“Aprendimos que cuando las mujeres emprenden su entorno mejora”

“Aprendimos que cuando las mujeres emprenden su entorno mejora”

Por Aylinn Siñas

emprendimiento
Arte por Adriana Velásquez

Vanessa Galván, gerente en Natuterapia nos narra cómo fue el camino para crear un emprendimiento familiar. Ella y su madre, nos motivan a luchar por nuestros sueños con su historia.

«Soy Vanessa Galván, gerente de comunicación de Natuterapia, un emprendimiento familiar peruano-venezolano que se especializa en la fabricación y venta de almohadillas. Estas, están elaboradas a base de semillas de trigo y hierbas medicinales. Son elaboradas artesanalmente y son amigables con el ambiente. 

La idea surgió cuando mi abuelita llegó de Caracas a Lima. Ella no estaba acostumbrada al frío y al ser una persona mayor empezó a sufrir de dolores musculares. Eso nos preocupó como familia y empezamos a investigar sobre soluciones alternativas para apaciguar estos dolores. Decidimos hacer compresas y experimentar con las hierbas y los aromas. Mi mamá es bióloga. Su sabiduría fue pieza clave en el emprendimiento ya que ella encontró el aroma ideal. Mi abuela sintió un alivio tremendo. Es por ello que decidimos ofrecer esta alternativa natural. Todo gracias al ingenio de mi madre.

Ella es migrante venezolana y tiene 51 años. En Venezuela, mi madre era gerenta de una empresa muy importante, tenía mucha experiencia laboral. Sin embargo, cuando ella llegó al Perú no conseguía trabajo en nada. La necesidad la empujó a realizar este emprendimiento y hacer que sea sostenible para la familia. En el camino, aprendimos que cuando las mujeres emprenden, su entorno mejora. Como madres suelen invertir el dinero en educación y salud. Mi mamá es un ejemplo de que sí se puede luchar por nuestros sueños.

En el 2019 comenzamos a vender, pero muy pocas unidades. Vendíamos una almohadilla semanal. Al iniciar la pandemia nos asustamos muchísimo porque sentíamos que no era coherente vender las almohadillas en esta situación de crisis. Sin embargo, percibimos que nuestro producto estaba muy alineado con las necesidades de las personas en ese momento, tales como el estrés del teletrabajo o por estar mucho tiempo sentados.

Obtuvimos reconocimientos por la organización Academia para Mujeres Emprendedoras AWE Lima. Mi madre presentó su modelo de negocio y fuimos acreedores de un fondo por ser uno de los mejores emprendimientos del programa. Es por ello que compramos nuestra primera máquina de coser industrial. Actualmente estamos becadas en el Programa de Aceleración de Emprende UP de la Universidad del Pacífico. También nos encontramos en el catálogo del Ministerio del Ambiente.

Nos gustaría abrirnos al mercado regional y, de ser posible, al internacional. No obstante, uno de nuestros objetivos sociales es que las futuras personas que nos apoyen en nuestro proceso productivo sean mujeres venezolanas mayores de cuarenta años. Nosotras, hemos notado que  este, es un grupo etario que ha sido desplazado del mercado laboral. Es importante que se integren y puedan generar ingresos para tener una independencia económica»

“La enfermería es el corazón del hospital”

“La enfermería es el corazón del hospital”

Por Adriana Velásquez

Foto: Adriana Velásquez

Rossivell Carpio, interna de enfermería en el Hospital de Apoyo en Carabayllo.

“Desde muy pequeña tenía muy en claro que quería escoger un área de la salud. Pero en base a una experiencia que tuve hace un par de años, me di cuenta de que la esencia del cuidado era algo placentero. Mi hermana en ese tiempo sufrió un accidente. Yo había salido del colegio, tenía aproximadamente 17 años y mi hermana tenía 10 años. Éramos muy chiquitas y sentí miedo al momento de intervenir pero creo que fue un acto involuntario porque se desangraba, tenía una hemorragia y en ese momento, debido a la experiencia que tenía por los talleres de primeros auxilios a los que me matriculaba pude reaccionar rápido, aún sin ser estudiante, y salvé a mi hermana. En todo este proceso, al entrar en la clínica y ver a enfermeros y enfermeras que estaban atendiendo a mi hermana dije: Esto es lo que yo quiero. 

