Nota de prensa por Organización Internacional para las Migraciones (OIM)
Promoviendo la diversidad cultural. FOTO: OIM
El programa Arte en Movimiento, de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), se realizará de forma itinerante durante el mes de octubre en los distritos de Barranco y Villa María del Triunfo, con el propósito de transmitir mensajes positivos en torno a la diversidad cultural y la movilidad humana.
La migración es parte de la realidad que nos rodea. Todos nos desplazamos de un barrio a otro, de una ciudad a otra, de un país a otro. Somos, migrantes. Recordemos que aproximadamente 3 millones de peruanos viven en el exterior. Es decir, casi el 10% de la población del Perú, vive en otro continente. Asimismo, el Perú se ha visto nutrido de diferentes olas migratorias durante su historia, con personas venidas de Japón, China, Italia y más recientemente de Venezuela. Esta fusión de saberes forma parte ahora de nuestra identidad y de nuestra cultura. En ese sentido, refugiados y migrantes pueden ser motor de potencial desarrollo tanto para la comunidad de acogida como para ellos mismos.
Con el fin de hacernos reflexionar sobre la diversidad cultural y la movilidad humana en las principales comunidades de acogida del país, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), de la Oficina de Población, Refugiados y Migración del Departamento de Estado de los Estados Unidos ((PRM por sus siglas en Inglés) y las Municipalidades de Barranco y Villa María del Triunfo, desarrollarán durante el mes de octubre, de forma itinerante, el programa “Arte en Movimiento”, que con el lema “Espacios para abrazar las diferencias” transmitirá, a través de diversas actividades artísticas y culturales dirigidas a los niños y niñas y a sus familias, mensajes positivos en torno a la migración.
Talleres dirigidas a niños y niñas. FOTO: OIM
Los eventos se realizarán el sábado 23 de octubre. El lugar será en la Plaza de Armas del distrito de Villa María del Triunfo. Asimismo, el domingo 24 de octubre, en la Plaza Butters del distrito de Barranco, de 5 pm a 7 pm, y estarán conformados por un taller de intervención participativa “Mi barrio en Chroma Key” – en el que niños, niñas y adolescentes, acompañados por sus familias, expondrán su visión sobre la diversidad y la inclusión social y harán sus propuestas para vivir en un barrio y en una sociedad más igualitaria a través del uso de la pantalla verde – y un Cine Foro, que incluirá la exhibición al aire libre, en una pantalla de cine gigante, del cortometraje “La Bienvenida” y la obra de teatro audiovisual “Instrucciones para despedirse de una casa”.
Dato: Más información sobre el programa en la página de facebook de OIM. No se requiere inscripción previa para ninguna de sus actividades.
La escritura es un proceso, un desarmado y armado de nuestros pensares y/o sentires. Es un ritual donde nos preparamos avisando al cuerpo, apoyándonos en elementos sin los cuales no podemos escribir. Nos permite hacer comunidad con personas que se volverán tus lectoras. Implica borrar escribir en la misma hoja durante horas. Ese arduo proceso creativo, hoy es comentado por Alejandra Eme Vázquez.
Como escritoras debemos de hacer toda la ruta anterior más enunciarnos desde el ser mujeres. Abordar en torno a las representaciones del espacio doméstico. Todo esto para seguir las vertientes de nuestra escritura como acción afirmativa en sí misma. Por otro lado la escritura es construcción de subjetividad.
Todos estos consejos y conceptos son parte de las mentorías bingo-taller y encuentro de escrituras y cuidados, un proyecto sobre “Pensar lo doméstico”. Se trata de un ensayo que analiza la dinámica de cuidar y ser cuidada. Un proyecto por entregas que busca “hacer la revolución” para asumir el goce, posicionar el apoyo en colectivo. Lo mencionado antes son algunos de los espacios/proyectos a los que ha dado vida: Alejandra Eme Vázquez
Alejandra Eme Vázquez (Ciudad de México, 1980) es escritora, docente, editora, mediadora de lectura y cuidadora. Estudió lengua y literatura. Desde hace más de diez años ha colaborado regularmente como columnista en medios impresos y digitales. Calcula haber publicado, hasta ahora, unos 250 textos ensayísticos de temas muy diversos. Tiene a su cargo un laboratorio remoto de escrituras e imparte talleres de escritura con enfoque de cuidados. Coordina el proyecto Pensar lo doméstico, un espacio colectivo para generar diálogo, lecturas y escrituras críticas alrededor del espacio doméstico y los cuidados.
Asimismo, es parte del comité organizador del Encuentro de Escritoras y Cuidados, cuya primera edición se llevó a cabo en octubre de 2019. Actualmente combina sus labores de cuidados con la impartición de talleres para jóvenes y adultos, la creación de contenidos editoriales y el ejercicio de la escritura. Su ensayo “Su cuerpo dejarán”, ganó el premio Dolores Castro de ensayo en 2018 y en el 2019 se publicó bajo el sello de El Periódico de las Señoras, Kaja Negra y Enjambre Literario. Editó el proyecto de escritura colectiva Lucrecia, primer borrador, en coordinación con la compañía teatral estable de la Universidad Veracruzana y con la participación de: Alejandra Arévalo, Gabriela Damián Miravete, Diana Del Ángel, Brenda Navarro y Yeni Rueda.
