Organizaciones unidas: Alimento para todos

Organizaciones unidas: Alimento para todos

Por Aylinn Siñas y Gianpaul Orihuela Bazan

Organización y resistencia de ollas comunes. FOTO: Arturo Gutarra/ La Antígona

En el Perú, la pandemia ha afectado a todas las personas en distintos grados. Sin embargo, antes de la llegada del COVID-19, ya existían grupos sociales que vivían en situaciones precarias debido a la poca acción del Estado en atenderlos y apoyarlos. Estos grupos se enfrentaron a múltiples problemáticas: la falta de trabajo, un sistema de salud colapsado o la mala alimentación. Para afrontar esta última, se tuvieron que crear redes de apoyo mutuo y se conformaron las ollas comunes. La Antígona conversó con Carmen Zúñiga, líder en dichas organizaciones locales autogestionadas que brindan auxilio alimentario para lograr que nadie se quede sin un plato digno de comida.

 EL INICIO DEL PROBLEMA

Al finalizar el último trimestre del 2020, un informe del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) reveló que la población ocupada a nivel nacional disminuyó en 13%, es decir que un equivalente a 2 millones 231 mil 300 personas se quedaron sin empleo en el país.

Estas cifras demuestran una realidad que afectó a muchas familias peruanas. El desempleo hizo que una gran cantidad de personas se encuentre en situación de vulnerabilidad y no tenga la posibilidad de satisfacer necesidades básicas. Una de ellas, y la más urgente, fue la alimentación.

Carmen Zúñiga es una activista social que hizo resistencia a esta problemática latente. Originaria del departamento de Puno, radica en el distrito limeño de Villa María del Triunfo desde hace más de 35 años. Ella pertenece a la Federación de Mujeres de VMT y a la Red de Ollas Comunes de Lima Metropolitana, que tiene más de un año de existencia gracias al trabajo constante de más personas como ella.

Fuente: Facebook Red de Ollas Comunes de Lima

Las ollas comunes son una estrategia barrial de subsistencia ante la crisis alimentaria que incrementó y afectó a muchos durante el confinamiento. Es un modo de organización popular que enfrenta la falta de alimento y desnutrición a nivel regional, es una respuesta desesperada y comunitaria para la supervivencia vecinal.

Según data oficial de la Municipalidad de Lima, actualmente se encuentran registradas unas 2116 ollas comunes en la capital que distribuyen un total de 940 millones 825 mil 636 raciones de comida diarias. La mayor presencia de las ollas comunes se encuentra en el distrito de San Juan de Lurigancho, con 571 núcleos. Villa María del Triunfo es el siguiente con 407, y le sigue Comas con 167. Sin embargo, estas cifras son incompletas, ya que no se consideran a las organizaciones que trabajan en la informalidad.

“Esta pandemia ha visibilizado todos esos problemas económicos y sociales que teníamos antes. Las ollas comunes se han formado para el tema de la alimentación. La pobreza que existía crudamente ahora ha rebrotado”, nos comentó Carmen. Al inicio de la pandemia, uno de los retos más grandes de los miembros de las ollas comunes fue su organización, cuenta Zúñiga. Al principio, se implementaron las ollas comunes con banderas blancas en cada uno de los distritos con más necesidades. Luego, con el apoyo de especialistas del Gobierno de Lima Metropolitana, ellos pudieron unirse.

El número inicial fue bajo. La red logró crear un grupo de WhatsApp con todas las ollas. En este grupo, coordinaban las zonas de San Juan de Lurigancho, Villa María del Triunfo, Pachacamac, Independencia y Carabayllo; ellos fueron los cinco distritos que iniciaron la red. “Buscamos integrar a aquellas organizaciones muy lejanas, donde nunca ha subido una autoridad, donde no hay agua, donde no hay luz y con niños y ancianos que sufren de mala nutrición”, nos indicó la activista.

Para la Defensoría del Pueblo, la situación en la que se encuentran las ollas comunes en el Perú es precaria, y es por ello es necesario brindarles también provisiones de agua segura y mejoras de infraestructura y equipamiento. Sin embargo, el Estado no ha respondido correctamente en estas áreas.

INICIATIVAS ESPERANZADORAS

Ante ello, la excongresista y actual premier Mirtha Vásquez Chuquilín presentó en el mes de junio el Proyecto de Ley N° 7821, el cual buscaba declarar de necesidad pública e interés nacional la emergencia alimentaria en el Perú. Con este proyecto, la exparlamentaria expuso que el Estado debía tener un rol eficaz en la activación de ollas comunes, dotándolas de recursos y equipamiento, así como la creación de un Comando Nacional de respuesta frente a la Emergencia Alimentaria.

Mirtha declaró que la norma debe “destinar presupuesto y reconocimiento institucional a las iniciativas ciudadanas de respuesta al hambre como las ollas comunes”.

Fuente: Twitter Red de Ollas Comunes de Lima

La iniciativa legislativa fue retomada por la congresista de Juntos por el Perú, Sigrid Bazán. El 12 de agosto presentó su Proyecto de Ley N°25 y el 9 de septiembre, en el Pleno del Congreso, expuso que esta iniciativa debería ser vista desde la multisectorialidad, ya que involucra la agricultura familiar, la salud, la inclusión social, la producción, la economía, el desarrollo y las familias.

 “El proyecto de ley de Mirtha Vásquez fue elaborado en conjunto con las organizaciones sociales y la población. Lamentablemente, en el cambio de periodo de Gobierno, fue archivado. En esta nueva gestión, nosotras tocamos la puerta del Congreso para que puedan desarchivarlo y la única persona que nos dio atención fue la congresista Sigrid Bazán. Ella siempre recalca que ese fue el trabajo de Mirtha Vásquez en conjunto con la Red de Ollas Comunes y el pueblo”, nos dijo la representante de esta organización.

Luego de que Sigrid retomara el proyecto de ley, hubo varios impedimentos para que este pueda aceptarse, y como era de esperarse, el más grande obstáculo no estaba en sí en la elaboración del proyecto de ley, sino en la lentitud y falta de coordinación por parte del legislativo en reuniones inconsecuentes.

Fuente: Twitter Red de Ollas Comunes de Lima

Así lo dejó en claro Bazán: “Vamos dos plenos sin discutir una emergencia que ya existe en la realidad y es que la gente no tiene qué comer. ¿Por qué? Porque discutieron una hora sobre si el presidente debe viajar o no a Bolivia, también se ha discutido tres horas un plan de las prioridades en materia legislativa que en realidad se ha aprobado sin ninguna modificación; es decir, la discusión fue por las puras”, señaló a los medios de comunicación.

Carmen se muestra indignada por las precarias propuestas de otros congresistas con respecto a la Ley de Emergencia Alimentaria, donde solo se recalca la formalización de las ollas comunes mediante donaciones y el trabajo en conjunto con las ONG, lo que provocaría una distancia hacia el enfoque de la administración y coordinación de la Red de Ollas Comunes.

Zúñiga nos lo confirmó: “Nosotros, desde la red de ollas, queremos trabajar en la sostenibilidad y autogestión, y agregando que desde la organización se muestran preocupados porque Maricarmen Alva, presidenta del Congreso, no había querido aceptar la ley y solo quería tocar dos puntos de ley de emergencia alimentaria, y no se puede hacer un trabajo sin contar con la perspectiva de las organizaciones”.