Tanto el enfermero, el médico, distintos profesionales de la salud como el técnico en enfermería, la obstetra, el tecnólogo, el farmacéutico… Todos cumplimos una labor muy importante, todos somos un equipo. No es que haya una escala en la cual el médico es el que manda y es el superior a todos. Yo he visto una brecha entre médicos, enfermeros y otros profesionales. Entonces si dentro de nuestro trabajo existen esas brechas, las demás personas también creen en eso.

Lo que he observado ahora durante mi internado es que hay muchas personas como yo, jóvenes estudiantes, que tienen una mentalidad muy diferente con respecto a quienes piensan que el médico es superior y siempre va a ser el jefe. Estos jóvenes son de distintas carreras y ellos nos dicen: “Ustedes las enfermeras son nuestra base. Ustedes nos informan porque están 24/7 con el paciente.” Como los jóvenes tienen esa mentalidad, ya no van a existir esas brechas.

Yo pienso que la enfermería es el corazón del hospital porque muy aparte de los procedimientos que hacemos, nosotros agregamos el cuidado. No estás tratando con cosas, sino con personas que están en una situación vulnerable y necesitan apoyo y soporte. En el transcurso de realizar nuestros procedimientos lo hacemos con esa esencia de cuidado que nos permite ser más humanos cada día. Pienso que la enfermería es una vocación muy grande de servicio porque muchos colegas se han contagiado de covid-19 y, sin embargo, no han renunciado. Estuvieron enfermos, hicieron su cuarentena, se recuperaron y volvieron porque tienen ese amor y esa pasión por su carrera que es cuidar a la personas.”

«El cine y el teatro siguen siendo un espacio sexista»

«El cine y el teatro siguen siendo un espacio sexista»

Por Mariana Aljovín

Valentina Zelada, 23 años, directora de cine y actriz peruana.

“Mi nombre es Valentina Zelada, tengo 23 años y trabajo en publicidad en Tunche Films desde que tengo 16 años, como asistente de dirección. Comencé como segunda asistente de dirección, hasta que me promovieron a primera asistente cuando cumplí 18 años. He trabaja en Tunche Films ocho años, más que nada en filmaciones de publicidad. 

Actualmente estoy haciendo mi tesis. Estoy escribiendo un largometraje para sacar mi título y aplicar a DAFO, al concurso de proyecto de largometraje para poder conseguir financiamiento para hacer mi película. Una película sobre crecer, que espero genere conciencia sobre la salud mental. 

Al principio de mi carrera quise estudiar actuación, pero finalmente estudié dirección de cine en EPIC. Terminé en el segundo mejor puesto de mi promoción. Dirigí cinco cortos, uno de esos fue un documental que ha estado en tres festivales nacionales, llamado “Pescaditos”. Lo han usado varias organizaciones nacionales e internacionales para generar conciencia sobre el autismo. También estuvo en el festival de cine de mujeres y ganó el tercer puesto en la semana de cine de Lima.

Siempre me gustó actuar. Me sentía cómoda en el escenario. La primera obra que protagonice fue “Alicia en el país de las maravillas” para el taller de actuación de mi colegio. Hasta que salí del colegio nunca estuve en un taller de teatro intensivo. Luego en EPIC estuve en varios cortometrajes y talleres de formación actoral.