La apuesta de Alejandra, como una lectora que escribe, es de acompañar a otras autoras a escribir ensayos. Pues afirma que todos podemos escribir y que necesitamos herramientas para proteger, potenciar, explorar y disfrutar de nuestra escritura.
¿Qué significa para ti el escribir, ser y nombrarte escritora?
Yo tengo una relación desde niña con esta escritura que llaman “creativa”. Primero como lectora y luego como ejecutante, y hasta la prepa escribía hasta por los codos. Luego entré al mágico mundo de los estándares. Eso mermó un poco mi entusiasmo, pero lo retomé con fuerza desde hace unos años porque para mí escribir es mi espacio de afirmación elegido. Por eso es que nombrarme no tiene que ver con la calidad de lo que escribo, con publicar ni con el futuro de mis textos. Decir que soy escritora significa reconocer abiertamente que mi relación con la escritura es vital para mí.
Desde sus espacios ha pronunciado que para las mujeres que escriben, la escritura debe ser trabajada con enfoque de cuidados. Donde se reflexionan y realizan ejercicios sobre cómo incorporar los cuidados en nuestro quehacer desde asumirnos escritoras. Puntualizando que son autoras vivas.
¿De dónde y por qué surgió el querer dar acompañamiento a otras escritoras por medio de los laboratorios que facilitas y la importancia de nombrar las Escrituras vivas?
Al revisar mi relación con mi propia escritura y la de otras personas, noté eso que ya se ha dicho sobre la visión muy tradicional del arte como un espacio de genios sin cuerpo, que escriben en condiciones asépticas y que son arrebatados de lo mundano para poder crear. Yo empecé a proponer otra visión, primero tímidamente y luego ya con mayor desfachatez, y básicamente se trata de explorar todo el tiempo qué ocurre cuando se pone al centro no sólo la vida sino la vitalidad, que es uno de los principios del trabajo de cuidados.
Esta visión de los cuidado, el cuidar y ser cuidadas, que involucra en todos los procesos de escribir, leer, acompañar y visibilizar también lo llevó a una iniciativa que comenzó a principios de años como algo que “solo vivía en su imaginación y que ahora es una realidad” llamada “Odo ediciones” una editorial autogestiva y sin fines de lucro que impulsó junto con Libia Brenda. Aunque dice “autogestiva”, no se debe dejar de nombrar que hacer libros requiere dinero y es necesaria la remuneración del trabajo de todas las personas que participen en el proceso.
¿Cuál fue el motivante para acompañar a otras escritoras a poder publicar sus escritos ?
Cuando Libia Brenda me contó del proyecto de Odo Ediciones, supe que quería ser parte de esto. Yo soy la cuidadora de temporadas de la editorial, de broma digo que soy como una “tía” para las autoras porque las acompaño en el proceso de generar vínculos con su comunidad lectora mientras su libro es editado. Normalmente las editoriales tienen relacionistas públicos que agendan presentaciones, actividades y apariciones de las autoras, pero siempre es con fines utilitarios y en contranarrativa a esto fue que imaginamos este esquema. Aprovecho para invitarles a suscribirse en odoediciones.mx
Dentro de su iniciativa de ensayo de sí, ha mencionado que “muchas vivencias, reflexiones, intuiciones que nos atraviesan y que, por lo tanto, quisiéramos llevar a la escritura. Sin embargo, parecen no encontrar su cauce. Históricamente, esto se explica con la masculinización del canon literario, que se ha construido para deslegitimar lo femenino, por falta de representación de escritoras en el canon configurado a partir de lo “clásico”, de las redes de enseñanza de literatura, de la crítica literaria, del historial de premios, de la academia, de las editoriales y los discursos relacionados.”
Esto puede verse en el claro ejemplo de la falta de mujeres en los primeros acercamientos de la infancia mexicana a la literatura mediante los libros de texto gratuitos. Para el final de la primaria, las y los estudiantes habrán leído en este libro a un 13.7 por ciento de autoras, contra 65.4 por ciento de escritores, según el artículo de Escritoras Mexicanas: Feminismo y Reivindicación en la Literatura. Este, fue escrito por la reportera Marcela Vargas en 2020. Aquí, también se habla de la marginación de la literatura escrita por mujeres que influye en las mujeres a no escribir.
¿Crees que cómo escritoras siempre vamos a conocer a esa “impostora”?