La mutilación del proyecto de ley que pasó de seis a dos artículos fue una de las causas que produjo la indignación de las personas, y más de las tantas activistas de ollas comunes, porque supuestamente ya tenían el apoyo y confianza de Maricarmen Alva, quien en señal abierto manifestó un interés hacia estas organizaciones y, en general, hacia las asociaciones en favor de poblaciones vulnerables.

Fue la misma presidenta del Congreso quien, durante su presentación el 23 de octubre en el programa de televisión “Porque hoy es sábado con Andrés”, habló sobre estos asuntos y mostró materiales audiovisuales que probaban su aparente apoyo a ayudas sociales, lo cual —en ese momento— era algo esperanzador.

Fuente: Canal de YouTube de Andrés Hurtado

En el programa también reiteró directamente su supuesto apoyo a las ollas comunes de Lima para establecer y formalizar medidas que ayuden y fortalezcan estas organizaciones. No obstante, esto no se vio reflejado en la reunión legislativa para la aprobación del proyecto de ley donde, como ya se mencionó, mutilaron el proyecto de ley y dejaron de lado cuatro de los seis artículos propuestos con respecto a la emergencia alimentaria.

Estas razones incentivaron a distintos grupos de ollas comunes a manifestarse para que la aprobación del Proyecto de Ley de Emergencia Alimentaria contemple los seis artículos consensuados por estas organizaciones. La manifestación se dio frente al Congreso el pasado 21 de octubre.

PROTESTAS ANTE LA INDIFERENCIA

El plantón inició frente al Parlamento, donde se unieron voceros, activistas e integrantes de las ollas comunes para exigirle al Estado el reconocimiento del proyecto de ley que declare en Emergencia Alimentaria al país. A raíz de ello, algunos grupos violentos empezaron a generar disturbios y a agredir a los manifestantes.

Lo que era una manifestación mesurada y organizada por parte de grupos que exigían justicia terminó en una gran represión cargada de violencia física y psicológica. Este hecho fue aún más sorprendente para Carmen Zúñiga, que, a pesar de estar años sumergida en proyectos sociales, participó por primera vez en un plantón.

“Nosotros estamos luchando por la ley de emergencia alimentaria (…) Hemos ido de modo pacifico para luchar por nuestros derechos, y nos dimos con la sorpresa que había otro grupo: La Resistencia. Hemos sido agredidos con palabras y frases clasistas como: ‘muertos de hambre’ o ‘váyanse a su cerro’”, lamentó Carmen.

Grupo radical La Resistencia. FOTO: Piko Tamashiro / GEC

UN PASO ADELANTE

A pesar de las fuertes represiones, estas no fueron impedimento para que oficialmente el 28 de octubre de este mismo año se aprobara la Ley de Emergencia Alimentaria con el texto sustitutorio, que no solo se reduce a algo formal, sino más bien a una reformulación del interés común de los ciudadanos y voceras de ollas comunes por un derecho fundamental: la alimentación.

Desde sus distintas redes sociales, las ollas comunes expresaron haberse sentido totalmente satisfechas por el arduo trabajo que ellas realizaron para obtener esa aprobación. Además, confían en que este proyecto de ley sea el inicio para que los distintos congresistas o funcionarios públicos atiendan al pueblo, sepan sobre sus necesidades y que esta sirva como herramienta para crear medidas importantes y sostenibles.

Este es uno de tantos obstáculos que tendrán que atravesar las organizaciones semejantes, donde no solo se interponen problemas sociales, económicos, políticos o culturales, sino que también deberán enfrentar los actos corruptos y desdenes de personas o grupos que no asimilan un cambio en la sociedad para que todos reciban sus derechos fundamentales.

Lo bueno de superar estos obstáculos es el panorama y las decisiones futuras, donde se tomaría en cuenta a la Red de Ollas Comunes, y que estas alcancen a trabajar en equipo con el pueblo y aprendan a reconocer sus necesidades, sus perspectivas y sus problemas, que van más allá de no tener dinero.

“Es hora de transformar el país, es hora de concientizar nuestros derechos, el derecho a la alimentación, el derecho a la vida, el derecho a la salud y el derecho a la educación; que todos debemos tener y toda la población debe saber. Nadie puede vulnerar nuestros derechos”, señala con firmeza Carmen.

Siempre han existido estos problemas de precariedad debido al poco accionar del Estado, y estos se han acentuado. El Gobierno, en vez de apoyar a estas poblaciones más vulnerables, las ha invisibilizado, lo que ha dado como resultado distintas manifestaciones sociales en las que se pone en riesgo la salud de la población.

Esta indiferencia por parte de nuestras autoridades hizo envalentonar a varias personas que, hoy en día, son voceros de organizaciones sociales. También hizo que muchas mujeres se sumergan en arduo trabajo, que ha traído consigo resultados que ayudan a poblaciones enteras a luchar por sus derechos fundamentales y combatir el hambre de las personas.

“Todos debemos seguir luchando, porque es la lucha del pueblo”, es la reflexión final de Carmen. Estamos en una sociedad, compartimos cultura, idioma y costumbres. ¿Por qué no apoyarlos en sus exigencias al Gobierno? Al fin y al cabo, esto es un problema que impacta indirecta o directamente en todos, todes y todas.

Antay: “Cantar era enunciarme trans”

Antay: “Cantar era enunciarme trans”

Por Mya Sánchez

Músico peruano Antay. FOTO: Instagram Antay.

El arte implica ser vulnerable. Pero cuando la vulnerabilidad es la norma, crear se convierte en un acto político. En el Día del Músico, La Antígona conversó con el cantante peruano Antay sobre la autogestión desde el arte, el poder de la música para transformar y su larga relación con su propia voz.

Una sola canción en por lo menos tres tonalidades distintas en el transcurso de dos años. Quienes conocen al músico peruano Antay desde que inició su proyecto musical en el 2019, han podido oír Júrame, su primer sencillo, en diferentes versiones de su propia voz. Su canto, cada vez más grave producto del proceso de hormonación que viene atravesando, tiene una identidad que hace que cualquier cambio en la sonoridad pase desapercibido.

La honestidad que caracteriza a sus letras y melodías cuenta su historia, en la que la vulnerabilidad pasó de asustarlo a ser su bandera. Nativo del Callao, Antay creció rodeado de salsa y sueña con algún día componer una canción que haga bailar a su público como él lo hace cuando oye a Rubén Blades o El Gran Combo de Puerto Rico. Pero, por ahora, se permite crear lo que le nazca. “Yo no creo en los géneros, ni en la música ni en ningún lado (risas). Creo en las expresiones”, subraya.

Es por ello que su música no se encasilla solo en un género, sino que es producto de distintas influencias y de su capacidad como artista: desde lo que siente y cree en el momento en que compone. Con referentes como Liniker, Kevin Johansen, Jorge Drexler, Silvana Estrada, Lalá, Alejandro y María Laura y El Kanka, aquello cobra sentido. “Admiro a quienes se atreven a utilizar la música como un medio para transformar la sociedad, para dejar un mensaje”, enfatiza Antay.

Del escritorio al escenario

Presentación de Antay en La Noche de Barranco. FOTO: Instagram Antay.

Pero dedicar su vida a la música fue una decisión que le tomó tiempo. De hecho, a pesar de que las canciones y los instrumentos musicales habían formado parte de su vida desde muy pequeño, esa no fue su primera opción al escoger una carrera universitaria. Fue así que empezó a estudiar Derecho, profesión en la que sí contaba con el beneplácito de sus padres. No obstante, la música fue siempre su fiel compañera.

