Mujeres indígenas de América del Sur exigen a comité CEDAW de la ONU protección de sus derechos

Mujeres indígenas de América del Sur exigen a comité CEDAW de la ONU protección de sus derechos

Por la Organización de mujeres indígenas de Perú y América del Sur

Mujeres indígenas en resistencia. FOTO: Mianued Moreno Vera – ONAMIAP

Esperan que tratado internacional adopte una Recomendación General que obligue a los Estados a garantizar derechos colectivos e individuales ante las múltiples violencias que viven por el extractivismo, despojo, militarización y otras formas de recolonizar nuestros territorios. Asimismo, por la violencia de género, sexual, trata de personas, y otras afectaciones en sus cuerpos

El Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas Región Sur – ECMIA SUR, organización conformada por miles de mujeres indígenas que sufren múltiples discriminaciones y violencias provocadas por el modelo económico extractivista, como la invasión a sus territorios ancestrales, el saqueo de sus bienes naturales, la apropiación de conocimientos. Por ello exigen ser protegidas a través de una Recomendación General que debe ser elaborada y adoptada por el Comité para la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW), órgano de las Naciones Unidas.

Desde el año 2004, las mujeres indígenas de las Américas han logrado una serie de declaraciones, mecanismos y recomendaciones de parte de la ONU. Sin embargo, dentro del Comité CEDAW no se menciona específicamente los derechos colectivos de las niñas y mujeres indígenas. La única forma de que sus voces y demandas sean atendidas y garantizadas es que se incluya una Recomendación General por parte del CEDAW que obligue a los Estados a garantizar el igual derecho al territorio, a la tierra, a la lengua, la cosmovisión, a los saberes ancestrales, la cultura, el agua, entre los bienes naturales que han preservado por siglos. 

“El Estado o los gobiernos deben garantizar los derechos a una vida libre de violencias para niñas y mujeres indígenas. Que no exista la violencia racista que han creado los colonizadores para saquearnos, criminalizarnos, despojarnos de nuestros territorios. Por eso es importante que haya una Recomendación General del Comité CEDAW y los gobiernos se comprometan a cumplirla. Queremos vivir en paz, armonía, equilibrio y reciprocidad”, sostiene Melania Canales, presidenta de la Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú (ONAMIAP) y coordinadora de ECMIA SUR.  

La pandemia del Covid-19 y la crisis global han evidenciado cómo la destrucción de la naturaleza propicia la aparición y expansión de enfermedades y plagas. Las mujeres indígenas enfrentan afectaciones específicas pues el cuidado del hogar se relaciona directamente con la tierra, el agua, los bienes naturales y la seguridad alimentaria. Por ello, el documento que el ECMIA SUR ha enviado al Comité CEDAW de Naciones Unidas, exige que la Recomendación General sobre los derechos de las niñas y mujeres indígenas incluya que se garantice el ejercicio pleno del:

  • Derecho al Territorio Colectivo Ancestral, libre determinación y autonomía para evitar el genocidio de los pueblos indígenas. Es importante que se entienda que la protección de mujeres indígenas es protección al territorio indígena ancestral y a los modos de vida indígena.
  • Protección a las mujeres indígenas de la violencia sexual antes, durante y post conflictos armados y eco territoriales, el embarazo infantil y adolescente, y la trata de personas.
  • Protección contra el racismo, capitalismo, machismo y colonialismo.
  • Derecho a la protesta y cese de la criminalización contra pueblos y mujeres indígenas. Que cese el estigma, la represión y la persecución. 
  • Derecho a vivir a una vida libre de las violencias múltiples y estructurales; ya que vivimos diversas violencias, pues nos discriminan y violentan por ser mujeres, por ser indígenas, por estar empobrecidas.
  • Justicia, reparación y sanación a las mujeres, pueblos y territorios indígenas, producto de las invasiones, saqueos, depredación de la naturaleza, vulneración de la seguridad alimentaria, entre otras violencias.
  • Derechos sexuales y derechos reproductivos desde nuestra cosmovisión sin injerencias de religiones que niegan nuestras creencias espirituales y conocimientos ancestrales.

Rosalee Gonzales de la Red Xicana Indígena, destaca lo siguiente: “Estamos en la lucha por proteger el derecho a nuestros territorios ancestrales. La amenaza más grande siguen siendo los megaproyectos de desarrollo, de la industria extractiva del petróleo y minerales, que han sido y son enemigos de los pueblos indígenas que son favorecidos por la mayoría de gobiernos. No se puede hablar de desarrollo económico solo como labor física o intelectual, exigimos que se respete que la mujer indígena tiene derecho al territorio colectivo”. 

ECMIA SUR espera que la Recomendación General se adopte a favor de las niñas y mujeres indígenas, herramienta que motivaría una articulación y vigilancia de las acciones a los 189 Estados parte del Comité CEDAW. 

Contacto para entrevistas: Melania Canales, coordinadora ECMIA SUR. Teléfono +511 966811995 (Perú)

50 años de Lucha: El legado de Luisa Revilla

50 años de Lucha: El legado de Luisa Revilla

Por Mya Sánchez y Hiro Ramos

Luisa Revilla, primera mujer trans regidora. FOTO: Mano Alzada

Han pasado 180 días desde que Perú perdió a una figura significativa no solo para la lucha por los derechos de las personas trans, sino también para la de diversas problemáticas sociales. Definitivamente, Trujillo y el país no han sido iguales desde la partida de Luisa Revilla, recordada por ser la primera mujer trans regidora de la Municipalidad Provincial de Trujillo entre el 2015 al 2018.