Actualmente escribo un ensayo por entregas titulado Sensacional de Escrituras junto con Salomé Esper y Ana Laura. En el segundo tomo mi objetivo es hacer una especie de disección de lo que han llamado el “síndrome de la impostora”. Y digo que lo han llamado así porque creo que forma parte de vocabularios impuestos y más bien yo propongo elaborar sobre ello. Decirle síndrome es hiriente y poco preciso, como también lo es llamarlo impostura, ¿impostura de qué? Creo que con ese término tan vago estamos nombrando un sinfín de detalles en los que podemos detenernos a pensar con minucia, que es una forma de hacernos justicia también.
Muchas mujeres tienen miedo a escribir porque sienten que “no tienen nada que aportar”, pero desde tus talleres te has pronunciado a que todas nuestras historias importan, ¿Qué les dirías para abrirles camino a intentar escribir?
Que valoren y escuchen sus propios procesos. Muchas veces damos por descontado que lo único importante es el producto y ese es un esquema casi empresarial de la escritura, que no permite analizar nuestro propio trayecto. Creo que hay muchas cosas muy seductoras en la escritura y una de ellas es esta certeza de que si bien muchas personas pueden escribir sobre lo mismo, nadie lo hará de igual manera porque la escritura es una expresión de la particularidad. Esa dimensión dactilar de la escritura es maravillosa.
El primer ensayo de Alejandra, fue sobre los cuidados, que nació a partir de un círculo de lectura de “Pensar lo doméstico” en la Biblioteca Vasconcelos. Donde se cuestionaba sobre los “asuntos” de mujeres. Aunque en lo personal, como lectora, el libro de “Su cuerpo dejarán” me removió, hay otras autoras que desde sus tiempos han nombrado el espacio doméstico como: Rosario Castellanos, Amparo Dávila, Luica Berlin, Elena Garro, entre otras. Es importante leer las diversas perspectivas para enriquecer nuestros saberes y cuestionamientos.
¿Cuál fue tu sentir cuando te compartían/comparten experiencias sobre su relación con los cuidados y la escritura a partir de tu propia experiencia?
Para mí fue una absoluta sorpresa cómo se recibió ese libro y mi experiencia me cambió la manera incluso de auto-percibirme. Sin embargo, no es una autoría que hubiera considerado y creo que todavía faltan muchas conversaciones para poder hacer vínculos más sustentables. Sin esas vivencias no hubiera podido escribir el Sensacional de Escrituras, que ahora sí viene de hacerme cargo por completo de lo que escribo, y de lo que no también.
Las escritoras no somos acreedoras de la verdad absoluta. En la literatura se dice que ya todo está escrito. Las escritoras recalcan que sí es así pero desde lo que no se ha escrito es desde tu propia visión. Por eso, el hablar de las autoras vivas, aquellas que están escribiendo y aportando en la actualidad, requiere de una escucha de lo que proponen. Un saber desde donde nos escriben, es decir, cuales son aquellas cosas que les removieron algo y les hicieron escribir sobre cierto tema.
El enfoque escritural tiene que ver con reconocer nuestra vitalidad y jugarla, lo más consciente y lúdicamente posible, al escribir, como dice Alejandra. Sigamos conmemorando la escritura y a las escritoras en este día.
Mujeres votando en México. FOTO: Archivo El Universal
Luchas, rechazos, insistencia y pioneras incansables forman parte del rocoso camino que recorrieron las mujeres mexicanas para acceder al derecho al voto. Con batallas aún pendientes por pelear en la búsqueda de una sociedad sin distinciones, recordamos el proceso y la ruta de este histórico acontecimiento.
El 17 de octubre de 1953 en plenas elecciones para los diputados federales de la XLIII Legislatura, el presidente Adolfo Ruíz Cortines promulgó algunas reformas constitucionales. Estas fueron para el reconocimiento del derecho al voto de las mujeres. Así como el goce de una ciudadanía plena.
Hace 74 años, este logro significaba uno de los mayores reconocimientos de los derechos de las mujeres. Abría una esperanza a que el Estado mexicano tuviera una mayor democracia. Ahora no solo las mujeres podían votar. También postular para ser elegidas para cargos de mayor jerarquía.
Pero el camino no fue nada fácil. A las mujeres les costó muchos años lograr que fueran reconocidos sus derechos y su participación oficial en la política. Durante la Revolución mexicana, conflicto armado que se inició en el 20 de noviembre de 1910, la labor de las mujeres fue importante. Ellas se movían ayudando a conseguir ayuda para la población civil y colaboraban en la redacción de proyectos y planes.
Una petición previa a la Constitución de 1917 fue redactada a finales de 1916 por la secretaria particular de Venustiano Carranza, Hermila Galindo. A pesar de los constantes rechazos de los grupos congresales de la época, ella fue una política, escritora, maestra, oradora, periodista y activista feminista sufragista, activa durante la Revolución mexicana. Momento en el que solicitó y peleó por los derechos políticos para las mujeres.
Hemilia Galindo, primera diputada federal mujer mexicana.