Al echar un vistazo a su pasado, resulta predecible. Desde sexto de primaria, Antay escribía canciones para el Festival de Canciones de su colegio y algunas otras sobre lo incomprendido que se sentía, a pesar de que aún no sabía por qué. La diferencia era que, mientras antes componía en inglés para que sus sentimientos fueran más difíciles de descifrar, ahora tenía la necesidad de ser comprendido.

Bastó una presentación del también cantor peruano Eme en el Lugar de la Memoria para que Antay supiera que su identidad no era una condena. “Se enunció como una persona disidente sin miedo y me pareció que sentirme orgulloso sobre quién soy era una posibilidad. Pensé: ‘¿cómo sería si hubiésemos más personas que, desde nuestro arte, mostráramos que siendo como somos podemos ser eternamente felices también?’”. 

Aquel momento, marcó un antes y un después en Antay. Pasó de encontrarse días enteros llorando por intentar ejercer el Derecho como un hombre trans y recibir portazos en la cara, a decidir cambiarse de carrera para dedicarse de lleno al arte, con el objetivo de hacer música que interpele y transforme.

Reencuentro

Antay cantando en el festival Resiste Bebita por el Día del Orgullo 2021. FOTO: Instagram Antay.

Pero el proceso no fue fácil. Antay pasó un periodo en silencio. A los 18 años, cuando ya se sabía disidente, cantar en público le suponía atraer más atención de la que quería, siempre acompañado de comentarios respecto a lo bonita que era su voz. “Era doloroso para mí, porque solemos asignar ciertas frecuencias agudas a lo femenino. Cuando me fui expresando como persona trans de género masculino, cantar era prácticamente enunciarme trans”.

Eso implicaba también un nivel de exposición que le asustaba. “Me daba miedo cantar en público porque sentía que en algún momento podía aparecer alguien y hacerme daño”, relata. Pero el silenciamiento que se impuso a sí mismo fue lo que le permitió comprender cómo otras personas trans se autocensuran de distintos espacios públicos por ser considerada la voz un indicador del género.

Antay fue apropiándose de su voz nuevamente en un proceso que considera un sanar colectivo, y cuando lo iba logrando, inició su tratamiento hormonal. “Mi voz, mi cuerpo, mi cara… todo cambió”, recuerda. Su búsqueda de profesores o instructores que pudieran guiarlo en el proceso no tuvo frutos, pero su perseverancia le permitió encontrar un espacio de acompañamiento en Chile, al que pudo acceder de manera virtual durante el aislamiento social.

“Para mí, era bien difícil encontrarme en esa nueva voz”, confiesa, tras explicar que a veces sabía que debía cantar una nota, pero cuando intentaba hacerlo el resultado era un sonido peculiar o, en su defecto, silencio. Durante los primeros meses de hormonación, grabó su primer sencillo, a pesar de que hubiese preferido iniciarlo antes. “Grabar Júrame fue un dolor, estaba muy asustado de que no quedara bien”, precisa. Sin embargo, ahora se alegra de haberse atrevido, pues, sin querer, documentó ese momento de su proceso.

Cuando la pandemia llegó, trajo consigo las presentaciones grabadas y en vivo. Las primeras le daban tregua para explorar el mar de emociones sentía en ese momento. “Me permitía parar para llorar dos horas y decir ‘esto no está funcionando, creo que se fue al tacho’”, confiesa. Pero en los conciertos virtuales, el show debía continuar, a pesar de la desesperación que sentía, las veces que se perdía y los acordes a los que creía que no llegaría.

Pese a que no sabe si la voz que tiene actualmente seguirá cambiando, Antay se permite “habitar con incertidumbre”. La calma que siente por ahora se debe, en gran parte, a que el público lo sigue reconociendo a pesar de las variaciones. Ahora, inclusive, no teme en afirmar que cada día se siente más cómodo con su voz. “Me tranquiliza pensar que quizá puedo llegar a un espacio en donde sienta aún más calma”, precisa.

Espacios para ser

Antay y la bailarina Angellina Miladi en el videoclip de ‘Júrame’. FOTO: Instagram Antay.

Júrame, el sencillo que lanzó en abril de este año, marcó un hito en su carrera. A partir de ese momento, Antay ha ido ganando oyentes mediante las plataformas de streaming y los espacios donde ha podido mostrar su arte, como lo hizo recientemente en El Gato Tulipán, La Noche de Barranco e incluso en la Antifil

Y él sabía cómo quería presentarse al mundo: desde la desnudez. Es por ello que en el videoclip de esta canción, que habla sobre el desamor, el cuerpo tiene un rol fundamental. Protagonizado por Antay y la bailarina Angellina Miladi, el producto audiovisual cumple con el objetivo de dirigir los reflectores hacia los cuerpos y amores trans. “Es importante que más personas trans habitemos los espacios de belleza, del deseo y de lo bonito”, comenta.

Para Antay, como para muchas otras personas, la música representa un espacio de autogestión ante la difícil situación laboral de la comunidad trans en nuestro país. Para él, era importante que el equipo detrás de la producción del videoclip fuera completamente disidente y mayoritariamente trans. Esta es una constante en su trabajo diario, donde procura trabajar codo a codo con personas LGTBIQ+. “Desde las cabras para las cabras”, sentencia.

En ese sentido, sueña con crear más espacios similares en el futuro. Una banda trans y una “productora trans marica” son solo algunos de ellos, pero también le interesa internacionalizarse y conocer las indistrias musicales disidentes de países como Uruguay y México. No obstante, considera que su lugar está, primero, en su país. “Quiero seguir chambeando aquí. Me gustaría muchísimo tejer más puentes con personas disidentes de otras regiones”, afirma.

Mientras tanto, Antay viene preparando el lanzamiento de su segundo sencillo y un videoclip sorpresa, que publicará antes de que acabe el año. Es consciente del impacto que su arte y su mera existencia tienen. “He crecido viendo cómo nos persiguen y especulan sobre nuestras identidades. Yo no quiero que las infancias trans tengan que ir a las últimas páginas de Google para encontrarse. Yo soy trans y no me da miedo decirlo”, afirma con orgullo. Quienes vienen detrás de él, sabrán que ser ellos mismos no es un salto al vacío, como él lo sintió. Y eso ya habrá sido suficiente.

Flyer de su primer sencillo, Júrame, lanzado en abril del 2021. FOTO: Instagram Antay.
Las guerreras del siglo XXI

Las guerreras del siglo XXI

Por Katherin Rodriguez para Perulogía

Chamberas, madrugadoras y aguerridas. Así son estas mujeres que día a día luchan por ganarse los frijoles en una sociedad machista. Ellas cuentan sus duras experiencias en las tormentosas y picantes calles de la capital. Viajarás desde la guerra de la independencia hasta nuestro bicentenario.

https://open.spotify.com/episode/4OCKlSWrngvubffINn0V1i?si=30eb3551ae6041bf
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Guía de escucha:

Katherine (K): Conoces a… ¿Micaela Bastidas? ¿Brígida Silva de Ochoa? ¿María Parado de Bellido? ¿Las sacas? ¿Has escuchado de ellas? ¿En el colegio? Mmm ¿En la universidad? ¿¡No!? ¿Tampoco? 

K: Pues déjame contarte que son mujeres que participaron en la guerra de la independencia. 

K: ¡Así es! En el virreinato las mujeres hicieron más que dedicarse a cuidar de sus familias. Las mujeres patriotas contribuyeron en labores de inteligencia: trasladando mensajes, realizando misiones de espionaje y repartiendo propaganda revolucionaria. 

