En un contexto aún hostil para las artistas mujeres, iniciativas como la del colectivo escénico Las Crías son un oasis en medio del desierto. Tras una exitosa primera edición, el taller artístico Peruanas Creadoras tendrá lugar por segunda vez este y el próximo fin de semana y serán 12 las mujeres beneficiadas no solo por las herramientas impartidas, sino por el espacio de encuentro, escucha y creación colectiva.
La historia es de nunca acabar. Desde la ausencia de mujeres en cargos de decisión hasta las distintas denuncias por acoso y otras formas de violencia de género demuestran que el ámbito de las artes escénicas en nuestro país sigue sin ser un espacio que propicie la participación de todos de manera equitativa. En un contexto en el que la libertad creativa y la expresión están en juego, los lugares seguros son cada vez más necesarios.
IMAGEN: Instagram colectivo escénico Las Crías
Alejandra Campos, Carla Valdivia y Roxana Rodríguez lo descubrieron desde que empezaron a ejercer su carrera como actrices. “Es una profesión que requiere mucha gestión personal, entonces pensamos en que había pocas probabilidades de que nos llamen porque somos mujeres y las oportunidades se van cerrando un poco más”, cuenta Campos. Ese fue el motivo por el que, luego de conocerse en el Taller de Formación Actoral de Roberto Ángeles, las tres decidieron fundar el colectivo Las Crías en febrero del 2017.
IMAGEN: Instagram colectivo escénico Las Crías
El resto se dio naturalmente. Abordar temas de género no fue algo que como colectivo decidieron, sino que surgió en el proceso de hacer teatro desde sus propias experiencias, deseos y visiones del mundo. Al descubrir que las obras que ponían en escena eran historias de mujeres como Ofelia no estaba loca o Una breve historia sobre cómo llegamos aquí, se les ocurrió la idea de crear un espacio exclusivamente femenino en el que más allá de exhibir arte, pudieran compartir herramientas artísticas y crear en comunidad.
Fue así que nació Peruanas Creadoras, un taller y espacio de articulación que tiene como objetivo dotar de recursos artísticos principalmente a aquellas mujeres que, por sus profesiones, no se dedican al arte o no encuentran dónde hacerlo. La vulnerabilidad que implica la creación desde las propias vivencias fue lo que las motivó a decidir que este espacio sea exclusivamente femenino, pues de acuerdo a Campos, los espacios públicos son en su mayoría patriarcales.
Valdivia considera que “hay que generar redes para apoyarnos y protegernos, espacios donde poder compartir nuestra voz y difundir lo que no está bien, para que no vuelva a ocurrir”. Asimismo, con esta iniciativa esperan contribuir a la democratización de las artes. “Hasta ahora sigue siendo algo muy elitista”, advierte Campos.
A pesar de que Peruanas Creadoras era una propuesta que el colectivo quería ofrecer a diferentes instituciones de manera presencial, la pandemia llegó y trajo consigo circunstancias particulares para las artes escénicas. Afortunadamente, no todo fue negativo, ya que Las Crías resultaron ganadoras de las Líneas de Apoyo para la Cultura que el Ministerio de Cultura otorgó en el contexto de la COVID-19 a distintas organizaciones culturales.
Este aporte económico les permitió llevar a cabo la primera edición del encuentro virtual, que recibió más de 150 postulaciones. La difícil tarea de filtraje que emprendieron las llevó a priorizar a las mujeres sin educación superior y apuntar a la diversidad de edad, profesiones y lugares de procedencia. Finalmente, fueron 12 las elegidas para la iniciativa. Y si bien el taller fue impartido por ellas, coinciden que se trató de un proceso de retroalimentación del que también aprendieron.
“Uno de los mayores aprendizajes ha sido darme cuenta de lo vinculadas que estamos desde ser mujeres, y cuán importante es generar espacios donde podamos construir representación. Hay poder en abrirnos y reafirmar quiénes somos”, detalla Valdivia. Y es que al ser el arte una disciplina que trabaja con los cuerpos y sensibilidad de las personas, el esfuerzo por garantizar la seguridad debe ser aún mayor.