Este 12 de octubre ella habría cumplido 50 años de edad. Por ello, La Antígona rememora su trayectoria e impacto en el país a través de tres activistas trans que se conocieron gracias a ella: Jazmín Goicochea, actual lideresa de la Red Trans La Libertad, la cual Revilla fundó; Fernando García de TransMan Perú, organización transmasculina de origen trujillano y Leyla Huerta, directora de Féminas, colectivo de mujeres trans del país.

Hacer el trabajo previo

Desde lideresa de una organización de mujeres trans y representante de ellas en la Comisión Multisectorial de Salud, hasta subgerente de participación vecinal y regidora de la población trujillana. ¿Hay algo que esta mujer no haya hecho por las personas vulnerables? Los tres entrevistados la recuerdan por aquello que la caracterizaba. No abogaba únicamente por su comunidad, sino por todos quienes la necesitaran, incluso aquellos que no pensaban como ella. “Ella se metía en todo lo que podía’’, coincide Fernando García.

Luisa Revilla como funcionaria, participando de mesas de trabajo. FOTO: Minjus

Luisa Revilla fundó la Red Trans La Libertad el 11 de noviembre del año 2014, la cual inició con siete chicas. Hoy, casi siete años y muchas más adiciones a esta más tarde, el impacto que ha tenido este hogar en mujeres como ella ha sido enorme. La Casa Trans de La Libertad no se trataba de nada menos que su propia casa. Un hogar que acondicionó para acoger a sus hermanas trans que la necesitaran. 

Gracias a Revilla, las mujeres trans de la región llegaron a tener reconocimiento por parte de las autoridades. ‘’Ahora no nos ven como una comunidad de tercera clase, sino como una participativa’’, comenta Jazmín Goicochea, su sucesora. Este logro no tuvo sus raíces en la mera búsqueda del reconocimiento de esta comunidad, sino en un trabajo colaborativo con toda la población cercana.

Ella fue más que una líder para las mujeres trans, pues su trabajo social hizo que gane gran cariño de parte de la población trujillana. ‘’Comunidades vulnerables buscaban en ella ese apoyo, porque era un buen enlace a las autoridades’’, explica Goicochea. No se limitaba a lo local, pues tuvo la oportunidad de formar parte de la Mesa de Trabajo del Fondo Mundial. Gracias a su participación en la negociación del proyecto país del Fondo Mundial, regiones clave se benefician de los Mecanismos de Coordinación Comunitaria. En Trujillo, por ejemplo, el MCC se convirtió en un importante espacio de encuentro y articulación para los colectivos LGTB de la región.

Revilla cambiaba el paradigma de los derechos LGTB en todo ámbito en el que se involucraba. A partir de ella, se forman distintas ordenanzas en la región de La Libertad que beneficiaron a su población. Aun cuando se habían enfrentado a un alcalde conservador y religioso. “El mensaje que le daba Luisa era que tenía que dejar de lado sus posiciones religiosas y aperturarse como una autoridad que es para todas y todos’’, explica Goicochea. 

Bandera de la comunidad Trans. FOTO: CiudadTijuana.

No muchas figuras LGTB pueden decir que lograron trabajar con personas que suelen ser adversas a ellas. Luisa lo hizo por un bien que ella consideraba de interés mutuo. Hacia el final de su carrera política, Revilla se afilió a Alianza para el Progreso. Un partido en el cual se gestionó la creación de un espacio para las personas de la comunidad TLGB gracias a su presencia. La influencia que tuvo incluso en lugares en donde no se esperaría ver a una mujer trans ser aceptada es impresionante.

La pandemia no iba a detener a una mujer tan dedicada a ayudar a los demás. Gran parte de los ciudadanos trans, debido a los niveles de precarización e informalidad a los que se ven expuestos, dejaron de tener fuentes de ingreso. Ante esto, Revilla no se iba a quedar de brazos cruzados, pese a ser una sola mujer contra decenas de personas vulnerables. Por ello, decidió utilizar su influencia en las redes del Estado para conseguir la ayuda que necesitaban. 

“Ella gestionó directamente con las municipalidades, alimentos, atenciones en salud, en prevención para toda la comunidad TLGB’’, explica su sucesora. Además, Luisa entendía que el de ella no era el único grupo que la pandemia dejó a la deriva. Como explica Fernando García, ella “siguió ayudando a la gente que necesitaba abrigo, comida’’ Lamentablemente, fue su ardua labor por el prójimo la que la llevó a sus últimos días. Revilla, cuentan Goicochea y García, se contagió del virus en medio de su ayuda comunitaria. 

Las hijas de Luisa Revilla

Si bien el brillo de Luisa dificulta encontrar cualquier tipo de esperanza tras su partida, la estela que dejó está lejos de ser apagada. “Cuando un líder fallece, si no ha sentado bien las bases, su organización desaparece. Pero ellas siguen luchando, e incluso están más empoderadas que antes”, comenta García mientras recalca la admiración que siente por Jazmín Goicochea, hoy lideresa de la Red Trans La Libertad.

