemplo, cuál era la consigna principal, y nosotras dijimos ¡basta!. Nosotras dijimos que tenemos que armar nuestra propia marcha, plantear nuestra propia agenda política y eso tenemos que llevarlo a cabo en plenario, en discusión en acuerdo colectivo entre todos. Entonces, ahí empezamos a construir nuestro propio espacio, liderado y conformado por travestis y trans y con muchísima participación de travestis y trans migrantes. 

En julio de 2012 se sintetiza como organización de la sociedad civil como OTRANS Argentina, siendo el resultado de procesos de procesos. 

¿Cuáles fueron las primeras demandas?

Lo primero era el reclamo por las detenciones arbitrarias. La agenda te la marca el territorio. En este momento la comunidad travesti-trans está siendo detenida, hay armado de causa por la 23.737 que es la Ley de drogas, por falta de documento de identidad,  en el caso de las migrantes, por un montón de situaciones había siempre criminalización y persecución de las compañeras por parte de la policía y la connivencia judicial. 

¿A cuántos miembros nuclea OTRANS?

Nosotras teníamos en provincias y distintas zonas de la la Provincia de buenos Aires que fueron cerrando con el macrismo, pero en 2017 se creó la convocatoria federal de OTRANS Argentina, y ahí estamos nucleadas más de 20 organizaciones en 18 provincias, OTRANS una de ellas, pero que respetamos la constitución e identidad de cada una de ellas, con su nombre, con sus prácticas, con sus demandas, con su propia territorialidad. 

¿Cuál es la demanda de OTRANS La Plata?  

No dista mucho de la federal, pero nuestro reclamo de las compañeras, es que se mejoren las condiciones de detención en las que se encuentran. El acceso a la salud, que más del 70 por ciento de las compañeras travestis y trans tienen enfermedades crónicas como HIV, entre otras, y no recibían la medicación. La alimentación adecuada. Y por último, el Estado debería tener una política transversal para las compañeras travestis y trans, en el sentido de que no solo tendría que trabajar las condiciones en las que se encuentra, sino también en la prevención para que no vuelva a reincidir por no encontrar una política pública que las contenga. Hay que pensar en el antes para la prevención, en el durante para que puedan garantizar por ejemplo la salud y el post cárcel, cómo se las prepara a las compañeras con talleres para el trabajo.

¿Crees qué te faltan cosas por hacer? 

En la lucha colectiva es ir construyendo esas alianzas estratégicas entre organizaciones de pueblos originarios, de la diversidad sexual, de afrodescendientes, de migrantes para plantear esta idea de la plurinacionalidad, o sea, Argentina tiene que ser reconocido como un país plurinacional en esta misma línea que lo hizo ya Bolivia, Ecuador  y que viene discutiendo también Chile, Perú también viene en esa sintonía. El censo viene como como a pelo porque el censo va a dar cuenta de que en realidad, Argentina está habitada por las diversidades culturales, étnicas, sexogenéricas y que muchas veces pareciera que somos minorías, pero en realidad somos grandes minorías. Eso te da toda la pauta de que Argentina es Plurinacional, pluricultural. También es morena, mestiza e indígena. Ese es el desafío, a eso estamos apuntando ahora y estamos con como con muchísima organización.

¿Qué mensaje querés dejar a la sociedad peruana y comunidad trans?

Lo primero que uno tiene que hacer es desnudarse de todo el prejuicio que nos han metido en la cabeza. Entender a la colonización también como una forma de gobernabilidad. Así como nos colonizaron de que lo europeo, lo blanco era bueno, también nos colonizaron que ser hombre o mujer solamente en términos de de heterosexualidad es la única forma válida de vivir y ser y en ese sentido hay que sentirse profundamente orgullosas, orgullosos de quienes somos, de dónde venimos, de nuestras raíces, nuestras costumbres.