K: Aunque no lo creas, mujeres de todas las clases sociales hicieron estas tareas. Por ejemplo, Manuela Estacio, involucrada en varios proyectos de conspiración; Rosa Campusano, que buscó convencer a los oficiales realistas para que se unieran a los patriotas y terminó en “cana” por eso. También Narcisa Arias de Saavedra y Lavalle, que recibió al mismísimo San Martín con sus tropas y convirtió su casa en un hospital; y, como no, Manuela Carbajal, que donó su fortuna a la causa independentista y fue un nexo entre los libertadores y patriotas.

K: Hoy, en pleno siglo XXI, y con el Bicentenario encima, ¿seguimos teniendo mujeres guerreras? ¿Sí? ¿Quiénes pueden ser estas figuras heroicas? Tal vez ya no peleen guerras, pero sí luchan en la calle. Caminemos para encontrarlas. 

Presentación: Hola, bienvenido a Eco, un podcast de Perulogía, espacio periodístico que busca armar nuestro país pieza a pieza.


Tania Campos (T): “Mi nombre es Tania Isabel Campos, tengo 26 años y actualmente trabajo de cobradora en un bus de transporte público”.

K: Tania, mejor conocida como «La Romana», se levantaba en sus inicios a las 3:30 a.m. para alquilar el micro donde chambeaba con su padre. Con él recorría Lima desde las 5:00 a.m. hasta las 11:00 p.m.

K: Hace 6 años, Tania se sumó al negocio familiar. Su papá empezó a trabajar en el rubro de transporte desde que cumplió 18. Después de años de esfuerzo, lograron comprar su propio bus.

T: “Va desde San Juan de Lurigancho Ventanilla – Pachacutec. Sale en San Juan de Lurigancho, en la altura de Mariscal Cáceres y termina en Ventanilla en Callao”

K: A la misma edad en la que su padre comenzó, 18, Tania empezó a chambear. Ella salió embarazada después de terminar el cole, por eso tuvo que ganarse los frijoles junto a su padre.

K: Durante el viaje siempre ocurren varias anécdotas para recordar, para llenarte de cólera o para quedarte sorprendido. Tania asegura que le ha sucedido de todo.

T: “También me han pasado experiencias graciosas como, por ejemplo: pasamos por los terminales de 28 de julio. Siempre llevamos personas que viajan. Maletas, bolsas. En una de esas me toco, sin querer, vi un trapo tirado en el piso y era una ropa interior, jajaja. La señora me miró y me dijo: «ay, mi calzón». Me lo quitó. Se fue. Qué roche. Cositas que pasan”.

K: Aunque no todo es chistoso. Tania confiesa haber sufrido insultos, recibido golpes y presenciar el acoso. 

T: “En una ocasión me tocó lidiar con un borracho. Subió al vehículo, se puso malcriado y quise retirarlo del vehículo. En el afán de querer bajarlo, el pasajero se puso malcriado conmigo y en esa, pum, puñete y me hizo volar de la puerta del carro hasta la mitad del pasadizo. Me quedé en shock, nunca pensé que me iban a meter un golpe en plena ruta”.

K: Ese día Tania se fue a la comisaría. Justo había un patrullero cerca, ella se quejó y fue a un médico legista y ahora está en un proceso legal. Aunque no es la única mala experiencia que le ha tocado lidiar. 

T: «Antes de la pandemia llevábamos escolares en el micro y nunca falta un atrevido que está tocando, grabando, molestando y falte el respeto a las señoritas. Me tocó pasar esto con una niña, se quedaba callada. Yo vi como el pata la empezó a molestar, la chica en vez de pedir ayuda se quedaba en un rincón sentada sin hablar. Entonces tuve que intervenir ahí”.

K: Era solo una escolar de 13 años siendo acosada por un hombre de alrededor de 50 años. Situaciones que día a día las niñas y mujeres nos vemos expuestas.

T: «Quisimos denunciar al chico, era un señor adulto. Lo retuve en el carro. Lo que quería era que la niña se queje con el policía y lo denuncie. Este señor tuvo tanto miedo que se ha aventado por la ventana del carro y se escapó. Se tiró por la ventana. Como si se quisiera matar. Se tiró por la ventana y se metió una corrida que no te imaginas” 

K: Lamentablemente, cada vez el acoso es más frecuente en el transporte público. Tania se prometió a sí misma que si ve un caso similar, siempre va a encarar al agresor y ayudar a la víctima. Tania fue una de las muchas afectadas por la pandemia. Sus ahorros solo le alcanzaron para 2 semanas. Aunque también la pandemia fue una oportunidad para que Tania incursione en el mundo Tiktokero.  Tania ahora cuenta con más de 500 mil seguidores y casi 8 millones de likes en Tiktok. Cada día anda subiendo tiktoks sobre bailes, experiencias, trabajando en el micro. Aunque no siempre todo es color de rosa en esta plataforma.

T: «Por ejemplo, al ser cobradora, me decían que cobraba de más, que hacía de más. Creaban historias, asu que ni yo misma sabía que existían. Me empezaron a juzgarme por mi físico, hablar de muchas cosas. Sentía que todo lo que hacía le daba cólera. Como si les diera un motivo para que me tengan cólera”.

K: Estar en redes es estar expuesta a las críticas. Mayormente los comentarios son de personas desconocidas o personas con perfiles fake. Todo esto le pasa factura a la salud emocional de Tania.

T: «Créeme que, en un tiempo, sí me afecto bastante todas las críticas que me hicieron. Que estaba gorda, que era una mala madre por grabar y no dedicarme a mi hijo. Un montón de cosas” 

K: Por estas críticas, Tania se retiró un mes de TikTok y 2 meses de Instagram.

T: «Me empezaron a buscar hasta en mi Instagram y me mandaban mensajes así feos, amenazantes. Yo no entiendo cómo es el odio de las personas que vienen y te desean lo peor, lo malo»

K: Pese a esto, Tania siguió con las redes sociales. Ahora sabe cómo lidiar con los haters y tiene bastantes planes a futuro para su carrera profesional en el rubro de transporte y en las redes sociales.


K: Ser peruano también es ser migrante. La migración trajo consigo a 100.000 trabajadores del sur de China en el gobierno de Ramón Castilla. Hoy, nos trae a un millón de venezolanos y que cada vez se vuelven parte de nuestra cultura. 

K: Ros y Leidi son parte de esta comunidad. 

Leidi Malparejo (L): «Hola, buenas noches mi nombre es Leidi Malparejo, vengo de Venezuela. Tengo 24 años y actualmente trabajo en delivery rappi 

Rossmery Franco (R): «Hola, buenas noches, mi nombre es Rossmery Franco, soy venezolana. Trabajo en el aplicativo de Rappi y tengo 29 años  

K: Leidi y Ros son una pareja venezolana que trabajan como repartidoras en Rappi desde que llegaron a Perú

L: «Llegué a Lima aproximadamente hace 3 años, vine por una mejor calidad de vida ya que la situación económica en Venezuela hizo que cada quien haga su rumbo en otro país. Actualmente vivo en Lima con una amiga. Desde que llegué acá siempre he trabajado en delivery Rappy y sigo trabajando allí”.

R: «Llegué hace 3 años por una mejor calidad de vida, aparte que aquí también está mi familia, mi mamá y mis hermanos. He trabajado en un chifa, de moza y luego me compre la moto y empecé a trabajar con el aplicativo de Rappi porque se genera más dinero» 

K: Poco a poco las mujeres han incursionado en el mundo del delivery. Aunque hay algunas personas a las que esto no les cuadra. 