Y es que escuchar a Jazmín hablar de lo mucho que aprendió de su “madre”, a quien conoció hace 10 años cuando vendía productos de limpieza, es la evidencia más clara de que la lucha de Luisa no ha sido en vano. “Ella era mi mentora, es la persona que me ha educado, con la cual he estado mañana, tarde y noche”, comenta. Su partida, sin lugar a dudas, la dejó sin suelo durante un tiempo, pues la obligó a dejar el juego de lado y sacar a sus hermanas adelante, en sus palabras.

Pero, poco a poco, tiene todo más claro. En la opinión de ambos activistas liberteños, el legado más importante de Luisa fue su impacto en la percepción que tanto trujillanos como peruanos tienen acerca de las mujeres trans: “Desde llamarlas como son y respetar su identidad, hasta darles puestos laborales distintos al trabajo sexual. Ayudó a que se cambie la imagen”, añade García.

Mientras que antes la única manera de hacer política siendo una persona LGTB era desde dentro del clóset, la trayectoria de Luisa permitió que los partidos políticos dejen de tener reuniones discretas con representantes de la comunidad para ganar votos y empezaran a incluir sus necesidades en sus agendas. Incluso en Alianza Para el Progreso, último partido al que Luisa estuvo afiliada, se gestionó un espacio para poblaciones vulnerables, incluidas las disidencias sexuales, liderado por ella.

Además, explica Goicochea, su visibilidad permitió que se abriera las puertas a la comunidad LGTB para ejercer incidencia política, lo que posibilitó que se crearan y aprobaran distintas ordenanzas municipales y regionales en La Libertad que promueven la igualdad y sancionan la homolesbotransfobia. Así, las entidades públicas empezaron a tratar a la comunidad trans con respeto, y el índice de discriminación bajó. Aquello propició el diálogo entre activistas y autoridades, lo que se extiende hasta nuestros días.

Mujeres trans en busca del reconocimiento de su comunidad. FOTO: Red Trans La Libertad

Luisa era, ante todo, una estratega. Los tres activistas concuerdan en que si hay algo que dejó como lección al activismo trans a nivel nacional fue la contemplación de una agenda social abierta. “Hay muchas cosas que se pueden hacer sin necesidad de elevar la bandera trans”, opina Huerta. En ese sentido, Goicochea concuerda en que la manera de llegar a la mayoría de los ciudadanos es desde el activismo por los derechos humanos de todas las personas en situación de vulnerabilidad.

Durante el debate por la ley de identidad de género, Luisa llegó incluso a reunirse con congresistas fujimoristas, quienes por aquella época se oponían al uso de la palabra ‘género’. Las críticas no tardaron en llegar, pero Luisa sostenía que lo importante era que la ley “salga como salga”, pues no podían esperar que todos los sectores políticos estén de acuerdo en todo. “Estábamos construyendo política, estábamos sensibilizando a un sector político conservador, pero también popular. Si ella hubiera sido congresista, qué no hubiera logrado en el Congreso ya, con ese poder político que tenía”, reflexiona su sucesora.

Pero Luisa no era solo política, sino también amiga. García, que desde el 2014 complementa su trabajo como líder del activismo transmasculino, relata cómo su forma de ser, directa, transparente y estratégica, lo encaminó para guiar a los miembros de TransMan Perú. La noticia de su partida, que le cayó como un balde de agua fría mientras hacía compras, aún se siente en las reuniones de la red, en las que usualmente se le escapa un “¿dónde está la que nos ponía en orden?”.

“Yo admiraba lo cariñosa que era conmigo, a pesar de ser estricta”, rescata Goicochea. En su opinión, su legado es haber motivado constantemente a sus compañeras a educarse y tomar acción. Es así que la mejor manera de honrar su memoria es continuar su trabajo. Y cuando esa tarea genera miedos, Jazmin encuentra consuelo en sus diálogos nocturnos con ella. Le pide que al día siguiente le ponga las palabras correctas en la boca, confiesa entre risas tímidas. Sabe que la institución que ahora dirige es su principal herencia. “Ahora no solo soy la hija de Luisa Revilla, somos las hijas de Luisa Revilla”, concluye.

La mirada hacia adelante

Para la comunidad trans, quedarse de brazos cruzados nunca ha sido una opción. Así como Luisa conquistó una a una las batallas de las que fue partícipe en vida, hoy sus sucesores se enfrentan a nuevos retos. Lo más importante es, concuerdan los activistas, la representación. “No vamos a conseguir leyes a favor de la comunidad trans mientras no exista una congresista trans”, opina Goicochea. Además resalta que es importante que en los debates parlamentarios se escuche las necesidades de dicha población de primera mano.

En la misma línea, Huerta considera que conseguir un cargo político no es suficiente sino va de la mano con el empoderamiento de la comunidad. Además debe haber un involucramiento en espacios de la sociedad civil, pues Luisa “no apareció de un momento al otro”. Para ella, la visibilidad que ella alcanzó fue un logro importante. Sin embargo, a modo de autocrítica, asevera que “no se debe centrar el cambio en una persona, sino en un grupo de personas”.