Según un archivo del Instituto Electoral Nacional (INE) titulado “Cuando las mujeres votamos por primera vez”, se tienen registros de que en 1821 se hicieron las primeras solicitudes para el voto femenino. Fue hecho por un grupo de mujeres de Zacatecas, quienes pidieron al gobierno que se les considerara ciudadanas y puedan sufragar. Así como en 1890, cuando un grupo de mujeres reunieron miles de firmas. Estas se enviaron al presidente Porfirio Díaz para que fuera reconocido su derecho a votar.
En el siglo XX, se impulsaron más iniciativas a favor. En el año 1923 se celebró el Primer Congreso de la Liga Panamericana de Mujeres en Yucatán. Contó con la participación de más de 100 delegadas de todos los estados del país. A este evento asistieron las dirigentes. Las mismas que hoy son reconocidas como las activistas-feministas más importantes del momento. Una de ella fue Matilde Montoya, la primera mujer mexicana en alcanzar el grado académico de médico en 1887. Al final del evento, se resolvió enviar al Congreso de la Unión una petición de igualdad de derechos políticos para hombres y mujeres.
Así, por primera vez, las mujeres de Yucatán pudieron votar. Se comenzaron a planear iniciativas para que la medida se extienda por todo el país. En 1937, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, se lanzó la iniciativa de reforma al artículo 34 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Momento en el que se solicitó por primera vez el derecho a la mujer de votar y obtener cargos de elección popular. Fue aprobada por la Cámaras de Senadores y la Cámara de Diputados, pero no tuvo la declaratoria de Reforma Constitucional, por lo que quedó inconclusa.
El 6 de abril de 1952, un grupo de más de 20,000 mujeres se reunieron en el Parque 18 de Marzo ubicado en la Ciudad de México. Ellas pedían al entonces candidato presidencial Adolfo Ruíz Cortines que hiciera cumplir su promesa de otorgar el derecho de las mexicanas a votar y ser electas. Fue un año después cuando el Diario Oficial de la Federación (DOF) decretó la ciudadanía plena a las mujeres.
Y fue hasta 1955 que las mujeres en todo el país participaron en unas elecciones. Las primeras sufragadas fueron Jiménez de Palacios, —quien en las elecciones del 4 de julio de 1954 se convirtió en la primera diputada federal en la historia de México de Baja California. Seguida por María Lavalle Urbina de Campeche y de Alicia Arellano Tapia de Sonora. Ambas fueron las primeras senadoras electas en las elecciones del 4 de julio de 1964. Asimismo, Griselda Álvarez de Colima, quien fue la primera gobernadora en el año 1979.
Por la conmemoración de los 65 años de aquel acontecimiento, el portal de Voces feministas menciona que “las mujeres entraron legalmente a formar parte de la vida pública con una conducta pasiva frente a la política de México. Se les dio el voto en un contexto en donde no había libertades democráticas. Con lo que se liquidó toda posibilidad de un ejercicio democrático dentro del juego político. En un contexto en el que no había voces disidentes que cuestionan la función de las mujeres como esencialmente familiar y privada, estas obtuvieron el voto”. Desde La Antígona, compartimos su opinión y seguimos trabajando por fortalecer la participación de las mujeres en la política.
La Comisión de Organización Electoral del Instituto Nacional Electoral (INE) presentó los resultados del estudio muestral sobre la participación ciudadana en las elecciones federales de 2018. Este mostró que del 62.3% del electorado que acudió a votar. La participación de las mujeres fue mayor que la de los hombres por ocho puntos porcentuales.
En cuanto al grupo de personas que no votaron (37.7%), 20.2% fueron hombres y 17.5% mujeres, con una diferencia de casi tres puntos porcentuales. Es evidente la mayor participación de mujeres en las edades jóvenes y adultas hasta los 64 años.
Al día de hoy, se siguen impulsando iniciativas que animen a las mujeres a ejercer su derecho al voto. Unas de ella impulsadas por el colectivo de “Nosotras tenemos otros datos”. Esta, busca hacer visible lo invisible y colocar en el radar público las realidades que desde distintos contextos viven las mujeres mexicanas. Asimismo convoca al encuentro “Todas México” el próximo domingo 17 de octubre a las 11:00 a. m. (hora México/Perú/Colombia/Ecuador) para fortalecer y consolidar la única fuerza política vigente, progresista y democrática.
Las mujeres mexicanas han recorrido un largo camino para poder vivir una vida libre de violencia. Una vida donde sean respetados sus derechos humanos, igualdad política y social. Asimismo, para poder ser partícipes de las decisiones políticas y los cambios transversales de México para conseguir una sociedad más democrática, equitativa e inclusiva.
El arte será siempre resistencia. Aquel que es hecho por mujeres, mucho más. Y aquel creado por lesbianas rompe con todo lo que se nos ha dicho que debemos ser. En la semana de las Rebeldías Lésbicas Feministas, conversamos con tres autoras lesbianas peruanas sobre el importante rol que cumple la narrativa en la visibilización de sus realidades y existencias.