En tránsito: una crónica íntima sobre la rectificación del género en el DNI

En tránsito: una crónica íntima sobre la rectificación del género en el DNI

Por MARCE JOAN BUTIERREZ para LATFEM

Fotos: SOL AVENA

Marce Butierrez es antropóloga, travesti e investigadora feminista queer. Es, también, colaboradora en LatFem. Hace días, recibió su nuevo documento y todas nos emocionamos y celebramos con ella. En esta crónica en primera persona, Marce cuenta cómo fue el proceso hasta lograr que el Estado argentino reconozca su identidad de género en su DNI, los obstáculos y burocracias que tuvo que enfrentar y exorciza la rabia para poder, por fin, ponerle nombre a su cuerpo.

Hay una sola idea en la que la Ley de Identidad de Género está equivocada: nuestras identidades son algo más que vivencias internas e individuales. Existen cosas por fuera de lo que sentimos, cosas que se construyen en el encuentro con lxs otrxs y que nos hacen ser quienes somos. La identidad es una relación social que nos mantiene unidxs al resto de las personas con las que compartimos, experiencias y trayectorias en común. Más allá de que mi género es un proceso de individuación muy específico, no es una construcción en el vacío, ni en solitario. Mi género está hecho con las palabras y pautas de las que dispongo en esta cultura y se hace reconocible y nombrable en el encuentro con el mundo que me rodea. 

Que la ley esté equivocada en este punto no afecta en absoluto su funcionamiento. Es de las mejores en esta materia y le ha permitido a miles de personas trans* adecuar sus documentos y consignar una identidad distinta a la asignada al nacer. F y M son dos categorías insuficientes para identificar esas vivencias individuales y autopercibidas, pero no sólo para las personas trans*. Muchas personas cis sienten actualmente una creciente incomodidad con su género y esto responde a que cómo sociedad estamos “deconstruyendo” muchas categorías y prácticas sobre las que se perpetúa el sistema patriarcal. Las mujeres y hombres de esta generación seguramente no se reconocen en las mujeres y hombres de la generación precedente y probablemente tampoco se reconocen en sus pares, porque existen una diversidad de formas de habitar esas F y M. Amalia Granata, la China Suarez, Ofelia Fernández y yo somos F. Aunque no tengamos casi nada en común, al menos tenemos la certeza de que no somos hombres. Pedirle a los documentos que den cuenta de aquella vivencia individual que nos hace distintas excede los límites del Estado. Afortunadamente, tras la sanción del decreto presidencial N°476/21, existe una tercera opción hacia donde fugar identificada con una muy criticada X.

Pararnos dentro de un género es nuestra manera de construirnos frente al mundo además como sujetos políticos. Expresar rebeldía contra las categorías se puede hacer de múltiples maneras, a veces habitándolas a contrapelo y otras fugándose de ellas. Por muchos años para mí, correrme de la M con la que mis documentos me identificaban representaba una declaración de mis principios políticos: no sabía muy bien qué era, pero estaba segura de que no era un hombre. Y con esta reflexión se inició el camino que hoy me trae aquí.

Los últimos seis meses de mi vida se trataron de mi identidad y mis documentos. De ponerle un nombre, un género y límites a esta construcción social que soy. Fueron quizás los seis meses más duros en mi vida, pero también los más importantes, los que le ponen cimiento y orden a lo que quiero construir. Esta nota va de eso, de cómo es hacer la rectificación de un DNI en Argentina, pero también de la identidad, de las políticas que se construyen en torno a ella y del problema de las categorizaciones. Al mismo tiempo habla de mi experiencia y les pido disculpas desde ya, porque este es un estilo narrativo inexplorado para mi. Esta es una extraña mezcla entre crónica y carta en donde me dejo caer un poco a oscuras.