Y en ese camino va la Red Trans La Libertad, que hoy cuenta con bases y lideresas provinciales en Chepén, Pacasmayo, Ascope, Trujillo y Virú. Prueba de ello es que se viene preparando la campaña “La Esperanza, ciudad inclusiva”, por la cual se implementará la ordenanza municipal 017-2016-MDE. Esta prohíbe la discriminación a la comunidad LGTBIQ+, a diferencia de otras regiones del país donde a pesar de haber sido aprobadas. O en otros casos no han sido implementadas. “Exhorto a los activistas a nivel nacional a que hagan vigilancia de estas ordenanzas”, añade Goicochea.

Sin embargo, como bien precisa el líder de TransMan Perú, las normas legales necesitan ser acompañadas de una correcta capacitación a funcionarios públicos para que su trato se caracterice por el respeto y el conocimiento. Asimismo, queda aún pendiente el reto de adoptar un discurso social que no contemple solo las necesidades de la comunidad LGTB.  “Si vas a ser autoridad, no lo vas a ser solo para cierto grupo, sino para todos”, añade Goicochea.

Luisa dejó este mundo pidiendo que no la olviden. Un pedido del que se están encargando sus “hijas” y compañeros. “Mencionándola siempre porque ella fue uno de los pilares para que esto esté como está, y recordándola como una gran amiga y lideresa”, acota García. La trascendencia de su historia está asegurada. Que su memoria sea honrada como a ella le hubiera gustado, con más lucha.

Germinda Casupá: Una indígena chiquitana frente al fuego y el machismo

Germinda Casupá: Una indígena chiquitana frente al fuego y el machismo

Por Esther Mamani y publicado en la revista digital Muy Waso.

Germinda Casupá en una entrevista para Muy Waso. Foto por Esther Mamani retocada por La Antígona.

La Chiquitania boliviana es el bosque seco tropical más grande y biodiverso del mundo. Desde hace casi una década, los incendios forestales dejan, cada año, millones de animales muertos, millones de hectáreas quemadas y miles de familias afectadas. Ante la catástrofe medioambiental y humanitaria, mujeres indígenas como Germinda Casupá asumen la defensa de su territorio.

Los inicios de Germinda

Germinda de 45 años viste jean, poleras de algodón, zapatillas deportivas y guarda su cabello oscuro en un moño. Para protegerse del sol siempre lleva una gorra, también de tela. Las largas caminatas que debe hace en las comunidades, para ella son como paseos. De joven practicaba fútbol, basquet y voleibol.

El viaje de San Ignacio a Santa Anita es de unas dos horas por un camino de ripio. Durante el trayecto, el polvo y el calor se concentran en la cabina del taxi. Pese al sofoco, Germinda sonríe y contagia su buen humor.

Al llegar a la comunidad, Germinda saluda a la dirigencia local y aprovecha para revisar sus planes de trabajo, ya con la temporada de quemas encima.

Ruta de tierra y ripio entre San Ignacio de Velasco y Santa Anita. Foto por Esther Mamani

Germinda es una buena administradora. Aun con los pocos recursos que tiene la Organización de Mujeres Chiquitanas, la lideresa consigue que el dinero sea bien aprovechado y cubra, al menos, gastos de transporte.

Esta habilidad “administrativa” se la debe a su primer trabajo, cuando aún era adolescente. Entonces se dedicaba al pago de servicios y el control de personal en una finca de la zona.

Los padres de Germinda la sacaron del colegio a los quince años, para que su hermano mayor tenga la oportunidad de ir a la Universidad.

Dos años después de esa decisión familiar, Germinda no solo trabajaba y cuidaba de sus hijos, sino que también iba a la escuela nocturna para concluir su bachillerato.

Para Germinda continuar con su educación era vital. Ella no quería vivir lo mismo que había travesado su madre.

“A sus ocho años, mis abuelos la vendieron a una familia rica para que ayude en la casa y ya nunca más volvió a la escuela”, cuenta Germinda sobre su mamá.

Esa práctica en el oriente boliviano es conocida como patronaje y consiste en entregar la tutela de las niñas y niños a los “patrones”, a cambio de su “cuidado”. Un régimen de servidumbre que la ONU define como una forma contemporánea de la esclavitud.

El hogar de Germinda

La Chiquitania es el bosque seco tropical más grande del mundo y, hasta 2019, también el mejor conservado. La mayor parte de este territorio se encuentra en el departamento de Santa Cruz.

Durante la época de chaqueo, que comienza entre julio y agosto, la expansión del fuego es una pesadilla que se repite todos los años. Esta práctica se realiza tradicionalmente para la preparación de suelos agrícolas, pero desde hace más de una década tiene ribetes ecocidas.

Las quemas, explican en la zona, sirven para limpiar las áreas de cultivo de los pequeños, medianos y grandes productores de soya, maíz y frijol.

Según un informe de la Fundación Tierra, el 26.3% de la superficie quemada en Santa Cruz durante 2019 correspondía a predios de empresas agropecuarias, grandes y medianas.

Solo 4, 9% correspondía a propiedades comunales y apenas el 2.7% a pequeñas propiedades.

Los incendios descontrolados provocados por la agroindustria, que se extienden incluso hasta tierras fiscales y áreas protegidas, afectan la seguridad de las comunidades más chicas.

Pese a este contexto, en 2019 muchas comunidades pagaron multas por los focos de calor en sus territorios. Las sanciones llegaban hasta los ochenta mil bolivianos.