Cuando Blanca le contó a su mamá que le gustaba una niña a los 5 años, todo lo que recibió de ella fue un sacudón como prueba de su desaprobación. Aprendió entonces que lo que ella había procesado como algo natural, era en realidad extraño e incorrecto. En su familia católica y conservadora la palabra “homosexual” jamás había sido pronunciada y ella sentía que estaba enferma y sola pues no tenía idea de que, como ella, habían otras miles de personas sintiéndose igual.
Cuando creció, decidió que haría lo posible para evitar que algún niño se vuelva a sentir así. Bajo el nombre artístico de Lakita, decidió publicar en el 2016 a través de Facebook El Príncipe Carolina, cuento que había empezado a escribir un año antes y contaba la historia de un niño trans. Por la misma época escribió también Dorita y el Dragón, que tiene como protagonista a una niña lesbiana, y Claudio y el Tritón, sobre un niño gay. Pasaron algunos años hasta que consiguió publicarlos físicamente, en el 2017 y 2019 respectivamente.
Lakita con su libro Dorita y el Dragón. FOTO: Diego Daza – Perú21
Los cuentos de Lakita forman parte de la aún escasa, pero creciente, literatura LGTBIQ+ en Perú. Lo cierto es que dentro de este género, la literatura lésbica representa una subcategoría que durante mucho tiempo ha sido narrada desde el exotismo, ya que si ser mujer es, lamentablemente, un acto de resistencia constante en una cultura como la nuestra, ser lesbiana es un doble desafío al status quo y a lo que se espera de nuestra sexualidad.
La investigadora de narrativa contemporánea latinoamericana Carmen Tisnado lo describía ya en 1998. En su artículo “El personaje lesbiano en la narrativa peruana contemporánea”, explicó cómo hasta principios de los años 90 la homosexualidad femenina nunca fue presentada como un estilo de vida, sino como encuentros sexuales aislados entre personajes femeninos en los textos de autores hombres, o como producto de un desacato a la regla, como es el caso de Confesiones de Dorish Dam(1919).
En adelante, la narrativa peruana empezó a visibilizar los vínculos lésbicos, como en Ximena de dos caminos(1994), donde la tía de la protagonista tiene una relación con otra mujer; o Las dos caras del deseo (1994), en la que Ada muestra un constante desapego hacia los hombres y opta por el exilio para poder vivir su orientación sexual con libertad. No obstante, en la mayoría de historias de la época las amantes son separadas, lo que constituye, considera la investigadora, una especie de castigo.
La visibilidad que el activismo LGTBIQ+ ha ganado durante las dos últimas décadas ha permitido que la producción literaria de este género aumente. De acuerdo al registro de Crónicas de la Diversidad, desde el 2000 y hasta abril de este año se han publicado 91 libros con temática LGTB en nuestro país. La narrativa peruana contemporánea viene abriendo cada vez más las puertas a historias lésbicas y, en muchos casos, son las mismas lesbianas las que tienen la oportunidad de pasar de ser objetos a ser sujetos y cambiar la narrativa.
Retrato borroso
“Pero yo quiero que seas feliz”, es lo primero que le dicen a muchas mujeres sáficas cuando salen del closet con sus familias, comenta Libia Avanzini cuando pregunto cómo considera que la ficción influye en la realidad. Ella, que actualmente está trabajando en la elaboración de su primer libro Diario de una Lesbiana, conoció la homosexualidad femenina a través de clichés en distintos productos artísticos. El más común de ellos era “que todo es un desastre, es catastrófico o alguien muere, siempre nos matan”. No es de extrañar entonces que en el imaginario colectivo las historias entre mujeres siempre terminen mal.
Captura de pantalla del Instagram de @diariodeunalesbiana.la
El estereotipo de la lesbiana que se queda sola y vive con sus gatos no dista mucho del trágico final que se les da. Al respecto, Karen Luy de Aliaga, autora de Compórtense como Señoritas, una de las pocas novelas lésbicas peruanas de este siglo, afirma que “hay cierta esterilidad que se nos adjudica, como si los deseos nunca se pudieran cumplir, o el deseo sexual no existiera”. Tal parece que formar una familia feliz o ser el personaje principal es casi imposible para las lesbianas.
Karen Luy De Aliaga y su libro «Compórtese como señoritas». FOTO: LibrosAMi
La expresión de la sexualidad se aleja también de la realidad. “He leído muy pocas escenas sexuales entre mujeres que me parezcan reales, probablemente porque fueron escritas desde una visión masculina o que repite la heteronorma, ese pensar que hay una ‘activa’ y una ‘pasiva’”, detalla Luy de Aliaga. Si no es el sexo que parece salido de una película pornográfica, entonces es otro de los estereotipos: pensar que una de las mujeres ‘convierte a la otra’.