R: «Buenos los clientes a veces se sorprenden porque no es común que hayan mujeres repartiendo en moto, porque en bicicleta sí se ve. Pero en moto se ve siempre. Ay es mujer, maneja moto, no te da miedo, esto que el otro. Siempre se sorprenden. Me pasa mucho”.

K: Ross al recorrer las calles para entregar sus pedidos, también se enfrenta con pequeños problemas, pero que son comunes en nuestra cultura vial.

R: “Me han chocado también taxistas, he estado estacionada y ya me ha pasado que han retrocedido y no ven. No usan los retrovisores, aquí pasa mucho esto. Me he estacionado para entregar un pedido y me han llegado a la moto, no ha pasado a mayores, pero sí la moto se me ha caído”.

R: «A ellos no les importa si te chocan o no te chocan, si te chocaron, siguen como si nada. Pero he visto que muchos compañeros le han pasado».

K: Al ser venezolana, los insultos son más fuertes por la venenosa xenofobia

R: «Por el tema que es venezolano, ahí se agarran y lo insultan más. Tuvo un problema con un cliente, lo insultaba y le decía pues conchatumadre como dicen acá. Manejando uno pasa mucha rabia, cólera porque manejan a lo coñazo y sí me han insultado en la vía mayormente».

K: Por otro lado, Leidi recorre hasta 50 kilómetros diarios para entregar sus pedidos. Todo lo hace con su bicicleta. En ese recorrido también la insultan.

L: «A mí también me han insultado, creen que hay ciclovía por todos lados y a veces la situación amerita que me tenga que montar por la acera y hay veces que voy despacio”.

K: Ros y Leidi como rappis y mujeres están expuestas al peligro de la capital. 

L: «Creo que las mujeres estamos más expuestas, ya que a veces cuando nos metemos a lugares en zona roja, como le dicen acá que son más peligrosas, creo que somos más expuestas en el sentido de que nos vayan a robar o hacer cualquier cosa porque nos ven más débil. Entonces por esa parte estamos más expuestas en este trabajo de delivery».

R: «Definitivamente estamos más expuestas porque cuando ven a uno como mujer por lo menos un malandro o delincuente, obviamente se va a sentir con más poder, tanto por la fuerza porque, aunque nosotras podamos hacer los mismos trabajos que ellos, obviamente el hombre por naturaleza tiene más fuerza”.


K: Pero Ros y Leidi no son las únicas mujeres que recorren Lima en su chamba. Cada noche Diana hace carreras desde Pueblo Libre hasta donde el cliente decida. La acompaña con una salsa de antaño o un reguetón moderno para hacer más amena su noche.

Diana Arellano (D): “Me llamo Diana Arellano Diaz, tengo 29 años, vivo en pueblo libre, soy bachillera en derecho, pero desde el año pasado vengo incursionando en el mundo del taxi. Tengo aplicativo, he hecho uber, beat y particular”.

K: Diana pensó en hacer taxi cuando estaba embarazada de su hija Tabatha. Ella trabajaba en un call center de inglés en Miraflores. Todas las mañanas Diana chapaba un taxi para llegar a su trabajo, el cual salía muy costoso.

D: “Mi motivación fue que me tocó una taxista mujer, la vi tan regia, su carro bonito es como si fuera tu oficina entonces me pareció chévere la idea. Cuando di a luz tenía que regresar al trabajo y se me hacía pesado trabajar en un turno de 9 horas al día”. 

K: A partir de las extensas horas que pasaba en el trabajo y con la necesidad de cuidar a su recién nacida, vio como oportunidad ser taxista. Al iniciar en este trabajo, a Diana se le vino a la mente todos los riesgos que iba enfrentar al ser taxista.

D: «Me daba miedo porque qué pasa si me quieren robar el auto, si es que me voy por una zona fea. Entonces tomé mis precauciones. Me levantaba a las 5:30 a.m y me iba con el auto y regresaba del trabajo a la 1:00 p.m., lo cual era perfecto porque mi pareja se quedaba con la bebé».

K: El trabajo que escogió le era muy rentable, por esas horas recibía una ganancia de 100 soles, además se sentía relajada al ser su propia jefa. Pero todos los trabajos tienen sus pros y contras.

D: «Me sentía expuesta porque en las carreras que he hecho el 90% de las mujeres nunca me hablaban. Lo cual es raro porque si ves a una taxista mujer deberías sentirte en confianza. Algo interesante es que todos los hombres se quedaban así, me preguntaban, me hablaban todo el camino y algunos me pedían mi número porque les llamaba la atención que una mujer estuviese haciendo taxi. También se sentaban adelante conmigo y me hacían sentir muy incómoda»

K: Frente a este temor, Diana tomó nuevas alternativas como poner un trabagas al carro y otras no muy esperadas.

D: «Otra cosa es que yo siempre iba, por si acaso, con un cuchillo porque no sabía que podía pasar y no trabajaba de noche».

K: ¡Sí! Medidas como estas tenemos que tomar para sentirnos seguras al salir. A pesar de esto, cuando llegó la pandemia, Diana creó su emprendimiento «Mommy Taxi», taxi exclusivo para mujeres.

D: “Empecé a promocionar mis servicios en páginas de solo mujeres, en páginas de compra y venta para mujeres, en páginas de mujeres feministas. Ahí empezó el boom donde la verdad no me di abasto porque eran todos los días y a todas las horas me pedían que haga carreras»

K: Lamentablemente, las mujeres corremos peligro en cualquier lugar, peor si es en el transporte. A Diana su emprendimiento le dio más seguridad.

D: «Gracias a dios, como te digo, he tenido buenas épocas trabajando en mommy taxi y en su mayoría trabajé de la mano de solo mujeres, lo cual es mucho mejor. Es mucho mejor el hecho de no estar lidiando con hombres que no conoces, que no conoces que va a pasar porque estas en un ambiente como es un carro no sabes lo que va a pasar. No sabes si te van a robar, si te quieren robar la mercancia, el auto, o si te quieren violar, es complicado».

K: Cuando Diana hacía taxi, ella vivía sola con su pequeña de dos años.

D: “Entonces lo que yo hice es que a veces como me pedían carreras al aeropuerto y de madrugada. Me iba con mi hija de 2 años, en esa época más chiquita, un año y medio. La ponía en su carseat, en el copiloto. Muchas veces hemos salido 2 a.m, 4 a.m, ella dormida, bien abrigada, la ponía en su carseat y me la llevaba a hacer una carrera”.

K: Por esta acción ella fue muy criticada

D: “La gente me puede decir que soy muy irresponsable, que esto que el otro. Pero chamba es chamba. Mientras me esté generando ingresos si una carrera al aeropuerto me va a pagar 5 veces más de lo que yo sé que cuesta esa carrera, me conviene, entonces lo hago”

K: Ella se ha ido hasta huacho, hasta las playas del sur de Lima. Todo con su hija como copiloto.

D: “Yo también decía qué me queda, vivo sola y no tengo con quién dejar a mi bebé. Algunas personas le parecían súper chévere eso, pero si tú ves a las mujeres peruanas que quien quiera salir adelante va a salir como sea”

K: “Como sea”. Así ven estas luchadoras el reto de salir adelante. Tania como cobradora, Ros y Leidi como delivery de Rappi y Diana como taxista. Estas chicas trabajan día a día para su familia y por ellas. Sus historias son únicas y admirables. Sin duda son parte de una nueva generación de mujeres guerreras peruanas que, como las del pasado, con mucho valor y confianza brillan en nuestro maravilloso país.