Lo más importante que se debe tener en cuenta al momento de rectificar el sexo registral en el DNI es que en realidad lo que vas a rectificar es tu partida de nacimiento. El DNI refleja los datos contenidos en tu partida, por eso el trámite inicia con su rectificación. Existe un problema que el RENAPER podría observar en este sentido. La población trans* tiene una alta movilidad espacial, muchas personas trans* no radican domicilio en los mismos distritos donde están archivadas sus partidas, por lo cual en ocasiones deben retornar a sus ciudades natales para iniciar la rectificación. Esto sucede porque al momento de nacer, el registro civil de cada provincia anota el nacimiento y ese documento jamás se mueve de la jurisdicción. En Ciudad Autónoma de Buenos Aires esto puede evitarse si tenés domicilio en la ciudad, algo que también es absurdo ya que muchas veces las personas trans* tienen enormes dificultades para constituir una residencia permanente. En los últimos meses se suma a estos requisitos que las partidas “de extraña jurisdicción” deben tener una firma digital o legalizadas en el Ministerio del Interior.

Mi trámite tomó varios meses, casi seis. Cada uno de los pasos intermedios fue un martirio. Informaciones cruzadas, muy pocas respuestas, pocas vías para hacer el seguimiento. Si tu partida no está radicada en tu ciudad, el trámite para pedirlo demora aún más tiempo. Por momentos no sabes en dónde está tu expediente. Cuando llamas por teléfono te tratan en masculino. Hasta el último momento siempre fuiste registrada con tu nombre asignado al nacer. Vas a tener que aguantar. Muchas veces las personas no entienden de qué va tu trámite y vas a tener que explicarlo varias veces. Demasiadas. A mi lo que más me molestó en cada momento fue que me boludeen. Algunas personas cis tienen impreso el desdén hacia nosotras. Puede que no siempre sean violentxs, pero les damos una cosa entre pena y asco. Muchas veces sentí que me explicaban las cosas como a una tonta, que me mentían porque pensaban que yo me la iba a tragar. Cuando les decía que estaban discriminando, se exaltaban; no registran que esa forma de tratarte evidencia que se sienten en un lugar de superioridad. Hay que estar un poco preparada para eso, pero también alerta para cantar retruco. Hay que insistir, preguntar, anotar todo. Si yo no hubiera empujado cada momento del trámite, quizás todavía estaría esperando. De hecho, hubo momentos en que estaba aturdida y cansada, pero tenés que desbloquear ese enojo y convertirlo en algo útil.

Las burocracias estatales no están pensadas para nosotrxs. La Ley de Identidad de Género abre un resquicio que nos habilita un derecho, pero para acceder a él hay que atravesar una serie de procesos que no se imaginan nuestras existencias. Cosas tan simples como procurar llamarnos por nuestros nombres elegidos o respetar nuestros pronombres podrían implementarse en todos los pasos. El primer contacto para la rectificación puede que sea menos hostil porque se trata de la recepción del trámite en una oficina con empleadxs que conocen el proceso, pero luego nuestros expedientes atraviesan muchas instancias en donde las personas no saben cómo tratarnos. Estos son algunos problemas puntuales que pongo de ejemplo: siempre te piden el nombre “como figura en el DNI”, entonces apareces así registrada en turnos, llamados, en los sistemas de información y demás. Cuando fui al registro central me llamaron a través de unas pantallas que están a la vista de todxs y pusieron el nombre de mi DNI. Cada vez que llamé tuve que decir ese nombre. No hay forma de seguir el trámite virtualmente y si hay dos jurisdicciones involucradas, al parecer no dialogan entre ellas. En un momento del trámite yo debí ir al registro de la Ciudad de Buenos Aires, llamar desde mi teléfono al Registro de Salta  —la provincia en la que nací y donde viví hasta hace un año— y poner en diálogo al jefe de CABA con el de Salta. Un absurdo. No hay un protocolo claro para algunos casos, entonces dependes de la suerte o la buena voluntad. El decreto que habilita la X aún genera confusión y en muchos momentos equivocaban mi trámite con el de los documentos con X. Tuve bastante temor de terminar recibiendo un DNI con X, porque muchas veces lxs empleadxs del registro en lugar de preguntar, asumen. Al final de todo, cuando definitivamente tramitan tu DNI, deben adjuntar foto de tu viejo DNI cortado, roto. No sé cómo será para una persona cis, pero para mi, sumada a la incomodidad de tener un documento con un nombre y género distinto al mío, tuve que ir las últimas dos semanas al supermercado con un DNI roto y la constancia del trámite para poder pagar con tarjeta. Un montón.