Siguiendo ese enfoque, el colectivo lanzó recientemente la segunda edición de Peruanas Creadoras, que esta vez tendrá lugar de manera virtual el 13, 14, 20 y 21 de noviembre. Debido a temas logísticos, la convocatoria se realizó en Lima con 12 mujeres que tendrán la oportunidad de explorar sus imaginarios y crear de manera conjunta desde tres áreas: la escritura, las artes escénicas y las artes plásticas.
IMAGEN: Instagram colectivo escénico Las Crías
Puño y letra
En una primera parte del encuentro, las participantes exploran el mundo de la escritura creativa. “Trabajamos con diferentes disparadores, puede ser una carta, una canción, una imagen, una noticia y, a partir de ello, con la historia que la participante quiera compartir”, precisa Campos. Así, los ejercicios de esta área parten de la memoria y la historia personal.
Carla Valdivia, quien guía el proceso de escritura, es dramaturga y guionista independiente. Para ella, la escritura genera una conexión única con quien la ejerce y la dota de libertad para expresar lo que desee dentro de las páginas que hay que llenar. “Para mí, es importante que las mujeres puedan tomar conciencia de que sus historias son valiosas y únicas y que siempre merecen ser contadas”, comenta la artista.
Es por ello que Peruanas Creadoras termina conformando un espacio enriquecedor donde, explica Campos, todas aprenden de las experiencias e historias de vida de sus compañeras. Aparte de los puntos de encuentro que genera la escucha, la representación de mujeres en el arte es también una brecha que este ámbito de la iniciativa aborda.
Valdivia recuerda que mientras crecía no tenía a la mano literatura hecha por mujeres, lo que la llevaba a pensar que ser escritora no era realista, por lo que considera primordial que contemos con mayor representación. Además, el costo creativo de que nuestras creaciones y vivencias no sean conocidas es alto. “Si no tenemos historias escritas por nosotras, entonces nuestra historia es contada desde otros, o ni siquiera existe. Se nos desaparece”, señala la dramaturga.
En escena
“Todo se puede convertir en teatro”, sostiene Campos. El área de Peruanas Creadoras que ella como actriz y gestora guía, es la de trabajo escénico desde el juego. Y, efectivamente, consiste en escenificar las historias escritas que se generaron considerando los talentos que las participantes tienen, que pueden ir desde silbar hasta bailar: “Así creas que no tienes habilidad, puedes partir de eso y vas a ver que todo puede ser un hecho escénico”.
Además, las herramientas escénicas son también usadas en una primera etapa con el objetivo de generar confianza intergrupal. Así, Alejandra guía los ejercicios de juego teatral iniciales que buscan romper el hielo y remitir a la infancia. “Cuando éramos niños, dejábamos el roche de lado, y si conocías a alguien en el parque, ya era tu mejor amigo. Cuando estamos a ese nivel, empezamos nuestro trabajo, porque si no confío en lo que voy a soltar o en lo que me pueda dar mi compañera, no se puede crear mucho”, precisa.
IMAGEN: Instagram colectivo escénico Las Crías
Si bien los recursos compartidos por las facilitadoras cumplen con su objetivo dentro del evento, lo cierto es que estos terminan siendo útiles para distintos aspectos de sus vidas. Por ejemplo, Campos menciona que en la actualidad las habilidades blandas son mejor valoradas en el mundo laboral. En ese sentido, cuenta que la práctica de muchos ejercicios teatrales contribuyen a desarrollar confianza, dominio escénico, dicción, proyección y volumen de la voz, entre otras habilidades.
Pero para ella, lo más valioso es la conciencia que se adquiere sobre el propio cuerpo y de lo que se puede hacer con él, así como la empatía y la comprensión del otro. “En el teatro, ves las características de un personaje, su psicología, y tratas de desentrañar sus acciones para luego plasmarlo con tu cuerpo. A mí me ha motivado a cuestionarme por qué las personas se comportan de determinada manera en la vida diaria”, reflexiona.