*Si te gusta lo que acabas de escuchar, te recomendamos la página web: perulogia.com para encontrar más podcast y videoreportajes como este. Instagram y TikTok como @perulogia.

Horizonte de (im)posibilidades: mujeres y poblaciones LGBTIQ+ del extranjero al Perú – 2da parte

Horizonte de (im)posibilidades: mujeres y poblaciones LGBTIQ+ del extranjero al Perú – 2da parte

Por Mya Sánchez y Zoila Antonio Benito

Mujeres venezolanas caminan en el control fronterizo. Foto: REUTERS/Nacho Doce

Cuando la teoría dista de la práctica 

“Creí que, por ser una persona de mi edad, mi jefe iba a ser una persona adecuada. Pero recibir sus insinuaciones era incómodo. No le iba a hacer caso porque, principalmente, no me gustan los hombres. Se convirtió en una relación muy incómoda y abusiva de su parte. No ganaba mal, pero dejé el trabajo y me fui a otro donde ganaba muchísimo menos, sólo por esa incomodidad”, relata Vanessa Armas, venezolana que radica en Lima. El tema legal no es lo único con lo que mujeres y poblaciones LGBTIQ+ migrantes tienen que lidiar cuando se trata de trabajo. El acoso y hostigamiento sexual también están presentes. 

Esto empeora cuando, inclusive, recurren a dinámicas amenazantes que se asocian con la transfobia. Esto le pasó a un hombre trans migrante en Arequipa.  “Había trabajado cerca de dos años para una empresa bastante conocida, pero le habían pagado menos de su sueldo y le hacían quedarse muchas horas. Soportaba una explotación grave. Él quería cambiar de trabajo y le dijeron que si se iba, ellos dirían que él es un hombre trans. No le iban a dar ninguna carta de recomendación”, asegura Fhran Medina, representante de la Red de Litigantes LGBTI de las Américas. Lo mismo sucedió con Dominic, quien a pesar de haber trabajado y apoyado a un club de esparcimiento en los momentos más críticos de la pandemia, fue despedido cuando sus superiores escucharon rumores sobre su identidad de género. “En ese momento dejé de ser útil para la empresa. Me despidieron de una forma triste. No me dieron ni siquiera un bono, una gratificación o compensación. El personal nunca me apoyó”, recuerda. 

trabajo, migrantes
«El personal nunca me apoyó», enfatiza Dominic, quien fue despedido cuando sus superiores escucharon rumores sobre su identidad de género. Foto: Empleos y mucho más

Según el informe Mujeres migrantes contra la violencia en el mundo del trabajo: venezolanas viviendo y trabajando en Lima, Perú de Luis Enrique Aguilar, el común denominador de esta violencia de género es el abuso de poder. Dentro del Perú, contamos con una ley en contra del hostigamiento y acoso sexual (Ley 27942). Para mejorar su aplicación, se tienen una serie de requisitos. “Una empresa tiene una personería jurídica en el Perú y, por ende, debe cumplir obligaciones. Cuando tienes 20 trabajadores o más en planilla, deben tener un comité de intervención frente al hostigamiento sexual. Si tienen menos de 20 deben tener un delegado”, indica la abogada laboralista Ana Roque

No obstante, la práctica y la norma distan mucho entre sí. “Algunos creen que la solución a algo es una norma, y muchas veces no es así. Está fomentando que se denuncie más, pero los casos de violencia aparecen, siguen existiendo”, asegura Roque. Como Vanessa, quien no supo a quién acudir por su situación migratoria irregular y porque no estaba en planilla. “Mis compañeros de trabajo prefirieron ser más reservados, no hablaban claramente de eso. (…) Ni siquiera el peruano trabajaba en planilla”, comenta. Ante estas problemáticas, inclusive, se evidencian las medidas a adoptar del Estado en su Plan Nacional de Acción sobre Empresas y Derechos Humanos, pero ¿cuánto más se puede esperar por ellas?

Los estereotipos y la hipersexualización también están latentes. Por un lado, hay estereotipos positivos y negativos, así lo señala Care en la encuesta titulada Las mujeres migrantes y refugiadas venezolanas y su inserción en el mercado laboral peruano: dificultades, expectativas y potencialidades. En el caso de las mujeres, los empleadores asocian su nacionalidad a competencias como la habilidad para los negocios, el manejo de redes sociales, el buen trato hacia clientes y un idóneo cuidado personal. En el caso contrario, los prejuicios negativos les imposibilitan acceder a empleos dignos. Las relacionan con la deshonestidad o la criminalidad. Esto puede venir de la experiencia propia, pero también de comentarios de personas cercanas y del tratamiento informativo de los medios de comunicación masivos

Es en estos escenarios donde, a su vez, ocurre la hipersexualización. Esto se ha podido evidenciar más en Piura y La Libertad, regiones ligadas al turismo y que concentran mayor cantidad de ciudadanos venezolanos. Todo lo que engloba la frase “buena presencia” al realizar una venta o estar en negocios de diversión las cosifica y minimiza sus otras aptitudes para el trabajo. Inclusive, como analizó Aguilar, esta sexualización se valora en la atención al cliente. Coincide con la mayoría de puestos ocupados por mujeres en el Perú según el INEI (Instituto Nacional de Estadística e Informática): limpiadoras y asistentes domésticas, meseras y cocineras o ayudantes de cocina, a diferencia del hombre, que es más empleado como conductor de vehículos, albañil y portero. Estas labores acentúan y fomentan, aún más, los roles tradicionales de género. 

perú
¿Azul para hombres y rosado para mujeres? ¿Carros o muñecas? Preguntas así acentúan los roles tradicionales de género. IMAGEN: Libre Te Quiero

“Eso nos hace daño y  tiene que ver con un tema de discriminación que los peruanos conocen”, puntualiza Marta Fernández, fundadora de la Asociación de Protección a la Población Vulnerable – APPV, “Yo siempre digo que los venezolanos somos los nuevos provincianos del país. Por años hubo discriminación hacia el peruano de regiones. Y ese peruano, en vez de ir en contra del que lo discriminó, se va en contra del venezolano.  En algún momento los venezolanos que se queden van a empezar a ‘camuflarse’ – convertirse más en peruanos – porque van a tener hijos peruanos que lo único que van a conocer es la realidad del país”, asegura. 

Cabe entonces pensar en el futuro. Sobre todo cuando, actualmente, hay una ‘feminización’ del proceso migratorio, como indica el gerente general de la Superintendencia Nacional de Migraciones, Fernando Ríos. «Cada vez son más las mujeres, que son cabeza de familia, que migran a territorio nacional”, afirma. Además, existen ciudadanas venezolanas que dan a luz en Perú. Por ende, estos hijos son peruanos, pero, ¿qué garantías tienen de insertarse satisfactoriamente en el mercado laboral peruano más adelante?  

“Dentro de 20 o 30 años le van a decir al Estado ‘ustedes no hicieron nada por mis padres’ y van a exigir derechos para los venezolanos que se quedaron, porque ellos son peruanos. Es como si hablamos de hijos de peruanos que nacieron en Venezuela. Ellos tienen derechos allá”, señala Fernández

Por ello, y sin duda, las redes de apoyo juegan un factor clave al buscar alternativas laborales y hacer prevalecer sus derechos.