Cuando inicié este proceso pensaba que podía servir de experimento y ver cómo funciona este trámite para una travesti “normal’”, que va al registro y solicita su rectificación sin más. Pero al tiempo me di cuenta que mi experiencia era única y privilegiada. Yo no sé cómo afrontaría este mismo trámite una compañera sin recursos materiales para perseguirlo, hacer llamadas, viajar a los registros, imprimir papeles. Además hay que tener sagacidad y astucia para saber por dónde entrarle a cada trámite y que puerta ir a golpear. Y sobre todo, un montón de energía emocional para tragarte los garrones y superar ese dolor. Hubo escenas en las que yo estuve más desencajada que nunca, gritando y llorando delante de perfectos desconocidos. Aunque la Ley de Identidad de Género no contempla la judicialización o patologización, la trama burocrática que la contiene termina operando como una autopsia, dónde estas obligada a desnudar tu sexo una y otra vez.

Escribo esta nota cómo un último desnudo. Es una manera de exorcizarme de esos enojos pero también de ponerle un cierre a una parte de mi propia historia. Cuando asumí hacer carne mi género y elegí este camino de incertidumbres rompí el vínculo con mi familia. No me gusta hablar de eso, pero me decepciona de maneras horribles. Sin embargo, ese simple documento de plástico que me costó seis meses de trámites y angustias también operaba en mi cabeza como una forma de clausurar el pasado. Nunca me gustó la metáfora de “volver a nacer” porque en mi experiencia siempre fui esta misma persona. Pero una tarde hablando con un amigo me preguntó qué nombres iba a escoger y si me iba a poner un segundo nombre. Yo la verdad que nunca había pensado mucho al respecto. Me había debatido lo de escoger entre una F y una X, pero la decisión fue pragmática: me interesa viajar y una F es menos lío. Mi nombre siempre fue Marce, no se si es un nombre elegido, sencillamente devino así. Entonces se me activó una fibra muy íntima y recordé el momento más bonito de mi infancia, lo cuento porque creo que quizás sirve para humanizar tanta burocracia, porque necesitamos que algo emocional se filtre entre tanto expediente.

Hace muchos años, durante una siesta calurosa en la que mi mamá no estaba en casa, me puse a revisar las cajas arrumbadas que guardaba en su habitación. Siempre me pareció fascinante revolver entre cosas viejas —no por nada estoy enamorada de los archivos—. En unas cajas de cartón polvorientas mi mamá guardaba diarios viejos, libros, unas copas de cristal que sólo usábamos en Navidad, zapatos y cachivaches. Aquella tarde encontré viejos discos de pasta. Los saqué y los puse sobre la cama y leía sus portadas. Uno de esos discos era “En tránsito” de Joan Manuel Serrat. Mi mamá adoraba a Serrat, en mi casa lo oíamos con frecuencia. Yo aún puedo cantar sus canciones de memoria. En un momento giré el disco y se cayó de entre su portada un papel, cómo en la películas. Era una carta. Mi mamá había escrito durante el embarazo una carta dirigida a mí. Me contaba cosas sobre la relación con mi padre, me deseaba cosas lindas, me hablaba con confianza de lo que sentía y de sus miedos. Hablaba sobre los nombres que deseaba ponerme. Yo, que no tenía más que 10 años, entendía cada una de esas emociones. Lloré. Guardé la carta de nuevo en la portada de ese disco y nunca mencioné nada. Durante años atesoré secretamente ese momento en que me llegaba por azar la carta que mi mamá me había escrito cuando ni siquiera había nacido. Hoy le pongo nombre a mi cuerpo con aquellas palabras: Marce Joan Butierrez, en tránsito.