Creación conjunta
Las cuatro jornadas del encuentro finalizan con la creación de un quipu grupal que carga con los relatos de las creadoras, proceso guiado por la escultora y profesora de arte Alejandra Ortiz de Zevallos. Es un ejercicio en el que las participantes aprenden a trenzar a seis cabos, lo que genera un patrón visual que es distinto en cada caso. Cada creadora hace dos trenzas: una con la que se queda y otra para entregarla al grupo.
IMAGEN: Instagram colectivo escénico Las Crías
“Cuando pensamos en la pieza final, queríamos un objeto que cuente historias, que simbolice comunidad y redes, entonces pensamos en tejido, en hilos, en redes que se van tejiendo por todo el país”, explicaba Campos en el video final de la primera edición del encuentro. Para ellas, la colectividad en el arte es importante. “Sobre todo si somos mujeres, hay que cuidarnos entre nosotras”, añade.
Es así que el quipu grupal termina representando la idea central del encuentro: el aprendizaje en comunidad. “Realmente creo que necesitamos cultivar más espacios colectivos y transdisciplinares que nos permitan aprender de otra manera. Vivimos en un mundo demasiado individualizado que nos ha llevado a un egocentrismo muy nocivo y como artistas tenemos que trabajar juntos”, comenta Ortiz de Zevallos.
El colectivo escénico Las Crías ideó el taller de tal manera que se caracterice por la continuidad. Es así que ese primer quipu seguirá completándose con el que produzcan las mujeres de la segunda edición. Además, esperan poder realizar más ediciones de la iniciativa incluso en formato presencial, como fue pensado originalmente. No obstante, por ahora dependen del financiamiento de instituciones que deseen apostar por su proyecto.
“Yo aprendo contigo si es que tú aprendes conmigo”, es una célebre frase de la filósofa española Marina Garcés y es la primera que viene a la mente de Ortiz cuando piensa en la importancia de iniciativas como la que lidera junto a sus compañeras. En su opinión, hay valor en las historias, experiencias y formas de hacer que cada creadora trae a la mesa, lo que propicia el intercambio entre todas. “El aprendizaje solo sucede en el encuentro”, resalta.
Campos piensa en su yo universitario y en las herramientas que no tenía en ese entonces, y aun así sabe que desconoce la reacción que tendría si en la actualidad se enfrentara a una situación de vulneración. Ella cree que lograr que el arte sea un espacio seguro para las mujeres depende de la educación y del progresivo ingreso de nuevas generaciones a las esferas más altas de nuestra industria cultural. Sin lugar a dudas, espacios como Peruanas Creadoras hacen que la espera no sea tan solitaria.
Retratos de enfermeras de diversas especialidades en Trujillo. FOTO: Arturo Gutarra/ La Antígona
A pesar de las dolorosas pérdidas suscitadas durante la primera y segunda ola de coronavirus, el personal de salud continúa de pie ante las adversidades. En esta ocasión, La Antígona retrata los rostros de seis valientes mujeres que combaten contra esta peligrosa enfermedad en primera línea: enfermeras con especialidades distintas que laboran en la ciudad de Trujillo, una de las ciudades más afectadas por el virus.
Hasta el último reporte dado por la Gerencia Regional de Salud La Libertad (GERESA) este último 29 de octubre, son 128,271 los casos positivos a la COVID-19 en la región, de los cuales, un total de 10,125 fallecieron entre la 1ʳᵃ y 2ᵈᵃ ola. Seis testigos de estos trágicos hechos nos revelan las vivencias íntimas a las que se enfrentan a diario para contener esta pandemia mundial.
Enfermera Giovanna Trujillo. FOTO: Arturo Gutarra/ La Antígona
1. “TUVIMOS QUE AMPLIAR NUESTRA SALA”, Giovanna Trujillo (47).