Desde la trinchera de lo diverso

El adverso escenario laboral al que se enfrentan los migrantes en nuestro país los ha llevado a buscar formas alternativas de obtener un sustento económico. Para Laura*, por ejemplo, la situación era tal que el aislamiento por la emergencia sanitaria la ayudó en lugar de perjudicarla, pues le permitió ejercer como psicóloga a distancia. Así, las mil entrevistas laborales que no llegaban nunca a buen puerto han quedado en el olvido. Ahora ofrece sesiones a sus pacientes de Colombia, donde sus años de estudio sí son válidos.

Como la unión hace la fuerza, muchos de los migrantes se han organizado y gestionado iniciativas para sacar de la precariedad a sus compatriotas. “Yo ‘comí las verdes’, pero aquí estoy para brindarle a ellos las maduras”, dice con orgullo Dominic. El compromiso que siente con su comunidad es evidente. Él cuenta que en la primera etapa del programa de emprendimiento de Lo Natural es Ser Diverso, ONG que lidera, podrá contribuir a la formación laboral de 30 personas trans, entre ellos migrantes venezolanos y colombianos. 

El abanico de cursos por los que los beneficiarios pueden optar es diverso y tiene como objetivo desarrollar sus habilidades en actividades que les permita emprender de manera independiente. La ONG no solo se encarga de conseguir el apoyo internacional para costear las formaciones virtuales, sino que además garantiza mentoría gratuita a los estudiantes para el lanzamiento de sus emprendimientos. 

Vives Emprende. VIDEO: Acción contra el Hambre

Después de dos años y medio de supervivencia, Alixe por fin ve una luz al final del túnel. “Ahora veo un cartel que dice que están buscando trabajo y yo ni pregunto (risas). No me interesa”, comenta ella con satisfacción. Gracias al apoyo de Lo Natural es Ser Diverso y el capital semilla que obtuvo a través del Programa Vives Emprende de Acción contra el Hambre, pudo recientemente certificarse, adquirir equipos y ejercer la cosmiatría. Hoy en día siente que su trabajo es valorado y sus clientas confían ciegamente en su talento.

No obstante, esa no es la realidad de la mayoría de migrantes. Es por ello que la ONG actualmente continúa en la búsqueda del apoyo económico de organismos internacionales para así poder llegar a cada vez más personas en Perú y Latinoamérica, e incluso a aquellos que siguen en Venezuela y temen salir del país sin tener un ingreso fijo.

Por su parte, la agencia humanitaria CARE Perú realiza, desde septiembre del 2019, el Proyecto Alma Llanera en Lima, Callao, La Libertad, Piura y Tumbes. Este programa brinda a hombres, niños y mujeres un mayor acceso a los servicios de protección y salud mental. Entre ellos se encuentran el aspecto laboral, donde, en el caso de las mujeres, buscan empoderarlas e impulsar, mediante un fondo semilla y talleres, sus propios negocios. 

Proyecto Alma Llanera. VIDEO: Care Perú

La Asociación de Protección a la Población Vulnerable – APPV también busca empoderar a mujeres, sobre todo aquellas que han vivido violencia basada en género. A través de talleres de liderazgo y oratoria, grupos focales donde crean redes y capacitación financiera, ofrecen apoyo económico para que puedan empezar a trabajar.

La ayuda llega desde todas las trincheras. Veneactiva, por ejemplo, se formó con el objetivo de orientar y empoderar a la población migrante en el Perú. En ese sentido, ofrecen planes de salud, asesorías migratorias e incluso cuentan con un programa para cubrir los aranceles de aquellos migrantes que realicen trámites de regularización. Asimismo, han organizado talleres de bienestar psicoemocional y brindan sesiones psicológicas a través de Whatsapp para tratar el duelo migratorio y otros malestares.

“La idea es romper con ese patrón lastimero: formarse en algo para poder salir adelante y no depender de que alguien te quiera dar trabajo”, expresa Alixe, quien observa que más mujeres y hombres trans venezolanos y peruanos se están integrando a la iniciativa de Lo Natural es Ser Diverso. Asimismo, considera que su vida cambió positivamente tras obtener el capital semilla. “Actualmente estoy haciendo estética facial, limpieza facial profunda y soy experta utilizando un equipo muy novedoso para el rejuvenecimiento facial”, indica.

“No podemos cambiar el nombre, el género, no podemos ir al servicio de salud y que te atiendan dignamente, pero sí podemos formarnos y trabajar para llevar una vida más digna”, enfatiza. Para ellas, los problemas se han convertido en oportunidades caracterizadas por el trabajo conjunto y la independencia de un sistema que no las ha sabido acoger.

*Laura es un nombre ficticio para proteger la identidad de la persona 

Este contenido es parte de una cobertura colaborativa entre cinco medios —Distintas Latitudes (México), Morras explican cosas (México), La Antígona (Perú), La Andariega (Ecuador) y Revista Colibrí (Argentina)— de la Coalición LATAM, una iniciativa para impulsar el crecimiento de nuevos medios fundados por jóvenes periodistas. Este reportaje fue posible gracias al Fondo de Respuesta Rápida de Chicas Poderosas e Internews.

Horizonte de (im)posibilidades: mujeres y poblaciones LGBTIQ+ del extranjero al Perú – 1era parte

Horizonte de (im)posibilidades: mujeres y poblaciones LGBTIQ+ del extranjero al Perú – 1era parte

Por Mya Sánchez y Zoila Antonio Benito

Caminantes venezolanos recorren las principales carreteras y atraviesan terrenos difíciles. FOTO: Muse Mohammed/ IOM – UM MIGRATION

Alixe Sánchez tenía la vida que había planificado. Había seguido su pasión y estudiado periodismo, trabajaba en un canal de televisión en su natal Caracas y contaba con muchos años de experiencia en su carrera. Quería ser docente universitaria y soñaba con estudiar eventualmente un posgrado. A los 39 años parecía haber alcanzado una estabilidad digna de admirar. Pero en el 2018, se convirtió en una de las más de 5.9 millones de personas venezolanas que huyeron de la grave crisis humanitaria, de las que, actualmente y según Migraciones, más de un millón se encuentra en Perú.

Ella ya conocía este país. Además, el idioma era el mismo y la situación económica, mejor. Pasó siete días viajando por tierra rodeada de sus amigos. Sabía bien que ser una mujer transgénero la colocaba en una situación de vulnerabilidad particular. Llegar sana y salva parecía ser otra señal de buen augurio sobre su futuro aquí. Pero la realidad le explotó en la cara. Necesitaba trabajar para sobrevivir. 

Qué difícil ser formal 

“Migró mucha gente profesional. Para nosotros era muy beneficioso porque nos daba legalidad y la posibilidad de trabajar en la formalidad porque en Venezuela estamos acostumbrados a eso”, explica Nurys Morin, coordinadora de las áreas de Integración, Atención Psicoemocional y Vulnerabilidad en la ONG Veneactiva. Recordemos que Perú fue uno de los primeros países en la región en dar la bienvenida a los migrantes venezolanos al activar el Permiso Temporal de Permanencia (PTP).

No obstante, con el paso del tiempo las exigencias empezaron a aumentar. Desde agosto del 2018, el pasaporte se convirtió en un requisito para ingresar al país. Posteriormente, desde junio del 2019, se añadió como condición la visa humanitaria, medida por la que los venezolanos se convirtieron en los únicos ciudadanos sudamericanos en necesitar visa para entrar a Perú.

Pero la realidad dista de lo legal. “La verdad es que se ha estado entrando por trochas, porque para acceder a una de esas modalidades el pasaporte tenía que estar vigente y eso es casi imposible en Venezuela”, indica Morin. Acertadamente, en octubre del 2020 el Estado peruano activó el Carné de Permiso Temporal de Permanencia (CPP), con el cual cualquier migrante, cuyo plazo de permanencia había vencido o que había ingresado de manera irregular hasta el 22 de ese mes, podía regularizar su situación migratoria. 