Arlena Algarañaz, la mejor amiga de Germinda Casupá, recuerda con enojo las largas horas que pasaron en oficinas de la Autoridad de Fiscalización y Control de Bosques y Tierra. Intentaban explicar a los funcionarios que los incendios no son provocados por las comunidades.

Sobre Germinda, Arlena recuerda que “era una de las participantes más activas en los talleres de empoderamiento de la mujer que hacíamos con la Defensoría del Pueblo y la Plataforma de Atención Integral a la Familia”.

Una lucha que empezó en casa

Pese a su voluntad y esfuerzo, Germinda aún tenía un escollo para superarse: su exesposo, con quien se casó cuando tenía 16 años.

Él no estaba de acuerdo con que Germinda estudie y trabaje a la vez. Cuando salía, la hostigaba y violentaba con el pretexto de los “celos”. Durante muchos años la golpeó e insultó.

Hace más de un lustro la espiral de violencia se rompió. Él le dijo que “ahorre dinero para comprar su cajón (en referencia a un féretro)”. Germinda supo leer la gravedad de la amenaza.

Así fue que el 2015 se convirtió un año de cambios para Germinda. No solo se separó del violento, sino que comenzó su carrera en la dirigencia indígena.

Alejada de esa pareja, Germinda vio un camino llano para continuar con su formación asistiendo a talleres y ocupando cargos donde demostraba su temperamento: fuerte pero conciliador, comprometido y responsable.

Aulas de una escuela en la comunidad de Santa Anita. Foto: Esther Mamani

Germinda contra el machismo y la violencia machista

Las críticas contra Germinda no faltan. En su mayoría, provienen de liderazgos masculinos.

En el ingreso a una de las comunidades que Germinda visita habitualmente, uno de los líderes de la comunidad comenta que la desconocen como autoridad.

Además, la califican como “oenegera”. Una forma peyorativa de decir que solo trabaja con fundaciones u organizaciones sin fines de lucro.

“¿Por qué una mujer tiene que estar yendo a todo lado? ¿Quién la ha designado?”, reclama un dirigente.

Y es que no fueron los caciques quienes seleccionaron a Germinda para asistir a la audiencia del Tribunal Internacional de la Naturaleza (TIN) en Chile en 2019 para denunciar el estado boliviano por ecocidio. Sin embargo, su elección si tuvo el respaldo mayoritario de sus compañeras mujeres.

Caso presentado por AMAZONÍA AFECTADA

En 2018 creó la Liga de Defensoras Comunitarias. Esta instancia es un sistema comunitario de alerta ante situaciones de violencia contra las mujeres de la región.

“Germinda siempre está atenta para ayudar a las compañeras. Si sabemos de un caso de violencia, reportamos”, explica Elena Guasese, una habitante de Sañonama.

“De la preocupación a la ocupación”

Aquel fallo del TIN en 2019 fue una victoria para Germinda, pero se sintió apenas como el inicio de más tareas y responsabilidades.

La expansión de la frontera agrícola y el fuego retornaron a la Chiquitania el 2020 y también ahora, en 2021. Estos nuevos incendios le demandan Germinda más labores para sofocar las llamas y resguardar a su gente. Es decir, proteger la vida de los bosques y sus habitantes.

Actualmente, Germinda recorre las comunidades para revisar las acciones que se realizan para mitigar los efectos de las quemas.

El monitoreo que realiza Germinda, entre otras cosas, implica actualizar el número de familias que hay por comunidad, revisar si tienen acceso a agua potable o si existen vehículos que cuenten con combustible suficiente para posibles evacuaciones.

“Hay que pasar de la preocupación a la ocupación”, dice Germinda antes de subirse a un taxi con el que visitará tres comunidades aledañas a San Ignacio de Velasco: Sañonama, Santa Anita y Espíritu.

Pobladores de Santa Anita. Foto: Esther Mamani

La lucha contra el fuego no cesa

En el camino hacia la comunidad de Espíritu, Germinda se comunica con algunos bomberos que trabajan en la zona. Los incendios se reactivaron en Candelaria, San Matías y Roboré.

El olor a quemado vuelve a causar terror.

Además de los incendios, Germinda tiene otra preocupación que le obliga a acelerar la marcha: su hijo más pequeño está enfermo, probablemente tenga una infección estomacal. Ella tiene tres hijos.

Pese a que una de sus familiares la ayudará con esos cuidados y la atención, Germinda se revela inquieta: las tareas empiezan a acumularse.

“A veces pienso en retirarme de todo esto. Cada año es más difícil lidiar con el fuego”, vuelve a lamentarse.

En Espíritu, Germinda tenía pactadas varias reuniones con las mujeres de la comunidad. Tenía planificado hablar del acceso a agua potable, educación y salud.

Pero el fuego, y su peligrosa propagación, se apodera de las conversaciones.

Ese día, después de su última reunión, Germinda se toca la frente, arregla su gorro y da por terminada la expedición.

“Fue muy lindo exponer ante el Tribunal Internacional de la Naturaleza», —recuerda Germinda con una sonrisa— «pero aquí en los bosques no hay fallo que apague el fuego”.


Si deseas leer el texto original, lo puedes encontrar aquí.

Este reportaje es parte del proyecto ‘Defensoras del territorio’ de Climate Tracker y FES Transformación.