Giovanna lleva 15 años en la sala de hemodiálisis, al grado de conocer de memoria las transfusiones de sangre que con mucho cuidado y profesionalismo viene ejerciendo. Con la llegada de la COVID-19 a la ciudad, el hospital donde labora tuvo que ampliar el espacio mediano para mantener la distancia recomendada; es decir, el metro y medio.
“Al inicio hubo contagio entre pacientes y enfermeras; sin embargo, gracias a la vacuna, ha disminuido la alta demanda de contagiados en esta área”, indica Giovanna.
Enfermera Bety Cruzado. FOTO: Arturo Gutarra/ La Antígona
2. “SOMOS DOS MUJERES EN UNA OBRA DE 60 OBREROS”, Bety Cruzado (34).
Existen ocasiones en las que el personal masculino toma una actitud de fortachón cuando de obras se trata. En el área de enfermería, específicamente en el tópico, se encuentra laborando Bety, quien —hasta el momento— atendió a ocho obreros con cortes de riesgo menor, y malestares propios del trabajo. Sin embargo, trabajar con 60 obreros no es nada fácil: «Es complicado manejar el carácter y actitudes de los caballeros, pero se trata de lidiar con ello», señala con cautela Cruzado.
Aunque Bety no se encuentra en primera línea, para ella, el área de salud es muy bonita, la enfermería ocupacional es muy amplia, y no solo se trata de curar heridas en obra: es poder cuidar y prevenir.
Enfermera Yessenia Rosario. FOTO: Arturo Gutarra/ La Antígona
3.“80 A 120 PACIENTES POR DÍA HEMOS ESTADO ATENDIENDO”, Yessenia Rosario (47).
Por su parte, Yessenia solía escuchar los llamados de los pacientes internos luego de operaciones exitosas en los hospitales antes que inicie la pandemia. Pese a que era difícil dar un alto a los contagios por varios motivos, entre ellos la desobediencia, los centros de salud optaron por poner en carpas oscuras el triaje diferenciado contra la COVID-19.
«Nuestro objetivo era atenderlos y derivarlos al hospital regional. Los síntomas de los pacientes son dolor de cabeza, garganta y fiebre”, puntualiza Yessenia.
Enfermera Cindy Acosta. FOTO: Arturo Gutarra/ La Antígona
4. “NO ABRAZAR A MI HIJA ERA UNA TORTURA”, Cindy Acosta (36)
Cuando se dio la inmovilización social a nivel nacional, no había transporte para movilizarse. Y aunque algunos taxistas consiguieron permiso laboral, muchos no se atrevían a trasladar al personal de salud a sus centros de atención por temor al contagio. Tal fue el caso de Cindy.
En una conversación con La Antígona, ella manifestó que tenía que caminar una distancia aproximada de 8,9 kilómetros desde su vivienda hacia la salida de Trujillo para el distrito de Moche. Aunque, confiesa, lo peor de todo fue continuar sin abrazar a su hija de cuatro años por temor a que se contagie. Fueron días sumamente inciertos los que se vivieron durante las primeras olas de la COVID-19 para Cindy.
Enfermera María Marín. FOTO: Arturo Gutarra/ La Antígona
5. “MAMITA, RENUNCIA, NO VAYAS”, María Marín (54).
Con más de cinco décadas en su haber, Maria no imaginaba que tendría que convivir con un virus tan mortal como el SARS-CoV-2. Sin embargo, su vocación por salvar vidas le animó a continuar con sus labores en su centro de salud en el distrito de Moche: “Solía ver jovencitos sin mascarilla deambulando por las calles, pero cuando decimos algo nos insultan”, manifiesta con dolor.
A pesar del gran riesgo al que estaba expuesta, haber seguido los cuidados de bioseguridad mantuvieron a salvo a Marin. “Mis hijos me rogaban, hasta lloraban cuando salía de casa a dirigirme a acompañar a vacunar casa por casa”, recuerda con claridad Maria.