Al cumplirse un año del PTP o durante la vigencia del CPP, los migrantes pueden optar por el cambio de calidad migratoria para obtener residencia y, por tanto, un carné de extranjería. Es así que solo existen tres vías para trabajar de manera formal en nuestro país: el carné de solicitante de refugio, el PTP o CPP, y el carné de extranjería. Sin embargo, el elevado costo de los trámites dificulta su realización. Por ejemplo, solo para conseguir el CPP se debe pagar S/ 47.30, y para tramitar el cambio de Calidad Migratoria, S/ 162.50.

Carné de Extranjería, documento que otorga residencia peruana a los no nacidos en el país. FOTO: Venezolanos En Perú.

Por si fuera poco, las resoluciones que suspendían el cobro de multas de parte de Migraciones durante el estado de emergencia fueron derogadas en agosto. “Cuando vencen los permisos temporales, la multa es de S/ 4.40 por día, pero cuando vence la residencia, asciende a S/ 44 diarios”, precisa Morin. “Díselo a alguien que gana 12 soles ocasionalmente”, protesta Alixe, quien después de mucho esfuerzo, tendrá su carné de extranjería en las manos pronto. “Lo que una persona cisgénero puede lograr en tres meses, yo lo he conseguido en casi tres años”, añade. 

Consultamos sobre estas multas a Francisco Ríos, gerente general de la Superintendencia Nacional de Migraciones. “Si no hay para pagar, se puede solicitar calificación por vulnerabilidad. Toma 30 días una vez ingresada la solicitud. Se puede hacer a través de la agencia digital, pero debes tener paciencia porque hay sobrecarga de trabajo”, afirma. 

Por su parte, Laura*, a diferencia de Alixe, no es una mujer trans y tampoco se fue de su país de origen por la crisis. Vino de Cartagena, Colombia en el 2019 por una oferta de trabajo que le hicieron a su ahora esposo. Pensó que aquí todo sería más fácil. Al ser su país parte del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), la obtención del carné de extranjería le tomó solo un mes. Su siguiente meta era ejercer como psicóloga clínica aquí.

Para validar títulos obtenidos en Colombia, los ciudadanos de estados que tienen tratados suscritos al respecto con el Perú deben presentar su documento de identidad y su diploma original con la apostilla de La Haya, en caso de que su país sea parte de dicho convenio. Para los migrantes venezolanos, por ejemplo, obtener la apostilla para distintos documentos en su país de origen ha sido particularmente difícil debido a la dictadura. “Estamos cercenados de identidad para poder acreditar nuestros papeles”, expresa Morin

Por ello, gracias al gobierno interino de Juan Guaidó, se activó en Perú la Embajada de Guaidó y con ella algunos mecanismos gratuitos para facilitar la legalización de títulos. No obstante, en la actualidad, la atención consular se encuentra suspendida luego de que Perú reestableciera relaciones diplomáticas con el gobierno de Nicolás Maduro. 

Centro de Atención al Venezolano en Perú, a cargo del ex embajador Carlos Scull.  FOTO: Redes de Representación AN en Perú.

Para Laura*, por su nacionalidad, no fue tan difícil hacerlo. Sin embargo, las actitudes del personal de una universidad peruana a la que asistió la llevaron al llanto. “Hasta el día de hoy yo no soy psicóloga aquí”, lamenta ella. Asimismo, conseguir trabajo es enfrentarse a actitudes machistas de parte del personal en las entrevistas. “Me dijeron ‘¿Usted tiene esposo?’, y les dije ‘Sí, soy casada’. Luego me preguntaron ‘¿Y su esposo la deja trabajar?’. Me quedé asombrada”, menciona. Además, su carrera, como muchas otras, necesita de una habilitación a cargo de los colegios profesionales que, relata Morin, son costosos y colocan diversas trabas.

Todo esto, sumado a los S/ 325.10 que son necesarios para revalidar los títulos profesionales, coloca a los migrantes entre la espada y la pared. Por tal motivo, muchos de ellos optan por realizar labores ajenas a su profesión y al margen de lo legal. De hecho, de acuerdo con la Encuesta Población Migrante y Refugiada Venezolana en Perú realizada por la organización Equilibrium CenDe en septiembre, el 89% de venezolanos en Perú no ha convalidado sus títulos profesionales y el 79% no trabaja en algo relacionado a su profesión.

Aún cuando sí lo consiguen, las leyes peruanas dificultan la formalidad de la fuerza laboral migrante. Así, el Decreto Supremo Nº 014-92-TR establece que las empresas pueden contar con un máximo de 20% de trabajadores extranjeros. Además ellos no podrán percibir remuneraciones que superen el 30% del monto total pagado. En aquellas cifras no se incluye a los ciudadanos con cuyos países existe un convenio de reciprocidad laboral, como el Mercosur. Ese no es el caso de los venezolanos, pese a que resultan ser los principales migrantes en territorio peruano actualmente.

En la opinión de la abogada laboralista Ana Roque, la normativa del 20% no es coherente al contexto peruano actual. “La norma de contratación de extranjeros es del año 90. No está actualizada, sigue pensando que en nuestro país la cantidad de extranjeros es mínima, que sólo vienen para ciertas cosas y no considera que estamos en un ambiente de globalización donde ya entran personas de todos los países y una cantidad de migrantes enorme”, explica.

Si para un migrante es difícil trabajar legalmente y enviar remesas a su país de manera formal, la situación se agrava cuando entran a tallar factores de género. Dominic Orduz, hombre trans venezolano que llegó a Perú en 2018, aprovechó la carta de trabajo que obtuvo al iniciar su solicitud de refugio para conseguir empleo. El documento consignaba su nombre social. “Nunca pude firmar un contrato, porque al momento de hacerlo sí iba a revelar mi identidad y ya no me iban a contratar, entonces preferí trabajar sin beneficios”, cuenta.

Dominic no es el único que percibe estos tratos. Alixe, durante dos años y medio, ha pasado madrugadas enteras en mercados cargando cajas y limpiando locales, en pleno frío y bañada en tierra. A cambio, obtenía lo que llama “propinitas”, que no superan los 15 soles o a veces promesas de pagos que nunca llegaban. 

Al no acceder a derechos laborales básicos, estas poblaciones quedan mucho más expuestas a situaciones de explotación e injusticia. “Las personas que han notado mi necesidad me han puesto en jornadas más largas que las del común. Si la remuneración a los migrantes ya es mínima, a mí me pagan por debajo de eso”, manifiesta Alixe. Para ella, la supervivencia no era una opción, era la regla. 

Las historias de Laura, Vanesa y Dominic no son las únicas que reflejan un trato hostil hacia las mujeres y poblaciones LGBTIQ+ migrantes en espacios de trabajo. Diseño e ilustración: Adriana Velázquez, Mya Sánchez y Zoila Antonio

Este reportaje continúa aquí.

Este contenido es parte de una cobertura colaborativa entre cinco medios —Distintas Latitudes (México), Morras explican cosas (México), La Antígona (Perú), La Andariega (Ecuador) y Revista Colibrí (Argentina)— de la Coalición LATAM, una iniciativa para impulsar el crecimiento de nuevos medios fundados por jóvenes periodistas. Este reportaje fue posible gracias al Fondo de Respuesta Rápida de Chicas Poderosas e Internews.