El «Lado B» de la maternidad

El «Lado B» de la maternidad

Por Jenn Calderón para Memorias de Nómada

Ilustración por Elo Draws

Siempre nos cuentan la maternidad como un proceso hermoso y perfecto, @jenncsa escribe -haciendo una analogía con Spotify- el Lado B de la maternidad y cómo vivió el posparto.

Huelo a leche cortada y sudor: veneno mortífero para el apetito sexual. Fantaseo con darme un baño largo, acicalarme a conciencia y ponerme esa prenda negra de encaje que arrumbé hace más de un año en el clóset. Ocho meses atrás, descubrí que el postparto es una vorágine de sentimientos contradictorios, como la playlist Tu Lado B que Spotify arma según tus gustos, una mezcolanza que sólo tiene sentido para una.

Los que mandaron felicitaciones cuando nació mi hijo, al preguntarme cómo me sentía recibieron la misma respuesta: “destruida pero de pie como Plaza Buenavista”. Contestaban “jajaja” y yo mandaba un emoji que para nada reflejaba mi estado de ánimo. No han observado lo mal que lo ha pasado ese centro comercial.

Tomé clases, leí decenas de artículos, videos, talleres, pláticas y me integré a círculos de mamás; pude no haber hecho nada de eso y el resultado hubiera sido muy similar. Aunque me sumergí en un mar de información sobre la maternidad nadie me habló de que existía un lado B. Nadie me dijo que la felicidad tendría un sabor distinto. Como cuando te lavas los dientes y comes algo que normalmente te gusta, no es que sepa mal sino que sabe distinto, apenas lo reconoce tu paladar, entonces alguien pregunta “Sí te gusta, ¿no?” Y tú contestas que sí, porque sabes que sí te gusta, aunque en la boca sepa a otra cosa.

La felicidad de ser madre es insondable, baña con una luminosidad tenue cada centímetro de la piel. Es íntima, calma, no tiene la algarabía que producen otras relaciones o encuentros. Es una felicidad también teñida por cansancio interminable, por ojeras, por una preocupación que late sin cesar en el estómago.

Otra cosa que me tomó desprevenida: nadie me preparó para la muerte de mi yo anterior; le hubiera hecho un funeral de haber sabido. O quizá restauró el contacto con mi yo más salvaje, primitivo, la YO bruta, sin pulir. Porque con un bebé no puedes aparentar algo que no eres, su mirada te atraviesa como una daga despiadada y devela tu verdadero ser. Cuando das a luz, naces de nuevo, te quitas todas las capas de lo que creías ser y vuelves a estar desnuda, expuesta ante un ser humano que ahora regirá el ritmo de tu vida.

Eso que llaman instinto maternal lo traduzco como una respuesta automática del cuerpo: tu labor es proteger y preservar la vida de ese ser humano que expulsaste; no importa qué, no importa si desfalleces en el proceso. Porque hay días en los que el cansancio me sobrepasa, algunas noches veo lucecitas azules en la habitación y brinco del susto cuando caigo en la cuenta: el espasmo lo asusta a él también regresándonos al inicio del arrullo. Confundir la vigilia con el sueño es como estar en una película de terror, eres el personaje al que pusieron a hacer guardia, no puedes quebrarte ante el sueño; podría tener resultados fatales.

Como la playlist de Spotify, tu campo de elección se reduce, tu ropa la escoges con base en otro — y en la facilidad de sacar la teta—, tu dieta también, tu consumo de alcohol, tus vicios, tu tiempo, todo se reajusta, hay algo de ti en esa mezcla de decisiones pero al final son los algoritmos que otra persona decidió para ti. Hay que elegir entre dormir o ir a orinar, comer o bañarse y definitivamente descansar siempre le gana a tener sexo. Encontrar el momento para escribir es lo más difícil, un esfuerzo mental es necesario para lograr el nivel de concentración y energía que se requiere.

Durante casi toda la cuarentena — la primera cuarentena — usé pijamas todo el día. Me sentía como en la película de “El día de la marmota”: todos los días eran iguales, todos los días me esforzaba por hacerlo mejor que el anterior, por sentir algo de placer, por despegar de una manera indolora la cinta que mantenía la venda de mi panza en su lugar. El ritual de colocar la venda era el inicio del ciclo; mi Tiita colocaba los broches, pegaba la cinta, me besaba la frente y se iba.

Yo me acostaba a la espera del llanto que me llevaba a tomar al bebé en mis brazos, darle pecho, arrullarlo, ponerlo encima de mí, dormitar. Después veía algo, una película de los 90’s era lo que elegía normalmente, después otro llanto, arrullo, pecho, sueño, pañal, comer con él encima de mí, llanto, arrullo, pecho, sueño, pañal, bañarlo, bañarme, poner la venda y un pijama limpia, repetir. El inicio era el final y el final el inicio.

Me descorazona saber que nadie recordará algo de esto o cómo se sentía, más que yo. Él crecerá, discutirá conmigo, se alejará y esa intimidad que tenemos ahora será un vago recuerdo que sólo vivirá en mi memoria. Yo le contaré cómo era mi vida cuando estaba pequeño, las noches en vela, la ropa manchada de leche y papilla, los cantos cetáceos con los que me despertaba y él me mirará fastidiado de haberlo escuchado mil veces, me verá vieja, me conocerá vieja, no sabrá de mi habilidad para subirlo, bajarlo, las piruetas que hago para no despertarlo cuando lo dejo dormido en la hamaca morada. La juventud de los padres es un cuento construido a través de anécdotas y fotografías.