La lista podría continuar, pero el factor común parece ser el tratamiento de la homosexualidad femenina desde un enfoque muy ligero, catastrófico o placentero para el consumidor. Avanzini lo atribuye al morbo y al carácter punitivo de los finales tristes. “Como no es socialmente aceptado entonces siempre va a terminar mal, y es así como anulan nuestra existencia y nos reducen a una sarta de locas que van destruyéndose la vida, teniendo relaciones totalmente tóxicas”, añade.
Pareja protagónica de la película Wachowski.
Por otro lado, Luy de Aliaga opina que la representación incorrecta responde a la perspectiva de los autores y a la falta de investigación, porque además se recurre a paradigmas como la butch o la femme sin considerar otras identidades o incluso el no binarismo. Lakita concuerda, pues afirma que creció aprendiendo que la sexualidad era de determinada manera hasta que descubrió que ni a ella misma le hacía sentir bien. Finalmente, como dice Avanzini, es más sencillo hablar de algo cuando pasas por ello.
Alguien como yo
Cuando Lakita estaba apoyando en una de las ferias donde se vendía Dorita y el Dragón, una joven muy nerviosa dudaba sobre si comprar el cuento para contárselo a su sobrina de 5 años pues no sabía si ella rechazaría o cuestionaría la historia lésbica. Días después, la misma joven contaba a través de su Facebook que al llegar a la parte donde se ve a dos niñas con vestidos de novia, lo único que su sobrina le dijo fue: “oye tía, ¿por qué tienen tacos si son niñas?”.
Personajes del libro «Dorita y el Dragón». FOTO: Lima en Escena
“Les niñes no tienen maldad, si es que de chiquites se lo enseñas como algo natural así lo van a tomar de por vida, como debería ser”, reflexiona Lakita. Y si bien gran parte del poder de la literatura lésbica, para grandes y chicos, es la normalización de la diversidad sexual, su importancia radica sobre todo en la representación. Una que en muchas ocasiones no tiene intención de ser política, pero que representa una rebeldía desde su mera existencia.
“Yo escribo sobre el mundo desde mi perspectiva LGBTQI porque es mi territorio, es lo que he vivido toda la vida y son las historias que conozco. Que de paso rompa con las estructuras viejas es un alivio, pero no creo que sea la misión o el objetivo, al menos no de mi escritura”, acota al respecto Luy de Aliaga.
Si hay algo en lo que las tres autoras coinciden, es en que su literatura está basada en historias propias. A sus 36 años, Lakita sigue preguntándose con coraje “caramba, ¿cómo no llegó a mis manos algo así cuando lo necesité?”. Y cuenta emocionada que no es la única en su situación. “Me ha escrito gente de mi edad que me dice ‘oye, yo me sentía así, ¿cómo es que de chiquita no tuve este texto?’”
A Libia le pasó algo parecido. Salir del closet en una sociedad sin referentes visibles la llevó a sentirse confundida. “Y es porque nunca leí ni vi nada, nos omiten mucho”, agrega, celebrando que para las generaciones actuales sea mucho más sencillo por el acceso a la información. “Para mí es totalmente importante escribir sobre lesbianas y sus vidas porque hay un montón de gente que necesita saber que hay más como ellas y que no somos un grupo chiquito como yo pensaba cuando era adolescente”.
Y es que además de ser importante, la representación es natural. La evidencia nos dice que existen personas con distintas orientaciones sexuales e identidades de género, por lo que sería normal que aquello se refleje en la ficción. “Debería ser natural contar cualquier tipo de historia que les involucre, de cualquier género de la literatura. Pueden ser héroe o antihéroe de las ficciones, incluso la mala o la maldita (como en la vida real, ser LGTBQI no siempre significa que seas el bueno de la historia)”, opina la autora de Compórtense como señoritas.
Cada vez más visibles
“No todes tienen la misma suerte. No todes tienen una historia para contar. No todes sobreviven para contarla”, es uno de los mensajes finales de la novela lésbica de Karen Luy de Aliaga. Ella conoce de cerca esa realidad. El juicio por el ataque homofóbico del que fue víctima en el 2006 y que concluyó 9 años después fue aquello que más la motivó a escribir el libro, que reúne historias propias y ajenas, todas situadas en Lima.
“La edad te hace ver las cosas con otro lente. Ahora puedo ver cuánto de pérdida o de dolor hay en todo el proceso de vivir nuestras orientaciones e identidades en esa misma ciudad y a varias distancias puedo pensarlas y escribirlas”, precisa. Sin lugar a dudas la literatura lésbica, sobre todo aquella escrita por lesbianas, es necesaria. Pero es también todo un reto.
“Escribir que dos mujeres se aman y se gustan, que están dispuestas a crear un proyecto de vida ya es completamente un desafío. Para la escritora, para la sociedad, para quien quiere comprar el libro y decirle a sus amigos: ‘estoy leyendo Diario de una lesbiana’”, dice entre risas Avanzini, quien está trabajando para a mediados del 2022 publicar el libro que inició a escribir a modo de diario cuando salió del closet a los 17.