Durante el último ciclo nos agarró la pandemia. Ha sido terrible para los actores de teatro porque parte del trabajo es estar en contacto con el público. Te llenas de la energía que te brinda la audiencia. Como actriz de teatro no sueles estar frente a una cámara, sino en un espacio con mucha energía, en contacto con tu personaje y los demás compañeros de escena. Esto se perdió. Hubo mucha desconfianza dentro del taller en el que estaba, fue una experiencia nueva tratar de conectar a la distancia con mis compañeros. Fue difícil, pero finalmente logramos sacar adelante varias obras virtuales.

Intenté darle una nueva perspectiva al trabajar frente a una cámara como actriz de teatro. Aunque no había público sabía que estaban ahí, era una nueva conexión. Además, lo audiovisual se conecto con mi trabajo en el teatro. Fue interesante fusionar cine y teatro. Las dos cosas que más amo.

Actualmente, estoy en otra obra. Ya le agarramos el ritmo, los seis interactuamos en un espacio físico, pero el público sigue siendo virtual. Esta vez yo escribí uno de los guiones, eso me gusta, dar vida a personajes y a las historias que creo.

Como mujer puedo decir que el cine y el teatro siguen siendo un espacio sexista. A lo largo de mi experiencia he tenido que ser prepotente y obstinada al tomar decisiones para que me tomen en serio. Lamentablemente no todas las mujeres tienen la misma personalidad ni voz para defenderse. Por eso, espero que se sigan promocionando espacios para que las mujeres hagan lo que aman sin miedo”. 

«No hay mayor orgullo que emprender tu propio negocio»

«No hay mayor orgullo que emprender tu propio negocio»

Por Emma Ramos

negocio
Arte: Adriana Velásquez

Myrian Edith Ramos Marcos, 22 años, Negocios Internacionales

«Yo nací en la peluquería de mi mamá y actualmente ese lugar tiene 25 años. Desde pequeña me llamó la atención el diseño de las uñas, pero nunca lo tomé en serio porque mis planes eran dedicarme a la profesión que estudié. Hasta que llegó la pandemia y tuve que reinventarme.

En el 2019, llegó una tía a Lima a dictar clases sobre extensión de pestañas y diseño de uñas. Ella es de Italia y llegó con la nueva tendencia de la cosmetología. Me invitó a participar, pero no le tome importancia. Hasta sentir la presión constante de mi familia para tomar el curso. Solo ingresé con una condición, renunciar a mi trabajo. El mismo que no me permitía estudiar. Además, los permisos para faltar solo eran en caso de urgencia o de una enfermedad.

Renuncié y tomé las clases durante dos meses, hasta que me volví una experta gracias a la práctica y constancia que le dediqué.

Con las nuevas restricciones de la pandemia, se tuvo que cerrar el negocio de mi mamá. No sabíamos qué hacer. Fue así, que me animé a estudiar de manera online diseño de uñas. Empecé a practicar con mi mamá, primas y amigas cercanas con la finalidad de perfeccionar mis diseños y técnicas.

Una vez que el Estado dio la autorización de abrir los negocios, le pedí a mi mamá que me de un espacio en su spa para colocar una mesa y silla, y empezar a atender por citas a mis futuras clientas.  Empecé con una, ella me recomendó a sus amigas. Ahora, no me doy abasto porque son muchas. Estoy en busca de personal para poder atender a todas.

Nunca me imaginé ser socia de mi mamá y trabajar en el negocio familiar. Hoy en día, tengo mi propio espacio y empresa. Gracias a mi carrera de negocios internacionales, empezaré a importar desde México todas las herramientas y materiales que se requiere. Esto, ya que es el país pionero del mundo en el diseño de uñas.

Ahora, entiendo que la vida te da muchas enseñanzas y oportunidades. Solo es cuestión de aprovechar, perseverar y seguir adelante. Por un momento sentí un poco de vergüenza sobre lo que emprendí. Después entendí que no hay mayor orgullo que tener tu propio negocio».

«Es Maira, la de las tetazas»

«Es Maira, la de las tetazas»

Por Diandra García

Foto: Las Tetazas. Intervención por La Antígona.