Enfermera Mercedes Almendras. FOTO: Arturo Gutarra/ La Antígona
6. “LAS SECUELAS DEL COVID SON MORTALES”, Mercedes Almendras (46).
Las recomendaciones de la enfermera Almendras para atención en vivienda por COVID-19 fueron en aumento durante la segunda ola: a diario tenía a cargo un promedio de 18 pacientes no mayores de 35 años. Aunque hoy en día los casos por COVID-19 han descendido, las secuelas son muy peligrosas, advierte Mercedes. “Me ha tocado atender pacientes en estado crítico, con daños neurocerebrales, insuficiencia renal y, en oportunidades, a pacientes con pre-infarto”.
No había un día de descanso. Las llamadas por la madrugada de desesperadas familias con pacientes infectados en casa aumentaban debido a que los hospitales COVID se encuentran en colapso. No había camillas, ni personal de salud suficiente para atender la alta demanda de contagio.
La recomendación de las protagonistas de este informe a la ciudadanía y a futuros y futuras profesionales de la salud es seguir cuidándose de las nuevas variantes. Ellas no descartan que el virus pueda continuar mutando, por lo cual se pide el uso correcto de la mascarilla y mantener el distanciamiento.
*Se prefirió mantener en anonimato los centros de salud.
Esposos beneficiados en la 1ra Reforma Agraria. FOTO: Arturo Gutarra/ La Antígona
“La tierra es para quien la trabaja”. Bajo ese lema se inició la 1ʳᵃ Reforma Agraria por el ya lejano 1968. En aquel entonces, el presidente Juan Velasco Alvarado anunció esta medida. La misma que permitió beneficiar a las y los campesinos. Ellos que eran sometidos a largas horas de jornada laboral.
Los esposos Catalina Serin y Román Pastor tienen 54 años de casados. “Nos veíamos muy seguido a la hora del almuerzo luego de cosechar papa en el caserío, hoy distrito de Sarín, en Huamachuco. Teníamos un lindo vínculo, y a los 17 años decidimos juntarnos”, recuerdan con alegría.
La falta del crecimiento de los frutos hizo que decidieran partir hacia el convento de Santo Domingo para poder vivir. Don Pastor consiguió un trabajo y Catalina se dedicó al sembrado de maracuyás, palta, mango, plátano, carambola y maíz en sus chacras.
Sin embargo, en la arrienda SantaVictoria, donde los dueños eran la familia Ganoza, ganaba ocho soles de plata semanales en una jornada laboral de 24 horas. Esto animó a los esposos a organizar un sindicato y reclamar al patrón que se les aumente el salario. Con ello lograron que se les incremente el sueldo a 15 soles de plata.
La reforma puesta en marcha benefició a cientos de campesinos del sector. Aun cuando los precios de compra en las tierras se basaban en un kilo de maracuyás a un sol. O un ciento de paltas a 200 soles, precio que no era suficiente para sustentar diariamente a la familia. Cuando los cultivos no daban fruto los animales también eran puestos en venta
Luego del anuncio en Cusco por parte del presidente Pedro Castillo sobre la 2ᵈᵃ Reforma Agraria, Katalina no pierde las esperanzas de que puedan mejorar sus ingresos. Es necesario un mercado en donde puedan poner el precio real de sus cultivos. “Si hay facilidad para poder vender, nos ayudará a todos los campesinos. El negociante gana el doble de lo que siembra; por ejemplo, la palta dura un año para que coseche, el negociante viene, se lo lleva y al día siguiente ya lo está vendiendo”, relata Catalina para La Antígona.
Al cierre de esta nota, Román Pastor se encontraba internado en el hospital. El amable hombre fue operado de emergencia. Actualmente, se encuentra en recuperación.
A continuación, imágenes de los esposos y sus vivencias.
La historia de la música criolla presenta entre sus representantes a una gran cantidad de hombres y mujeres que aportaron al desarrollo del género musical con sus composiciones y sus versos. Sin embargo, existen personajes, mujeres en particular, que no reciben el reconocimiento que deberían tener luego de haber dedicado buena parte de su vida al arte.