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 Chonon Bensho: “En las ciudades veo mucha superficialidad”

 Chonon Bensho: “En las ciudades veo mucha superficialidad”

Por Noelia Carrazana y Claudia Castro

Chonon Bensho, artista ganadora del XII Concurso Nacional de Pintura del BCRP, conversa con La Antígona para hablar de arte en diferentes comunidades.

El 7 de febrero el Banco Central de Reserva del Perú anunció como ganadora del primer premio del XII Concurso Nacional de Pintura del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), a la artista Chonon Bensho por su obra “Inin Paro” (El río de los perfumes medicinales), elaborada con técnica de bordado de hilos sobre tocuyo. 

Chonon es una artista de 29 años, perteneciente a la nación shipibo-konibo. Esta nación se encuentra en los departamentos de Ucayali, Madre de Dios, Loreto y Huánuco. Según datos obtenidos por el Ministerio de Cultura, la población en las comunidades de este pueblo se estima en 32,964 habitantes, siendo uno de los más numerosos de la Amazonía peruana. 

El arte de esta cultura es su principal característica. La vienen desarrollando desde hace siglos. Sus textiles, cerámicas, bijouterías y tallados son muy característicos y llamativos. El arte shipibo se caracteriza por tener las formas geométricas que dibujan en sus pinturas o bordados. A esta práctica de pintar, bordar o tejer los shipibos la denominan como kené, palabra que en su lengua, significa diseño.

Si bien los shipibo son conocidos por las diferentes características de sus diseños, como todos los trabajos artísticos que provienen de las comunidades indígenas, muchas veces no son considerados arte, sino artesanía. Mucho menos son valoradas y premiadas estas obras. Hablamos con Chonon para que nos comente su perspectiva al respecto, así como de su cultura y comunidad. 

¿Quién es Chonon Bensho?

Me llamo Chonon Bensho. Significa golondrina de los campos medicinales, soy de la comunidad nativa de Santa Clara de Yarinacocha, Ucayali, Perú. Soy artista visual. Este año he ganado el XII Concurso Nacional de Pintura. Estoy muy contenta de haberlo ganado. Soy la primera mujer indígena que lo ha conseguido, que me reconozcan artista, para mí es una alegría. Y que nos reconozcan así, como artista.

¿Cuántos años tenías cuando ingresaste a la escuela de arte y por qué?

Cuando tenía 22 años entré a la escuela de Bellas Artes de Pucallpa, que queda cerca de la comunidad.  Cuando ingresé no sabía pintar, no sabía las perspectivas, pero sí sabía hacer cerámica, bordar y las mostacillas. Para poder conectarme con la pintura me esforcé bastante. Fue algo nuevo porque nunca había tocado ni un pincel. Gracias a las enseñanzas aprendí sobre la pintura, lo que hago ahora es equilibrar mi arte y mi conocimiento ancestral con este conocimiento que me enseñaron en esta escuela.

Lo que me hizo salir adelante fue que siempre tuve presente a mis abuelos. Comencé a trabajar con los conocimientos de mis ancestros desde que me comenzaron a curar con las plantas. En la niñez y juventud nuestras madres nos enseñan a hacer los diseños para no perderlos y tenerlos siempre presentes. Como mujeres indígenas, necesitamos salir de nuestras comunidades, conocer otras culturas y tener esa unión con otras personas, que nos valoren a nosotros. 

¿Para ti qué es arte y artesanía?

Cuando mi madre vendía, veía artesanía. Lo que hacían mis abuelas, veía que no era simple artesanía. Era algo que ellas sabían que otras personas no podían hacer. Era arte que se expresaba desde el fondo de sus corazones. Eso no lo puede entender la gente que ve de lejos. Ellos lo ven como artesanía porque no están ahí presentes, cuando ellas construyen sus propias artes.

¿Qué es lo que quieres mostrar en tus obras?