Maira Rodríguez, 23 años, creadora de Cafem y Las Tetazas.

Cuando inició Cafem, Maira Rodríguez, no sabía que sería Maira, la de las tetazas. Su propósito siempre fue empoderar a las mujeres: hacer que se sientan cómodas consigo y con las demás. Por eso creó Cafem, un espacio femenino libre y seguro. 

«Mi idea era que sea una cafetería, como un Starbucks femenino. Cafem tiene una relación muy estrecha con el té de tías: se inspira en los momentos en que hablas y estás cómoda con más mujeres. No es un espacio físico, es nuestro cuchicheo. Nos sentimos comprendidas cuando hablamos. 

Cuando llegó la pandemia, tuvimos un primer conversatorio virtual. Fue como una gran terapia para todas. Me di cuenta de que podemos formar relaciones sororas a través de la pantalla. El evento fue increíble… pero yo necesitaba algo más. Quería empoderar a las mujeres de manera más directa.

Entonces empecé Las Tetazas. Siempre me interesó la cerámica, lo que más colecciono son tazas y había visto arte con tetas en internet. Me dije: «Quiero aprender cerámica. Quiero aprender cerámica y hacer tazas. Quiero aprender cerámica y hacer tazas con tetas». El nombre lo propuse casi a la joda. Mi papá es comunicador. Le pregunté qué pensaba sobre llamarlas «tetazas». Le gustó, aunque cuestionó: «¿no será muy obvio?» Pues esa es la idea. Que sea lo más obvio posible: esta soy yo; estas, mis tetas; esta, mi tetaza. Es una manera de luchar contra el estigma y la censura.

Las Tetazas fueron un éxito. En una ocasión, una chica pidió que diseñara una con detalles específicos. Me pregunté ¿qué tal si doy un paso mucho más allá y personalizo las tetazas? Era mucho más íntimo. Ya no se trataba de normalizar tetas, eran tus tetas. Era verte en los ojos de otra persona, en una pieza de arte. Al principio sentía mucha carga. La primera me pareció  que salió malaza. Yo decía: «la cagué, aquí hay una manchita, no salió como debía»… pero quien recibió la tetaza me dijo que estaba perfecta. Yo estaba dispuesta a volverla a hacer, pero ella insistía «Maira, está perfecta». Me hizo entender que gran parte de la cerámica y del cuerpo humano son las imperfecciones.

Por eso tomarse las fotos es un momento muy sensible. Eres tú con tu cámara, tú-real. Para hacer la tetaza, doy indicaciones muy técnicas de cómo debe ser la imagen que envían: de la clavícula para abajo, de costado… Doy mis datos, mi correo, mi instagram. Hablo de manera empática, porque lo entiendo. Desde chibolas nos dicen «tápense». Es obvio que, al pedirte «destápate», vas a estar incómoda. Cada una pasa por un proceso propio. Lo que yo hago es acompañarlo.

La reacción a la taza es muy importante para mí. Ese gesto de verse y decir «¡soy yo!» incluso lo sentí cuando diseñé mi tetaza. Fue muy bonito. Dejo una partecita de mí en cada taza que hago. Hay diferentes historias: mujeres que aman sus tetas y están encantadas de verlas en una taza, pero también mujeres con procesos complejos. A veces han pasado por procedimientos quirúrgicos y me dicen «no sé si podrías hacerlo con esta cicatriz»… Vaya, ¡es tu proceso! Tuyo. Yo hago la taza para que te sientas bien contigo, para que te veas y te ames.

Es un gran reto. Tenemos que amar el cuerpo en todos sus estados, porque cambia constantemente. Una vez, me contactaron para regalar una taza a una madre que había pasado por una intervención en su mama. Fue la más difícil que he hecho. Al final, hablé por videollamada con ella y… su cara. Ala. Su cara fue hermosa. La vi transformarse en una guerrera. La tetaza era su grito de victoria.