Otro de los obstáculos a los que se enfrentan los autores LGTB es el encorsetamiento. Al respecto, Luy de Aliaga comenta que muchas veces se acude a ellos para tratar exclusivamente temas relativos a la diversidad sexual. “Al final, por no invisibilizar la obra terminamos invisibilizando nuestras identidades. También pasa a la inversa, que te cuestionan por qué sigues escribiendo «otra novela gay”. ¿Cómo sería si nosotres cuestionáramos “otra novela hetero”?”, añade.
Asimismo, aún nos encontramos frente a una escasa representatividad en términos de identidad étnico-racial y nivel socioeconómico. Si de por sí es difícil para los autores disidentes publicar sus historias porque acceden a distintos espacios como parte de un cupo LGTBIQ+, explica Karen, lo es aún más para personas que no viven en la capital, afroperuanas, trans o no binarias, o que cuentan con limitados recursos económicos. “Tal vez el problema está en quiénes deciden qué se publica por ser mainstream o no, pero si la escritura es buena no deberían importar los otros factores”.
Por otro lado, los límites etarios que se colocan a la literatura LGTB dificulta su crecimiento. Lakita, como exponente y amante de la literatura infantil por la pureza que la caracteriza, espera ver que más escritoras se dediquen a ese público. “Dicen que la sociedad no está preparada para algo así, ¿y cuándo es que lo está? Nunca lo va a estar si tú no se los muestras”, concluye.
Las autoras concuerdan es que es momento de tomar acción. La Lakita del pasado, que tuvo que oír a su profesora decirle que jamás podría escribir un libro por su mala ortografía, observaría incrédula el éxito que hoy tiene con sus cuentos. “Si tienes ganas y un buen mensaje, hay que hacerlo”, comenta. En un contexto sociopolítico en el que movimientos conservadores y fascistas van ganando terreno, es necesario visibilizar que existimos.
Seguir en la mente de los peruanos con la imagen que los medios de comunicación se han encargado de difundir históricamente no es una opción, y menos aún seguir siendo “les otres”, comenta Karen. “Toda narrativa de ficción o no ficción, todo documento, toda expresión visible suma a la representatividad correcta, como seres humanos falibles pero no como los monstruos como pretenden llamarnos”. Finalmente, como dice ella, solo nos quedan las historias para seguir dando la lucha.
Banesa Farfán es una joven psicóloga y fundadora de Ñañaykuna. Organización juvenil cusqueña que trabaja, reivindica y lucha por la igualdad de género desde el año 2017. Fueron los últimos ganadores del premio “Yenuri Chiguala Cruz” 2021. Banesa conversó con La Antígona y nos relató el origen, objetivos y logros de Ñañaykuna, así como la importancia de la prevención de violencia en el Perú y las zonas rurales.
A pesar de las adversidades que surgieron debido a la pandemia, la organización juvenil no se detuvo y crearon el programa Familias Online, un programa que busca la igualdad de género y prevención de violencia mediante talleres. Actualmente, son ganadores del Premio Nacional de la Juventud “Yenuri Chiguala Cruz” 2021, concurso organizado por la SENAJU, en donde participaron bajo la categoría de Comunicación Social.
Coméntame acerca de la organización, ¿cómo se origina Ñañaykuna?
Ñañaykuna nace en el 2017 para poder visibilizar la problemática en torno a la falta de empoderamiento a las mujeres rurales y sobrevivientes de violencia. Ese año nosotros realizamos un proyecto llamado Escuela de Empoderamiento para Mujeres Cusqueñas. En el 2018 nos dimos cuenta de que la igualdad de género se tenía que realizar con hombres y mujeres, entonces iniciamos un segundo proyecto llamado Escuela de Empoderamiento frente a las Desigualdades, donde incluimos varones y mujeres.
La pandemia y la virtualidad trajo consigo muchos obstáculos en las organizaciones sociales, ¿Cuáles consideran que fueron los suyos?
En el 2020 hicimos una convocatoria y tuvimos más de 150 voluntarias y voluntarios, todos provenientes de diferentes provincias del Cusco. Nosotros trabajamos con voluntarios de todos los estratos sociales, como trabajadores del hogar, estudiantes, etc. Cuando llegó la pandemia la mayoría tuvo que regresarse a sus comunidades rurales, porque los puestos en los que ellos trabajaban cerraron. Fue un momento difícil para la organización.
Nuestra organización siempre ha sido autosostenible, utilizábamos ventas de rifas o colaboraciones. Ante la nueva normalidad tuvimos que transformarnos y es así como creamos Familias Online. Un proyecto que brinda herramientas educativas a madres jóvenes de zonas periurbanas y rurales. Nos preguntamos, ¿cómo podemos llegar a la gente?, en muchas comunidades la gente no tiene conectividad o no hay luz y el trabajo de prevención de la violencia era importante.