Rodrigo Sarmiento, historiador y biógrafo de Chabuca Granda, una de las mujeres más importantes de la historia de la música criolla, considera que la participación de las mujeres en el desarrollo de este género musical ha sido reducida y hasta omitida por completo.
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“Me sigue pareciendo importante resaltar justamente, cómo es que más allá de esta invisibilización o incluso más allá de lo difícil que puede haber sido las circunstancias para su participación, hay un grupo importante de mujeres en lo que podemos llamar “el nacimiento de la canción popular limeña moderna”, indicó Sarmiento, que además reconoció que, entre las figuras femeninas de mayor relevancia en ese aspecto, se encuentra el nombre de Rosa Mercedes Ayarza.
Rosa Mercedes Ayarza, fue una compositora, maestra de canto y difusora de la música peruana nacida en 1881 y gracias a quien se conoce lo más antiguo del repertorio musical criollo del Perú debido al rescate de melodías populares, que eran incorporadas en sus composiciones propias como los pregones, su obra más famosa.
Rosa Mercedes Ayarza. Foto: Bicentenario Perú
“Es a través de su hermano, Alejandro Ayarza, que Rosa Mercedes accede a un grupo de cantantes, de artistas y guitarristas, y comienza a transcribir. Gracias a ella se han salvado, “La morfina”, “El socavón”, “El Toro Mata”. En fin, un rico acervo a partir del cual luego se va a seguir reconstruyendo la historia musical peruana”, asegura Rodrigo Sarmiento.
Incluso llegó a ser reconocida como la mejor pianista del momento en Sudamérica por distinguidos críticos y maestros de esa época. En 1909 recibió grandes elogios por parte de especialistas de la época luego de su Concierto en La, de Schumann, para piano y orquesta.
Este año en julio, Ayarza recibió un homenaje póstumo por parte del Ministerio de Cultura y el Proyecto Bicentenario con un concierto en el Gran Teatro Nacional a cargo de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil Bicentenario y el Coro Nacional del Perú.
Sin embargo, así como Rosa Mercedes Ayarza, no todas las mujeres que llegaron a asumir un rol importante en la historia de la música criolla, llegaron a ser conocidas por eso. Ese es el caso de Zoila Bustamante, cuyo aporte no es reconocido a día de hoy, según Rodrigo Sarmiento.
Según el historiador, Abelardo Gamarra, reconocido como uno de los padres de la música criolla y compositor del primer vals costeño en 1884, no fue el creador de la letra de esa canción. Fue una adaptación de un poema español ya existente.
“No se habla del otro personaje del cuento, que es la prima, Zoila Bustamante. Lo único que ha trascendido por ahí es que era una mujer rubia y hermosa como si eso fuese importante en la historia”
En general, más allá del reconocimiento actual que se les da a exponentes de la música criolla como Eva Ayllón, Bartola, Lucía de la Cruz, entre otras; es necesario retroceder en el tiempo y reivindicar el aporte que otras mujeres pudieron dar para enriquecer a este género musical tan representativo de la peruanidad.
Con 19 años, Yumiko Tanabe Cáceres ya sabe lo que significa representar internacionalmente a su país. Medalla de oro en la Copa Panamericana Junior 2021, la joven judoca peruana nos cuenta acerca de su lucha contra los prejuicios de género en el deporte y la empatía que este le ha enseñado. El 28 de octubre se celebró el Día Nacional del Judo, es por ello que la judoca peruana se reunió con La Antígona para comentar su pasión por esta disciplina, así como los cambios que esta ha tenido en el país.
Ella lleva practicando judo desde hace 10 años, en los cuales ha tenido experiencias que van desde cumplir con una tradición familiar hasta llegar a representar internacionalmente al Perú. Esta carrera, sin embargo, no es extraña a los retos. Al ser una mujer en un deporte de contacto, los comentarios problemáticos pueden hacerse presentes ocasionalmente. Yumiko Tanabe, no obstante, no deja que este problema la detenga, pues ella confía en sus habilidades y su entrenamiento.