Tocamos al resto sin siquiera saberlo. Pienso en lo que entrego con una tetaza y espero que recuerden lo que sintieron al recibirla. He visto compañerismo. Una mujer me pide una tetaza para su amiga. Yo voy a su cuenta para hablarle: «Hola, tal persona te ha regalado una tetaza, quiero saber si estás dispuesta…». Ella se emociona y me pide que haga otra para una amiga más. Es una cadena de favores. Me emociona saber que conectamos así, de manera espontánea. Creo que Cafem –y las tetazas– entregan eso: el entendimiento de que todas pasamos por algo parecido. Solo hay que conocernos.

Me ha pasado que me ven y dicen «es Maira, la de las tetazas». El nombre lo hace llevadero, porque llamarlas senos o busto es muy… anatómico. Las tetas son más de nosotras. Somos nosotras, libres y seguras, porque estamos en tetas”. 

«En el mundo de la melomanía caleña existe mucho micromachismo y violencia»

«En el mundo de la melomanía caleña existe mucho micromachismo y violencia»

Por Emma Ramos y Zoila Antonio

Arte por Adriana Velásquez

Diana Ordóñez Hincapié, 38 años, fundadora de Cultura Siguaraya nos habla del micromachismo en la melomanía.

«Soy melómana y fundadora de Cultura Siguaraya. Mi proyecto empezó en el 2021. Sin embargo, es el producto de un trabajo de más de 7 años. Su iniciativa es crear, producir y circular contenido relacionado a las memorias y apreciación musical de la sonoridad afrocaribeña del cual Cali, Colombia ha sido receptora y productora. Pero esto no sería posible sin la ayuda de mis dos socios: Alejandra Arias, encargada de la coordinación de eventos y Sergio Bernal, encargado de diseño gráfico.

Nosotros brindamos cursos virtuales en apreciación y memoria musical. Aquí, muchas mujeres tuvieron su primera experiencia en una audición [sesiones de escucha e intercambio musical]. Además es una gran puerta para ellas, porque les permite desarrollar su formación en la melomanía. También, reconocer esos procesos de desarrollo de la música, pues saber de ella es un saber exclusivo.

Para Cultura Siguaraya es importante que la nueva generación de melómanos aprendan a apreciar la letra y origen de la música. Y también a reconocer que existen producciones de mujeres.

Es por eso que mi relación con la música es muy fuerte y larga. Por un lado, me ha permitido reconocer historias de mujeres dentro de la música colombiana y en general. Como el libro de Daniela Cura, que cuenta la historia de una compositora llamada Esther Forero. Ella es una mujer de la costa atlántica y madre soltera que empieza a reconocer y registrar la música a inicios del siglo XX. A través de esta historia pude conocer la vida de una artista colombiana que tuvo grandes composiciones de boleros y guarachas. Sé que mi país desconoce su trayectoria, vida y rol en la música. Lamentablemente eso es lo que suele suceder con muchas mujeres. Así como el papel de las mamás de los grandes músicos que tuvieron que ver en su  formación. Es por eso que, considero importante rescatar esas grandes historias.

Por otro lado, he aprendido que, en este mundo de la melomanía existe mucho micromachismo y violencia. Restan la visibilidad de las otras personas. Yo pasé por un episodio similar. A pesar de aprender mucho y conocer a muchas mujeres, sé que dentro de esa comunidad hay un ejercicio de violencia machista.

Lo que nos interesa en Cultura Siguaraya es despertar y motivar el alma melómana. No nos importa competir. Asimismo, queremos enseñarles a las mujeres a buscar oportunidades para hacer trabajos en redes, aún cuando esa persona no forme parte de tu mismo grupo. Siempre nos tenemos que juntar con personas que tengan objetivos o gustos distintos. Así, a través de esos gustos, se puede potenciar algo lindo que beneficie o ayude a ambos».