Lo que yo hago es político, pero a su vez, sin violencia. Es una política con amor, con transparencia, que muestra la belleza de los abuelos. Así podemos lograr una armonía a base de una política en la que este concepto tenga amor, comprensión, diálogo, equilibrio y el respeto a todos los seres que nos rodean. 

Como indígenas que somos, nuestros abuelos siempre han sido personas que respetaban la naturaleza. Tenía este contacto, diálogo y comprensión.  Los abuelos mostraban su humanidad y el respeto hacia los demás, no importa si eran peces, animales o árboles. Mi trabajo es básicamente eso: respeto, unión y complementación entre nosotros.

¿Cómo es el comportamiento en la comunidad? ¿Qué sientes cuando personas de afuera visitan tu comunidad?

Hay mucho machismo en las comunidades, por más que las mujeres estamos saliendo adelante. (Además) es mucho el alcoholismo. Lo único que quieren es tener una moto y hacer bulla sin respeto hacia el prójimo. En las ciudades veo mucha superficialidad. Hay mucha desconexión con uno mismo. Lo peor y lo triste es que no hay ese respeto hacia los abuelos. 

Cuando un antropólogo llega y expresa nada más lo que él siente. Empieza a escribir sus propias ideas. Hablan y dicen con sus propias palabras: “Yo investigué esto, yo hice esto…yo y yo”. No hay esa persona que le está diciendo, sino que el antropólogo va y dice “yo hice eso, yo conocía a esta persona”. No escuchan a los abuelos, no los hacen hablar a ellos. 

¿Por qué son tan importantes los abuelos?

Ellos guardan muchos conocimientos. Los pueblos indígenas no somos mejores que otros. Tenemos lo bueno y lo malo, pero siempre hay que rescatar lo bueno que nos pueden enseñar. Cuando no están los abuelos siempre están en nuestros sueños.  Estos se vuelven puros porque desde allí nos siguen enseñando.

Comencé a trabajar con los conocimientos de mis ancestros cuando me comenzaron a curar con las plantas desde que nací. En la niñez y juventud nuestras madres nos enseñan a hacer los diseños para no perderlos y tenerlos siempre presentes.

¿Qué piensas que genera tu arte en la gente?

Muchos a veces me han preguntado ¿por qué tu trabajo es tan simple? Yo digo que en ella expreso mi corazón, mi alma, no puedo enredarme. Soy libre y no vivo en diferentes mundos. Yo me expreso de tal manera, y si a alguien le parece mi sencillez muy aburrida, qué puedo hacer. También hay personas que se conectan, cuando van a mis muestras  me agradecen y dicen que se han conectado y que se sienten bien.

¿Cuánto tardas en realizar tus obras?

Si hago una pintura de dos metros y medio por dos, tardo como 6 meses. Siempre hago a mi ritmo, eso en  pintura y dibujo. En el bordado sí me demoró bastante, lo haces más calmado, no es como en la pintura. En un bordado de 2 metros por dos, demoro un año. Es muy trabajoso, pero al mismo tiempo es algo que lo haces con todo tu corazón y que salga lo mejor de ti. Lo bueno es que cuando te conectas con eso, te sientes aliviado de expresar lo que llevas dentro.

¿Cuáles son tus proyectos a futuro?

Ahora estamos haciendo la reforestación con mi familia. Hace como 10 años hemos empezado con mi esposo y después se unieron mis hermanas para ayudarnos. Esperemos que nos vaya bien con la reforestación y con los trabajos que seguimos haciendo. Mi abuelo sin querer se puso a criar vacas para que sus hijos vayan a la universidad, entonces cortaron árboles, sacaron todo y ahora estamos reforestando de nuevo.Algunos árboles que hemos sembrado ya están grandes y me alegra bastante. Vienen de nuevo los monitos a comer fruta. Es algo que mi mamá siempre quiso. Particularmente a mí me encanta sembrar plantas y  flores.

También este año tengo una exposición junto con mi esposo en el Centro Cultural de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega. Para el 2023 tengo otra exposición.

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