Cuando realizamos nuestra labor, llegamos a conocer muchas historias que nos impactan. En una escuela rural ofrecimos charlas sobre prevención de la violencia y al salir de la charla, una niña nos comentó que gracias a nosotras se enteró de que fue víctima de violencia, lo que pensó que era un “juego” con un familiar en sí era violencia.
Hay personas que no denuncian, no porque no quieran denunciar, sino porque no saben o no han identificado la violencia. Al crear Familias Online dijimos: “si no podemos entrar por la puerta, entraremos por las ventanas o por los techos”. Empezamos a hacer audios en quechua y español sobre la prevención de la violencia, sobre la educación sexual, autocuidado en la época de COVID – 19 o el cuidado de la salud mental; lo difundimos a través de radios comunitarias o por perifoneo local. Cuando nos fue mejor, mapeamos las zonas con mayor índice de violencia y dimos talleres presenciales.
Taller presencial de la organización Ñañaykuna en Cusco. FOTO: Ñañaykuna
¿Cuáles consideran ustedes que son sus logros como organización?
En el 2019, organizamos con todas las voluntarias que habíamos formado en las Escuelas de Empoderamiento un proyecto llamado FutuPlan, con el que viajamos a 25 colegios de zonas rurales quechuahablantes y periurbanas en el Cusco, colegios con estigmas sociales.
También sacamos un pronunciamiento a nivel nacional en pro de los derechos sexuales y reproductivos, justo cuando se celebraban los 25 años de la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo (CIPD), gracias a este pronunciamiento logramos representar al Perú en la Jornada Preparatoria del Segundo Campamento Regional de Liderazgo Juvenil ¡Juventudes YA!, en México y luego a Latinoamérica en La Cumbre de Nairobi, en Kenia.
Con el proyecto de Familias Online ganamos en el 2020 el reconocimiento de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en la categoría Jóvenes por la Buena Práctica en el Concurso de Buenas Prácticas sobre los Grupos en Situación de Vulnerabilidad en el Contexto del COVID – 19.
En el 2021 continuamos con Familias Online y la Municipalidad del Cusco nos reconoció el proyecto. También ganamos el premio a Protagonistas del Cambio de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC) y el Premio Nacional de la Juventud “Yenuri Chiguala Cruz” 2021.
¿Qué retos tienen este 2021?
Es el tema de la sostenibilidad económica. Para las organizaciones comunitarias de provincia es algo complicado, debido a la pandemia no se pueden hacer actividades de recaudación de fondos. Hoy entendemos que debemos abrirnos a otros campos y hacer ver que no solo damos talleres gratis. Otro de los retos que tenemos es el tema de la formación constante. Somos 50 voluntarias a nivel nacional, tenemos voluntarias de Lima, de Cusco, entre otras regiones. Y lo que queremos es llegar a las 13 provincias del Cusco. Hace poco estuvimos en Espinar, Cusco y Quillabamba, pero nuestra meta son todas las provincias cusqueñas.
Siempre es importante mantener una misión al gestar un proyecto social, ¿Qué te motiva a seguir organizando?
Me gustaría que mis sobrinas o mis futuros hijos o hijas vivan en un lugar donde no tengan que vivir violencia. Esto es algo que vamos a lograr construyendo el país que queremos. Siento que ya bastante gente ha hablado en redes sociales, en el día a día o en tu mismo barrio; pero es momento de hacer algo. Tomar acciones es algo que realizamos desde hace 4 años. Por eso Ñañaykuna se basa en la educación y brindar herramientas educativas. Si tú le ofreces estos conocimientos a una mujer, en un futuro esta podrá empoderar a su familia y va a cambiarles la vida. Esto es una cadena de favores y es algo en lo que creemos todas las voluntarias. Dentro de los miembros de la organización hay madres solteras, mujeres con familias o estudiantes. En esto se basa lo rico de Ñañaykuna y su diversidad. No queremos seguir viendo a mujeres que no puedan denunciar porque no logran identificar la violencia.
Finalmente, ¿Qué le dirías a la gente para que se anime a formar parte de Ñañaykuna?
Ñañaykuna es una organización juvenil que es como una familia, en la que va a encontrar mucha amistad. Nosotros decimos que el empoderamiento empieza por ti. Ñañaykuna es un espacio para crecer, desarrollarse y conocer más sobre la realidad de las comunidades rurales. Es muy distinto verlo en redes sociales y vivirlo. Hay dos formas de apoyar: haciendo cosas y apoyando en lo que hacen las otras personas. Se pueden sumar al voluntariado, la próxima convocatoria es en marzo, o sino pueden ser aliados estratégicos y ayudarnos a llegar a las provincias que conozcan o a través de la compra de souvenirs que venimos vendiendo para financiar las actividades que realizamos.
Siempre los círculos de violencia terminan donde una persona denuncia, si alguno conoce un caso de violencia o es víctima de violencia es importante que pueda denunciarlo, puede utilizar la línea 100. Podemos cambiar el mundo, pero primero empecemos cambiando el nuestro.