¿Cómo iniciaste en el judo? ¿Qué es lo que te llamó la atención acerca de esta disciplina?
Todo comenzó como una tradición familiar; mi abuelo y mi papá practicaban judo, así que cuando tenía nueve años, me dijeron que me inscribiera en judo en el AELU. Al comienzo, no me gustó porque me daba pereza, pero con el paso del tiempo, empezó a gustarme. Los primeros campeonatos, medallas y reconocimientos me motivaban cada vez más a seguir con el deporte. Ahora, con disciplina y ayuda de mis profesores y amigos, sigo vigente, y todavía tengo para dar.
¿Cuáles son las mejores experiencias que has tenido en tu carrera?
Cuando salgo a representar ya no solo a un club, sino al país entero. Es una experiencia satisfactoria, especialmente si ganas una medalla, independientemente si es de oro, plata o bronce. Una sabe que, detrás de cada combate, hay bastante preparación, pero con el tiempo también te vas dando cuenta de lo que puedes ir mejorando.
¿Cómo has percibido el apoyo del país al deporte?
Con el paso del tiempo, ha mejorado la ayuda. Antes, solíamos tener un espacio pequeño, con cuatro máquinas. Ahora que el apoyo es mejor, tenemos colchonetas más grandes y más espacio para entrenar. También actualmente contamos con fisioterapeutas, nutricionistas y un régimen muy útil. Eso nos motiva significativamente.
El judo, al ser un deporte de contacto, puede tener estigmas relacionados al género de la persona que lo practica ¿Has tenido experiencias relacionadas a este problema?
Practicando en Perú, no tanto. En otros países, separan más frecuentemente por géneros al entrenar, pero aquí lo hacemos de manera mixta. Sin embargo, también he presenciado este problema cuando he visitado otros clubes para clases conjuntas, en donde me han dicho que no puedo entrenar con un hombre porque es más fuerte. Son situaciones demasiado incómodas. Muchos se ríen, pero dentro de todo nos afecta.
¿Crees que entrenar siempre de manera mixta ha afectado tu percepción del deporte?
Yo siempre he tenido un punto de vista muy diferente: pienso que “si él puede hacer esto, ¿por qué yo no?’’. He visto profesores que sí han sido más problemáticos con el tema del género; me separaban a mí por ser mujer. Sin embargo, mi papá siempre me decía que si incluso hay 10 mujeres y 20 hombres, tengo que seguir adelante, porque de eso se aprende. Los dos tenemos dos brazos y dos piernas, y conocemos el potencial que podemos dar. Entonces, a veces peleo con hombres más pesados que yo, y sé que puedo rendir más, porque no se trata siempre de la fuerza, sino del grado de entrenamiento que tienes.
Si bien mencionas que no está tan generalizado, ¿qué harías tú para contribuir a que el problema del machismo en este deporte no siga?
Una vez en un entrenamiento me dijeron “ya pareces hombre’’, en el sentido de que soy fuerte. Yo les enfrenté, diciendo que no tenía sentido lo que decían. Hoy en día, formatear ese chip es muy difícil, porque son ideas cerradas, pero es posible. Se podría tener mucha más gente que piense diferente para que personas con mente cerradas tendrán que cambiar su pensamiento, porque el apoyo a la igualdad de género será más normalizado.
¿Para ti qué significado tiene el judo en tu vida?
Me ha enseñado mucho: desde la tolerancia, la disciplina, el respeto hasta ser quien soy. Yo de pequeña era malcriada, respondona, pero el judo me enseñó valores, me cambió bastante como persona. Más que darme reconocimientos, el judo me ha dado compañerismo, me ha hecho empática. Me gustaría que más gente practique este o cualquier otro deporte, porque te da una disciplina que más adelante te da resultados que te motivan a seguir adelante por ti misma y por las personas que te rodean.