Desde que llegué a casa con un recién nacido todos se fueron a vivir sus vidas, la soledad de la maternidad me aplastó de forma implacable, porque la responsable de la supervivencia de esa criatura indefensa era yo, todos los demás eran prescindibles, así que siguieron con sus rutinas y compromisos.

Yo entré en un ciclo que inició cuando me encontré sola y me dieron ganas de orinar. Intenté alejarme de mi cría unos minutos pero los decibeles de sus gritos eran más estresantes que cargarlo y llevarlo conmigo, junto con el dolor de mi cesárea al inodoro. Con una mano bajé mis calzones, quité la compresa, me agarré de la pared, me senté muy despacio, solté un grito ahogado y con la otra sostuve la cabeza y espalda de una personita que pesaba menos de tres kilos. En mi mente sonaba Green & Gold, uno de mis mayores descubrimientos de la playlist Tu Lado B: “And suddenly it seems that I’m where I’m supposed to be, oh. And now I’m fully grown”.

Cada vez más visibles: Mujeres en el cine peruano

Cada vez más visibles: Mujeres en el cine peruano

Por Alessandra Vera

La exposición “Rebeldes y valientes: Mujeres detrás de la cámara en la historia del cine peruano” ha hecho posible que las historias de muchas mujeres no queden en el olvido. Este trabajo estuvo bajo la curadoría de Gabriela Yepes. Te contamos más sobre él para reflexionar sobre el rol de las mujeres dentro de la industria audiovisual, en el pasado y el presente.

El movimiento Me Too [“yo también”] fue fundado por Tarana Burke en 2006, pero fue recién en 2017 cuando se popularizó globalmente. Un tweet de la actriz Alyssa Milano desató un escándalo en el mundo del cine que hoy tiene a un magnate de Hollywood cumpliendo una pena de 23 años de cárcel. Me Too traspasó las fronteras de la realidad. Llegó a la ficción a través de diversas producciones como “The Morning Show”, serie producida y protagonizada por Reese Witherspoon y Jennifer Aniston. Este movimiento es uno de los ejemplos más emblemáticos de cómo las mujeres dentro -y también fuera- de la industria cinematográfica han ido exigiendo mejores condiciones y oportunidades durante los últimos años.

Cuenta Oficial: Alyssa_Milano

El cine peruano no ha sido ajeno a las voces de las mujeres. Así lo evidencian diversas iniciativas recientes. En 2018 surgió la primera edición del Festival Hecho por Mujeres, y un año después se consolidó el SINCA (Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores Audiovisuales y Cinematográficos del Perú), que incluyó un “Reglamento para casos de acoso y hostigamiento sexual en el SINCA”. Luego, en 2020, Instagram se volvió una plataforma relevante, no solo porque albergó digitalmente a asociaciones como la AMA (Asociación de Mujeres y Disidencias Audiovisuales), sino porque también se convertiría en una herramienta que ayudaría a que numerosas alumnas y profesionales audiovisuales denunciaran graves experiencias de acoso sexual. En 2021 las voces de las mujeres siguen haciendo eco. Así lo demuestra el 25 Festival de Cine de Lima PUCP con la exposición “Rebeldes y valientes: Mujeres detrás de la cámara en la historia del cine peruano”.

Reescribir la historia para incluir a las mujeres

Explorar la participación de las mujeres en el pasado conlleva sus propios retos. Sus vidas y experiencias no siempre se han registrado. Aún así, la directora, guionista y dramaturga peruana Gabriela Yepes se propuso comenzar una ardua investigación. Esta misma considera a todas las mujeres en todos los campos cinematográficos. Desde la llegada del cine al Perú en 1897 hasta fechas más contemporáneas. La exposición “Rebeldes y valientes: Mujeres detrás de la cámara en la historia del cine peruano” es el resultado de esta labor.

“Todo lo que se ha dicho sobre las mujeres lo han dicho los hombres. De las mujeres en el cine en general sabemos poco. La mayor parte de la historiografía que se ha hecho sobre el cine peruano -también universal- ocupa de temas como el análisis de las películas, las escuelas de cine, las comisiones de producción, el rol de director. Son temas muy importantes pero que tienden a dejar de lado la contribución de las mujeres cuyo trabajo se centra en roles llamados de ‘menor resonancia’ o de menor importancia. Carecen de la trascendencia necesaria para ser recogidos en los libros de historia», señala ella.

Esta muestra fue llevada por otro camino: «Teníamos que cambiar nuestro marco de referencia”, contó Gabriela durante la visita guiada de la exposición. Y es por eso que fue necesario recurrir a documentos como las fotos de los detrás de cámaras, material administrativo, y notas de películas que se rodaron en Perú. También hubo otras fuentes de información vitales: los álbumes familiares y los testimonios de las cineastas, de sus viudos, nietos, y hermanos en caso de haber fallecido antes de que comenzara la investigación.

“El día de hoy existen pocas mujeres trabajando en cargos de poder y reconocimiento detrás de cámaras. En el Perú hay un promedio de 11% de directoras de ficción sobre todo y guionistas. Hay muy pocas mujeres trabajando en roles técnicos como la dirección de la fotografía, la jefatura de luces, en la cámara, entre otras. Existen una serie de mecanismos sociales, culturales que imponen a las mujeres unos ciertos mandatos de vida y de conducta.

Para el caso del cine, estas tendencias tienden a limitar su acceso a puestos de mayor responsabilidad. Suelen subestimar su creatividad y empujarlas a participar en roles vinculados a la logística, al cuidado, de carácter manual, repetitivo y de menor prestigio y reconocimiento», comenta Gabriela. Asimismo reafirma que el hacer una muestra sobre las mujeres en el cine significaba «visibilizar historias, imágenes, películas, filmografías». Sin embargo también comprender todo el contexto social y cultural en el que ellas trabajaron y los cambios que hubieron.

Gracias a esta investigación se logró identificar a casi 400 mujeres que trabajaron detrás de cámaras a lo largo de 79 años en nuestro país. De todas ellas, alrededor de 110 ocuparon jefaturas de área o departamento en más de una película. Estas cifras demuestran que la participación de las mujeres en el cine nacional fue relevante: “yo me atrevo a decir que sin ellas nuestro cine nacional no existiría, o en todo caso sería muy diferente de lo que es”, agregó Yepes.

Algunas reflexiones que deja esta exposición

Hubo mujeres presentes desde la primera función de cine en Perú. Luego muchas peruanas participaron como actrices en las primeras producciones rodadas en el país, pero fueron pocas las que lograron trabajar detrás de cámaras. En general, las mujeres cineastas en Perú vinieron de círculos privilegiados de la sociedad o fueron extranjeras. Esto no necesariamente ha cambiado pero algo interesante es que quizá el espíritu de lucha estuvo presente desde el inicio.

Entre 1913 y 1930 -etapa del cine mudo-, esta exposición logró identificar a 50 hombres que participaron detrás de cámaras, pero tan solo a 3 mujeres. Una de ellas fue María Isabel Sánchez-Concha, autora del argumento del segundo cortometraje de ficción hecho en Perú: “Del manicomio al matrimonio”. Fue filmado y exhibido en 1913. Otra de ellas fue Angela Ramos, importante figura del periodismo nacional. El único trabajo que tuvo como cineasta implicó escribir la película “El carnaval del amor”, que estrenó en 1930.

Aunque diversos factores, como la llegada del cine sonoro, hicieron que Ramos dejara el cine, su labor periodística no cesaría, sino que contribuiría a la lucha por los derechos de las mujeres, de los presos y de la militancia partidaria. La pluma era un arma camuflable que seguramente ayudaba a las mujeres de aquel entonces a ser libres desde los confines del ámbito doméstico. No es coincidencia que las primeras mujeres detrás de cámaras hayan sido escritoras.

La llegada del cine sonoro a Perú no facilitó la participación de las mujeres detrás de cámaras. Sin embargo, aquellas que lograron involucrarse tuvieron valiosos aportes. Por un lado, estuvieron las mujeres como Mocha Graña, que trabajó como diseñadora de modas y vestuarista. Se convirtió en la única mujer encargada de una jefatura de área durante los primeros 30 años del cine sonoro de nuestro país. Sin embargo, también hubo muchas mujeres que, aún lejos de las cámaras y los actores, igualmente ayudaron a que los rodajes se completaran. Una de ellas fue Juana Ferreira, esposa del cineasta y fotógrafo Antonio Wong Rengifo. Ferreira se encargaba de la casa, la crianza de su hija, e incluso del negocio de fotografía familiar para que su esposo pudiera grabar en la ciudad donde vivían: Iquitos.

Algo relevante que ha dado a conocer esta exposición es que la primera mujer en dirigir un largometraje mudo en Perú vino de fuera. Stefanía Socha llegó desde Polonia y dirigió “Los abismos de la vida” en 1929. Esta obra tuvo éxito y llegó a exhibirse en Lima y provincias. Sin embargo, su autora regresaría a su tierra natal un tiempo después y nunca más se dedicaría al cine. Tuvieron que pasar aproximadamente 50 años desde aquel entonces, para que la primera directora de cine peruana apareciera en nuestro país: Nora de Izcue. La autora de películas como “Runan Caycu” (1973) construiría una larga trayectoria enfocada en mostrar las distintas realidades del Perú.

“Yo siempre he tenido un espíritu gremial muy grande. Siempre he creído que las cosas no las hace uno solo sino que tenemos que estar todos unidos”, contó la pionera en una entrevista de 2020. Palabras de alguien que vivió la primera iniciativa estatal dedicada a fomentar la producción de cine nacional (Ley 19327). Dichas líneas reflejan la necesidad de luchar por mejorar la industria, de forma colectiva y organizada. “Incluso hasta ahora que estoy retirada del cine, pertenezco a la Unión de Cineastas Peruanos  (UCP),  me  reúno  con  ellos,  les  doy  mi  opinión,  me  mandan  las cosas… Siempre en la vida gremial he tenido una participación muy activa. Para mí siempre ha sido muy importante”, agregó.

Recordar -y sobre todo, expandir- la historia es importante para entender los retos que aún enfrentan las mujeres audiovisuales y no audiovisuales en el presente. Aunque las dificultades de la pandemia y la incertidumbre política hayan creado retos diversos, esta exposición demuestra que las cineastas en Perú seguirán alzando sus voces y sus cámaras.

Visita la exposición virtualmente aquí.